De magdalenas, sentidos y lenguaje poético, por Raúl Molina

El narrador de Por el camino de Swann, la primera de las novelas que compone la heptalogía de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, recuerda su infancia al comer una magdalena con una taza de té, pues la textura y el aroma de ella le recuerdan a aquella época en la que viajaba con sus padres a casa de su tía Leoncia. Podemos leer esto desde el siguiente punto de vista: la memoria sensorial es la más duradera y fiable, mientras que otros tipos de recuerdos que articulamos alrededor del lenguaje pueden verse afectados por las deficiencias de este para plasmar la realidad. ¿Qué sabor tiene un tomate?, ¿A qué huelen las naranjas? Es complicadísimo lograr describir estas sensaciones, sin embargo, en cuanto percibimos un sabor similar al de un tomate en alguna comida nos damos cuenta, al igual que si olemos algo similar a una naranja. Es una clara prueba de que nuestra memoria sensorial no nos traiciona, mientras que aquella basada en el estudio, por ejemplo, sí lo hace; todos hemos tenido experiencias de este tipo delante de los exámenes: “¡Ojalá pudiera comerme los apuntes entonces!”, me dijo un amigo el día en que le explicaron esto de la magdalena, a lo que yo respondí “No te va a servir de nada, pero si los versificas dándoles un ritmo y/o una rima los podrás aprender mucho más fácil”. Por supuesto, todo quedó en una anécdota, pues al final no versificó sus notas de clase y mucho menos –gracias a Dios- se las comió.

¿Por qué nos es más fácil recordar aquello que guarda un ritmo marcado o que se establece sobre una determinada rima? Muy sencillo, porque nuestra memoria sensorial auditiva capta esas ideas de forma mucho más sencilla, y lo que es más importante, no las olvida con facilidad. Por esta razón surge el lenguaje poético, pues es más sencillo recordar y enseñar la religión, los mitos, las labores agrícolas, la historia de los pueblos…, a través de las estructuras de la poesía. Tendemos a pensar que nuestros antepasados no eran inteligentes y que todo lo que hoy sabemos lo hemos descubierto desde hace unos pocos años, sin embargo, esto es una de las mayores falacias que podemos imaginar. Los pueblos antiguos usaban un lenguaje basado en rimas y ritmos para transmitir los conocimientos de forma oral creando unos primitivos poemas, alguno de los cuales ha llegado hasta nuestros días. Ya los antiguos egipcios, más de dos mil años antes de Cristo, usaban lenguaje escrito en forma de poesía para plasmar cantos de labor y religiosos y unos cinco siglos después los sumerios lo usaron para la creación del primer gran poema épico del que tenemos noticia, La epopeya de Gilgamesh. Los griegos no eran tontos, de ahí que hicieran lo mismo con otros cantos épicos como La Odisea o La Ilíada. También los latinos la usaron para plasmar su mitología y también para informar acerca de las labores agrícolas, como bien hizo Virgilio en Las Geórgicas, como podemos ver en el siguiente fragmento extraído del Canto II:

El paso de las estaciones en el campo

No hay descanso para él hasta que el año abunde
en frutos, crías y haces de espigas, y cubra
los surcos de cosecha, y rompa los graneros. 
Viene el invierno: la aceituna de Sición 
se tritura en las prensas; vuelven los cerdos 
inflados de bellota; las selvas dan madroños; 
frutos varios ofrece el otoño; allá arriba, 
en las rocas, al sol, la vendimia madura.
Entre tanto, sus dulces hijos lo abrazan,
guarda el pudor su casta casa y, llenas 
de leche, cuelgan las ubres de sus vacas; 
sobre el ameno césped se embisten entre sí 
pingües cabritos. Y él celebra los días festivos, 
y, tendido en la hierba, donde arde el fuego 
ritual y sus amigos enguirnaldan las cráteras, 
libando te invoca, Leneo; después propone un juego 
de veloz jabalina a los guardianes del rebaño: 
el blanco será un olmo; y los robustos cuerpos 
muestran su desnudez en la agreste palestra.

Por tanto, vemos como el lenguaje poético se crea con unos fines prácticos: transmitir unos conocimientos básicos de forma oral de unas generaciones a otras en unas épocas en las que la información no se podía almacenar como hoy en día en libros, apuntes…, lo que hacía que fuera necesario un lenguaje que facilitara el aprendizaje. Para ello se basaron en la memoria auditiva, creando el lenguaje poético, que con el paso de los siglos se irá convirtiendo, como podemos ver en la pequeña relación de obras anterior, en un objeto artístico.

 Ahora que sabemos de dónde viene el lenguaje poético y por qué se crea, vamos a pasar a hablar de él. En primer lugar, y saltando a la poesía en lengua española, podemos afirmar la existencia de un lenguaje poético canónico creado a partir de la ruptura con el lenguaje natural y que persigue una voluntad de estilo. Pese a la gran tradición poética en lengua española que tenemos asimilada, nos es bastante complicado definirlo con precisión –podemos dar ideas, como que es rimado, con metros regulares…-, sin embargo, gracias a aquella tradición nos es sencillo identificarlo del resto de lenguajes y distinguirlo de otras variantes que de él se han hecho a lo largo del tiempo. Demos ahora la voz a los poetas para ejemplificar este hecho, creando una línea que vaya de la poesía medieval española hasta nuestros días:

SIGLO XV
Serranilla V: Menga de Manzanares
 (Íñigo López Mendoza, Marqués de Santillana) 

Por todos estos pinares 
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.

    Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso, 
e dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".

    Respondióme con ufana:
"Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.

    Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".

    Desque vi que non podía, 
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía 
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía, 
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.
SIGLO XVI
Soneto XIII 
(Garcilaso de la Vega)

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado!, ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
SIGLO XVII
Desconfianza de sus versos 
(Lope de Vega)

Los que en sonoro verso y dulce rima
hacéis conceto de escuchar poeta
versificante en forma de estafeta,
que a toda dirección número imprima,

oíd de un caos la materia prima
no culta como cifras de receta,
que en lengua pura, fácil, limpia y neta,
yo invento, Amor escribe, el tiempo lima.

Estas, en fin, reliquias de la llama
dulce que me abrasó, si de provecho
no fueren a la venta, ni a la fama,

sea mi dicha tal, que, a su despecho,
me traiga en el cartón quien me desama
que basta por laurel su hermoso pecho.
SIGLO XVIII
A la muerte de Filis 
(José de Cadalso)

Mientras vivió la dulce prenda mía,   
 Amor, sonoros versos me inspiraste;   
 obedecí la ley que me dictaste,   
 y sus fuerzas me dio la poesía.   
 
 Mas, ay, que desde aquel aciago día  
 que me privó del bien que tú admiraste,   
 al punto sin imperio en mí te hallaste,   
 y hallé falta de ardor a mi Talía.   
 
 Pues no borra su ley la Parca dura   
 (a quien el mismo Jove no resiste),   
 olvido el Pindo y dejo la hermosura.   
 
 Y tú también de tu ambición desiste,   
 y junto a Filis tengan sepultura   
 tu flecha inútil y mi lira triste. 
PRIMERA PARTE DEL SIGLO XIX
La despedida
(Leandro Fernández de Moratín) 

Nací de honesta madre: diome el Cielo   
 fácil ingenio en gracias, afluente:   
 dirigir supo el ánimo inocente   
 a la virtud, el paternal desvelo.   
 
 Con sabido estudio, infatigable anhelo,  
 pude adquirir coronas a mi frente:   
 la corva escena resonó en frecuente   
 aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.   

 Dócil, veraz: de muchos ofendido,   
 de ninguno ofensor, las Musas bellas  
 mi pasión fueron, el honor mi guía.   
 
 Pero si así las leyes atropellas,   
 si para ti los méritos han sido   
 culpas; adiós, ingrata patria mía. 
SEGUNDA PARTE DEL SIGLO XIX
En su cárcel de espinos y rosas
 (Rosalía de Castro) 

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

 En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

 Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

 Y despiertan soñando, y dormidos
  Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.
 —¡Todos parten! —exclaman—. ¡Tan sólo,
Tan sólo nosotros nos quedamos siempre!
¿Por qué quedar, madre, por qué no llevarnos
Donde hay otro cielo, otro aire, otras gentes? —

 Yo, en tanto, bañados en llanto mis ojos,
Los miro en silencio, pensando: —En la tierra,
¿Adonde llevaros, mis pobres cautivos,
Que no hayan de ataros las mismas cadenas?
Del hombre, enemigo del hombre, no puede
Libraros, mis ángeles, la egida materna.
SIGLO XX
Me dijo un alba de la primavera
 (Antonio Machado)

Me dijo un alba de la primavera:
—Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
  Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aun mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
  Respondí a la mañana:
—Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños,
ni sé si está mi corazón florido.
  Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas;
mí corazón, tus lirios.
SIGLO XXI
De oro fino es este río
(Ignacio Pagés Larruy)

De oro fino es este río
y de plata el verde árbol,
tintineante luz de luna
deja este sol en los álamos.
Del chopo cuelgan estrellas
y su alma es como de mármol.

Las noches de primavera,
en las que sueño los sábados,
tienen inscrita una letra
y un ritmo joven marcado.

Los valses cantan al sol,
que muere y padece airado
la mirada de aquel joven
bajo el álamo abrazado.
Y el girasol se encapucha
cuando queda sin amado.

Los gladiolos que son sangre
nacen siendo como un canto
y son el signo visible
de un amor apasionado,
que cantó en noches de luna
bajo este sol de los álamos. 

Por supuesto, vemos importantes diferencias entre ellos a causa de las modas imperantes durante cada época, sin embargo, hay algo que subyace a todos, esa cadencia lingüística canónica que todos identificamos con el lenguaje poético tradicional.

Sin embargo, a partir del siglo XX van a surgir diferentes formas de ruptura con este lenguaje. En primer lugar, el inicio de la vanguardia durante el primer tercio de siglo XX es clave, pues gran parte de su poética se va a basar en la ruptura del lenguaje poético a través de procedimientos diversos como el oscurecimiento de las formas, la experimentación con estas, experimentación con el lenguaje…, en algo que podemos llamar la subversión lingüística y formal de la vanguardia.

Todo ello llevará a la creación de verdaderas obras rupturistas de poesía visual, como los caligramas, que llevan al extremo la experimentación formal con el lenguaje poético. Por ejemplo, podemos fijarnos en el siguiente de Vicente Huidobro titulado “Camino paralelo”:

También hay otra línea experimental que circula por caminos más cercanos a la experimentación lingüística que a la formal, pero que también se separa del lenguaje más tradicional a través de procedimientos sintácticos –orden oracional, experimentación con la puntuación…-, de oscurecimiento del verso, utilización de imágenes irracionales… Cultivadores de este tipo de poesía fueron gran parte de los miembros de la Generación del 27 –llamada así porque se reunieron ese año para conmemorar el 300 aniversario de la muerte de Luis de Góngora, lo cual no es de extrañar, pues es bien sabido del oscurantismo de su poesía basado juegos de palabras, paronomasias, hipérbatos…- a la que perteneció Federico García Lorca, cuya obra Poeta en Nueva York es una de las más características:

Nacimiento de Cristo

Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota. 

¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco. 

Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua. 

El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces. 

La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas. 

Gran parte de la poesía actual española sienta sus bases en toda esa poesía experimental de vanguardia. Buenos ejemplos de ello son parte de los comprometidos poetas de la conciencia, entre los que podemos destacar a los del colectivo Unión de Escritores del País Valenciano como Enrique Falcón, Antonio Méndez Rubio o Carlos Durá, así como muchos otros que residen fuera de Valencia como por ejemplo Olvido García Vallés o Ildefonso Rodríguez, al que pertenece el siguiente poema:

Dos eneros

Hizo cuentas dijo
en voz alta los años de sus muertos
era la última noche: las doce uvas

pulió y lijó dos cucharas de madera
la grande y la pequeña
ni olor ni sabor

los guisos del tiempo ido
crece la melancolía de los dos eneros
sueños que se olvidan turrones caídos

y una canción de Atahualpa Yupanki
¿cómo son las culebras -imaginables-
las culebras blancas que anidan en la nieve?

Por último, podemos pensar que existe otro tipo de ruptura. Habíamos dicho que el lenguaje poético se basaba en la ruptura con el lenguaje natural –aquel que utilizamos en nuestra comunicación diaria-, partiendo de esta base lo que han pensado gran parte de poetas es que para romper con la tradición tienen que aspirar a acercarse al lenguaje natural en sus obras, creando así una poesía trasparente que tiende a la máxima efectividad comunicativa entre emisor –poeta- y receptor –lector-. De nuevo podemos recurrir a otra rama de la poesía de la conciencia, a la que pertenecen escritores como Jorge Riechmann, Antonio Orihuela o David González, autor de los siguientes versos:

Tinta

Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo.
En la cárcel provincial.
Después de la guerra.
Todas las mañanas
colgaban una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.
En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o dado muerte
mediante garrote vil.
Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre,
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos,
preguntando a gritos
a las otras mujeres
si tu abuelo
se había convertido
en tinta.

