Alfonsina Storni, vestida de mar.

El 23 de octubre de 1938, el diario bonaerense La Nación recibió un poema de Alfonsina Storni titulado Voy a dormir, que decía así:

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Dos días después, en la mañana del 25 de octubre, Alfonsina se suicidaba en la playa de La Perla, de Mar del Plata. Tenía 46 años y estaba enferma de cáncer de mama, dejaba un hijo de 27 años y una interesante obra poética y dramática. Este poema fue su despedida…

En realidad, esta fue una muerte anunciada… Ya hacia mediados de 1935 aparecieron editados sus libros Mascarilla y trébol y una Antología poética, donde aparecían sus poemas preferidos, como una recopilación final, definitiva. Curiosamente, envió Mascarilla y trébol a un certamen poético y preguntó al Director de la Comisión General de Cultura “¿Y si uno muere, a quién le pagan el premio?” Otro hecho bastante indicativo fue cuando, en esos últimos días, quiso ir a la casa de su amiga Fifí, en Real de San Carlos, pero aquella se excusó porque tenía invitados, a lo que Alfonsina respondió: “Tenés miedo de que muera en tu casa.” Días después se encontró con la poetisa Abella Caprile a quien le confesó que su neurastenia le estaba dando verdaderos problemas y que sólo pensaba en suicidarse. El 18 de octubre viajo hasta el Mar del Plata, desde allí le escribió dos cartas a su hijo Alejandro que le hicieron a éste levantar sospechas sobre sus intenciones, en las cuales le decía que los dolores en el brazo eran insoportables… El día 20 de octubre, jueves, lo pasó escribiendo, a pesar de su malestar, al sábado siguiente, 22 de octubre, envió los correos… y el martes por la mañana, unos obreros de la Dirección de Puertos encontraron su cuerpo flotando en el agua de la playa… y un zapato olvidado sobre los hierros de la escollera.

Mucho se ha escrito sobre los dos últimos versos de su último poema:

si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Pero ellos han sabido guardar el secreto que encerraban y, a pesar de todas las suposiciones, sólo ella podría desvelar su significado. Esa es la magia del poeta: llevarse a la tumba algo que todo quisieran desvelar… Las palabras de un poeta son puro misterio para el resto de los humanos…

Alfonsina Storni Martignoni nació en Sala Capriasca, una localidad de los cantones de habla italiana de Suiza, un día todavía no determinado entre el 22 y el 29 de mayo de 1892. Cuatro años después, su familia emigró a Argentina para no volver jamás a Europa. Su padre, Alfonso Storni, era un hombre melancólico, extraño y bebedor, como ella dejó reflejado en su poema A mi padre:

Que por días enteros, vagabundo y huraño
no volvía a la casa, y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.

Este hombre se estableció en Rosario como regente de un bar donde Alfonsina trabajó de camarera durante su adolescencia.

Sin embargo, la imagen que tiene de su madre era muy diferente, pues la veía desde una perspectiva melancólica, llena de tristeza y resignación femenina:

No las grandes verdades yo te pregunto, que
no las contestarías; solamente investigo
si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y si, cuando en tu seno de fervores latinos
yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
te adormeció las noches, y miraste, en el oro
del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera,
y la envuelve una nube de locura ligera
cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros.
Arrullada en un claro cantar de marineros
mirar las grandes aves que pasan sin destino.

Su madre, Pulina Martignoni, tuvo que abrir una academia de clases particulares en Rosario para mantener a la familia a causa del alcoholismo del padre y del fracaso del restaurante que éste puso en marcha. Alfonsina no tuvo más remedio que encargarse de sus hermanos pequeños y ayudar a la economía familiar lavando platos y trabajando de costurera. En otro fragmento de un poema dice de su madre:

Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna… Ah, bien pudieran ser
a veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.

Posiblemente de esta época germinara en ella esa rebeldía feminista y ese afán de independencia que le acompañó hasta sus últimos días. Pero es que Alfonsina nació así, rebelde, inconformista, traviesa… Ya desde pequeña tenía problemas por ser bastante mentirosa y se inventaba sucesos que la metían a ella y a su familia en problemas, como incendios, robos o asesinatos imaginados. Hasta una vez invitó a sus compañeras a unas vacaciones en una finca que no existía…

Pero Alfonsina fue creciendo y madurando y su afán de libertad fue haciéndose más grande con ella. Se independizó de la familia y realizó diversos trabajos para mantenerse: fabricante de gorras, repartidora de volantes y, finalmente, actriz en un grupo de teatro, volviendo al final de esta aventura junto a su madre, quien había contraído matrimonio por segunda vez. Posteriormente viajo a Corondas, una ciudad de la provincia de Santa Fe, donde acabó sus estudios como maestra rural, pagándose la estancia con su trabajo de celadora del centro, tenía entonces 17 años… Y en 1911 se trasladó a Buenos Aires, donde tuvo su hijo, de padre desconocido, y donde comenzó su carrera como escritora. Pero el camino no fue fácil y primero tuvo que trabajar como secretaria de publicidad en una empresa importadora de aceite de oliva, donde ella se sentía verdaderamente desdichada:

«[...] estoy encerrada en una oficina; me acuna una canción de teclas; las mamparas de madera se levantan como diques más allá de mi cabeza; barras de hielo refrigeran el aire a mis espaldas; el sol pasa por el techo, pero no puedo verlo; bocanadas de asfalto caliente entran por los vanos y la campanilla del tranvía llama distante. Clavada en mi sillón, al lado de un horrible aparato para imprimir discos, dictando órdenes y correspondencia a la mecanógrafa, escribo mi primer libro de versos, un pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo mío, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir».

Cuando publica su primer libro, La inquietud del rosal, tenía 24 años y fue ésta una colección de poemas en los que dejaba entrever su condición de mujer joven repleta de deseos y la situación que vivía como madre soltera, aunque jamás tuvo ningún complejo por ello. Este primer libro tuvo muy poco éxito pues la crítica lo acusó de inmoral, costándole incluso el puesto de trabajo, sin embargo, le sirvió para entrar en los círculos literarios y conocer a poetas tan importantes como el nicaragüense Rubén Darío y al uruguayo José Enrique Rodó, comenzando a colaborar en la revista literaria Caras y Caretas.  En 1918 publicó su poemario Dulce daño, del cual podemos leer el poema Nocturno:

Es muy dulce el silencio de esta hora;
hay algo en el jardín que tiembla y llora.
Oh, ven, que entre tus manos haré almohada,
para apoyar mi testa desolada.

Te esperaré en nuestro banco
y por gustarte vestiré de blanco.
No esperes, al llegar, que yo me mueva
de la glorieta que nos finge cueva.

Me lo suele impedir el corazón
que a tus pasos se pone en desazón.
Mi corazón está tan castigado
que como un vaso morirá trizado.

Si algún día entre tus brazos se me aquieta,
tú, que tienes instinto de poeta,
Ponme sobre las sienes muchas rosas
con tus mano delgadas y nerviosas.

Las sentiré caer como un suspiro
desde el silencio azul de mi retiro.
¿No sabes que la muerte es la dulzura
jamás gustada en nuestra vida impura?

¡Oh, si fuera el allá silencio eterno
ni sol de enero, ni quietud de invierno!
Estoy cansada de escuchar sonidos;
me molestan y me ofenden tantos ruidos..

El cerebro me pesa como un cuervo
clavado adentro por destino acerbo.
y tengo tal deseo de dormir...
Oh, qué hermoso, qué hermoso no sentir.

¡Oh, dejarse llevar sin voluntad
como una estrella por la inmensidad!
No saber de uno mismo; ser el ave;
llevar las alas sin buscar la clave.

No esperes que se aquiete el corazón;
mátalo tú en un rapto de pasión.
Esta noche, mi bien, y no mañana.
¡Es tan dulce esta hora vesperiana!

Aquí, entre flores pálidas y mustias
que se mueren también por mis angustias.
No tardes esta noche, amado mío...
el cielo se ha nublado; tengo frío...

No tardes esta noche que estoy sola . .
y tiemblo... tiemblo... soy una corola.
Esto es amor, esto es amor:
yo siento en todo átomo vivo un pensamiento.

y soy una y soy mil;
todas las vidas ¡pasan por mí;
me muerden sus heridas.
y no puedo ya más;

en cada gota de mi sangre
hay un grito y una nota.
y me doblo, me doblo bajo el peso
de un beso enorme, de un enorme beso.

En esta época, Alfonsina se introdujo en los mundillos socialistas y colaboró activamente  en la ayuda de los niños europeos de los países invadidos por Alemania en la Primera Guerra Mundial, lo que le supuso el reconocimiento de la embajada Belga en Argentina. En 1920 ganó su primer premio literario con Languidez, lo que le llevó hasta Montevideo donde escribió el poema Un cementerio que mira al mar:

Decid, oh muertos, ¿quién os puso un día
así acostados junto al mar sonoro?
¿Comprendía quien fuera que los muertos
se hastían ya del canto de las aves
y nos han puesto muy cerca de las olas
porque sintáis del mar azul, el ronco
bramido que apavora?

Os estáis junto al mar que no se calla
muy quietecitos, con el muerto oído
oyendo cómo crece la marea, y aquel
mar que se mueve a nuestro lado, es la
promesa no cumplida, de una Resurrección.

El viento, en primavera, suavemente,
desde la barca que allá lejos pasa,
os trae risas de mujeres ... Tibio
un beso viene con la risa, filtra
la piedra fría, y se acurruca, sabio, 
en vuestra boca y os consuela un poco.
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
el viento sobre el mar y allá a lo lejos
los hombres vivos que navegan tiemblan 
sobre los cascos débiles, y el cielo
se vuelca sobre el mar en aluviones,
vosotros, los eternos contenidos,
no podéis más, y con esfuerzo enorme
levantáis las cabezas de la tierra.

Y en un lenguaje que ninguno entiende
gritáis: Venid, olas del mar, rodando,
venid de golpe y envolvednos como
nos envolvieron, de pasión movidos,
brazos amantes. Estrujadnos, olas,
movednos de este lecho donde estamos
horizontales, viendo cómo pasan los
mundos por el cielo, noche a noche.
Entrad por nuestros ojos consumidos,
buscad la lengua, la que habló, y movedla,
¡echadnos fuera del sepulcro a golpes!

Y acaso el mar escuche, innumerable,
vuestro llamado, monte por la playa,
¡y os cubra al fin terriblemente hinchado!
Entonces, como obreros que comprenden,
se detendrán las olas y leyendo
las lápidas inscriptas, poco a poco
las moverán a suaves golpes, hasta
que las desplacen, lentas, y os liberten.
¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué
enorme grito de muerto, cuando el mar nos
coja entre sus brazos, y os arroje al seno
del grande abismo que se mueve siempre!