Hemos tratado de dar cuenta de los diferentes tipos de lenguaje con los que nos encontramos en la poesía. No es todo tan simple como lo hemos querido plasmar, pues aquí hemos hecho un esquema muy general –y optimista- desde el siglo XX hasta nuestros días en el que es imposible hablar de todas las características específicas. Cada poeta tiene un lenguaje propio y personal, imposible de ser copiado por mucho que otra persona base sus versos en la obra de aquel, eso sí, disfrutemos de la poesía, de todas las variedades que se han dado y que se están dando y saboreémosla para recordarla por lo que nos hace sentir. Solo así se inmortalizará en nuestra memoria y nos traerá en cada nueva lectura todo un conjunto de sensaciones, al igual que el sabor de la magdalena trasportaba al personaje de Proust por una gran red de evocaciones del pasado.

Apuntes sobre el canon literario

Cuadro blanco sobre fondo blanco. Kazimir Malevich

“El canon, una palabra religiosa en su origen, se ha convertido en una elección entre textos que compiten para sobrevivir, ya se interprete esta elección como realizada por grupos sociales dominantes, instituciones educativas, tradiciones críticas o, como hago yo, por autores de aparición posterior que se sienten elegidos por figuras anteriores concretas” (Bloom, 1995: 30)

Es decir, es una selección de los mejores y más importantes textos literarios cuya auténtica cuestión es: “¿Qué debe leer el individuo que desea leer en este momento de la historia?” (Bloom, 1995: 25). Por supuesto, el canon universal sería inmenso, ya que se unirían las tradiciones occidentales, orientales…, por eso cuando se hacen estudios sobre él se centran en alguno de sus puntos, cuya suma total formaría el canon occidental. Aquí tan solo queremos dar una pequeña visión del concepto de canon, centrándonos en el occidental al que pertenece nuestra cultura y hablando al final de la poesía española actual en relación al canon poético.

Empezaremos diciendo que el canon debe existir, es inevitable “porque somos mortales y nuestro tiempo es limitado” (Bloom, 1995: 40) lo que hace que debamos seleccionar nuestras lecturas, y que mejor forma de hacerlo que acudir a un compendio de las más influyentes e importantes de la historia. Pero la cuestión va más allá, pues no solo es inevitable que exista para ofrecernos una guía cultural sobre la que asentar nuestro saber literario, sino que los escritores quieren de su existencia, ya que el hecho de poder llegar a formar parte de él hace que el autor sea reconocido por las posteriores generaciones y por tanto su figura quede inmortalizada; ya sabemos que nadie muere mientras alguien lo recuerda. Sinceramente, siempre he pensado que a esta afirmación le falta una segunda parte que diga que incluso es posible que alguien que ha muerto siga más vivo que tú o yo. Por ejemplo, entrando ya un poco en poesía, Garcilaso de la Vega o Luis de Góngora, que mueren en 1536 y 1627 respectivamente, están mucho más vivos que la gran mayoría de nosotros, y lo estarán por muchos años más. Al fin y al cabo, es el arte la huella de nuestro paso por el mundo, y si ese arte entra en el canon, la huella se eterniza. 

Resumiendo: la entrada en el canon literario hace inmortales a los escritores; el canon inmortaliza, porque el canon hace recordar.

Ya en la Grecia Antigua, antes de la filosofía de platónica de los siglos IV y V a.C., se plasmaba esto en la poesía, por supuesto que no se hablaba de canon, pero sí de la eternidad a la que la obra de arte lleva a sus creadores: “Zeus nos ha dado un duro destino, para que en adelante seamos cantados por los hombres” afirma Homero en el canto VI de la Ilíada. Pero muchos más poetas tratan este tema, por ejemplo Teognis de Megara en estos bellos versos dirigidos a su amante Cirno, en los que afirma que no solo el poeta continuará con su canto tras la muerte, sino que se recordará por igual también al objeto poético:

Alas a ti yo te he dado; con ellas el mar infinito
y toda la tierra en un vuelo podrás recorrer
sin fatigas; en todo banquete y festejo presente
te hallarás, albergado en las bocas de muchos,
y al son de las flautas de tonos agudos los jóvenes
en rondas de amor, con bellas y suaves tonadas
te citarán. Y cuando bajo las cuevas de la sombría tierra,
a las casas de Hades llenas de lamentos,
ni siquiera entonces, aunque estés muerto perderás la fama,
sino que serás recordado entre la gente al tener un nombre inmortal,
Cirno, y vas a viajar por la tierra de Grecia y por las islas,
atravesando sobre el estéril mar rico en peces,
no sentado a lomos de caballos; sin embargo, que te llevarán
los resplandecientes dones de las Musas coronadas de violeta.
Para todos, a quienes importa, y para todos los que existirán
serás canto por igual, mientras tierra y sol (existan).
Yo sin embargo no obtengo de ti un poco de respeto,
sino que como a un niño pequeño me engañas con palabras.
Jorge Manrique

Los latinos, en gran parte deudores de la filosofía helenística incluyeron estas ideas en su arte, y por tanto, todo ello volvió a despertar posteriormente en Europa con el Renacimiento: En Castilla, Jorge Manrique en sus archiconocidas Coplas dice:

Copla 35

No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis,

(aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera);
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.
William Shakespeare

Por último, tan solo un poema más que plasma estas ideas, un soneto de transición entre los siglos XV y XVI, entre Renacimiento y Barroco, escrito por uno de los mejores dramaturgos de la historia, William Shakespeare:

¿A un día de verano compararte?
Más hermosura y suavidad posees.
Tiembla el brote de mayo bajo el viento
y el estío no dura casi nada.

A veces demasiado brilla el ojo solar
y otras su tez de oro se apaga;
toda belleza alguna vez declina,
ajada por la suerte o por el tiempo.

Pero eterno será el verano tuyo.
No perderás la gracia, ni la Muerte
se jactará de ensombrecer tus pasos

cuando crezcas en versos inmortales.
Vivirás mientras alguien vea y sienta
y esto pueda vivir y te dé vida.

Ya sabemos una de las funciones del canon, sin embargo, surge un problema: ¿Están al mismo nivel dentro de él William Shakespeare, Jorge Manrique, Teognis de Megara y Homero? La respuesta claramente es no. Podemos explicar esto a partir de una de las bases de la Semántica Cognitiva, la teoría de prototipos, que aplicada al tema que estamos tratando quedaría así: no todos los elementos del canon se encuentran en un mismo nivel de importancia, sino que hay elementos centrales o prototípicos –obras literarias y autores más representativos y reconocidos- y otros periféricos –obras y autores reconocidos y representativos, pero no al nivel de lo anterior-. Por supuesto, dentro de los elementos periféricos algunos son más cercanos al centro del modelo, mientras que otros están más alejados. En este caso en concreto, podemos afirmar que tanto Shakespeare como Homero junto a sus más importantes obras se encuentran por méritos propios en el mismo centro del canon universal; Manrique estaría en una buena posición pero no sería prototipo como los anteriores, sin embargo sí que estaría situado en una posición más central si estamos hablando del canon poético hispánico; Teognis por su parte no ha sido tan apreciado por grupos sociales, culturales, escritores, tradiciones críticas…, que son los que crean el canon como sabemos gracias a la definición de Bloom, por lo que su posición es muy periférica en el universal, e incluso podemos considerar que no está incluido, aunque ocuparía una mejor situación en el canon poético de la Grecia Antigua.

Esto último nos lleva a otra característica del canon: existe un Gran Canon Occidental, en mayúsculas, en el que se encuentran las obras y los escritores más importantes de la historia de la humanidad. Sin embargo, no es único, ya que cada cultura nacional tiene una visión propia del él, generándose así cánones diversos pero muy similares en cuanto a su forma y contenido. Además, cada cultura tiene su propio canon nacional en el que se recogen sus obras más importantes.

Otra característica importante es que cada época tiene un canon sincrónico determinado por los gustos y las modas culturales. Por ejemplo, es bien sabido que la Generación del 27 –Lorca, Guillén, Aleixandre, Cernuda…- encumbraron como el gran poeta de la historia de las letras hispanas a Luis de Góngora, desplazando a Garcilaso a un segundo plano, es decir, convirtieron en el prototipo por excelencia al poeta barroco y sus difíciles juegos de palabras alejando del centro al renacentista con su lenguaje más sencillo. Comparad en este sentido estos dos maravillosos poemas que describen a una mujer amada:

Luis de Góngora: Soneto LXXXVI 

De pura honestidad templo sagrado,
 cuyo bello cimiento y gentil muro
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

pequeña puerta de coral preciado,
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro sol, en cuanto en torno gira, 
ornan de luz, coronan de belleza;

ídolo bello, a quien humilde adoro:
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta y tus virtudes reza.
Garcilaso: Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena      
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado       
cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre. 
Detalle de la Venus de Botticelli

Sin embargo, no todo van a ser perfecto, hay un problema que trataré de resumir siguiendo a Méndez Rubio en “¿De dónde viene la violencia al canon poético?”: el hecho de la existencia del canon hace que debamos ver la literatura en una posición maniquea: interior o exterior al canon. Actualmente, el lenguaje y la literatura han sido instrumentalizados por los estados modernos y el mercado para crear un soporte que instaure un proyecto de comunicación masivo y así realizar un control cultural de las masas, es decir, la elección de qué elementos entran en el canon la toma de forma un tanto dictatorial el “grupo social dominante” del que hablaba Bloom en su definición del inicio. El canon es, por tanto, modificado por los intereses del poder que deciden quién entra a él a través del control los grandes medios de masas sin los cuales no puedes ser conocido y por tanto no puedes ser incluido en él, lo que genera una lucha de “textos que compiten para sobrevivir” (Bloom, 1995: 30) en un campo de batalla donde reinan los intereses neoliberales. Qué mejor resumen de esto que las palabras de Chomsky, según el cual las obras masivas y canónicas actuales se convierten en “modelos de propaganda de la ideología neoliberal” (Chomsky, 1992).

 No quiero decir así que gran parte de las obras y autores que se incluyen actualmente no merezcan estar en él, sino que lo que intento reivindicar es que muchas veces a través de los elementos que entran en el canon se trata de tapar y hacer desaparecer a otras muchas grandes obras y escritores que no tienen el respaldo del poder porque lo critican duramente, como es el caso de la poesía experimental actual no basada en los dogmas del realismo: ¿Acaso las obras a las que pertenecen los poemas que aparecen posteriormente no merecen pertenecer al canon poético hispano al igual que han entrado otras muchas de Luis García Montero o Vicente Gallego?, ¿Acaso no deberían ser los propios escritores y los críticos los que decidieran qué obras merecen entrar y no los intereses del poder establecido “democráticamente”?

Antonio Orihuela

11-M

Yo me manifesté contra la guerra.
Hice todo lo que un ciudadano puede hacer contra la guerra.
Pegué carteles,
di recitales,
fui a la huelga general contra la guerra
que mi pequeño sindicato convocó contra la guerra.
Hablé, donde pude, contra la guerra.
Ahora, el gobierno de mi país en guerra
me pide que me manifieste
porque el enemigo
ha empezado a tirarnos bombas.
Querían
ir a la guerra
y sólo disparar ellos.
Enrique Falcón

España y poesía, viejita y regañadita

En mi país cocido de lejos buenamente con las tripas afuera
los poetas comen jeringuillas con leche
carne de avestruz
brotan de las cuevas con un poco de saliva
se derraman por el campo como niños sin dientes.
En mi país cuchillo en las trenzas de los buenos empresarios
no hay huelgas generales:
los poetas las evitan con un trapo en la boca
brotan de las cuevas con temblores de piel
y lamen los cercados de los hombres ricos.
En mi país castigo en periferia de los barrios más bellos
se prohíben cosas que no sean de madera:
con blancos mondadientes se arrancan los colmillos
los poetas honestos de todo el país
brotan de las cuevas con los párpados mudos
para luego calmarse con trescientos espejos
los poetas honestos de todo el país.
Mi
verdadero conflicto:
que me muerden mis versos,
que no tengo país.
Antonio Méndez Rubio

De donde vienes tú no hay esperanza
apenas sino sombra
temblando entre las hojas
noche nueva en el agua
de cuando vienes tú no hay ya futuro
y sin embargo nada
en tus manos significa renuncia
nada derrota nada arena oscura
ni nada desencuentro
nada
sabes del frío con que mi voz te espera

LIBROS CONSULTADOS:

BLOOM, H. (1995): El canon occidental, Barcelona, Anagrama.

CHOMSKY, N. (1992): Ilusiones necesarias (Control del pensamiento en las sociedades democráticas, Madrid, Libertarias.

MÉNDEZ RUBIO, A. (2004): Poesía sin rumbo, Mérida, Editora Regional de        Extremadura.

La poesía como ficción

Anxiety (1984) de Edward Munch

Cuando nos acercamos a un poema lírico y tratamos de averiguar, con las dificultades que ello conlleva y suponiendo que se pueda averiguar, qué quiere decirnos el poeta con esos versos siempre tratamos de dar una explicación basada en la ideología que sabemos que tiene el autor, en los acontecimientos biográficos que rodean la creación, en los hechos históricos que se suceden durante la época en la que se prolonga la escritura… Es decir, siempre que tratamos de dar una explicación lo hacemos recurriendo a datos extralingüísticos que no están presentes en el poema en sí, sino que más bien rodean al mismo y a su creación. No estoy diciendo que ello sea un error, yo mismo lo he hecho en la gran mayoría, o mejor dicho todos los artículos que he escrito aquí. Ni siquiera pienso que esté mal, pues es cierto que muchas veces llegaremos a buen puerto a través de este tipo de análisis. Eso sí, el hecho de pensar que todos los poemas son expresiones del estado de ánimo del poeta no induce a error en muchas ocasiones.

La utilización de esos datos extralingüísticos nos lleva a dar interpretaciones relacionadas directamente con la realidad circundante al autor de la composición, o lo que es lo mismo, en ningún momento pensamos, ni por casualidad, que es probable que lo que se nos dice en esos versos sea una mera creación ficticia que nada tenga que ver con la vida del autor, sino que tan solo es su imaginación la que ha creado todo lo que se plasma en el poema.

Abordemos este tema desde otro ángulo probablemente más cercano para la gran mayoría de lectores y de esta forma podrá ser mejor entendido. Imaginemos una obra narrativa cualquiera, me da igual que sea El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una obra realista de Galdós o Blasco Ibáñez, una novela rusa del siglo XIX, el Ulises de Joyce, las novelas fantásticas de Tolkien, los cuentos de los hermanos Grimm… Siempre que abordamos la lectura de ellas lo hacemos pensando de antemano que nos encontramos ante una ficción narrativa creada por un escritor en su imaginación, pese a que puede o no tener una base real, unos personajes en parte reales o unos escenarios pertenecientes a este mundo. Siempre, siempre, abordamos la lectura como la introducción dentro de un mundo más o menos ficticio: más ficticio cuando lo contado se aleje mucho de la realidad y menos ficticio cuando se cuenta algo más cercano. Por ejemplo, una obra de Vicente Blasco Ibáñez como La barraca sería considerada por sus lectores contemporáneos como una historia poco ficticia, pues se muestra un mundo muy similar al que los rodea en su día a día, con unos personajes descritos de forma similar a sus vecinos ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que de antemano y con toda la razón se enfrentan, nos enfrentamos, a la lectura de las obras narrativas como puras ficciones. Por supuesto, ello no quita que a través de esas historias ficticias se denuncien o cuenten situaciones del mundo actual o pasado, por ejemplo, como ocurre con todas las novelas que actualmente se publican en torno a episodios de la Guerra Civil. Pero ¿a que no tomamos esas historias como ciertas y reales sino como ficciones creadas por el escritor a partir de unos datos reales? Ahí es donde quiero ir a parar.

Volvamos a la poesía. ¿Por qué abordamos la lectura de poemas líricos pensando siempre que se están contando los sentimientos y/o emociones de un yo lírico que normalmente identificamos con el escritor?, es decir, ¿Por qué pensamos que ese yo poético que aparece en los versos es el poeta?, ¿Por qué no leemos lírica pensando que no existe relación entre ellos? Se puede crear una obra lírica que plasme emociones y sentimientos en un yo poético que no tienen nada que ver con las emociones y sentimientos que tiene el autor, es decir, podemos crear poesía lírica ficticia, al igual que creamos obras narrativas ficticias. Por supuesto que el autor dejará algunos rasgos de su personalidad en los versos, al igual que los novelistas, dramaturgos o cuentistas los dejan en las historias que viven sus personajes. Eso es inevitable, pues todavía nadie ha creado un solo texto totalmente objetivo, ya que siempre aparecen las huellas del autor en uno u otro sentido.

Por tanto, pensar que el yo poético es siempre el poeta es tan descabellado como pensar que Tolkien es Légolas, Frodo o Gandalf, que Cervantes es Don Quijote y que Bram Stoker es el mismísimo Conde Drácula. Sin embargo, tampoco debemos estar en la postura del extremo contrario y pensar que nunca hay coincidencia entre ellos.

Teniendo claro lo dicho hasta este punto, considero que lo más conveniente es presentar una serie de ejemplos. Para empezar, me gustaría proponer un poema titulado “Albada” de Jaime Gil de Biedma, uno de los mayores representantes de la poesía española de la llamada Generación del 50, formada por aquellos poetas que nacieron poco antes de la Guerra Civil y cuya infancia se desarrolla en esta y los primeros años del franquismo. Su poesía bebe directamente de los poetas sociales, aunque su ideología literaria se aleja bastante de la denuncia social en sí:

ALBADA

Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
              llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
              y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
               Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
               después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
               que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
               en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
                desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
                 hecho al amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
                 en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
                 y no por el placer 

Relacionemos este poema con lo dicho anteriormente. Nuestra intuición lírica nos lleva a pensar que el protagonista del poema, el yo lírico que cuenta el mágico despertar al lado de la persona “que anoche me gustaba / tanto desnudo”, es el propio poeta, es decir, Jaime Gil de Biedma. Mi pregunta es: ¿Por qué debe ser él y no puede ser un personaje creado para ser protagonista de una historia ficticia? Pienso que no tenemos por qué pensar que el escritor y el yo lírico comparten identidad, ya que, pese a que en este caso puede ser así, también puede no serlo y en manos del lector las mismas pruebas existen para probar que sea Gil de Biedma como para probar que no lo es. Por tanto, las mismas razones tenemos para leerlo en clave ficticia como hacerlo pensando que es el poeta. Aunque nuestra intuición lírica nos lleve a hacerlo de esta última forma ¿por qué no contradecir a nuestra intuición?

Quiero proponer ahora un poema de un autor de la misma Generación, Ángel González, cuyo título es “Cumpleaños”:

CUMPLEAÑOS

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

De nuevo la doble vía de interpretación. En esta reflexión sobre el paso del tiempo que toma como pretexto para crearse el cumpleaños del yo lírico cabría preguntarse si las preocupaciones de este eran también del propio Ángel González o tan solo fueron una mera invención del poeta, que tuvo la idea de plasmar por escrito el miedo de un yo lírico a envejecer. De nuevo tenemos las mismas pruebas para probar una y otra cosa, por tanto, de nuevo podemos leerlo como ficción o como plasmación de los sentimientos del poeta.

Crucemos el Charco hasta Chile para leer al Premio Cervantes de Literatura, Nicanor Parra:

CARTAS A UNA DESCONOCIDA

Cuando pasen los años, cuando pasen 
los años y el aire haya cavado un foso 
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años 
y yo sólo sea un hombre que amó, 
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios, 
un pobre hombre cansado de andar por los jardines, 
¿dónde estarás tú? ¡Dónde 
estarás, oh, hija de mis besos!

En este breve poema epistolar, si atendemos a su título, el yo lírico se cuestiona dónde estará su amada cuando pasen los años y “el aire haya cavado un foso / entre tu alma y la mía”. Ese “ser que se detuvo un instante frente a tus labios”, puede no ser Nicanor Parra, como podemos pensar si le hacemos caso a nuestra intuición poética (¡maldita engatusadora ¡). Comparemos: el yo lírico tiene las mismas posibilidades de ser Nicanor Parra que Vladimir Nabokov de ser Humbert Humbert, protagonista de Lolita.

Mantengámonos en América Latina, pero viajemos al primer tercio de siglo XX para proponer un poema de uno de los más grandes literatos peruanos, César Vallejo:

EL POETA A SU AMADA 

Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte.  Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

Demos un paso más en esta teoría. En este poema el título relaciona de forma directa a poeta y yo lírico: “El poeta a su amada”, ¿Es esto suficiente como para afirmar que esta correspondencia es perfecta? No, rotundamente. En literatura existe la autoficción, un procedimiento que provoca que autor, narrador y protagonista compartan la misma identidad, como por ejemplo ocurre en Soldados de Salamina de Javier Cercas, sin embargo, estas obras no cuentan historias reales de sus autores. La propia palabra lo dice: autoficción, es decir, ficción propia, de y sobre uno mismo. En este sentido, muchos narradores introducen elementos autobiográficos en sus obras que hacen que compartan parte de su identidad con el protagonista y narrador de la novela, sin embargo, la gran mayoría de sucesos que se narran poco o nada tienen que ver con lo que realmente ha sucedido, lo que provoca una enorme cantidad de juegos entre ficción y realidad. Este mismo juego puede estar proponiendo Vallejo con el título haciendo creer que él mismo, el poeta, es el protagonista de lo contado a una amada que también existe o existió. ¿Por qué no pensar esto? Al fin y al cabo, ya sabéis que: las mismas posibilidades tenemos de afirmar esto que de decir que lo narrado es la expresión de una vivencia y unos sentimientos del poeta.

¡Viva el vino y las mujeres!, por Raúl Molina

Anacreonte nació en el siglo VI a.C. en Teos, actualmente Sigacik, en Turquía. Poeta de profesión, realizó composiciones cortas y graciosas para amenizar banquetes de príncipes, formadas por estrofas melodiosas y musicales y cuya temática gira en torno a los goces de la buena mesa (vino) y el amor. Todo ello está rodeado de un halo temporal, que advierte sobre la fugacidad de la vida, haciendo un llamamiento al placer y al disfrute del momento presente sin distraerse en pensamientos sobre el pasado o el futuro.

¡Por los dioses!, ¡Déjame beber!
¡Beber sin interrupción! Quiero
Enloquecer.
¡Toma tú las armas, yo bebo…!
Muchacho, tráeme la copa.
Si he de yacer por tierra,
Es mejor que sea embriagado
Que no muerto.

La filosofía hedonista se deja entrever no tan solo en los poemas de temática puramente festiva como el anterior, sino también en las composiciones amorosas, que en muchos casos están cargadas de tintes eróticos. Para entenderlas es necesario saber que el amor en la Antigua Grecia no solo era de tipo heterosexual, sino que las relaciones homosexuales entre hombres estaban totalmente permitidas, e incluso las relaciones “pederásticas” entre un joven (eromenos, 15-18 años) y un adulto (erastes) que no pertenecieran a la misma familia eran consideradas tradicionalmente de formación educativa y moral.  Mientras Afrodita era la diosa del amor heterosexual, Eros era el patrón del amor entre hombres:

Oh, muchacho
Que tienes una mirada virgen
Te estoy buscando
Y tú no me hacer caso.
Y es que no eres consciente
De que eres el auriga de mi alma.

Trae agua, trae vino.
¡Oh, muchacho, tráeme guirnaldas!
¡Que sea pronto, que estoy
Luchando ya contra Eros!

Esteban Manuel de Villegas (1589-1669) será el primer poeta en rescatar este tipo de composiciones en Las Eróticas, cuya primera parte está formada por poemas de versos heptasílabos y temática amoroso-festiva, que marcarán el inicio de la anacreóntica en la poesía española y serán el modelo para los posteriores recuperadores del género. Un claro ejemplo es su breve poema “De la lira”, en el que plasma su intención de dejar de cantar a los grandes héroes mitológicos (Cadmo, Atridas y Alcides), para pasar a realizar una poesía amorosa: “ya de amor solo / solo canta mi lira”.

Quiero cantar de Cadmo,
quiero cantar de Atridas:
mas ¡ay! que de amor solo
sólo canta mi lira.
Renuevo el instrumento,
las cuerdas mudo aprisa;
pero si yo de Alcides,
ella de amor suspira.
Pues, héroes valientes,
quedaos desde este día,
porque ya de amor solo
sólo canta mi lira.