Brazos cansados de guardar la misma
horizontal postura; tibias largas,
calaveras sonrientes: elegantes
fémures corvos, confundidos todos,
danzarán bajo el rayo de la luna
la milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras.
Rubias acaso, como el sol que baje
curioso a veros, islas delicadas
formarán sobre el mar y acaso atraigan
a los pequeños pájaros viajeros.

Por aquella época comenzó su relación con el escritor Horacio Quiroga, no muy bien vista por la madre de éste dada la reputación que tenía Alfonsina, pero que duró hasta 1927, cuando él conoció a la que sería su segunda esposa, María Elena Bravo. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el grado de esta relación, pero la poetisa le dedicó un sentido poema tras el suicidio de éste donde se presagia su propia muerte:

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
y así como en tus cuentos, no está mal;
un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán.

En 1927 estrena su primera obra de teatro, El amo del mundo, que fue un rotundo fracaso y no aguantó más de tres días en cartel. En los años treinta realiza dos viajes a Europa con su amiga Blanca de la Vega, intentando olvidarse de sus problemas mentales. Al regreso del último de sus viajes se descubre un tumor en el pecho, del cual le operan con éxito y es curada parcialmente, pero a partir de ese momento su ya débil equilibrio psicológico se deterioró más y vivió sus últimos años atemorizada por la idea de la muerte. Se retrae y apenas sale a la calle, hasta el día de su triste final.

Alfonsina es una voz que defiende la libertad artística e individual, sobre todo de la mujer. Activista contra lo supremo masculino, busca el amor y lo vive plenamente, pero reivindicando su feminidad y luchando por la igualdad entre sexos, como en el poema Tú me quieres alba, donde ataca la hipocresía de la virginidad femenina y no la masculina:

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Poema este que ha bebido en las fuentes inspiradoras de Sor Juana Inés de la Cruz con su Hombres necios. Este mismo tema podemos encontrar en Hombre pequeñito:

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar.
Yo soy tu canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula, que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.

Sus versos están carentes de ironía, son una queja, a veces angustiada, sin esperanza, como el que lucha contra algo imposible. Un ejemplo más lo tenemos en La que comprende:

Con la cabeza negra caída hacia adelante
está la mujer bella, la de mediana edad,
postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
desde su duro leño la mira con piedad.

En los ojos la carga de una enorme tristeza,
en el seno la carga del hijo por nacer,
al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
-¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!

Su feminismo no es radical puesto que no rechaza al hombre sino que lo quiere como su complemento, como un igual, como el compañero al que amar y con el que compartir. Lo vemos muy claro en Veinte siglos:

Para decirte, amor, que te deseo,
sin los rubores falsos del instinto,
estuve atada como un Prometeo,
pero una tarde me salí del cinto.

Son veinte siglos que movió mi mano
para poder decirte sin rubores.
“Que la luz edifique mis amores”.
Son veinte siglos los que alzó mi mano!

Pasan las flechas sobre mis cabellos,
pasan las flechas, aguzados dardos...
son veinte siglos de terribles fardos!
Sentí su peso al libertarme de ellos.

Y no creas que tenga el brazo fuerte,
mi brazo tiembla debilucho y magro,
pero he llegado entera hasta el milagro:
estoy acompañada por la muerte.

Podríamos dividir su poesía en dos épocas, la primera, romántica, donde los temas van del amor carnal al espiritual, en la que aparece la dimensión erótica y sensual, pero con una gran carga de insatisfacción y reproche contra la imagen del varón, como hemos visto, y que culmina con el libro Poemas de amor que, curiosamente, está escrito en prosa y consiste en una serie de relatos en primera persona y con bastante rasgos autobiográficos, y donde se muestra al amor como algo inalcanzable, efímero y fugaz. De él ella misma dijo: «son frases de estado de amor escritos en pocos días ya hace algún tiempo» y consideraba esta obra «una lágrima de las tantas lágrimas de los ojos humanos».

La segunda etapa comenzaría con Mundo de siete pozos y allí la poetisa muestra un amor más abstracto y reflexivo, apareciendo incluso la ironía. Su estilo es más depurado, utilizando el verso libre y el soneto sin rima, y su contenido es más hermético, lleno de simbolismos y partes oscuras.

Se balancea,
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza...

Redonda, como dos planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Ósea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.

Desde el núcleo
en mareas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos como mares en la tierra.

... tan quietas
esas mansas aguas de Dios
que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.

Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracoles de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa:
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca.
y el ala mecánica de los mundos
rumorosa sea.
Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de vida;
las dos puertas
por donde adelanta
-flores, ramas y frutas-
la serpentina olorosa de la primavera.

Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas,
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle, la bestia,
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.

Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.

Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas,

Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una muerta...

Aparece el miedo en sus escritos, desde un estado de vejez espiritual incipiente, y asoma el tema de la muerte, como ocurre en Versos otoñales:

Al mirar mis mejillas, que ayer estaban rojas,
he sentido el otoño; sus achaques de viejo
me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas.

!Que curioso destino! Me ha golpeado a las
puertas en plena primavera para brindarme nieve
y mis manos se hielan bajo la presión leve
de cien rosas azules sobre sus dedos muertas.

Ya me siento invadida totalmente de hielo;
castañean mis dientes mientras el sol, afuera,
pone manchas de oro, tal como en primavera,
y ríe en la ensondada profundidad del cielo.

Y lloro lentamente, con un dolor maldito,
con un dolor que pesa sobre mis fibras todas,
!Oh, la pálida muerte que me ofrece sus bodas
y el borroso misterio cargado de infinito!

!Pero yo me rebelo!...? Cómo esta forma humana
que costó a la materia tantas transformaciones
me mata, pecho adentro, todas las ilusiones
y me brinda la noche casi en plena mañana?

Condicionada por el dolor y el temor a la muerte, Alfonsina vive estos últimos años sumida en una profunda crisis que culminará con su suicidio, algo que ya venía anunciando en sus postreros poemas, como podemos ver en Melancolía:

Oh muerte, Yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
haz que por vez postrera
penetre mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
a decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
pero antes que me bese el viajero piadoso
que todas las mañanas,
alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.

Sus funerales convocaron a los personajes más importantes de la política y las letras de toda Argentina y antes de cerrar el féretro, su amigo Manuel Ugarte colocó sobre sus manos un ramillete de rosas blancas… Curiosamente, en el espacio de veinte meses, además de ella, también se suicidaron sus amigos y escritores Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones… Parece como si la búsqueda de la belleza y la comprensión de la existencia absorbiese la energía vital de aquellos que vivieron para el arte…

¡ADIÓS!

Las cosas que mueren jamás resucitan, 
las cosas que mueren no tornan jamás. 
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda 
es polvo por siempre y por siempre será! 

Cuando los capullos caen de la rama 
dos veces seguidas no florecerán... 
¡Las flores tronchadas por el viento impío 
se agotan por siempre, por siempre jamás! 

¡Los días que fueron, los días perdidos, 
los días inertes ya no volverán! 
¡Qué tristes las horas que se desgranaron 
bajo el aletazo de la soledad! 

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, 
las sombras creadas por nuestra maldad! 
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, 
las cosas celestes que así se nos van! 

¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... 
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!... 
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, 
corazón maldito que inquietas mi afán! 

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! 
¡Adiós mi alegría llena de bondad! 
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, 
las cosas celestes que no vuelven más! ...

María Emilia cornejo, la muchacha mala

 “Nací en Lima hace 21 años. Vivo en Lima y cuando salgo siempre vuelvo a ella. Escribo desde temprana edad, con breves y largas interrupciones. A mi estancia en tierras mexicanas debo el haber empezado a escribir más o menos disciplinadamente. Actualmente trabajo y trato de estudiar un poco en la universidad, aunque sé que terminaré siendo siempre autodidacta”.

María Emilia Cornejo,
octubre 1970, 
en su único recital 
Ciudad Universitaria de Lima.

María Emilia Cornejo fue mujer de vida corta y poetisa de un solo libro, pero un alma de desesperación inmensa y soledad de las que alargan el camino. En septiembre de 1972, a la primaveral edad de 23 años, cuando muchas todavía no han levantado el vuelo, ella decidió que su esperanza ya era vieja y paró de andar cortando la senda con una sobredosis de lo que recetan los médicos. Peruana de raíces y corazón, realizó estudios irregulares de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, allí abrió a unos pocos la vena poética que tenía escondida para la mayoría y desangró sus coágulos de inspiración en un taller de poesía dirigido por Hildebrando Pérez junto con el poeta Marco Martos. Sus primeros frutos aparecieron en 1970, en la revista Gesta y tras su marcha, vieron la luz sus tres retoños más destacados, aunque también los más polémicos, en una revista, que como su vida, sólo duró un relámpago, Eros, dirigida por Isaac Rupay. Cuando murió, estaba casada con Oswaldo Márquez, de quien cogió su seudónimo, María Márquez, ¿o tal vez fuera del apellido de su madre, curiosamente el mismo?… y su semilla para realizar su mayor ilusión: tener un hijo, el cual, tras tres meses de embarazo, se adelantó a su madre en el tránsito a la eternidad y la hundió en la depresión y el desconsuelo.

Dicen que era una mujer tierna, amable y simpática, de conversación amena e inteligente cuando se tenía el privilegio de llegar a ella, pero a su alrededor siempre había un aura como de misterio, silencio y oscuridad que no daba demasiadas esperanzas para la confianza. Sin embargo, con frecuencia la invadía el abatimiento y a veces la angustia marcaba surcos en su joven rostro. Su vacío existencial, tan pregonado por los poetas de esa época, fieles seguidores de la filosofía existencialista de Sartre, era acallado por la voz eufórica del alcohol y el sopor de las fiestas entre “amigos” … eran los años sesenta y el mundo se debatía en una crisis de identidad…

Pero lo que nadie puede rebatir, a pesar de lo que pretendan los voceros de José Rosas Ribeyro y Elqui Burgos, es que ella desnudó la voz femenina, no sólo de Perú, sino de todo el planeta, al presentar sus sentimientos sin más, tal como eran, vírgenes, puros, espontáneos, en una poesía a la que se le dio el calificativo de “erótica”, pero que, en realidad, es simplemente natural, donde los tabúes reivindican su lugar y se excluyen los eufemismos afectados y manidos. Ella, mujer, sobre todo, supero el pudor heredado para encontrar su propia voz y lanzar el grito del ahogo existencial surgido de la guerra contradictoria entre los sentimientos íntimos, las vivencias de los sentidos y la sumisión cultural y despótica al hombre como mujer objeto. Por eso mismo, Cornejo también se atreve a poner sus palabras al servicio de los problemas sociales de su época, que son los de siempre…

Su trabajo poético consta de 31 poemas divididos en cinco secuencias y fueron recopilados por su antiguo profesor, Hildebrando Pérez, y editados por el Movimiento Flora Tristán en un libro póstumo titulado “En la mitad del camino recorrido” que se publicó 16 años después de la muerte de María Emilia Cornejo. Su poesía se divide en dos grandes bloques: el amoroso y el social. El primero se caracteriza por su atmósfera intimista, donde es la mujer la que expresa sus experiencias amorosas y eróticas con un lenguaje directo, sin circunloquios ni tapujos, pero impregnadas del líquido viscoso de la desolación, de la angustia y la contradicción entre la afirmación y la negación de los sentidos del cuerpo. El segundo es más sencillo y en él se hace eco de los deseos de un pueblo siempre oprimido, siempre explotado y nunca libre ni satisfecho. En ambos aparece su forma desenfadada de construir la poesía, sin estructuras ni cadenas constructivas que limiten la palabra que brota directamente del interior.