Vamos a saltar ahora hasta el siglo XVIII. Si durante el Renacimiento (s. XVI aprox.) y parte del Barroco se van a tratar de imitar los modelos clásicos (latinos y griegos) en cualquier rama del arte, en el siglo XVIII, durante el auge de la Ilustración se va a volver la vista de nuevo a esos mismos modelos, dando como consecuencia un tipo de arte que ha recibido el nombre de neoclásico (nuevo clasicismo) y que se extenderá durante parte del siglo XIX hasta la llegada del Romanticismo.  Entre 1771 y 1773 se crea la Tertulia de la Fonda de San Sebastián, donde importantes intelectuales españoles debatirán sobre “teatro, toros, amores y versos”, y de forma voluntaria marcarán un nuevo devenir en la poesía gracias a la lectura y comentarios de obras de poetas españoles  e italianos, estos últimos cultivadores de anacreónticas, composiciones que se van a convertir en excelentes manifestaciones de la aspiración dieciochesca al hedonismo (placer, liberación y felicidad humana) gracias a que serán rescatadas por parte de los tres poetas participantes en la Tertulia: José Cadalso, Nicolás Fernández de Moratín y Tomás de Iriarte.

José Cadalso (1741-1782) ha sido considerado como el primer romántico de la literatura española por su obra Noches lúgubres, escrita en 1771 pero publicada en 1789. Sin embargo, esto no nos va a interesar mucho ahora, sino que lo que verdaderamente es importante para lo que estamos tratando aquí son sus poemas, sobre todo aquellos en los que deja constancia de la influencia de las anacreónticas leídas y comentadas en la Tertulia de la Fonda de San Sebastián. En estas composiciones de nuevo van a aparecer los temas amorosos y festivos, estos últimos relacionados con el vino (Baco es el dios del vino; las referencias mitológicas son constantes tanto en los poetas del Clasicismo como en los neoclasicistas), aunque es cierto que concretamente en este poema se centra mucho más en la liberación y felicidad relacionada con lo puramente festivo.

Pues Baco me ha nombrado 
virrey de dos provincias, 
que de todo su imperio 
son las que más estima; 
pues ya siguen las leyes 
que mis labios les dicta 
de Jerez los majuelos, 
de Málaga las viñas, 
cobremos los tributos 
de las uvas más ricas,  
y mis alegres sienes 
con pámpanos se ciñan; 
y salgan en mi obsequio 
las cubas más antiguas; 
y que vengan bien llenas  
y vuelvan bien vacías. 
Canten mis alabanzas 
al son de las botijas, 
de jarros y toneles, 
con sus voces festivas,  
zagales y zagalas 
de toda Andalucía, 
y cuantos asistieron 
a la última vendimia. 
Digan «¡Viva el virrey!» 
que Baco les envía; 
y si acaso a su canto 
faltasen las letrillas, 
lo ya dicho cien veces 
otras ciento repitan;  
y toquen las botellas, 
y suenen las botijas. 
Y si logro dormirme 
entre parras sombrías, 
bebiendo y escuchando  
tan dulce melodía, 
¿qué me importa que mueran, 
con pobreza o riqueza, 
con susto o alegría, 
cuantos otros virreyes  
la fortuna destina, 
los unos a la Europa, 
los otros a las Indias?

Cadalso viaja a Salamanca en 1773, y allí toma contacto con unos poetas de la segunda generación de ilustrados, influyendo en ellos y haciendo que estos se conviertan con el paso de los años en los principales cultivadores del género anacreóntico en España. Muy probablemente, es Meléndez Valdés (1754-1817) el alumno más aventajado de Cadalso y el que conseguirá llevar a este género a altas cotas de popularidad. En 1820 aparecen publicadas las Odas anacreónticas un poemario formado por 15 anacreónticas. De ellas he seleccionado “A Dorila”, poema en el que se plasma un tema universal de la poesía, la fugacidad del momento presente. En esta anacreóntica, al igual que en muchas otras, aparece el tópico del  tempus fugit, amén del cual el yo poético se pregunta para qué sirven los “años de nuestra frágil vida”, contestándose en el verso siguiente: “Para juegos y bailes / y cantares y risas”. En definitiva, de nuevo el epicureísmo.

¡Cómo se van las horas,    
y tras ellas los días,   
y los floridos años   
de nuestra frágil vida!   

La vejez luego viene,   
del amor enemiga,   
y entre fúnebres sombras   
la muerte se avecina,   

que, escuálida y temblando,   
fea, informe, amarilla,  
nos aterra, y apaga    
nuestros fuegos y dichas.    

El cuerpo se entorpece,    
los ayes nos fatigan,   
nos huyen los placeres    
y deja la alegría.   

Si esto, pues, nos aguarda,    
¿para qué, mi Dorila,   
son los floridos años    
de nuestra frágil vida?  

Para juegos y bailes   
y cantares y risas   
nos los dieron los cielos,    
las Gracias los destinan.   

Ven, ¡ay!, ¿qué te detienes?  
Ven, ven, paloma mía,    
debajo de estas parras   
do lene el viento aspira;   

y entre brindis süaves    
y mimosas delicias  
de la niñez gocemos,   
pues vuela tan aprisa. 

Valdés irá un paso más allá con las anacreónticas, escribiendo Los besos de amor, poemario en el que va a plasmar de forma explícita los sobreentendidos y las alusiones del tema amoroso, convirtiendo las anacreónticas en poesías eróticas, traspasando la galantería de Anacreonte y quedándose cerca de la poesía pornográfica, de la que tan solo la fina línea del lenguaje figurado las separa. Con una lectura del siguiente poema os daréis cuenta de que Valdés va un paso más allá:

Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,

cuando a mi ardiente boca
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,

y yo por alentarla
corro con mano inquieta
de su nevado vientre
las partes más secretas,

y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,

ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela,

entonces, ¡ay!, si alguno
contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias
en que el amor me anega.

Por último, y para romper este tono serio que uso cuando hablo de poesía quería traeros una anacreóntica pasodoblesca del siglo XX, sin metáfora alguna, directa, como tantas otras canciones de su autor, un carro no era más que un carro y los toros y las minifaldas no eran más que toros y minifaldas, quizás ahí esté la base de su éxito en la España en los años 60 y 70. Por supuesto, solo podía ser Manolo Escobar, patrio cantante de las “glorias de España”, que a propósito o no, me inclino más a lo segundo, compuso una anacreóntica un tanto peculiar titulada “Mujeres y vino”, ahí va eso:

CREACIÓN LITERARIA

Qué os parece coger uno de los temas de la poesía anacreóntica (fugacidad de la vida, goce del presente, lo festivo, el vino o cualquier tipo de alcohol…) y hacer un poema alrededor de él. Por supuesto, prefiero que toméis como modelo a los poetas del XVIII y no tanto a Manolo Escobar, aunque si alguien se ve poseído por el espíritu del pasodoble y nos deleita con uno también será recibido con los brazos abiertos. ¿Os animáis?

Antonio machado: paisajista y realista

El mes pasado hablé de la primera parte de la poesía de Antonio Machado en la que vimos que había un enfoque simbolista. El poeta utilizaba símbolos que tienen dos posibles interpretaciones, la literal y la simbólica. Para entender mejor esto pusimos ejemplos como el de tarde, que además de la interpretación de parte final del día podía hacer referencia también al final de la vida. A su vez, hicimos una relación de todo esto con el modernismo, corriente literaria en la que podemos ubicar esta primera parte de la poesía machadiana. Por último, también hicimos referencia a la publicación en 1912 de Campos de Castilla, un nuevo libro en el que la poética de Machado variaba desde ese simbolismo íntimo del que hablábamos el mes pasado a una visión mucho más realista que se materializaba en la descripción del paisaje castellano.     

Como ya hemos apuntado, Campos de Castilla aparece publicado en 1912, cinco años después de la llegada de Machado a Soria, pero será posteriormente ampliado hasta 1917. Por esta razón en muchas ocasiones veremos como fechas de composición de la obra 1907-1917. En relación a la vida de Machado durante estos años, podemos decir que está inmerso en una etapa complicada en 1912, ya que su joven esposa Leonor Izquierdo cae gravemente enferma. Ese mismo año morirá y Machado abandonará Soria, un lugar cargado de recuerdos, para volver a su Andalucía natal, concretamente a Baeza, donde será profesor de Gramática francesa. Por tanto, en la primera edición de este poemario no va a haber referencias a la muerte de su amada, sin embargo, en las ampliaciones realizadas hasta 1917 sí que se van a incluir poemas de lamento, así como poemas dedicados a las tierras andaluzas, a donde vuelve en 1912.

Pasemos ahora a hablar un poco de esa variación temática que se da en la poesía de Machado: Va a producirse un paso desde la poesía de corte íntimo en la que el poeta va a mirar en su interior y va a hablar de sus propias preocupaciones, de esas galerías del alma, en un tono simbólico hasta una nueva poesía de corte realista y objetivo en la que va a predominar la descripción del paisaje castellano sin la utilización de elementos simbolistas. Podemos resumirlo diciendo que va a ser una poesía de abertura hacia el mundo exterior, “contraria” a la poesía intimista predominante en aquella primera etapa. El propio Machado dijo que el contacto con el paisaje castellano empapó su alma de ellos, lo que hizo que tuviera que plasmarlos en sus poemas, creando una poesía realista y descriptiva superando el modernismo.

Vamos a pasar ahora a analizar unos cuantos poemas de Campos de Castilla en los que se pueden ver los rasgos que he nombrado anteriormente.

Primero querría nombrar el primer poema, Retrato, en el que Machado hace una descripción de su vida. No voy a analizar este poema, sino que os remito al siguiente enlace:

El mes pasado hablé de la primera parte de la poesía de Antonio Machado en la que vimos que había un enfoque simbolista. El poeta utilizaba símbolos que tienen dos posibles interpretaciones, la literal y la simbólica. Para entender mejor esto pusimos ejemplos como el de tarde, que además de la interpretación de parte final del día podía hacer referencia también al final de la vida. A su vez, hicimos una relación de todo esto con el modernismo, corriente literaria en la que podemos ubicar esta primera parte de la poesía machadiana. Por último, también hicimos referencia a la publicación en 1912 de Campos de Castilla, un nuevo libro en el que la poética de Machado variaba desde ese simbolismo íntimo del que hablábamos el mes pasado a una visión mucho más realista que se materializaba en la descripción del paisaje castellano.     

Como ya hemos apuntado, Campos de Castilla aparece publicado en 1912, cinco años después de la llegada de Machado a Soria, pero será posteriormente ampliado hasta 1917. Por esta razón en muchas ocasiones veremos como fechas de composición de la obra 1907-1917. En relación a la vida de Machado durante estos años, podemos decir que está inmerso en una etapa complicada en 1912, ya que su joven esposa Leonor Izquierdo cae gravemente enferma. Ese mismo año morirá y Machado abandonará Soria, un lugar cargado de recuerdos, para volver a su Andalucía natal, concretamente a Baeza, donde será profesor de Gramática francesa. Por tanto, en la primera edición de este poemario no va a haber referencias a la muerte de su amada, sin embargo, en las ampliaciones realizadas hasta 1917 sí que se van a incluir poemas de lamento, así como poemas dedicados a las tierras andaluzas, a donde vuelve en 1912.

Pasemos ahora a hablar un poco de esa variación temática que se da en la poesía de Machado: Va a producirse un paso desde la poesía de corte íntimo en la que el poeta va a mirar en su interior y va a hablar de sus propias preocupaciones, de esas galerías del alma, en un tono simbólico hasta una nueva poesía de corte realista y objetivo en la que va a predominar la descripción del paisaje castellano sin la utilización de elementos simbolistas. Podemos resumirlo diciendo que va a ser una poesía de abertura hacia el mundo exterior, “contraria” a la poesía intimista predominante en aquella primera etapa. El propio Machado dijo que el contacto con el paisaje castellano empapó su alma de ellos, lo que hizo que tuviera que plasmarlos en sus poemas, creando una poesía realista y descriptiva superando el modernismo.

Vamos a pasar ahora a analizar unos cuantos poemas de Campos de Castilla en los que se pueden ver los rasgos que he nombrado anteriormente.

Primero querría nombrar el primer poema, Retrato, en el que Machado hace una descripción de su vida. No voy a analizar este poema, sino que os remito al siguiente enlace: Análisis poético: «Retrato», de Antonio Machado | El Olmo (wordpress.com) Ancrugon ha hecho un muy buen análisis de este poema que os ayudará a entenderlo perfectamente. Tan solo decir que este poema es una perfecta carta de presentación del poeta, de ahí que esté colocado en primera posición.

Ancrugon ha hecho un muy buen análisis de este poema que os ayudará a entenderlo perfectamente. Tan solo decir que este poema es una perfecta carta de presentación del poeta, de ahí que esté colocado en primera posición.

ORILLAS DEL DUERO

¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!
¡Campillo amarillento,
como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!
¡Aquellos diminutos pegujales
de tierra dura y fría,
donde apuntan centenos y trigales
que el pan moreno nos darán un día!
Y otra vez roca y roca, pedregales
desnudos y pelados serrijones,
la tierra de las águilas caudales,
malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.
¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
¡Castilla varonil, adusta tierra;
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.
En el cárdeno cielo vïoleta
alguna clara estrella fulguraba.
El aire ensombrecido
oreaba mis sienes y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.
Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encanares,
y entre calvas roquedas de caliza,
iba a embestir los ocho tajamares
del puente el padre río,
que surca de Castilla el yermo frío.
¡Oh Duero, tu agua corre
y correrá mientras las nieves blancas
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas;
mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta,
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta!...
¿Y el viejo romancero
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla?
Ríos Duero al paso por Soria

En este poema el Duero se va a convertir en el protagonista principal de esa solitaria tierra soriana. Va a iniciar el poema haciendo una alusión a la primavera para pasar a describir el paisaje castellano, luego hará un paréntesis en el que nos habla de la historia de Castilla para continuar después describiendo de nuevo el paisaje. Para finalizar, aparece el Duero en un paisaje nocturno con la Luna como espectadora de excepción de cómo el Río hiende la tierra castellana y la lleva hacia el mar. Este poema pertenece a aquellos dedicados al paisaje castellano de la primera parte del poemario.

RECUERDOS

¡Oh Soria! , cuando miro los frescos naranjales
cargados de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos los jazmines, maduros los trigales,
azules las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;
y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos en los campos, huir de sus colmenas;
yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño— ¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo blanco, al cielo aragonés erguido!—.
Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.
¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?
Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia los altos prados conducirá el pastor.
¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas
que vais al joven Duero, zagales y merinos,
con rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por las cañadas hondas y al sol de los caminos;
hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo;
montañas, serrijones, lomazos, parameras,
en donde reina el águila, por donde busca el cuervo
su infecto expoliario; menudas sementeras
cual sayos cenicientos; casetas y majadas
entre desnuda roca; arroyos y hontanares
donde a la tarde beben las yuntas fatigadas;
dispersos huertecillos, humildes abejares! ...
¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano
cercado de colinas y crestas miliares,
alcores y roquedas del yermo castellano,
fantasmas de robledos y sombras de encinares!
En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.
Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,
por los floridos valles, mi corazón te lleva.

En el tren, abril de 1912

Podemos decir que este es un poema de transición entre dos partes que se diferencian muy bien en el libro. La primera corresponde a todos aquellos poemas escritos durante su estancia en Soria, siendo Orillas del Duero un claro ejemplo de ellos, mientras que la segunda parte está formada por los poemas escritos durante su estancia en Baeza. Este, como podemos ver en la firma al final del poema, está escrito en el tren que lo llevó de Soria a Baeza. Vemos como al inicio aparece descrito el paisaje andaluz hasta el verso 8 para luego pasar a describir el paisaje castellano recordado (Duero, Moncayo, Urbión…). Al final del poema aparece una preciosa despedida a la tierra donde encontró el amor y lo acogió durante estos años, y cuyo recuerdo se lleva en el corazón hacia la tierra que lo vio nacer.

CAMINOS

De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos...
¡Ay, ya no puedo caminar con ella!

Este pertenece ya a la parte de poemas dedicados a la descripción del paisaje andaluz. Aparece la visión que tiene Machado de Baeza y su paisaje durante el final del día: “La Luna está subiendo”. El inicio de la noche concuerda con la pena y la melancolía que siente el poeta por el paisaje de Numancia y sobre todo por la pérdida de su mujer. Es muy interesante ver como introduce contrastes entre características positivas y negativas: “El río va corriendo / entre las sombrías huertas”. Además, vemos como aparece el Guadalquivir, cuya descripción no tiene nada que ver con la mitificada del Duero, ya que aquel es “un alfanje rojo / y disperso, reluce y espejea” (De nuevo aparece un contraste entre los dos versos de la descripción). En definitiva, vemos como el paisaje andaluz tiene unos ecos negativos contrarios a lo positivo y mitificado que hemos visto en las descripciones del paisaje castellano que hizo años atrás.

Catedral de Baeza
25

Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.

Aquí nos encontramos ante un poema en los que apare una descripción de Soria imaginada, recordada. Dice que su corazón todavía vaga por las tierras sorianas entre esos paisajes castellanos que rodean al río (Duero) y al Moncayo por donde paseaba de la mano con Leonor. Al final, en una dura estrofa, plasma la soledad que vive en su tierra natal, por donde “voy caminando solo, triste, cansado, pensativo y viejo”.

Al final, he querido incluiros una versión musical de un poema de Machado incluido en este libro titulado La saeta. Casi todos conoceréis el impresionante disco de Serrat Dedicado a Antonio Machado, poeta en el que aparece esta versión musical junto a otras 10 versiones de otros poemas y una canción dedicada al poeta sevillano escrita por el mismo Serrat que se titula En Collioure. A los que no lo conozcáis os lo recomiendo encarecidamente.

Por último os dejo un enlace para que todos los que estéis interesados en leer algo más de Machado. En esta página que depende de Wikipedia están digitalizados todos los textos poéticos de Don Antonio Machado:

http://es.wikisource.org/wiki/Antonio_Machado

Antonio Machado: Poeta simbolista.

Este mes he decidido darle un enfoque diferente a esta sección, ya que voy a tratar tan solo a un poeta, Antonio Machado.

Machado es una de las voces principales de la poesía española del siglo XX, y uno de los poetas más internacionales de las letras hispanas. Sevillano de nacimiento (1875), en el seno de una importante familia, se trasladará a Madrid en 1883. Viajó a París, la capital cultural de la época, en 1889 y 1902, donde entrará en contacto con toda la atmósfera modernista que rodea a la Villle Lumière y donde además conocerá al gran referente de modernismo literario, no solo a nivel hispanoamericano sino muy probablemente a nivel mundial, entre ellos a Rubén Darío.

En 1903 publica Soledades, que será revisado y publicado de nuevo en 1907 junto a otros poemarios con el título de Soledades. Galerías. Otros poemas. Ese mismo año se traslada a Soria, como profesor de instituto, donde conocerá a la joven Leonor Izquierdo, su futura mujer. Ella muere tres años después, lo que influirá notablemente en su devenir poético. En 1912 publica Campos de Castilla, una obra con un tono poético muy diferente al de sus publicaciones anteriores, ya que deja de lado la estética modernista para adentrarse en las descripciones de los paisajes castellanos idealizados a través de los cuales realizará una búsqueda espiritual. Publicará diversas obras durante los próximos 20 años, tanto de poesía como de teatro en colaboración con su hermano Manuel. Machado tuvo que marchar a Valencia en 1936, pero cuando la situación allí era insostenible para La República se fue a Barcelona junto a su anciana madre, en un difícil viaje por esa España dividida por una guerra, con un final más que claro, que los amenazaba de muerte a cada paso. El día 28 de enero de 1939, por la tarde, llegan a Collioure donde morirá el 22 de febrero, supuestamente de asma, dejándonos como testamento su último verso: Estos días azules y este sol de la infancia.

          A grandes rasgos, voy a tratar de mostraros la primera etapa de su poesía que se materializa en el poemario Soledades. Galerías. Otros poemas. En él, Machado se deja influir enormemente por los postulados modernistas que Darío había difundido, sin embargo su poesía tendrá un tono muy diferente, no es tan: “La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?…” (Sonatina de Darío); sino que es más: “Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario…” (Orillas del Duero de Machado). Es decir, pese a que va a continuar jugando con los dobles significados (literal y alegórico o simbólico) no va a recurrir a esos mundos fantásticos que utiliza Darío, sino que su lenguaje va a ser lo que pasa en la calle, tal y como suena, sin una decoración excesiva (se utiliza la metáfora cuando es necesario, no por el mero hecho de decorar el poema).

          Como veremos posteriormente en los poemas es muy interesante el simbolismo, es decir, Machado va a utilizar toda una serie de símbolos muy repetidos en sus composiciones que tienen dos significados, uno literal y uno simbolista o alegórico. Por ejemplo, cuando nos habla de la noria se refiere en una primera lectura al objeto físico, pero si ahondamos más en el símbolo nos daremos cuenta que representa la monotonía o el paso del tiempo. Ello va a hacer que podamos hacer dos lecturas del poema: la primera literal, lo que estamos leyendo tal y como lo estamos leyendo; la segunda la simbólica, en la que deberemos pensar qué significado tiene cada uno de los símbolos que utiliza.

          Por último, es muy importante resaltar que las poesías modernistas van a tratar de poner a los cinco sentidos en marcha mientras se está leyendo. Por ejemplo, el cromatismo será muy utilizado, es decir, la utilización de palabras o elementos que nos remiten a los colores, que tendrán también sus propios significados simbólicos.

          Por tanto, vamos a jugar a descifrar a Machado partiendo de lo que os acabo de decir y de los significados de los siguientes símbolos:

Tarde, crepúsculo: El final del día se equipara al final de la vida; edad adulta; vejez.

Imagen tras el vidrio: Imagen no real, soñada, onírica

Camino: Camino de la vida

Morado: Muerte

Negro: Muerte

Blanco: Pureza o muerte

Agua: Si corre como en un río es la vida. Si está parada es la muerte.

Fuente: Puede ser la vida o la muerte

Galerías: Galerías del alma

Mañana: El nuevo renacer; la vida; la juventud;

París a principios del siglo XX
SOLEDADES: Poema XV

La calle en sombra. Ocultan los altos caserones
el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.
¿No ves, en el encanto del mirador florido,
el óvalo rosado de un rostro conocido?
La imagen, tras el vidrio de equívoco reflejo,
surge o se apaga como daguerrotipo viejo.
Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;
se extinguen lentamente los ecos del ocaso.
¡Oh angustia! Pesa y duele el corazón... ¿Es ella?
No puede ser.. Camina... En el azul, la estrella.

Lo más interesante de este poema es el aura de misterio que lo rodea, muy del gusto romántico, corriente que influyó a los modernistas, pese a que en muchos casos se empeñaran en negarlo. En esa primera lectura literal del poema se nos cuenta como una persona ve a través de un cristal la imagen de una mujer que desaparece como si de un mero reflejo se tratara. En la segunda lectura podemos ir un poco más lejos: vemos como nos sitúa en un primer momento en una calle en sombra mientras la tarde está cayendo, es decir, unos claros símbolos negativos (esta aura negativa es refrendada por el léxico del poema: daguerrotipo viejo, ecos del ocaso, angustia….). Allí es donde el protagonista  parece haber visto la imagen de una mujer que se desvanece si dejar rastro a través de un cristal, dejándolo de nuevo solo en la calle donde tan solo queda el ruido de sus pisadas. En los dos últimos versos se lamenta, su angustia y pesadumbre han hecho que piense que el mero reflejo de la Luna o de una estrella en el cristal le haya parecido su amada. En definitiva, nos encontramos ante un poema de difícil interpretación en el que lo que prima por encima de todo es el misterio que lo rodea y el romanticismo que emana.

Comitiva fúnebre de Antonio Machado en Collioure
DEL CAMINO: Poema XIII

Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente...
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.

De nuevo el simbolismo es clave a la hora de entender este poema. En primer lugar, nos está describiendo literalmente un paisaje crepuscular en el que tras un cipresal hay una glorieta sombreada donde reposa el agua en una taza de mármol. Por supuesto, el poema no tiene únicamente esta simple lectura, sino que podemos verlo desde el punto de vista simbólico y comprobaremos que nos remite a  la muerte: en el primer verso se hacen constantes referencias al color morado, que representa la muerte; en el segundo más de los mismo pero en este caso con el color negro y el cipresal (árbol que como sabemos suele estar en los cementerios); en el tercero cambia y se centra en una glorieta en sombra donde nos dice que hay una fuente (la fuente puede simbolizar la vida, pero también la muerte si el agua está estancada); en el cuarto nos habla de un amor de piedra (la piedra también es lo estático y en muchos casos la muerte) que puede que ser una estatua de Cupido; en el quinto nos habla de la existencia de una taza marmórea, es decir, de color blanco, el cual representa en este caso no representa la pureza sino la muerte; por último, en el sexto se reafirma esa idea, ya que aparece el agua reposada, de la que dice de forma explícita que está muerta.

GALERÍAS: Poema X
 
Y nada importa ya que el vino de oro 
rebose de tu copa cristalina, 
o el agrio zumo enturbie el puro vaso... 
 Tú sabes las secretas galerías 
del alma, los caminos de los sueños, 
y la tarde tranquila 
donde van a morir... Allí te aguardan 
las hadas silenciosas de la vida, 
y hacia un jardín de eterna primavera 
te llevarán un día.