Los únicos poemas publicados en vida, bajo el seudónimo de María Márquez, aparecieron en una revista titulada Gesta que se editó al concluir el taller de poesía que se realizó en la universidad donde estudiaba y que recopilaba los trabajos de los alumnos asistentes al mismo. Estos cuatro poemas corresponden al bloque social de la autora y no aparecen en su libro, tal vez sean, como dicen algunos críticos, los más sencillos y simplistas de su creación. El primero, “Soy / micaela catary”, es una reivindicación de su identidad como mujer social, como heroína, ya que se alude a Túpac Catari, cuyo nombre real era Julián Apaza, el líder del pueblo aymara que reveló contra las autoridades coloniales españolas y que sacó su nombre de guerra de dos líderes anteriores: Túpac Amaro y los hermanos Catari; así mismo, su esposa se llamaba Bartolina Sisa, heroína nacional de Bolivia, pero nuestra poetisa realiza un juego de palabras y, al igual que el esposo, le da un nombre compuesto: Micaela, por la mujer de Túpac Amaro, y Catari, por los hermanos. Sin embargo, en el segundo poema no habla de líderes y heroínas y sí que alude directamente al concepto pueblo:

mi pueblo no es 
un mapa de veinticuatro colores 
quiero decir 
una selva verde 
una costa blanca 
una sierra ocre; 
y digo 
mi pueblo no es 
un mendigo en su banco de oro 
ni un paraíso perdido; 
mi pueblo 
mi pueblo sufre 
y es gente dividida en colores, 
mendigos y explotadores. 

Los dos últimos están dirigidos a un ser querido, que puede ser una persona o su pueblo mismo, pero no se agrupan en la poesía amorosa porque no tiene el mismo tipo de lenguaje ni de intención: (Eres como un árbol / que da sombra, / que protege) y (Eres el alba / que busco con afán).

Para hablar de los poemas amorosos comenzaremos por el final, la quinta secuencia, donde aparecen, junto al dedicado a su hermana gemela Aida María, los tres más famosos de su creación y los causantes de una polémica que ha generado ríos de tinta en los mentideros intelectuales iberoamericanos y mundiales. Estos tres poemas aparecieron en la revista Eros un año antes de ser editado el libro y son bastante diferentes en concreción y arquitectura al resto de la obra, por lo que se consideraban el fruto de una madurez creadora de la autora. Sin embargo, unos años después, el poeta José Rosas Ribeyro declaró:

«Soy la muchacha mala de la historia», «Como tú lo estableciste» y «Tímida y avergonzada» son el resultado de un trabajo de montaje y construcción que en 1973 hicimos al alimón Elqui Burgos y yo en base a los textos que nos alcanzó Hildebrando Pérez un año después de la muerte de María Emilia Cornejo. En aquel momento, mientras nos pusimos a trabajar sobre los textos originales, no nos podíamos imaginar que los poemas resultantes iban a cobrar la importancia que hoy tienen. Alentados por Hildebrando Pérez, Elqui Burgos y yo utilizamos el mundo desgarrado, angustiado, autodestructivo y muy personal que se percibía en los apuntes desordenados, «dislocados» de María Emilia Cornejo para construir tres poemas que queríamos «redondos». Al margen del taller de poesía de San Marcos, al que yo no asistía, pero Elqui sí, era nuestra forma de recordar, homenajear, a una muchacha que habíamos visto pasar entre nosotros como un pájaro que vuela con las alas quemadas y cuyo suicidio nos había dolido profundamente. Era nuestra manera de luchar contra el olvido, de comulgar con ella más allá de la muerte. Y era también un juego que Elqui y yo asumimos con el espíritu irreverente con que un anónimo poeta peruano había creado poco antes a una supuesta poetisa ecuatoriana.

¿Son ciertas estas declaraciones?… ¿Están enfocadas hacia la destrucción de un mito y el aprovecharse de un éxito por parte de las personas que recopilaron y editaron la obra de la poetisa?… En cualquier caso las ideas son las suyas y ella ya no está para defenderse… La verdad es que en los poemas anteriores la mujer es sumisa, monogámica, resignada:

me encontraste en la mitad de todos mis caminos
y avanzaste lentamente hasta inundar
todos los rincones de mi vida.
ahora,
soy la mujer que sigue
sigilosamente
tus pasos
la que aguarda en cada esquina tu llegada,
soy la mujer incondicional
que nada pide a cambio
la que siempre te recibe
y te abre las piernas sin chistar.
soy la mujer,
tu mujer,
que guarda tus más gratos recuerdos;
la que nunca olvidará tu nombre
soy la mujer que conservará como un tesoro
todos tus orgasmos
tu desesperada forma de amarme.
soy la mujer,
tu mujer,
y te amaré
hasta entregarte toda mi piel.

Lo que contrasta con la mujer rebelde, la que le planta cara al machismo y es capaz de confesar con descaro su adulterio, una voz cortante y segura… Leamos los tres famosos poemas:

SOY LA MUCHACHA MALA DE LA HISTORIA
 
soy
la muchacha mala de la historia,
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.
soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril, 
soy la mujer que lo castró 
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia.
COMO TÚ LO ESTABLECISTE
 
sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.
ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulos mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños
sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.
TÍMIDA Y AVERGONZADA
 
tímida y avergonzada
dejé que quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome:
"nunca confíes en los hombres".
Comprendiste mi dolor
y con infinita ternura
cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.

Aunque cuesta creer que un pensamiento varonil haya podido sugerir estos sentimientos, incluso las imágenes, a no ser, como dice el crítico Paolo de Lima, que se haya introducido el nuevo elemento del travestismo textual… No voy a ser yo quien lo descubra, por lo tanto, leamos y comparemos otros poemas anteriores de la autora:

hubiéramos querido tener en nuestras manos
la eternidad de nuestras vidas
pero sólo nos era permitido
ocupar el cuarto por tres horas.
la vieja cama rechinó hiriendo nuestros oídos,
para entonces ya nada importaba.
con las precauciones del caso
cara - a - cara
intentamos recuperar nuestro destino
y nos amamos desesperadamente.
yo
todavía conservo
una mata de tu pelo entre mis piernas.
envueltos en las sábanas de tu cama, esa cama tuya
cargada de pesares
descubrimos las mil formas del amor;
mis senos como palomas alimentaron tus angustias
y tus pasos se perdían locos en la llanura de mi vientre,
¡oh! fauno enamorado
cabalgabas sobre mí desesperadamente.
tus labios tomaron posesión de mi sexo
y una lluvia de estrellas bañó nuestros cuerpos
y tu semen vino a mí curando todas mis penas.
al final fumamos y nos quejamos del viejo colchón de paja
limpiamos nuestros sexos
hurgamos en viejos poemas la definición de lo nuestro
volvimos a fumar
y las cuatro paredes de tu cuarto se hicieron evidentes
tan claras y evidentes.
yo te dije adiós y tú prometiste llamarme.
después de un lento aprendizaje
puede reconocer sin equivocarme
las formas de tu cuerpo,
besar tiernamente tus mejillas
y saber con exactitud
las dimensiones de tu falo.
ahora, cada encuentro se convierte
en el hecho cotidiano de besarse
meternos en la cama y repetir
los movimientos del amor.
tu cuerpo se estremece a cada orgasmo,
yo te pido más
y en la necesidad de recuperarte
mis labios exploran tu pubis,
para entonces
cansado y sudoroso.
mis senos abrigan tu sueño.

Saquen ustedes sus propias conclusiones… Pero todavía en el año 2008, José Rosas Ribeyro sigue empeñado en destrozar el mito en una entrevista concedida a Francisco Izquierdo Quea, quien había intentado antes, sin fortuna, sacar alguna declaración a Elqui Burgos; aquí acompaño un fragmento de la entrevista:

 «A tu juicio, ¿Cornejo fue o no poeta?»: «No. Ella era una chica que empezaba a escribir. En sus cuadernos y en hojas sueltas apuntaba cosas acerca de sus malestares existenciales, su vida conyugal, su compromiso social de estudiante católica. La cuestión es simple: sin esos tres poemas ella no existiría hoy como poeta reconocida».

«Eso suena muy categórico…»: «A María Emilia le faltó tiempo para escribir. Quizá hubiera llegado a ser una poeta interesante. Sin embargo, los textos que escribió, los que quedaron tal como ella los hizo, son por lo general poemas sociales bastante mediocres, ingenuos. Las cosas que decía las decía sin tener una verdadera conciencia de estar haciendo poesía». 

«¿María Emilia Cornejo es José Rosas y Elqui Burgos?»: «En parte sí. Digamos que vamos a medias, 50 y 50. María Emilia dijo en el fondo lo que sentía, lo que pensaba. Todo eso lo escribió en muchas hojas de sus cuadernos. Ya luego nosotros compusimos los tres poemas que todos conocen».

En el fondo, María Emilia Cornejo, era una joven torturada por sus depresiones, su desamparo, su vacío, que aparecen a lo largo de toda su obra, pero, sobre todo, en esos poemas existenciales donde no habla de amor sino de soledad:

siempre supe que te encontraría
en alguna vieja calle de Lima.
desde entonces
preparo cuidadosamente nuestro encuentro.
debí seguir tus consejos,
no leer más a Kafka
ni frecuentar esos cafés
que tú sí frecuentas;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.
la soledad abrumadora de mis días
se acrecienta en mis oídos
hasta hacerlos estallar,
ya nadie respeta mis decisiones;
soy la hija extravagante y loca
que hay que rescatar.
entonces
cada palabra mía se convierte
en un grito desgarrador
sin eco y sin respuesta.
he vuelto al camino de la soledad
al camino de la transparencia y la limpieza
he vuelto a los lugares inéditos
donde miedos milenarios pugnan por salir.
he vuelto
yo lo sé,
a la angustia de una noche que se acaba,
al poema terminado,
al silencio,
a mi vida.
de día
mi cuarto es primavera
de flores y rosas
y
cuando llega la noche
es aquel viejo reloj
cansado y sin horas
que espera,
y simplemente espera
al tiempo
que viene en mi contra.
es sólo el tiempo
que viene en mi contra
y no me deja morir
porque
ya no
ya no le temo a la muerte
pues
sentado junto a ella
hoy
ya no tengo
la culpa
de
sentirme sola.