Este breve poema está lleno de elementos simbólicos. Poe ejemplo, en la primera estrofa se hace referencia a lo sensorial, sobre todo a partir de los colores, aunque también con el gusto (agrio zumo). En esa misma estrofa es interesante el contraste entre el vino de oro y el agrio zumo, es decir, lo positivo y lo negativo, que nos dirá que nada importa. No importa nada porque el poeta sabe ya los secretos de las galerías del alma, es decir, conoce la verdad de la vida y de los sueños (esto último un elemento de clara influencia romántica). Al final del poema parece hacer referencia a la muerte a través de elementos religiosos como el jardín de eterna primavera. En resumen, parece querer expresar que al yo poético no debe importarle nada cuando ya conoce la verdad de la vida y los sueños; ni siquiera se debe preocupar por la muerte hacia la que inevitablemente se dirige, ya que para él será un jardín de eterna primavera.

Por último, os dejo unos poemas sin analizar para que los disfrutéis vosotros mismos y les deis vuestras propias interpretaciones.

SOLEDADES: Poema XI

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
- La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón".

 Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

 La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

 Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada".
DEL CAMINO: Poema II

Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
— ¡Mi hora! ...—grité. El silencio
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.
DEL CAMINO: Poema XVI

Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar... Mas ella no faltará a la cita.

Tic – tac, por Raúl Molina

Tic-tac, tic-tac, mira el reloj, tic-tac, tic-tac, míralo otra vez. No es la misma hora, ha cambiado, ha pasado el tiempo. El instante que acabas de vivir ya no se va a repetir NUNCA, forma parte del PASADO. ¡Oh, el paso del tiempo! Todo lo cambia, todo lo muda, las más veces a mal como ocurre con las personas; es lo que llamamos la acción corrosiva del tiempo.

Pero ¿por qué nos preocupa el paso del tiempo? Muy sencillo, nos preocupa porque su control escapa de nuestras manos y porque ese inevitable paso de los años a razón de 60 segundos por minuto, 60 minutos por hora, 24 horas por día y 365,25 días por año nos transporta tranquilo y seguro hacia el irrevocable fin último que todos estamos condenados a sufrir algún día. Tratamos de resignarnos a ello, qué hacer si no, tenemos toda una vida para hacernos a la idea de que algún día, probablemente mañana o probablemente dentro de 60 años, acabarán nuestras andanzas por el mundo de los vivos, criaremos malvas, nos iremos al barrio de los callados… Cualquier expresión eufemística sirve si no queremos ser muy explícitos. Si por el contrario deseamos serlo podemos decir simplemente que algún día, uno y solo uno, moriremos. Sin embargo, y pese a tener toda una vida para hacernos a la idea, no conseguimos aceptar que algún día todo se acabará para nosotros. Por eso existen las religiones, por eso las personas tratan de distraerse con las tonterías más insignificantes cuando saben que se acerca el fin y por eso existen poesías que están dedicadas al paso del tiempo y a la inevitable preocupación que este causa en los poetas. De esta forma, el poeta plasma en el papel sus preocupaciones, que son también las preocupaciones de todas las personas (por tanto, hablaremos de unas poesías universales, es decir, válidas para todas las personas), y así consigue, al menos por un tiempo, que esas “malvadas” ideas sobre la muerte dejen de planear por su mente. Es una especie de catarsis (recordaréis este término del artículo del mes pasado).

El paso del tiempo es un tema transversal en la historia de la poesía, es decir, se ha tratado durante todos los períodos poéticos como vamos a ver a continuación.

Uno de los poetas que dedicó una parte importante de su obra al tema del “tempus fugit” fue Francisco de Quevedo. Para él el tiempo, y por tanto también la muerte, son elementos que destruyen la hermosura y el amor. Uno de los poemas suyos más estudiados es el Salmo XVII. En este poema de carácter muy visual el poeta recorre, en los dos cuartetos y el primer terceto, distintos espacios (patria, que puede ser la ciudad o el país; el campo y los espacios naturales; los espacios personales como la casa) yendo de los más generales a los más particulares.  Cada uno de ellos muestra claros signos de decadencia y abandono, en un lenguaje que va apuntando de forma progresiva a la muerte, que finalmente se manifiesta en el último terceto. No solo es la decadencia y la cercanía de la muerte para el poeta lo que intenta mostrar, sino que también plasma el fin inminente del antaño glorioso Imperio, que se está desmoronando por las malas gestiones de los Austrias menores durante este siglo XVII. Por tanto, Quevedo plasma mediante este poema dos preocupaciones relacionadas con el paso del tiempo y los estragos que este hace: la primera es de carácter personal y tiene que ver con la cercanía de la muerte; la segunda es de carácter social y está relacionada con el comienzo del fin del Imperio.

SALMO XVII 
(Francisco de Quevedo)

Miré los muros de la Patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de larga edad y de vejez cansados,
dando obediencia al tiempo en muerte fría.

Salíme al campo y vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
porque en sus sombras dio licencia al día.

Entré en mi casa y vi que, de cansada,
se entregaba a los años por despojos.
Hallé mi espada de la misma suerte;

mi vestidura, de servir gastada;
y no hallé cosa en que poner los ojos
donde no viese imagen de mi muerte.

Hagamos un salto temporal hasta el siglo XX para fijarnos en dos poetas importantísimos de la llamada Generación del 50, Ángel González y Jaime Gil de Biedma. Los poetas de esta generación no abandonan por completo el tono social de la generación anterior (Blas de Otero, Celaya…), pero no se centran solo en éste, sino que su poesía irá más allá, pasando a un plano mucho más intimista. Además, van a cambiar el lenguaje poético, pasando del prosaísmo de la Generación Social a un lenguaje mucho más lírico y cuidado.

Para Ángel González el tema del paso del tiempo comienza a ser importante sobre todo a partir del poemario de 1985 Prosemas o menos. Lo vemos claramente en el poema El día se ha ido. Podemos dividirlo en tres partes: la primera de ellas la componen los catorce primeros versos, en los que nos dice que el día se ha marchado, llevándose pocas cosas y trayendo nada, y que dentro de poco llegará la noche; en la segunda, desde el verso 15 al 19, nos dice que mañana volverá el día,  puntual como siempre, ahuyentando a la noche y levantándolo de la cama; en la última parte, que corresponde a los dos últimos versos, nos dice que ese otro día será diferente, pero igual, “otro perro de la misma raza”, la misma mentira pero vestida de una forma diferente. De esta forma intenta plasmar que pese a que los días pasen, y cada uno se diferencie en pequeños aspectos de los anteriores, la base, es siempre la misma, es decir, intenta plasmar, ni más ni menos, la monotonía que conlleva para él el paso de los días.

EL DÍA SE HA IDO 
(Ángel González, 
Prosemas o menos)

Ahora andará por otras tierras,
llevando lejos luces y esperanzas,
aventando bandadas de pájaros remotos,
y rumores, y voces, y campanas,
-ruidoso perro que menea la cola
y ladra ante las puertas entornadas.
(Entretanto, la noche, como un gato
sigiloso, entró por la ventana,
vio unos restos de luz pálida y fría, y
se bebió la última taza.) 
Sí; definitivamente el día se ha ido.
Mucho no se llevó (no trajo nada);
sólo un poco de tiempo entre los dientes,
un menguado rebaño de luces fatigadas.
Tampoco lo lloréis. Puntual e inquieto, 
sin duda alguna, volverá mañana.
Ahuyentará a ese gato negro.
Ladrará hasta sacarme de la cama.
Pero no será igual. Será otro día.
Será otro perro de la misma raza.

Jaime Gil de Biedma, nacido en Barcelona en 1929, es probablemente el poeta más reconocido de la generación del 50. De familia burguesa (“señoritos de nacimiento/por mala conciencia escritores/de poesía social”, “la edad de la pérgola y el tenis”), comienza su andadura literaria en 1952 con Versos a Carlos Barral. Para la gran mayoría de la crítica no hay duda de que su mejor poemario es Moralidades, publicado en 1966. En Biedma vemos un caso muy curioso en la historia de la poesía, y es que Jaime Gil dejó de escribir en un momento determinado, ya que, según ha afirmado en algunas entrevistas, no tenía nada más que decir mediante la poesía. El tema del paso del tiempo y los efectos devastadores de la vejez son importantes, sobre todo en el poemario de 1968 Poemas póstumos. En concreto, el poema que he escogido es No volveré a ser joven. En este breve pero intenso poema se contraponen dos ideas un tanto antagónicas que tenemos sobre el paso del tiempo: una es la que se da en nuestra juventud, cuando somos más rebeldes y tan solo queremos movernos y cambiar el mundo; la otra la adquirimos con el paso de los años y es la cruda realidad. La experiencia nos dice que la vida es más seria y no vamos a conseguir cambiar absolutamente nada, ya que la existencia solo es un mero tránsito, un camino al final del cual asoma únicamente la verdad desagradable, la muerte, que se convierte en el único argumento de esta gran obra de teatro en la que nos vemos inmersos desde que nacemos. Para Jaime Gil de Biedma el paso del tiempo, la llegada de la vejez y la muerte son en un principio elementos de relativamente poca importancia como “las dimensiones del teatro”, pero con el paso de los años se van convirtiendo en elementos centrales, hasta pasar a ser el “único argumento de la obra”. Como un último apunte sobre este poema, me gustaría decir que si lo leemos con tranquilidad podemos observar como los verbos “envejecer” y “morir” resuenan como ecos durante todo el poema desde el momento en el que aparecen por primera vez, e incluso quedan en nuestra mente una vez hemos terminado de leerlo por completo.

NO VOLVERÉ A SER JOVEN 
(Jaime Gil de Biedma, 
Poemas póstumos)

Que la vida iba en serio
Uno lo empieza a comprender más tarde 
-como todos los jóvenes, yo vine
A llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería 
Y marcharme entre aplausos 
-envejecer, morir, eran tan solo
Las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo 
Y la verdad desagradable asoma:
Envejecer, morir, 
Es el único argumento de la obra

Por último, me gustaría incluir una canción de uno de los grandes cantautores de la música española, Joaquín Sabina. La conocida canción se titula A mis cuarenta y diez, y en ella habla de las consecuencias del paso del tiempo y de la no deseada llegada del momento de sentar la cabeza, pero lo hace tratando de autoconvencerse de que aún queda bastante para que llegue ese momento, ya que todavía no está plantado el árbol con el que tienen que hacer su ataúd y el cura que le tiene que dar la extremaunción no es todavía monaguillo. Por tanto vemos otra perspectiva con la que mirar el paso del tiempo, ya que desde la vena profundamente fatalista de Quevedo o Jaime Gil de Biedma hemos pasado a otro tipo de preocupación consciente del paso del tiempo y sus terribles consecuencias pero un tanto optimista a su vez, pues aunque aparezca la muerte como fin último no nos la presenta tan próxima, sino que trata de alejarla lo máximo posible del momento presente.

CREACIÓN LITERARIA

Este mes lo tengo fácil. Solo quiero pediros que penséis en el paso del tiempo, que reflexionéis sobre este interesante e inspirador tema y que tratéis de plasmar esas ideas, miedo etc., sobre la hoja en blanco. Puede ser un poema o no, lo que vosotros queráis. Solo quiero que me digáis algo sobre el paso del tiempo, en prosa o en verso. Ahí va uno mío:

BALCONES SEPARADOS 
(Raúl Molina)

El tiempo imparable nos separará,
tarde o temprano
cada uno seguirá su camino.
Tú al sur de mi sur,
yo al norte de tu norte.
Un día miraremos por el balcón,
viendo las montañas en el horizonte
 pensaremos que más allá de esa sierra
hay una persona añorada.
Nuestras miradas saldrán veloces,
cruzarán los montes, ríos, valles, caminos y parques
 y se encontrarán.
A mitad de camino
se enfrentarán,
una azul, otra marrón verdosa,
las dos tristes y perdidas en la rutina.
-Te quise -dirán-
pero ahora es imposible.
Sabemos que al amor lo marchitó
el tiempo imparable,
esa asquerosa acción corrosiva
que va ligada al paso de los años,
ese tic-tac sin fin,
ese camino hacia el abismo.
Y sin decir más, dejarán de mirarse,
se darán la espalda y cada una volverá a su lugar, 
a su sierra,
a esa rutina lejos de la otra mirada,
a la agónica y lenta muerte 
de la no deseada vida en pareja.
“Hasta que volvamos a vernos
en balcones separados” pensarán...

Elegía y catarsis, por Raúl Molina

En las elegías el poeta se lamenta por cualquier cosa perdida, como por ejemplo un amor, un ser querido, la vida, la ilusión, la libertad… Son poesías libres, es decir, no están atadas a la métrica ni a la rima y, además, pueden tener la longitud que el poeta necesite. En definitiva, actualmente consideramos que una poesía es una elegía por su temática, no por su forma.

Para entender en su plenitud estos poemas debemos entender la poesía como catarsis, es decir, como la purificación emocional, mental, corporal etc. del poeta. Este tiene unos fantasmas que lo atormentan, que día tras día  vienen a su mente y, para tratar de librarse y encontrarse en paz con ellos, siente la necesidad de plasmar en una hoja en blanco sus sentimientos hacia aquello que ha perdido, de realizar un poema, que es lo mejor que un poeta puede regalar. De esta forma logra su purificación y purgación sentimental, su catarsis, para así sentirse un poco más a gusto consigo mismo e intentar espantar esos fantasmas que lo atormentan.

Las primeras elegías conservadas fueron escritas por los poetas griegos arcaicos. Estas eran de temática más variada y sí que tenían una forma cerrada regida por el dístico elegíaco, formado por un hexámetro y un pentámetro. Esta forma también fue utilizada por los poetas romanos.

Ya en lengua castellana encontramos numerosos poetas que han realizado elegías entre sus composiciones desde época medieval, por ejemplo nos encontramos en el siglo XV las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique: La obra al completo es una gran elegía formada por 40 coplas en las que se lamenta, como indica el título del poemario, de la muerte de su padre, tratando además temas como el paso del tiempo (Tempus fugit), fugacidad de las glorias de la vida (Ubi sunt?)… Manrique siente la necesidad de escribir unos versos a su padre para espantar a ese fantasma del pasado que lo atormenta. Regalándole estas poesías y plasmando sus sentimientos en el papel realiza su propia catarsis que lo ayudará a sobrellevar la pérdida. Veamos una de las coplas, concretamente la I, en la que se pueden observar los temas que he dicho más arriba:

Recuerde el alma dormida, 
avive el seso e despierte 
contemplando 
cómo se passa la vida, 
cómo se viene la muerte 
tan callando; 

cuán presto se va el plazer, 
cómo, después de acordado, 
da dolor; 
cómo, a nuestro parescer, 
cualquiere tiempo passado 
fue mejor. 

Realicemos ahora un salto temporal hasta el neoclasicismo español, siglos XVIII-XIX. En esta época un importante escritor llamado Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) escribió la famosa Elegía a las musas. Para entenderla debemos saber que las musas a las que se refiere son aquellas que en Grecia eran consideradas como portadoras de inspiración a los artistas para realizar sus creaciones. También debemos saber que esta poesía fue escrita durante los últimos años de su vida en el exilio que vivió en Burdeos. Moratín va a lamentarse del paso del tiempo (tempus fugit), y de cómo durante su vida no ha podido ser constante en su labor literaria por culpa de las Guerras y los viajes alrededor de Europa. La decisión de incluir a las musas en esta elegía es porque también se lamenta de haber perdido la inspiración durante la vejez. Al final del poema, en esos versos que parecen las últimas palabras que una persona pronuncia antes de morir, deja testado que desea que sus cenizas descansen a las orillas del río Garona. De nuevo podemos ver el poema como una catarsis en el que trata de librarse del miedo al paso del tiempo, a su vez, lo atormenta la idea de  no haber escrito más obras, por lo que trata de liberarse de esos fantasmas mediante los versos de esta elegía.

ifernam001p1
ELEGÍA A LAS MUSAS

Esta corona, adorno de mi frente, 
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, el canto acabe, 
que filera osado intento repetirle. 
He visto ya cómo la edad ligera, 
apresurando a no volver las horas, 
robó con ellas su vigor al numen. 
Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
filera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras, 
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,  
no indigno sucesor de nombre ilustre, 
dilatarle famoso, a vos file dado
llevar al fin mi atrevimiento. Solo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente, 
vano saber, enconos y venganzas 
codicia y ambición la patria mía
abandonaron a civil discordia. 
Yo vi del polvo levantarse audaces
a dominar y perecer tiranos, 
atropellarse efímeras las leyes
y llamarse virtudes los delitos. 
Vi las fraternas armas nuestros muros
bañar en sangre nuestra, combatirse
vencido y vencedor, hijos de España, 
y el trono desplomándose al vendido
ímpetu popular, De las arenas
que el mar sacude en la fenicia Gades
a las que el Tajo lusitano envuelve
en oro y conchas, uno y otro imperio, 
iras, desorden esparciendo y luto, 
comunicarse el fimeral estrago. 
Así cuando en Sicilia el Etna ronco
revienta incendios, su bifronte cima
cubre el Vesubio en humo denso y llamas, 
turba el Averno sus calladas ondas; 
y allá del Tiber en la ribera etrusca
se estremece la cúpula soberbia, 
que da sepulcro al sucesor de Cristo. 
¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro? 
¿Quién dar al verso acordes armonías, 
oyendo resonar grito de muerte? 
Tronó la tempestad; bramó iracundo
el huracán, y arrebató a los campos
sus frutos, su matiz; la rica pompa
destrozó de los árboles sombríos; 
todas huyeron tímidas las aves
del blando nido, en el espanto mudas: 
no más trinos de amor. Así agitaron
los tardos años mi existencia, y pudo
solo en región extraña el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida. 
Breve será, que ya la tumba aguarda
y sus mármoles abre a recibirme; 
ya los voy a ocupar…Si no es eterno
el rigor de los hados, y reservan
a mi patria infeliz mayor ventura, 
dénsela presto, y mi postrer suspiro
será por ella… Prevenid en tanto
flébiles tonos, enlazad coronas
de ciprés fimeral, Musas celestes; 
y donde a las del mar sus aguas mezcla
el Garona opulento, en silencioso
bosque de lauros y menudos mirtos,
ocultad entre flores mis cenizas. 

Vamos a saltar ahora hasta la primera parte del siglo XX. Durante estos años la poesía fue de una gran importancia en España. Tras la generación del 98 llegó la del 14 con Juan Ramón Jiménez a la cabeza, luego la del 27 con Lorca, Aleixandre, Dámaso Alonso… Después llegaría Miguel Hernández, ese “genial epígono” de la generación del 27 que publicaría su primer poemario en 1933. La Elegía a Ramón Sijé, que es el poema que quiero comentar, apareció publicada en 1935 en su poemario Rayo que no cesa. Para entender este poema es necesario saber que hubo una relación de amistad entre Hernández y Sijé. Ambos vivían en Orihuela y estaban apasionados por la literatura. Miguel Hernández comenzó a publicar en la revista de Sijé, pero la amistad se vio truncada por las distantes ideas políticas que tenían. El 24 de diciembre de 1935 murió Ramón Sijé, y Miguel Hernández, atormentado por no estar al lado del que había sido su amigo en sus últimos momentos, decidió dedicarle un poema, una elegía que se ha convertido en una de las obras cumbre de la poesía universal. Con el poema va a tratar de alejar a esos fantasmas que cada día vienen a su cabeza cargados de remordimientos por no haber pasado junto a Sijé muchos más momentos, de ahí que: “Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte”.  Podemos estructurar el poema en tres partes: la primera formada por los seis primeros tercetos en los que se lamenta de la muerte de su amigo y muestra claros signos de dolor. Los cinco tercetos siguientes plasman la rabia que siente el poeta por la pérdida. En los últimos el tono es más relajado, ya que pese a que entiende que nunca más va a volver a estar con él físicamente, sabe que su recuerdo y su alma sí que seguirán a su lado, acompañándolo en todos aquellos sitios en los que alguna vez fueron felices juntos.

ELEGIA A RAMÓN SIJÉ 

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha 
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien 
tanto quería.) 

Yo quiero ser llorando el hortelano 
de la tierra que ocupas y estercolas, 
compañero del alma, tan temprano. 

Alimentando lluvias, caracolas 
Y órganos mi dolor sin instrumento, 
a las desalentadas amapolas 

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
que por doler me duele hasta el aliento. 

Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal te ha derribado. 

No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más tu muerte que mi vida. 

Ando sobre rastrojos de difuntos, 
y sin calor de nadie y sin consuelo 
voy de mi corazón a mis asuntos. 

Temprano levantó la muerte el vuelo, 
temprano madrugó la madrugada, 
temprano estás rodando por el suelo. 

No perdono a la muerte enamorada, 
no perdono a la vida desatenta, 
no perdono a la tierra ni a la nada. 

En mis manos levanto una tormenta 
de piedras, rayos y hachas estridentes 
sedienta de catástrofe y hambrienta 

Quiero escarbar la tierra con los dientes, 
quiero apartar la tierra parte 
a parte a dentelladas secas y calientes. 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera 
y desamordazarte y regresarte 

Volverás a mi huerto y a mi higuera: 
por los altos andamios de mis flores 
pajareará tu alma colmenera 

de angelicales ceras y labores. 
Volverás al arrullo de las rejas 
de los enamorados labradores. 

Alegrarás la sombra de mis cejas, 
y tu sangre se irá a cada lado 
disputando tu novia y las abejas. 

Tu corazón, ya terciopelo ajado, 
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado. 

A las aladas almas de las rosas... 
de almendro de nata te requiero, 
que tenemos que hablar de muchas cosas, 

compañero del alma, compañero. 

(10 de enero de 1936) 

La poesía impresa hoy en día no pasa por su mejor momento. Las ventas de poemarios son muy bajas, y poetas con grandes cualidades son completos desconocidos para el lector no especializado. Sin embargo, la  poesía se mantiene viva en las canciones de muchos de los cantautores actuales. Lo que ellos hacen es poesía, pero en lugar de publicarla en poemarios les añaden música y crean canciones que son verdaderas obras de arte. Cada uno de nosotros conoce y ha escuchado a muchos de estos exitosos cantautores, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, María del Mar Bonet, Ana Belén, Víctor Manuel, Paco Ibáñez, Lluis Llach Ismael Serrano… Ellos también han escrito y musicado elegías. Concretamente la que propongo es una de Ismael Serrano titulada “Elegía”, en la que habla sobre la dura vida de Juan José Moreno Cuenca, El Vaquilla, famoso ladrón de esa mitificada generación perdida de la heroína de los años 80. En ella Ismael Serrano toma como modelo al Vaquilla para hablar del implacable destino que determina y marca nuestras vidas desde el momento en el que nacemos (“Antes de nacer ya eras carne de trena”). Serrano trata de trasmitir la idea de que cada uno de nosotros tiene un camino marcado del que no se puede salir. Además, la canción tiene unos tintes sociales, ya que denuncia que las prisiones no son ese modelo de reinserción que nos intentas hacer creer.

CREACIÓN LITERARIA

Todos tenemos nuestros fantasmas y buscamos la forma de liberarnos de ellos de diversas formas, la mía también es la poesía…

Noches a la intemperie,
arrozales sureños, 
viñedos tricolorados. 
Manos curtidas del esparto doblado, 
de la poda en verano. 
Nadie te dio las gracias, 
y ahora yo, 
a modo de catarsis
 te dedico estas líneas. 
Sé que es poco, 
pero por experiencia te digo
que son los pequeños detalles
los que al final se convierten
en grandes recuerdos. 

Seguro que vosotros también tenéis unos fantasmas que os atormentan, que cada día vienen a vuestra mente. ¿Habéis probado alguna vez a escribir en una hoja en blanco sobre ellos? Os lo recomiendo, puede ayudaros a conseguir espantarlos, o por lo menos puede haceros sentir mejor con vosotros mismos y hacer que sus visitas no sean tan recurrentes. Me gustaría que tratarais de pensar en estos fantasmas e intentar realizar mediante un poema vuestra propia catarsis interior. Seguro que os sentís mucho mejor después de hacerlo.

¡Ahora os toca a vosotros!

Poemas de «Hormigas en el centro de un desierto», de Raúl Molina

Los siguientes tres poemas pertenecen al libro Hormigas en el centro de un desierto, que será publicado en los próximos meses por Eolas Ediciones.

La imagen que acompaña a los textos pertenece al documental de Werner Herzog, Encuentros en el fin del mundo. Antes de la lectura, recomendamos visualizar este fragmento:

Las bestias


De nuevo camináis despacio contra el viento,
de nuevo hay una frase en vuestros labios,
                      y dos millones bajo el sol.

Al menos sé que todavía nada existe
que pueda hacer de ti miseria y trampa,
al menos que la muerte nos visita
y nos señala hasta que somos
                pequeños como ancestros
en noches de tormenta,
al menos sé la inmensidad del cielo por la noche
el viento o los aullidos
		cuando rabia la sombra.

Hermana, han ocupado los caminos,
han quemado los bosques
y no hay memoria de tu paso por la tierra.

Mientras bandadas vuelan hacia el este me pregunto,
si ya el cielo translúcido,
		        el pájaro y el ala
		o la distancia entre sus cuerpos,
	si aún hay derrota o mercenarios
que avancen sin control.

Como si nunca irrumpe		 o se dilata
al son de los timbales 		la historia de los otros
como si nunca minas, 		campamentos
	        bajo el silencio de la carne.

Recuérdalo,
	expulsaremos voces,
poseeremos
el grito de los mudos
entre ciudades declarándose la guerra
y los pañuelos negros con tu sangre,

recuérdalo en el límite,
		   al filo de los siglos,
donde los alaridos
                   destruyen
         la imagen de la madre.