Cuando murió, Cornejo estaba trabajando en su libro, el cual quedó inconcluso…

En la presentación del libro “En la mitad del camino recorrido”, Mariela Sala dejó esta semblanza de la poetisa:

“En ella, vida y obra fueron una, y su muerte, por lo mismo, fue un acto poético mediante el cual permanecerá siempre entre nosotras como la adolescente, la contestataria, la que se atrevió a develar una verdad y lo hizo, para decirlo con sus propias palabras, “como una piedra que cae” y que deja para siempre sus ondas en el agua”.

Las flores del mal, de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire creó con Las flores del mal un monumento de la poesía moderna, donde plasmó su visión del mundo, el arte y el amor. Su obra maestra, que abarca casi dos décadas de producción poética, sufrió la censura y el escándalo por su audacia temática y estilística.

El libro se publicó en tres ediciones diferentes: la primera en 1857 con 100 poemas, la segunda en 1861 con 124 y la tercera en 1868 con 151 (ya sin los vetados, pero con algunos más). Baudelaire pensó en llamarlo “Los limbos” o “Las lesbianas”, pero siguiendo el consejo de un amigo optó por Las flores del mal, un título que resume la belleza y el horror que conviven en sus versos. El libro se divide en seis partes: Spleen e Ideal, Cuadros parisinos, El vino, Las flores del mal, Rebelión y La muerte. En ellas, el poeta explora temas como el amor, el arte, la ciudad, el vicio, el sufrimiento, la rebeldía y la muerte. Su estilo se basa en el uso de símbolos, imágenes decadentes, sonetos, alejandrinos, aliteraciones, metáforas, antítesis y paradojas. Su influencia se extendió a generaciones de poetas posteriores como Verlaine, Mallarmé o Rimbaud. También inspiró obras de música, pintura y cine.

Con Las flores del mal Baudelaire abrió nuevos caminos en la literatura, anticipando el simbolismo y el decadentismo. Estos movimientos rompieron con lo clásico y lo romántico y se adentraron en temas, formas y estilos inéditos. Baudelaire expresó la angustia, el hastío, la melancolía y el horror de la vida moderna, pero también buscó la belleza en lo grotesco, lo perverso y lo marginal. Su lenguaje poético fue innovador, lleno de imágenes simbólicas, contrastes, musicalidad, ritmo y rima. Su poesía tiene una gran fuerza expresiva y belleza formal. Baudelaire marcó a muchos poetas posteriores, como Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o Valéry, y se le considera el padre de la poesía moderna. Sin embargo, Baudelaire sufrió la persecución por ofensa a la moral pública y a las buenas costumbres, y tuvo que retirar seis poemas de esta obra por blasfemos, obscenos e inmorales según los censores de la época, que no aceptaban cómo Baudelaire retrataba a las mujeres y al sexo. Y es que Baudelaire exploró temas como el lesbianismo, el sadismo, la prostitución y el erotismo explícito, que chocaban con los valores morales del siglo XIX francés. Además de criticar a la religión, a la burguesía y a la hipocresía social en sus poemas, lo que le valió muchos enemigos y detractores. Baudelaire no logró apelar la sentencia. Los seis poemas censurados no se publicaron en Francia hasta 1949, casi un siglo después de la primera edición de Las flores del mal. Sin embargo, estos poemas circularon clandestinamente en otros países, como Bélgica o Holanda, donde se publicaron ediciones completas de la obra.

La obra de Baudelaire no solo sufrió la censura, sino también su vida personal y profesional. La persecución judicial y el rechazo social que padeció le causaron depresión, ansiedad, problemas económicos y de salud. Su fama de poeta maldito se hizo más fuerte con el tiempo, pero también se le reconoció su genialidad y su influencia en la poesía moderna.

Estos son los poemas que fueron censurados de Las flores del mal:

Las joyas:

Un poema que narra el placer sexual del poeta con una mujer que tiene una joya en el ombligo. El poema tiene imágenes eróticas y alude al sadismo y al fetichismo.

Ella estaba desnuda, y, sabiendo mis gustos,
Sólo había conservado las sonoras alhajas
Cuyas preseas le otorgan el aire vencedor
Que las esclavas moras tienen en días fastos.

Cuando en el aire lanza su sonido burlón
Ese mundo radiante de pedrería y metal
Me sumerge en el éxtasis; yo amo con frenesí
Las Cosas en que se une el sonido a la luz.

Ella estaba tendida y se dejaba amar,
Sonriendo de dicha desde el alto diván
A mi pasión profunda y lenta como el mar
Que ascendía hasta ella como hacia su cantil.

Fijos en mí sus ojos, como en tigre amansado,
Con aire soñador ensayaba posturas
Y el candor añadido a la lubricidad
Nueva gracia agregaba a sus metamorfosis;

Y sus brazos y piernas, sus muslos y sus flancos
Pulidos como el óleo, como el cisne ondulantes,
Pasaban por mis ojos lúcidos y serenos;
Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña,

Avanzaban tan cálidos como Ángeles del mal
Para turbar la paz en que mi alma estaba
Y para separarla del peñón de cristal
Donde se había instalado solitaria y tranquila.

Y creí ver unidos en un nuevo diseño
-Tanto hacía su talle resaltar a la pelvis-
Las caderas de Antíope al busto de un efebo,
¡Soberbio era el afeite sobre su oscura tez!

-Y habiéndose la lámpara resignado a morir
Como tan sólo el fuego iluminaba el cuarto,
Cada vez que exhalaba un destello flamígero
Inundaba de sangre su piel color del ámbar.

El Leteo:

Un poema que invoca al río del olvido de la mitología griega, donde el poeta desea sumergirse con su amada para escapar del dolor y la angustia de la vida. El poema fue considerado blasfemo por su rechazo a la religión y a la salvación.

Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crin;

Sepultar mi cabeza dolorida
En tu falda colmada de perfume
Y respirar, como una ajada flor,
El relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mis sollozos apagados,
Sólo preciso tu profundo lecho;
El poderoso olvido habita entre tus labios
Y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
Como un predestinado seguiré;
Condenado inocente, mártir dócil
Cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor, apuraré
El nepente y la cicuta amada,
del pezón delicioso que corona este seno
el cual nunca contuvo un corazón.

A la que es demasiado alegre:

Un poema que retrata a una mujer alegre y despreocupada, que el poeta desprecia por su frivolidad y su ignorancia. El poema fue censurado por su tono sarcástico y ofensivo hacia la mujer.

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.

Mujeres condenadas:

Un poema que describe a dos mujeres lesbianas que se besan y se acarician, mientras el poeta las observa con fascinación y horror. El poema fue censurado por su temática homosexual y su lenguaje explícito.

Como bestias inmóviles tumbadas en la arena,
Vuelven sus ojos hacia el marino horizonte,
Y sus pies que se buscan y sus manos unidas,
Tienen desmayos dulces y temblores amargos.

Las unas, corazones que aman las confidencias
En el fondo del bosque donde el arroyo canta,
Deletrean el amor de su pubertad tímida
Y marcan en el tronco a los árboles tiernos;

Las otras, como hermanas, andan graves y lentas,
A través de las peñas llenas de apariciones,
Donde vio san Antonio surgir como la lava
Aquellas tentaciones con los senos desnudos;

Y las hay, que a la luz de goteantes resinas,
En el hueco ya mudo de los antros paganos,
Te llaman en auxilio de su aulladora fiebre.
¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes!

Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios,
Que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas,
Mezclan en las umbrías y solitarias noches,
La espuma del placer al llanto del suplicio.

Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires,
De toda realidad desdeñosos espíritus,
Ansiosas de infinito, devotas, satiresas,
Ya crispadas de gritos, ya deshechas en llanto.

Vosotras, a quien mi alma persiguió en tal infierno,
¡Hermanas mías!, os amo y os tengo compasión,
Por vuestras penas sordas, vuestra insaciable sed
y las urnas de amor que vuestro pecho encierra.

Lesbos:

Un poema dedicado a la isla griega de Lesbos, donde vivió la poetisa Safo, famosa por sus versos de amor entre mujeres. El poema celebra la belleza y el erotismo de las lesbianas, pero también expresa su condena social y moral.

Madre de los latinos y los griegos deleites,
Lesbos, donde los besos, lánguidos o incendiados,
Cálidos como soles, frescos como sandías,
Son ornato de noches y de días gloriosos;
Madre de los latinos y los griegos deleites;

Lesbos, donde los besos son como esas cascadas
Que, sin miedo, se lanzan a simas profundísimas
y corren sollozantes, con gritos sofocados,
borrascosos y ocultos, profundos y hormigueantes;
Lesbos, donde los besos son como esas cascadas.

Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,
Donde nunca ha quedado un suspiro sin eco,
A Pafos semejante los astros te proclaman
¡Y de Safo celosa Venus puede sentirse!
Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,

Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,
Que hacen que en sus espejos, oh infecundo placer,
Las niñas de sus propios cuerpos enamoradas
Palpen los frutos gráciles de sus núbiles cuerpos;
Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,

Deja al viejo Platón fruncir su ceño austero;
De los besos innúmeros obtienes tu perdón,
Reina del dulce imperio, noble y amante tierra,
Inagotable siempre en tus refinamientos,
Deja al viejo Platón fruncir su ceño austero.

Tú obtienes el perdón del eterno martirio
Sin cesar infligido a las almas intrépidas,
que aleja de nosotros la sonrisa radiante
Vagamente entrevista al borde de otro espacio.
¡Tú obtienes el perdón del eterno martirio!

¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez
Y condenar tu frente que arrugaron las penas,
Si sus áureas balanzas no han pesado el diluvio
De llanto que a los mares tus arroyos vertieron?
¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez?

¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?
Honor del Archipiélago, vírgenes de alma noble,
Como no importa cuál, es regio vuestro culto,
¡Y se reirá el amor del Cielo y del Infierno!
¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?

Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra
Para cantar lo oculto de sus floridas vírgenes,
Y fui desde la infancia admitido al misterio
De sofocadas risas y de llantos sombríos;
Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra.

Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato
Como vigía de ojo seguro y penetrante,
Que acecha noche y día brick, tartana o fragata,
Cuyas lejanas formas en el azul titilan;
Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato,

Para saber si el mar es indulgente y bueno,
Y en medio de los ayes que en la roca resuenan,
Un día devolverá hacia Lesbos, que olvida,
El cadáver amado de Safo, que partiera
¡Para saber si el mar es indulgente y bueno!

De Safo, la viril, que fue amante y poeta,
¡Más hermosa que Venus en su triste blancor!
—El azul se somete al negro que salpica
El tenebroso círculo que el dolor dibujó
¡De Safo, la viril, que fue amante y poeta!

—Más hermosa que Venus presentándose al mundo
Y mostrando el tesoro de su serenidad
Y el destello radiante de su juventud rubia,
Sobre el viejo Océano, prendado de su hija;
¡Más hermosa que Venus presentándose al mundo!

—De Safo que murió el día de su blasfemia,
Cuando insultando el rito y el culto establecidos,
Entregó como pasto supremo su belleza
A un bruto cuyo orgullo castigó la impiedad
De aquella que murió el día de su blasfemia.

Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua,
Y a pesar de las honras que los mundos le rinden,
Cada noche se embriaga con la voz turbulenta
Que alzan hacia los cielos sus desiertas riberas
¡Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua!

La metamorfosis del vampiro:

Un poema que narra la transformación de una mujer en un vampiro, que muerde al poeta y le chupa la sangre. El poema fue censurado por su violencia y su simbolismo sexual.

La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»

Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.

La censura de Las flores del mal marcó un antes y un después en la vida y la obra de Baudelaire. Por un lado, Baudelaire se vio humillado, frustrado y acosado por la justicia y la crítica, lo que le pasó factura a su salud mental y física. Por otro lado, tuvo problemas para publicar sus obras posteriores, ya que muchos editores temían las consecuencias de las autoridades y el público. Algunas de las obras que Baudelaire publicó después de la censura fueron: Los paraísos artificiales (1860): Un ensayo sobre el opio y el vino, dos sustancias que el poeta consumía para escapar del dolor y el aburrimiento, inspirándose en sus propias experiencias y en las de otros autores como De Quincey o Poe. El spleen de París (1869): Una colección de poemas en prosa que pintan la vida urbana, el hastío, la soledad y la angustia del hombre moderno. Baudelaire creó un nuevo género poético, que influyó en autores como Rimbaud, Mallarmé o Proust. Mi corazón al desnudo (1897): Un conjunto de notas autobiográficas que revelan el pensamiento íntimo y crítico de Baudelaire sobre el arte, la sociedad, la religión y su propia vida. Baudelaire dejó este texto inacabado y se publicó póstumamente. Estas obras muestran cómo Baudelaire evolucionó como poeta y como persona, y cómo buscó la belleza y el sentido en un mundo hostil y decadente. Baudelaire no se rindió a su visión poética ni a su libertad de expresión, sino que las adaptó a las circunstancias y a los nuevos medios literarios. Baudelaire fue un poeta maldito, pero también un poeta genial.

El título de Las flores del mal es un símbolo ambiguo y paradójico, que refleja la visión poética de Baudelaire. Por un lado, las flores son la belleza, la pureza y la perfección, pero también la fragilidad, la efímera y la decadencia. Por otro lado, el mal es el pecado, el vicio, la corrupción y la muerte, pero también la rebeldía, la libertad y la originalidad. Baudelaire crea una poesía que saca lo bello de lo feo, lo sublime de lo vulgar, lo sagrado de lo profano. Así, las flores del mal son las obras de arte que surgen del dolor, del sufrimiento y del horror de la vida moderna. Baudelaire también se inspiró en el título de una obra anterior de su amigo Théophile Gautier, Las flores del mal (1838), que era una colección de poemas eróticos y satíricos. Baudelaire dedicó su libro a Gautier, a quien admiraba y quería. Baudelaire le rindió homenaje y también desafió a los lectores con un título que sugería una paradoja y una transgresión.

Un ejemplo de su poética es el poema Correspondencias, que forma parte de su obra maestra. En este poema, Baudelaire expresa su concepción del arte como una correspondencia entre los sentidos, las ideas y las emociones. Baudelaire utiliza la metáfora de la naturaleza como un templo donde se revelan los misterios del universo a través de signos y símbolos. Baudelaire también recurre a la sinestesia, una figura retórica que consiste en mezclar sensaciones de diferentes sentidos, como el olfato y el oído. Baudelaire crea así una poesía sensorial, mística y musical.

La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

El libro se divide en seis partes, que reflejan la visión poética de Baudelaire y su búsqueda de la belleza en el mal: Spleen e Ideal: Donde el poeta intenta escapar del mundo con la belleza, el arte, la poesía, el amor y el erotismo. Pero todas estas formas le decepcionan o le frustran, y cae en el spleen, es decir, el aburrimiento, la melancolía y la angustia de la vida moderna. Cuadros parisinos: En el que intenta escapar del mundo con la ciudad de París, donde retrata a los más pobres y marginados, con los que se siente unido. La ciudad no es realista, sino simbólica, como un reflejo de su alma. El vino: Otra forma de escapar del mundo es con la bebida, que le da una ilusión de felicidad, libertad y fuerza. Pero la bebida también tiene efectos negativos, como la embriaguez, la violencia y la locura. Las flores del mal: Aquí el escape se basa en la lujuria, que le ofrece un placer sensual y perverso. El poeta explora temas como el lesbianismo, el sadismo, la prostitución y el erotismo explícito. Pero la lujuria también le acarrea una condena social y moral. Rebelión: El poeta se rebela contra Dios, al que ve injusto y cruel, y se identifica con Satán, al que ve como un padre y un aliado. Por ello desafía al Creador con sus blasfemias y sus maldiciones. La muerte: La última escapatoria: la muerte. El poeta ve en la muerte una liberación del dolor y del mal, una esperanza de paz y de eternidad. Pero la muerte también implica una incertidumbre y un misterio.

Es difícil decidir cuáles son los mejores poemas del libro Las flores del mal de Charles Baudelaire, ya que, además de resultar algo totalmente subjetivo, se trata de una obra maestra de la poesía moderna que abarca una gran variedad de temas, formas y estilos. Sin embargo, podría sugerir algunos poemas que son considerados como los más representativos, influyentes y bellos de la obra:

Elevación:

Un poema que expresa el deseo del poeta de escapar de la realidad terrenal y elevarse hacia las esferas celestiales, donde encuentra la belleza, la armonía y la libertad. Es un poema que muestra la aspiración idealista y mística de Baudelaire, así como su dominio del ritmo y la musicalidad.

Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

Los faros:

Un poema que rinde homenaje a ocho pintores que Baudelaire admiraba: Rubens, Leonardo da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel, Watteau, Goya, Delacroix y Ingres. Cada uno de ellos representa una faceta de la visión artística de Baudelaire, que busca la belleza en lo sublime, lo grotesco, lo sensual y lo misterioso.

Rubens, río de olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;

Leonardo da Vinci, espejo profundo y sombrío,
Donde los ángeles encantadores, con dulce sonrisa
Toda llena de misterio, aparecen en la sombra
De los ventisqueros y los pinos que cierran su paisaje;

Rembrandt, triste hospital lleno de murmullos,
Y por un gran crucifijo decorado solamente,
Donde la plegaria llorosa se exhala de las inmundicias,
Y de un rayo invernal atravesado bruscamente;

Miguel Ángel, lugar impreciso do vénse los Hércules
Mezclarse a los Cristos, y elevarse muy erguidos
Fantasmas pujantes que en los crepúsculos
Desgarran su sudario estirando sus dedos;

Cóleras de boxeador, impudicias de fauno,
Tú que supiste recoger la belleza de los granujas,
Gran corazón henchido de orgullo, hombre débil y amarillo,
Puget, melancólico emperador de los forzados;

Watteau, este carnaval en el que no pocos corazones ilustres,
Como mariposas, flotan relucientes,
Decoraciones frescas y leves iluminadas por lámparas
Que vierten la locura en este baile vertiginoso;

Goya, pesadilla llena de cosas desconocidas,
Fetos que se hacen cocer en medio de los sabats,
Viejas ante el espejo y niñas todas desnudas,
Para tentar los demonios ajustando bien sus medias;

Delacroix, lago de sangre obsedido por malvados ángeles,
Sombreado por un bosque de pinos siempre verde,
Donde, bajo un cielo triste, fanfarrias extrañas
Pasan, cual un suspiro ahogado de Weber;

¡Estas maldiciones, estas blasfemias, estos lamentos,
Estos éxtasis, estos gritos, estos llantos, estos Te Deum,
Son un eco repetido por mil laberintos;
Es para los corazones mortales un divino opio!

Es un grito repetido por mil centinelas,
¡Una orden transmitida por mil portavoces.
Es un faro encendido sobre mil ciudadelas,
Un clamor de cazadores perdidos en los inmensos bosques!

¡Porque verdaderamente, Señor, el mejor testimonio
Que podencos dar de nuestra dignidad
Es este ardiente sollozo que rueda de edad en edad
Y viene a morir al borde de vuestra eternidad!

Remordimiento póstumo:

Un poema que expresa el arrepentimiento del poeta por no haber amado lo suficiente a una cortesana que ha muerto. El poema cuestiona los valores morales de la época y reivindica el amor libre y sincero. El poema también destaca por su uso de las antítesis y las paradojas.

Cuando en el fondo duermas, mi bella tenebrosa,
de una bóveda en mármol oscuro trabajado,
y ya no tengas más por alcoba y morada
que una llovida cueva y que una huesca fosa;

cuando la tierra oprima tu carne perezosa
y tus flancos que el ocio con encanto a pulido,
ni haya en tu corazón el amor, ni el latido,
ni tus pies puedan ir tras de ninguna cosa,

la tumba, confidente de mi sueño infinito,
en esas noches de las que el sueño está proscrito
-la tumba y el poeta son hermana y hermano-

te dirá: “Cortesana de atractivos inciertos,
¿de qué te vale ahora ignorar a los muertos?”
Como un remordimiento te roerá el gusano.

A una transeúnte:

Un poema que narra el encuentro fugaz entre el poeta y una mujer desconocida en la calle. El poeta queda fascinado por la belleza y el misterio de la mujer, pero no se atreve a seguirla ni a hablarle. El poema refleja la soledad, el deseo y la frustración del hombre moderno en la ciudad.

La calle atronadora aullaba en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina
Una dama pasó, que con gesto fastuoso
Recogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.
De súbito bebí, con crispación de loco.
Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,
El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva belleza
Cuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.
¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado! ¡Oh tú, que lo supiste!

El albatros:

Un poema que compara al poeta con un albatros, un ave marina que vuela con gracia y majestad en el cielo, pero que es torpe e inútil en tierra. El poeta se identifica con el albatros, que es objeto de burla y maltrato por parte de los marineros. El poema simboliza el aislamiento, el sufrimiento y la rebeldía del poeta frente a la sociedad.

Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.

La muerte de los amantes:

Un poema que imagina la muerte como un momento de plenitud y felicidad para los amantes. El poeta desea morir junto a su amada en un lecho perfumado y rodeado de luces. El poema contrasta la muerte con la vida, y muestra una visión romántica y esperanzada del más allá.

Poseeremos lechos colmados de aromas
Y, como sepulcros, divanes hondísimos
E insólitas flores sobre las consolas
Que estallaron, nuestras, en cielos más cálidos.

Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas.

Y, en fin, una tarde rosa y azul místico,
Intercambiaremos un solo relámpago
Igual a un sollozo grávido de adioses.

Y más tarde, un Ángel, entreabriendo puertas
Vendrá a reanimar, fiel y jubiloso,
Los turbios espejos y las muertas llamas.