Aún y más allá nos esperan los vientres,
sin nada que decir que no sea una danza
olvidada y nocturna,
	 alrededor de las bestias. 
                                                                               Fuga


existe un punto de fuga, debe existir al menos un punto de fuga, un horizonte y caminar hermano mío, y caminar cuando todo sea humo y la luz esté apagada, un punto de fuga al menos, uno, una razón de ser, una razón de huir y encorajarnos, un inventario de la tierra, una llanura cubierta con asfalto, la destrucción del llanto o los arneses sobre el cuerpo, al menos uno, al menos nueve puntos cardinales y un campo donde el baile aún sea posible. todavía, dices, recuerdo, todavía recuerdo el territorio, el abandono de palabras, el fuego nocturno y la sal cubriendo las colinas: somos un niño que da vueltas sobre el hielo, un niño que da vueltas y más vueltas, vueltas y lanzas en el costado entre ventiscas. existe un punto de fuga, debe existir al menos uno, una pérdida y tres cruces de caminos, cuando miran al cielo tan sólo ven en él clavos y espinas y el mundo es demasiado tenue tras las tapias, demasiado penumbra es este valle, demasiado azul que palidece hacia lo blanco y se detiene, ojos óxido oscuro y se detiene, dedos sobre el tambor y se detiene, como si aquí apenas la escucha y solo entonces movimiento. recuerdo el tacto de las crines, la ondulación del trigo o esta luz que viene hacia nosotros y de nuevo hacia lo blanco, aquí es todo dolor o bosque hacia lo blanco y este viento también como animal herido nos traspasa y entonces mil cristales, un punto de fuga y mil cristales. debe existir al menos la caída o la rabia tras los muros, el grito y siempre el límite del cuerpo dispuesto por azar en la espesura. toda la noche en las cocinas, toda sin posibilidad de establecerse entre la vida, sin deseo ni huella en el camino. ahora sé que la ausencia de tu voz me mimetiza con las rocas, ahora, un punto de fuga y tres o cuatro pasos hacia la servidumbre. recuérdalo aunque ya no lo sientas, recuérdalo cuando nos digan que lo importante está en la cumbre y nunca en cobijarse de los rayos, y nosotros, humildes e ignorantes, aceptemos sin reservas el mandato, un muro y el mandato, tu vida extraviada entre el acero y el mandato. al fin y al cabo todo se ha convertido errante en un andar solitario hacia las fosas, sí, querido hermano, sí, bajo este manto yace la vergüenza de los pueblos que creyeron ser eternos, y nosotros tan solos como siempre, tan inesperadamente solos como siempre creyendo en el enroque, sin saber que es enero y que el valle se ha cubierto de nieve, sin saber que es enero y las maderas se quiebran, sin saber de la fiebre todavía o del canto de cigarras en las tardes. ahora se ha vuelto todo hacia lo blanco y cae granizo entre las notas, ahora y siempre bruma, sin embargo, tres millones atravesando campos hacia la salvación
Ante la tierra

Existe la lluvia, 
       existe la lluvia y la nieve 
y la tormenta existe, dices,
una llanura sin final y un horizonte desplazado, 
un río que todo lo atraviesa y peces muertos en la orilla. 
Existimos en medio del delirio 
		y buscamos refugio 
ante la inminente caída de las bombas. 

                              Simpre nos pareció 
absurdo el nombre que nos dieron, 
nos pareció absurdo el silencio y los millones de insectos 
viajando hacia occidente, 
      absurdo el ruido en los hogares 
y tantas otras vidas.
 
Olvido y destrucción entre la lluvia,
versículos y danzas en la hoguera 
   como el intento de sentir 
que todavía existe un más acá. 
Quince, tan sólo quince ejemplares del libro iluminado, 
tan sólo búsqueda incesante y trazos de marfil, 
		únicamente lengua, 
fondo sin pozo que se descompone 
			y tus silbidos. 

Existe, para sentir el aire, un laberinto abandonado, 
para mirar, la herida abierta del cianuro, 
o un caballo de patas congeladas
perdido en la espesura:
llora y se deja 
caer, 

	caer,

		caer, 
como los viejos ritos de la sangre.

Poetisas, por Raúl Molina

Aprovechando que el tema de este mes, “Vivo sin vivir en mí”, es el inicio del verso más famoso de Santa Teresa de Ávila, he decidido hablar de poetisas.

Las mujeres han sido autoras de multitud de obras poéticas a lo largo de la historia, pero una sociedad machista, como la española hasta este siglo pasado, ha tapado muchas de esas obras que no tienen nada que envidiar a las de sus compañeros de profesión.

Sé que es imposible tratar en este breve espacio un número elevado de poetisas, por ello trataré de incluir una muestra representativa de varios periodos sin llegar a profundizar mucho en cada uno de ellos.

Empezaremos con el periodo más importante de la poesía española, los siglos XVI-XVII, es decir, Los Siglos de Oro. Durante estos años la mujer estaba completamente subordinada al hombre, y se dedicaba principalmente al trabajo doméstico. Sin embargo, y al contrario de lo que se cree, las mujeres leían más que los hombres. Es muy importante no entender la lectura de esta época como un hecho individual, que cada uno realizaba tranquilo en su casa, sino que debemos entenderla como un hecho colectivo, lo que se llama lectura en voz alta. La gente se reunía, y la persona que sabía leer lo hacía en voz alta mientras el resto escuchaba. Es en estas lecturas en las que la presencia de mujeres era más habitual que la de hombres.  

Sin embargo, el porcentaje de mujeres escritoras era muy bajo con respecto al de hombres. Estos escribían más obras y no estaba bien visto que las mujeres se dedicaran al arte de escribir. Pero ello no impidió que nos deleitaran con obras de una excelente calidad.

En muchos casos, las escritoras debían disculparse en los prólogos de sus obras por todos los errores que en ella habían cometido por el mero hecho de ser mujer, ya que como hemos apuntado, el de escritor no era considerado un oficio propio para ellas. Con esto quiero que imaginéis hasta qué punto el machismo estaba instaurado en la sociedad española de los siglos XVI-XVII.

Vamos ahora con unas muestras poéticas de importantes escritoras. El primer poema es de Santa Teresa de Ávila (1515-1582), y se titula Mi amado para mí. Sus poemas pertenecen a la corriente mística, que se caracteriza por la utilización de metáforas y alegorías para representar la unión del místico con la divinidad (recordad que esta corriente fue tratada en el primer artículo de Cajón de Sastre).

MI AMADO PARA MÍ
Santa Teresa de Ávila

Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mi 
Y yo soy para mi Amado.
 
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado. 
 
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.

El segundo poema es de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), una importantísima poeta mexicana del siglo XVII. En su obra (poética, dramática y narrativa) se tratan temas que van desde lo religioso a lo profano, siendo muy importantes sus poemas amorosos. He escogido un poema titulado Detente sombra, que como podréis comprobar, es complicado de leer y entender por los abundantes recursos estilísticos y artificiosos que convergen en él, algo muy al día en la poesía del período Barroco (siglo XVII).

DETENTE SOMBRA
Sor Juana Inés de la Cruz


Detente, sombra de mi bien esquivo, 
imagen del hechizo que más quiero, 
bella ilusión por quien alegre muero, 
dulce ficción por quien penosa vivo. 

Si al imán de tus gracias, atractivo, 
sirve mi pecho de obediente acero, 
¿para qué me enamoras lisonjero 
si has de burlarme luego fugitivo? 

Mas blasonar no puedes, satisfecho, 
de que triunfa de mí tu tiranía: 
que aunque dejas burlado el lazo estrecho 

que tu forma fantástica ceñía, 
poco importa burlar brazos y pecho 
si te labra prisión mi fantasía.

Vamos a realizar ahora un salto temporal importante hasta el primer tercio de siglo XX, época conocida como Edad de Plata de la Cultura española. Tras la importantísima Generación del 98 (Valle-Inclán, Unamuno, Benavente, Azorín, los hermano Machado…), aparecería otra importante, la Generación del 14, que en el ámbito poético tendría como figura principal a Juan Ramón Jiménez. Tras esta llegaría el que es, en mi opinión al menos, el mejor grupo poético que han dado las letras hispanas, la Generación del 27. A ella pertenecieron poetas de la talla de Jorge Guillén, Pedro Salinas, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre… además de otros escritores de la talla de Max Aub, e incluso es durante estos años cuando Miguel Hernández inicia su carrera poética. Pero no solo en literatura es una época importante, sino que aparecen numerosos artistas en otras especialidades, como Salvador Dalí en pintura o Luis Buñuel en cine entre muchos otros. Este es el panorama cultural en España, pero América Latina no se queda atrás, ya que es durante estos años cuando comienzan sus andaduras literarias escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro o Pablo Neruda.

Con todo esto quiero que imaginéis el importante panorama cultural de inicios del siglo XX en las zonas de habla hispana. Como es lógico, entre toda esta marabunta de escritores las mujeres van a ser también importantes, aunque su obra, pese a ser de una calidad excelente, va a ser en la mayoría de los casos menos reconocida. Quiero destacar a dos poetisas de esta época cuyos poemas aparecen recogidos en muchas antologías junto a los de sus compañeros de profesión. Ellas son Concha Méndez (1898-1986) y Ernestina de Champourcín (1905-1999). Deberíamos preguntarnos por qué sus obras no han trascendido cuando realmente se encuentran al mismo nivel que las de sus compañeros.

ANCHO ES EL MAR… 
Concha Méndez

Ancho es el mar; él ha de separamos;
quedarán nuestras almas enlazadas.
Como un último retrato, en nuestros ojos
impresas lucirán nuestras miradas.

El barco en que he de ir está en el puerto;
a éste seguirá otro en que tú vayas.
Te esperarán mis brazos, no se en dónde...
tal vez en algún puerto... en una playa...!
SOLEDADES 
Ernestina de Champourcín

Todas las soledades -grises víboras- muerden
la duda que taladra mis sienes abatidas.
Nadie finge camino en torno de mis plantas
que repliegan, medrosas, su impulso derrotado.

¡Soledad de mi frente1 Un residuo de sueños
la empolva de ceniza.
-¡Qué siniestra bandada de ideas en delirio
entrega al huracán su pálido plumaje!-.

¡Soledad de mis labios! Escondida zozobra
de los besos en flor que no abrasa el estío,
nostalgia de capullo condenado a vivir
su eterna adolescencia.

¡Soledad de mis manos! Inefable tortura
del gesto que se duerme en trance de caricia.
¿Para qué la ansiedad que entreabre mis palmas
si adhieren a su curva inútiles vacíos?

Soledades que cercan con límites de hierro
la expansión luminosa y frágil de mi vida...
¡Rompe tú las amarras que me retienen, muda,
en el hueco sombrío de mi rincón doliente!

Actualmente, en las letras hispanas tenemos un importante elenco de escritoras de reconocido prestigio. Suelen ser más conocidas las novelistas como por ejemplo Ana María Matute o Isabel Allende, pero también nos encontramos en una época positiva a nivel poético. Podemos destacar a Chantal Maillard, Olvido García Vallés, Julia Uceda, Julia Castillo, Almudena Guzmán… Ello augura un importante futuro poético en el que las mujeres van a tener mucho que decir.

NO EXISTE EL INFINITO... 
Chantal Maillard

No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.
DE UN TIEMPO A ESTA PARTE... 
Almudena Guzmán

De un tiempo
a esta parte
estoy prisionera
en un coche
de gritos y hielo
que circula
por carreteras oscuras
y en vertical
como catedrales,
deslumbrada
por las luces largas
de los que vienen
en sentido contrario
que sois todos.

Creación literaria

Como habéis podido comprobar, este mes la sección ha sido un tanto diferente, por lo que en este apartado de creación literaria no os voy a especificar una característica que quiero que tengan vuestros poemas, sino que solo quiero que participéis, que perdáis el miedo a enseñar vuestras creaciones y mandéis poemas de la temática que sea y con las figuras que queráis. Ahí va uno mío:

ARS POETICA 
Raúl Molina

Escribo
en hojas manchadas de café,
en hojas marrones con azúcar.
Fiero, con los nervios a flor de piel.

Escribo
en hojas manchadas de ginebra,
en hojas etílicas e insanas.
Adormilado, pestañeo más de la cuenta.

Escribo
en hojas manchadas de corazón,
en hojas que gritan y son mi consuelo.
Culpable, de todo culpable.

Escribo
en hojas manchadas de lágrimas,
en hojas llenas de sal, de mí.
Triste, agoto los pañuelos.

Escribo
en hojas manchadas de noche,
en hojas con reflejos de Luna.
Cansado, como yo, muere el día.