La poesía de Baudelaire refleja su vida, sus experiencias, sus sentimientos, sus ideas y sus conflictos. Algunos aspectos de su vida que se ven en su obra son: Su amor por su madre y su odio por su padrastro: Baudelaire quería mucho a su madre, Caroline, y se sintió traicionado por ella cuando se casó con el coronel Aupick, a quien Baudelaire aborrecía. Baudelaire expresó su amor maternal y su rencor paterno en poemas como El albatros o El enemigo. Su vida bohemia y libertina: Baudelaire llevó una vida de placeres y de vicios, que le acarrearon problemas económicos, legales y de salud. Baudelaire habló de su consumo de drogas, alcohol, sexo y juegos en sus obras Los paraísos artificiales y Las flores del mal. Su pasión por Jeanne Duval: Baudelaire tuvo una larga y tormentosa relación con Jeanne Duval, una actriz mulata que le inspiró algunos de sus poemas más sensuales y eróticos, la llamaba su Venus negra y le dedicó la sección Las flores del mal. Su admiración por Edgar Allan Poe: Baudelaire fue un gran admirador del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, al que tradujo al francés y al que consideró su alma gemela. Compartía con Poe su visión del arte, su gusto por lo macabro, lo misterioso y lo fantástico, por lo que le dedicó varios ensayos y poemas, como El cuervo o El gato. Su crítica a la sociedad y a la religión: Baudelaire fue un poeta rebelde y maldito, que se enfrentó a la moral y a las convenciones de su época. Criticó a la burguesía, al progreso, a la hipocresía y a la mediocridad, y también cuestionó a Dios, al que acusó de ser injusto y cruel. Baudelaire expresó su rebeldía y su blasfemia en poemas como El vampiro o La muerte de los pobres. Pero también fue importante la influencia de la sociedad que le rodeaba, ya que él fue un observador atento y crítico de la realidad que le tocó vivir. Algunos aspectos de la sociedad francesa del siglo XIX que se ven en su obra son: La revolución industrial y el desarrollo urbano: Baudelaire vio los cambios que trajo la industrialización y el crecimiento de las ciudades, especialmente de París, donde vivió la mayor parte de su vida, pintando en sus poemas el contraste entre la modernidad y la tradición, entre el progreso y la decadencia, entre la multitud y la soledad. Baudelaire acuñó el término modernidad para nombrar la experiencia cambiante y efímera de la vida en la metrópolis urbana y el deber que tiene el arte de capturar esa experiencia. La revolución política y social: Baudelaire vivió en una época convulsa, marcada por las revoluciones de 1830 y 1848, que acabaron con las monarquías absolutas y establecieron regímenes liberales y republicanos. Participó activamente en las revueltas populares, pero también se mostró decepcionado por los resultados y las consecuencias. Criticó a la burguesía, al capitalismo, a la democracia y al nacionalismo, que consideraba formas de hipocresía y de mediocridad. La revolución cultural y artística: Baudelaire formó parte de una generación de artistas e intelectuales que rompieron con las normas y los cánones establecidos por la academia y la crítica. Se rebeló contra el clasicismo y el romanticismo, y buscó nuevas formas de expresión poética, más originales, innovadoras y transgresoras, y fue el precursor del simbolismo y del decadentismo, dos movimientos literarios que influyeron en muchos poetas posteriores. Baudelaire también fue un gran crítico de arte, que defendió a los pintores modernos como Delacroix, Manet o Courbet.

En conclusión, este libro se trata de una obra maestra de la poesía moderna, que refleja la visión poética de Baudelaire y su búsqueda de la belleza en el mal. Fue un poeta original, innovador y transgresor, que rompió con las normas y los cánones establecidos por la tradición literaria y la sociedad de su época. Expresó en sus versos sus experiencias, sus sentimientos, sus ideas y sus conflictos, creando un lenguaje poético rico en imágenes simbólicas, contrastes, musicalidad, ritmo y rima. E influyó en muchos poetas posteriores, como Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o Valéry, y se le considera el padre de la poesía moderna.

Haikus de otoño

El haiku consiste en un poema breve de tres versos. El ritmo de los mismo se dividía en moras, teniendo en cuenta la distinción entre sílabas breves y largas, pero en castellano, ya que esa distinción no existe, lo computamos mediante sílabas, así los tres versos serán de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Aunque no siempre los poetas cumplen con estas reglas tradicionales y se permiten diversas licencias a la hora de escribirlos. Otro caso diferente es el de las traducciones, pues es raro que coincidan los periodos fonéticos entre dos lenguas diferentes.

Este breve poema nos ha llegado de la tradición japonesa donde el arte de la brevedad alcanzó cotas sublimes. Sus contenidos pueden ser de lo más variado, aunque normalmente suelen estar relacionados con la naturaleza.

El hecho de que sean composiciones bastante pequeñas no está reñido con la riqueza de su contenido y mucho menos con su profundidad en los temas que traten, pues gracias a esa misma concisión se ejercita la capacidad de condensación y todas las palabras empleadas deben tener un sentido completo.

Escribir haikus es un ejercicio muy recomendable para toda persona con inquietudes poéticas, pues ayuda a desarrollar la capacidad de síntesis y a saber elegir las palabras que realmente sean necesarias.

Los haikus que hoy os presentamos tienen en común el tema del mes: otoño.

Francisco Diéguez

las hojas bailan
siempre que haya viento
sino, esperan 

el caminante
entre espigas en flor
corta camino

el árbol crece
amontonando al pie
hojas caducas

alejándose
acompaña al viento
la hoja seca

rasgan las hojas
con su suave caída
el aire quieto

las hojas secas
reciben el otoño
con remolinos
Dokushô Villalba

Impresionado por el bosque
amarillo ha llegado
el otoño.

¿Un ratón en patio?
¡Una hoja empujada
por el viento!

Primeras lluvias de otoño.
Se inclina el junco,
mecido por el viento.

Lluvia de otoño.
Bajo las mantas,
cuerpos calientes.

La lluvia quiebra
en mil círculos
el espejo del lago.

Terminada la tarea
el sol y los jornaleros
regresan a sus casas.

Hojas en llamas
rojas y amarillas
esta tarde de otoño.

Sin golondrinas,
la casa vacía.
Otoño.
Antonio Cruzans


Las hojas secas
son las nubes del otoño,
cubren el suelo.

Brazos desnudos
suplicando clemencia,
lluvia de hojas.

Otoño pinta
colores de verano
en frío cielo.

Charcos, espejos,
el cielo se repite
sobre la tierra.

Hoja, pájaro,
sus alas son de viento,
su fin el nido.

Cuando tú lloras,
otoño en mi pecho:
mi sol tus ojos.
Herme G. Donis


Sin hacer nada,
tirano, el tiempo crece.
Llega el otoño.

Hojas caídas,
compañeras del aire
para sus juegos.

Otoño en grises:
vegetal impudicia
tras la espesura.

Bashô


En una rama seca 
El cuervo posado 
Noche de otoño 

Kare eda ni 
karasu no tomarikeri 
Aki no kure

Issa 


Viento de otoño 
Quiere coger 
Las flores rojas 

Akikaze ya 
Mushiritagarishi 
Akai kana 

Luz del Olmo


En el otoño
las hojas amarillas
se difuminan.

Cierran sus párpados
las hojas del otoño.
¡Quieren dormir!

Tarde ambarina:
olmos, chopos, álamos.
Fuego de hojas. 

Gacelas de lorca

Hoy nos visita el embrujo andaluz de uno de los poetas icono de la Generación del 27, Federico García Lorca. La muerte prematura, violenta y gratuita de este gran fabricante de sueños, hizo que su figura, ya importante por su creación literaria, se rodease de una aureola de misticismo libertario que le acompañará a lo largo de la historia.

Sus trabajos se extienden por casi todos los géneros, sin embargo, es en la poesía donde sus raíces penetran más hondamente en la tierra para alimentarse de las sales que le darán el carácter popular que, incluso en los más vanguardistas, impregna cada verso de todos sus poemas. Lorca bebió de su pueblo y Lorca aprendió las nuevas modas, y en Lorca hay una simbiosis que le dan una personalidad propia, no repetida por nadie hasta el momento.

El poemario que vamos a disfrutar es una parte de las dos que componen el “Diván del Tamarit”: Gacelas y Casidas. Este poemario fue comenzado antes de 1931, sin concretar ninguna fecha para su inicio por la sencilla razón de que nadie se pone de acuerdo en ello, y lo concluyó en el año 1935, publicándolo al año siguiente, poco antes de que fuera asesinado.

El título, con sonoridad oriental, viene de la palabra de origen persa “Diván”, que en su origen significaba una habitación donde los escribas hacían sus inventarios, pero que, posteriormente, paso a denominar al mismo libro en el cual asentaban tales datos. Posiblemente, con este último sentido pasaría al árabe clásico, pues en esta lengua tenía el significado de un libro de poemas o cancionero. Por su parte, Tamarit tiene menos relaciones exóticas, en principio, claro, pues simplemente es el nombre de una de las fincas que la familia de Federico poseía en Granada y donde se supone que escribió gran parte de los poemas.

La parte que leeremos está compuesta por doce gacelas de tema amoroso, en general, aunque también aparecen otros temas, como el de la muerte. Una gacela es un poema de la literatura árabe (ghazel o gazal) y consiste en una composición estrófica breve, cuya etimología se relaciona con la idea de piropo o cumplido.

Como ya hemos mencionado, las doce gacelas rondan el tema amoroso, pero enfocado desde diferentes ángulos en cada una de ellas aunque todas engloban lo que es el verdadero ciclo amoroso: búsqueda, encuentro y separación; donde la búsqueda es la ansiedad por el otro, de su cuerpo, se su sensualidad; el encuentro es la entrega, la cual puede estar matizada por diferentes circunstancias, como la fugacidad del tiempo, o el rechazo del otro…, y la separación viene marcada con el dolor, la muerte, la esperanza de renacer, de que vuelva el día.

No pretendemos hacer aquí un análisis detallado de cada una, sino que deseamos que sea el propio lector, o lectora, quien descubra los recovecos, las esquinas, los caminos y atajos, los laberintos y demás vericuetos que se puedan encontrar en ellas y nos los comenten para darle un cuerpo múltiple a este apartado. Ahora, disfrutad con las doce gacelas de Federico García Lorca.

GACELA 1
GACELA DEL AMOR IMPREVISTO 


Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre,

siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.
GACELA 2
GACELA DE LA TERRIBLE PRESENCIA 


Yo quiero que el agua se quede sin cauce,
yo quiero que el viento se quede sin valles.

Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin flor del oro;

que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra;

que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda.

Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.

Resiste un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.

Pero no ilumines tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.

Déjame en un ansia de oscuros planetas,
pero no me enseñes tu cintura fresca.
GACELA 3
GACELA DEL AMOR DESESPERADO 


La noche no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré,
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.
GACELA 4
GACELA DEL AMOR QUE NO SE DEJA VER 


Solamente por oír
la campana de la Vela
te puse una corona de verbena.

Granada era una luna
ahogada entre las yedras.

Solamente por oír
la campana de la Vela
desgarré mi jardín de Cartagena.

Granada era una corza
rosa por las veletas.

Solamente por oír
la campana de la Vela
me abrasaba en tu cuerpo
sin saber de quién era.
GACELA 5
GACELA DEL NIÑO MUERTO 


Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta
a conversar con sus amigos.

Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido.

No quedaba en el aire ni una brizna de alondra
cuando yo te encontré por las grutas del vino
No quedaba en la tierra ni una miga de nube
cuando te ahogabas por el río.

Un gigante de agua cayó sobre los montes
y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,
era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.
GACELA 6
GACELA DE LA RAÍZ AMARGA 


Hay una raíz amarga
y un mundo de mil terrazas.
Ni la mano más pequeña
quiebra la puerta del agua.

¿Dónde vas, adónde, dónde?
Hay un cielo de mil ventanas
-batalla de abejas lívidasy
hay una raíz amarga.
Amarga.

Duele en la planta del pie
el interior de la cara,
y duele en el tronco fresco
de noche recién cortada.

¡Amor, enemigo mío,
muerde tu raíz amarga!
GACELA 7
GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR 


No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho,
temblor de blanco cerezo
en el martirio de enero.

Me separa de los muertos
un muro de malos sueños.
Doy pena de lirio fresco
para un corazón de yeso.

Toda la noche en el huerto
mis ojos, como dos perros.
Toda la noche, comiendo
los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento
es un tulipán de miedo,
es un tulipán enfermo,
la madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños
me separa de los muertos.
La niebla cubre en silencio
el valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro
la cicuta está creciendo.
Pero deja tu recuerdo
déjalo sólo en mi pecho.
GACELA 8
GACELA DE LA MUERTE OSCURA 


Quiero dormir el sueño de las manzanas
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.

No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.

Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que haya un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.

Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.

Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.
GACELA 9
GACELA DEL AMOR MARAVILLOSO 


Con todo el yeso
de los malos campos,
eras junco de amor, jazmín mojado.

Con sur y llamas
de los malos cielos,
eres rumor de nieve por mi pecho.

Cielos y campos
anudaban cadenas en mis manos.

Campos y cielos
azotaban las llagas de mi cuerpo.
GACELA 10
GACELA DE LA HUÍDA 


A mi amigo Miguel Pérez Ferrero

Me he perdido muchas veces por el mar
con el oído lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar,
como me pierdo en el corazón de algunos niños.

No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro,
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.

Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.

Como me pierdo en el corazón de algunos niños,
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma.
GACELA 11
GACELA DEL AMOR CON CIEN AÑOS


Suben por la calle
los cuatro galanes,
ay, ay, ay, ay.

Por la calle abajo
van los tres galanes,
ay, ay, ay.

Se ciñen el talle
esos dos galanes,
ay, ay.

¡Cómo vuelve el rostro
un galán y el aire!
Ay.

Por los arrayanes
se pasea nadie.
GACELA 12
GACELA DEL MERCADO MATUTINO 


Por el arco de Elvira
quiero verte pasar,
para saber tu nombre
y ponerme a llorar.

¿Qué luna gris de las nueve
te desangró la mejilla?
¿Quién recoge tu semilla
de llamaradas en la nieve?
¿Qué alfiler de cactus breve
asesina tu cristal?

Por el arco de Elvira
voy a verte pasar,
para beber tus ojos
y ponerme a llorar.

¡Qué voz para mi castigo
levantas por el mercado!
¡Qué clavel enajenado
en los montones de trigo!
¡Qué lejos estoy contigo,
qué cerca cuando te vas!

Por el arco de Elvira
voy a verte pasar,
para sentir tus muslos
y ponerme a llorar.

Apollinaire, cuando el poema se acerca al cubismo.

Acérquense al borde, les dijo. No podemos, tenemos miedo, contestaron. Acérquense al borde, repitió. Y se acercaron. Él les empujó… y levantaron vuelo.

Guillaume Apollinaire

El pasado día 9 de este mes de noviembre se cumplieron cien años de la muerte del poeta, novelista y ensayista francés Guillaume Apollinaire, cuyo verdadero nombre era Wilhelm Apollinaire de Kostrowitsky. Fallecido en París, a causa de la pandemia de gripe denominada “Española”, la cual causó más muertes que la propia Primera Guerra Mundial, había nacido en Roma treinta y ocho años antes.

Hombre vitalista, siempre ávido de aprovechar al máximo los placeres que la vida le ofrecía, enamoradizo y seductor por igual, no dudaba en afiliarse a cualquier movimiento novedoso, por lo que no era extraño que fuera promotor de casi todas las vanguardias artísticas de su época, incluyendo el cubismo, siendo el más destacado teórico y precursor del surrealismo, cuya etiqueta surgió de su propia invención, siendo considerado por ello uno de los más grandes poetas franceses de principios del siglo XX. Uno de sus poemas más conocidos es Le pont Mirabeau (El puente Mirabeau):

Le pont Mirabeau

Sous le pont Mirabeau coule la Seine
Et nos amours
Faut-il qu'il m'en souvienne
La joie venait toujours après la peine

Vienne la nuit sonne l'heure
Les jours s'en vont je demeure

Les mains dans les mains restons face à face
Tandis que sous
Le pont de nos bras passe
Des éternels regards l'onde si lasse

Vienne la nuit sonne l'heure
Les jours s'en vont je demeure

L'amour s'en va comme cette eau courante
L'amour s'en va
Comme la vie est lente
Et comme l'Espérance est violente

Vienne la nuit sonne l'heure
Les jours s'en vont je demeure

Passent les jours et passent les semaines
Ni temps passé
Ni les amours reviennent
Sous le pont Mirabeau coule la Seine

Vienne la nuit sonne l'heure
Les jours s'en vont je demeure
El puente Mirabeau

Bajo el puente de Mirabeau fluye el Sena
y nuestros amores.
Es necesario que lo recuerde:
la alegría siempre viene después del dolor.

Llega la noche, suena la hora,
los días se van, yo me quedo.

Las manos en las manos permanecen cara a cara,
mientras que bajo
el puente de nuestros brazos, pasa
de las eternas miradas la ola, tan cansada.

Llega la noche, suena la hora,
los días se van, yo me quedo.

El amor se va como esta agua corriente,
el amor se va
en tanto que la vida es lenta
y en tanto que la esperanza es violenta.

Llega la noche, suena la hora,
los días se van, yo me quedo.

Pasan los días y pasan las semanas,
ni el tiempo gastado
ni los amores regresan.
Bajo el puente de Mirabeau fluye el Sena

Llega la noche, suena la hora,
los días se van, yo me quedo.

Su madre, Angelika Kostrowicka, nacida en Nowogródek (ahora Navahrudak, en Bielorrusia), era de la nobleza polaca, y su padre un oficial italiano, Francesco Flugi de Aspermonte, que les abandonó cuando Wilhelm era muy joven. Su madre, su hermanastro Albert y él se mudan a Mónaco en 1897, y Wilhelm cursa sus estudios en escuelas de Cannes y Niza. Durante los años de juventud, los dos hermanos disfrutaron de algunas aventuras veraniegas por tierras valonas que le marcarían en su imaginación y en algunas de sus creaciones, como «Marie»:

Marie
Vous y dansiez petite fille
Y danserez-vous mère-grand
C’est la maclotte qui sautille
Toute les cloches sonneront
Quand donc reviendrez-vous Marie
Les masques sont silencieux
Et la musique est si lointaine
Qu’elle semble venir des cieux
Oui je veux vous aimer mais vous aimer à peine
Et mon mal est délicieux
Les brebis s’en vont dans la neige
Flocons de laine et ceux d’argent
Des soldats passent et que n’ai-je
Un cœur à moi ce cœur changeant
Changeant et puis encor que sais-je
Sais-je où s’en iront tes cheveux
Crépus comme mer qui moutonne
Sais-je où s’en iront tes cheveux
Et tes mains feuilles de l’automne
Que jonchent aussi nos aveux
Je passais au bord de la Seine
Un livre ancien sous le bras
Le fleuve est pareil à ma peine
Il s’écoule et ne tarit pas
Quand donc finira la semaine
Marie 
Tú allí bailaste pequeña niña. 
¿Bailarás allí abuela? 
¿Es la maclotte  lo que zapateas? 
Todas las campanas sonarán. 
¿Cuándo volverás Marie?
Las máscaras son silenciosas 
y la música está tan distante 
que parece venir desde el cielo
Sí, quiero amarte, pero tú amas al dolor 
y mi mal es delicioso. 
Las ovejas se van en la nieve, 
copos de lana y aquellas de plata. 
Unos soldados pasan, ¿y qué tengo?, 
un corazón para mí, ese corazón cambiante,
cambiante y luego otra vez, ¿qué sé yo? 
¿Sé dónde irán tus cabellos? 
rizados como el mar, cual oveja.
¿Sé dónde irá tus cabellos? 
Y tus manos hojas de otoño
que cubren nuestras confesiones.
Paseaba al lado del Sena,
un libro viejo debajo del brazo,
el río es idéntico a mi dolor,
fluye y no se seca jamás. 
¿Cuándo terminará la semana? 

En 1901 y 1902, fue tutor de la vizcondesa Eleanor de Milhaud, en cuya casa se enamora de la ama de llaves inglesa que allí trabajaba, Annie Playden, quien lo rechaza, sin embargo, Wilhelm nunca se daba por vencido y de vuelta en París, donde ahora residía su familia, siguió manteniendo el contacto con Annie, con quien intentó tener relaciones, por lo menos, dos veces más, sin embargo, a la vista de los pocos avances logrados, en 1905 se fue a América. De su relación con Annie surgieron muchos poemas, incluyendo el que lleva su nombre, «Annie»:

Annie
Sur la côte du Texas
Entre Mobile et Galveston il y a
Un grand jardin tout plein de roses
Il contient aussi une villa
Qui est une grande rose
Une femme se promène souvent
Dans le jardin toute seule
Et quand je passe sur la route bordée de tilleuls
Nous nous regardons
Comme cette femme est mennonite
Ses rosiers et ses vêtements n’ont pas de boutons
Il en manque deux à mon veston
La dame et moi suivons presque le même rite
Annie
En la costa de Texas,
entre Mobile y Galveston, hay
un gran jardín repleto de rosas.
También contiene una villa
que es una rosa grande.

Una mujer camina a menudo
por el jardín sola
y, cuando voy por el camino bordeado de tilos,
nos miramos el uno al otro.

Como esta mujer es menonita
sus rosas y sus ropas no tienen botones.
Han desaparecido dos en mi chaqueta.
La dama y yo seguimos casi el mismo rito.

Entre 1902 y 1907, trabajó como contable en la bolsa y comenzó a publicar cuentos y poemas en varias revistas, desde las que también teorizó a favor de las nuevas tendencias en el arte, como el cubismo y el fauvismo, compartiendo la vida bohemia con muchos de los representantes de estos movimientos: Pablo Picasso, André Derain, Edmond-Marie Poullain, Maurice de Vlaminck y Douanier Rousseau, o la pintora Marie Laurencin, con quien tuvo una relación caótica y tormentosa.

Decide dedicarse por entero a la literatura y escoge como núcleo de su creación la poesía, a la que consideraba como una parte inseparable de las experiencias cotidianas, por lo que en sus poemas siempre se reflejan estados e inquietudes de lo habitual: el amor, los recuerdos, la melancolía, el erotismo… pero siempre buscando la renovación en su estilo, por lo que su canon poético se puede considerar como un puente de transición entre el simbolismo y el surrealismo. En El bestiario o el cortejo de Orfeo (1911) todavía se reflejan influencias del simbolismo, aunque ya introduce ciertas innovaciones formales, pero el reconocimiento general le llegaría con Alcoholes (1913), donde la evolución hacia el surrealismo ya es evidente sin rechazar su procedencia simbolista, sin embargo, sería durante su convalecencia cuando escribiría sus poemas más famosos, los cuales serían recogidos, póstumamente, en su libro Caligramas (1918).

Sin embargo, su trabajo iba mucho más allá de ser un simple poeta, y ejerció como editor, novelista, periodista, profesor y crítico de arte, dirigiendo una edición de clásicos eróticos, escribiendo sus propias novelas eróticas, como Las once mil vergas (1908) o Las hazañas de un joven Don Juan (1908), así como narraciones breves del tipo de El encantador en putrefacción (1909) u otros relatos de contenido fantástico, como El poeta asesinado. En el apartado de ensayo podemos citar títulos como: La antitradición futurista (1913), Los pintores cubistas (1913), donde defiende el nuevo movimiento antítesis del realismo, o La Roma de los Borgia (1914). Y como editor y periodista podemos destacar sus colaboraciones en las revistas París-midi, Mercure de France o Les marges, siendo fundador, a su vez, de las publicaciones Le Festin d’Esope y Les Soirées de París. También se le conocen algunas obras dramáticas entre las que destacamos Les Mamelles de Tirésias o El color del tiempo.

En septiembre de 1911, acusado de complicidad en un robo porque uno de sus conocidos sustrajo algunas estatuillas del Louvre, fue encarcelado durante una semana en la prisión de la Santé; esta experiencia lo marcará bastante. Intentó unirse al ejército francés en agosto de 1914, pero el Consejo de Revisión suspendió su solicitud porque no tenía nacionalidad francesa, sin embargo, es aceptado al segundo intento, en diciembre de 1914, por lo que debe someterse a un procedimiento de naturalización. Poco antes de comprometerse con el ejército, se enamora de Louise de Coligny-Châtillon, a quien llama Lou. Ella está divorciada y, aunque parece ser correspondido, Lou no oculta que está muy apegada a un hombre al que llama Toutou. Rompieron en marzo de 1915, aunque siguieron siendo amigos. De esta relación queda una correspondencia de notable poesía.

El 2 de enero de 1915 conoció a Madeleine Pagès en un tren y siete meses después se comprometería en matrimonio con ella, pero entre tanto, se incorporó al 38ª Regimiento de Artillería con el que iría al frente de Champagne en abril de 1915. Desde las trincheras, a pesar de los problemas cotidianos de la guerra, mantuvo una abundante correspondencia con sus muchos amigos, además de con Lou y Madeleine, la cual fue recopilada en «Cases d’Armons». En noviembre sería trasladado al 96ª Regimiento de Infantería con el rango de teniente, siendo herido en marzo de 1916 por la explosión de un obús. Evacuado a París, se le practica una trepanación para sacarle la metralla de la cabeza. Tras una larga convalecencia, va regresando gradualmente a su trabajo literario. Por ese tiempo se casa con Jacqueline, la «jolie rousse» del poema, a quien le debemos muchas de sus publicaciones póstumas.

Le Jolie rousse
Me voici devant tous un homme plein de sens
Connaissant la vie et de la mort ce qu'un vivant peut connaître
Ayant éprouvé les douleurs et les joies de l'amour 
Ayant su quelquefois imposer ses idées
Connaissant plusieurs langages
Ayant pas mal voyagé
Ayant vu la guerre dans l'Artillerie et l'Infanterie
Blessé à la tête trépané sous le chloroforme
Ayant perdu ses meilleurs amis dans l'effroyable lutte
Je sais d'ancien et de nouveau autant qu'un homme seul
pourrait des deux savoir
Et sans m'inquiéter aujourd'hui de cette guerre
Entre nous et pour nous mes amis
Je juge cette longue querelle de la tradition et de l'invention
De l'Ordre de l'Aventure
Vous dont la bouche est faite à l'image de celle de Dieu
Bouche qui est l'ordre même
Soyez indulgents quand vous nous comparez
A ceux qui furent la perfection de l'ordre
Nous qui quêtons partout l'aventure
Nous ne sommes pas vos ennemis
Nous voulons nous donner de vastes et d'étranges domaines
Où le mystère en fleurs s'offre à qui veut le cueillir
Il y a là des feux nouveaux des couleurs jamais vues
Mille phantasmes impondérables
Auxquels il faut donner de la réalité 
Nous voulons explorer la bonté contrée énorme où tout se tait
Il y a aussi le temps qu'on peut chasser ou faire revenir
Pitié pour nous qui combattons toujours aux frontières
De l'illimité et de l'avenir
Pitié pour nos erreurs pitié pour nos péchés
Voici que vient l'été la saison violente
Et ma jeunesse est morte ainsi que le printemps
O Soleil c'est le temps de la raison ardente
Et j'attends
Pour la suivre toujours la forme noble et douce
Qu'elle prend afin que je l'aime seulement
Elle vient et m'attire ainsi qu'un fer l'aimant
Elle a l'aspect charmant
D'une adorable rousse
Ses cheveux sont d'or on dirait
Un bel éclair qui durerait
Ou ces flammes qui se pavanent
Dans les roses-thé qui se fanent
Mais riez de moi
Hommes de partout surtout gens d'ici
Car il y a tant de choses que je n'ose vous dire
Tant de choses que vous ne me laisseriez pas dire
Ayez pitié de moi

Debilitado por su herida, Guillaume Apollinaire murió el 9 de noviembre de 1918 a causa de la gripe española. Fue enterrado en el cementerio de Père-Lachaise en París mientras, en las calles, los parisinos celebraban el final de la guerra. La tumba de Guillaume Apollinaire en el cementerio de Père Lachaise, es un monumento diseñado por Picasso y financiado por la subasta de dos obras de Matisse y Picasso, tiene un doble epitafio extraído de la colección Caligramas, tres estrofas discontinuas de «Colline», que evocan su proyecto poético y su muerte, y un caligrama de fragmentos verdes y blancos en forma de corazón que dice: «Mon coeur pareil à une flamme renversée» (Mi corazón como una llama invertida).

Su nombre se menciona en las placas conmemorativas del Panteón de París en la lista de escritores que murieron durante la Primera Guerra Mundial.

Como ya hemos dicho anteriormente, Calligrammes, subtitulado Poèmes de la paix et de la guerre 1913-1916, fue publicado póstumamente en 1918 gracias a su viuda Jacqueline Colb, consistiendo los caligramas en un intento de escritura automática surrealista de romper la estructura lógica y sintáctica del poema, donde se dibujan objetos con el mismo texto del poema con la intención de diluir las fronteras entre las artes y los géneros, acercando la poesía al cubismo. Veamos algunos ejemplos:

Autorretratos, por Ancrugon

El autorretrato consiste en dejarse en evidencia ante los demás describiendo, con justicia y sinceridad, cómo nos vemos a nosotros mismos; esconder nuestros defectos y maquillar nuestra imagen no es un autorretrato, es simplemente una descripción fantástica que se aleja de la realidad.

AUTORRETRATO DE ADOLESCENCIA,
DE PABLO DE ROKHA

Entre serpientes verdes y verbenas,
mi condición de león domesticado
tiene un rumor lacustre de colmenas
y un ladrido de océano quemado.

Ceñido de fantasmas y cadenas,
soy religión podrida y rey tronchado,
o un castillo feudal cuyas almenas
alzan tu nombre como un pan dorado.

Torres de sangre en campos de batalla,
olor a sol heroico y a metralla,
a espada de nación despavorida.

Se escuchan en mi ser lleno de muertos
y heridos, de cenizas y desiertos,
en donde un gran poeta se suicida.
AUTORRETRATO, 
DE SERAFÍN Y JOAQUÍN ÁLVAREZ QUINTERO


Fuimos… entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares

Después… libros, y novias y billares
¡memorias que ilumina la distancia!
luego… una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.

Fuimos… cuanto hay que ser: covachuelistas,
estudiantes, “diablillos”, editores,
críticos, “pintamonos”, retratistas…

Y hoy, como ayer, sencillos escritores
que siguen, a la luz de sus conquistas,
sembrando sueños por que nazcan flores.
AUTORRETRATO,
DE SERGIO ANDRADE

me sentaré sin moverme
en la completa oscuridad del día
al amparo de mis imperfecciones
enclaustrado en la disimulación
que me otorgue una trinchera cómica
ilusoria
de tan rebuscadamente pergeñada
levitando
después de mil meditaciones de gurú
con la persistencia del pájaro carpintero
que dibujara su propio tótem en un sauce
les diré a las manzanas
que abandonen por un segundo sólo
sus aspiraciones de elegías
sus platones de elipses
ni cósmicas ni keplerianas
sencillamente hogareñas
que dejen de lado ya
de plano
su naturaleza muerta
sus inercias guturales
y me canten al oído coplas
para sobrellevar mi infierno
me acompañen
sean ahora ellas
las que
por fin
me nombren
AUTORRETRATO,
DE ANTONIO CRUZANS

Quisiera, como el sol, tener mi propia luz,		
alumbrar con mis rayos la tiniebla más espesa,
calentar con mi fuego la soledad y su inquietud,
dar la esperanza de que un mañana amanezca.

Quisiera, como el viento, peinar los trigales,
mover las hojas en alegre danza,
portar en mis hombros las aves,
hacer girar las aspas de la esperanza.

Quisiera, como las nubes, volar sobre el mundo,
ver desde arriba todos sus colores,
dejar caer mi vida en forma de llanto
sobre las cabezas de todos los hombres.

Quisiera, como la lluvia, caer sobre los árboles,
resbalar por su tronco y filtrarme en la tierra,
borrar el exterior al caer en los cristales
obligando a retirar a unos ojos que esperan.

Quisiera, como el mar, mecer en mi oleaje
la barca de mi vida, peregrina sin rumbo,
posarla suavemente en la arena, al final del viaje,
y acariciarla con la espuma sin descanso alguno.

Quisiera, como la tierra, sentir la vida pisándome,
notar como la hierba crece hacia afuera,
ver como las raíces penetran desgarrándome,
creerme algo importante y que a la vez lo fuera.