Capítulo III: Boscán y Garcilaso.

Juan Boscán y Garcilaso de la Vega fueron dos poetas españoles del Renacimiento que revolucionaron la poesía castellana al introducir la métrica y el estilo italianos.

Juan Boscán, nacido en Barcelona en 1487, fue un noble, soldado, traductor y humanista que aprendió el griego y el latín con el italiano Lucio Marineo Sículo. Sirvió en la corte de los Reyes Católicos, de Carlos V y del duque de Alba. Fue el primero en escribir sonetos, tercetos y octavas reales en castellano, siguiendo el modelo de Petrarca y otros poetas italianos. Tradujo al español El Cortesano de Baltasar de Castiglione. Fue amigo íntimo de Garcilaso de la Vega, a quien dedicó un soneto tras su muerte. Publicó sus obras póstumamente junto con las de Garcilaso en 1543.

Garcilaso de la Vega, nacido en Toledo en 1501, fue un caballero, diplomático, militar y poeta que participó en varias campañas militares en Italia, Francia y Túnez. Se enamoró de Isabel Freyre, una dama portuguesa de la corte de Catalina de Austria, pero no pudo casarse con ella por razones políticas. Su amor frustrado inspiró muchos de sus poemas, que expresan una delicada sensibilidad y un profundo sentimiento. Escribió églogas, elegías, canciones y sonetos en castellano, siguiendo el ejemplo de Boscán y los poetas italianos. También compuso algunas obras en latín e italiano. Es considerado uno de los mayores poetas líricos de la literatura española.

Juan Boscán y Garcilaso de la Vega fueron más que amigos. Los unía el mismo fervor por la poesía, el mismo servicio al rey y la misma curiosidad por la cultura italiana. Se encontraron en la corte de Carlos V, donde compartieron aventuras como soldados y diplomáticos. Se reconocieron como poetas y se inspiraron en sus obras, trayendo juntos el estilo renacentista a la lengua castellana. Se comunicaron por cartas, sonetos y dedicatorias, demostrando su cariño y su admiración. Cuando Garcilaso falleció en 1536, Boscán le escribió un soneto desgarrador, donde manifestó su pena y su anhelo de volver a verlo en el cielo. Boscán también se ocupó de editar las obras de Garcilaso junto con las suyas propias en 1543, revelando al mundo su talento poético. Su amistad es un modelo de cómo dos personas pueden conectarse por el amor al arte y a la patria.

Soneto CXXIX

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste,

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?,
¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que, si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras:

que o quisieras honrarme con tu lado
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.

Los poemas de ambos amigos estaban dispersos en varias recopilaciones con escaso criterio y poca confianza de verosimilitud, así que, antes de morir en 1542, Juan Boscán le encargó a su esposa, Ana Girón de Rebolledo, que editara sus obras junto con las de su amigo Garcilaso, que había muerto en 1536. Boscán ya había recogido y corregido los poemas de Garcilaso, que circulaban, como ya he mencionado, por copias manuscritas entre sus seguidores. Boscán también había redactado un prólogo en el que contaba su intención de traer la poesía italiana a España y alababa la obra de Garcilaso. Ana Girón de Rebolledo se dirigió al impresor barcelonés Carlos Amorós, que era amigo de la familia Boscán y tenía experiencia en la impresión de libros de poesía. Amorós aceptó el trabajo y se encargó de hacer la edición, que se imprimió el 20 de marzo de 1543 con el título Las obras de Boscán y algunas de Garcilasso de la Vega repartidas en quatro libros: el primero con las obras en verso castellano de Boscán; el segundo, con las obras en verso italiano de Boscán; el tercero, con las obras en verso castellano de Garcilaso; y el cuarto, con las obras en verso latino e italiano de Garcilaso. La edición llevaba también una portada con las marcas del impresor y un colofón con la fecha y el lugar de impresión. Fue un éxito y se vendió pronto. Se hicieron varias reediciones y se extendió por toda España y Europa. Esta edición fue muy relevante para la historia de la literatura española, ya que mostró al público la obra de dos poetas que transformaron la poesía castellana con su estilo elegante, refinado y armonioso, inspirado en los modelos clásicos e italianos y también marcó a otros poetas posteriores, como Fernando de Herrera, Luis de Góngora o Francisco de Quevedo, que admiraron y siguieron el ejemplo de Boscán y Garcilaso.

Boscán se animó a escribir sonetos después de tratar con el embajador veneciano Andrea Navagero, quien le incitó a probar los versos italianos. Aceptó el desafío y se dedicó a experimentar con el endecasílabo y el soneto, adaptándolos al castellano con gran maestría y elegancia. Compuso unos 70 sonetos, en los que abordó temas como el amor, la naturaleza, la amistad, la muerte o la poesía, los cuales se distinguen por su sencillez, su claridad y su armonía. Boscán influyó en su amigo Garcilaso de la Vega, quien también se inició en el soneto gracias a él y escribió unos 40 sonetos, en los que trató temas como el amor, la naturaleza, la amistad, la muerte o la poesía. Sus sonetos se caracterizan por su sencillez, claridad y armonía. Garcilaso se inspiró en su amor platónico por Isabel Freyre, una dama portuguesa de la corte de Catalina de Austria, a quien dedicó muchos de sus poemas.

En conclusión, se puede decir que Boscán y Garcilaso fueron dos poetas que compartieron una misma visión poética, basada en el estilo italiano, pero que supieron darle un toque personal y distintivo. Boscán fue más sobrio y racional, mientras que Garcilaso fue más emotivo e imaginativo. Ambos renovaron la poesía española del siglo XVI, creando una escuela poética conocida como la lírica renacentista o italiana.

Algunos sonetos de Boscán:

Soneto CVIII

Como el triste que a muerte está juzgado,
y de esto es sabidor de cierta ciencia,
y la traga y la toma en paciencia,
poniéndose al morir determinado.

Tras esto dícenle que es perdonado,
y estando así se halla en su presencia
el fuerte secutor de la sentencia
con ánimo y cuchillo aparejado:

así yo, condenado a mi tormento,
de tenelle tragado no me duelo,
pero, después, si el falso pensamiento

me da seguridad de algún consuelo,
volviendo el mal, mi triste sentimiento
queda envuelto en su sangre por el suelo.
Soneto LXXIV

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ello en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos no distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
Soneto LXXXII

Cargado voy de mí doquier que ando,
y cuerpo y alma, todo me es pesado;
sin causa vivo, pues que estó apartado
de do el vivir su causa iba ganando.

Mi seso está sus obras desechando;
no me queda otra renta, ni otro estado,
sino pasar pensando en lo pasado,
y cayo bien en lo que voy pensando.

Tanto es el mal, que mi corazón siente
que sola la memoria de un momento
viene a ser para mí crudo accidente.

¿Cómo puede vivir mi pensamiento
si el pasado placer y el mal presente
tienen siempre ocupado el sentimiento?
Soneto XXIX

Nunca de amor estuve tan contento,
que en su loor mis versos ocupase:
ni a nadie consejé que se engañase
buscando en el amor contentamiento.

Esto siempre juzgó mi entendimiento,
que deste mal todo hombre se guardase;
y así porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.

¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;

mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».

Sonetos de Garcilaso de la Vega

Soneto V
 
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Soneto XIII
 
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Soneto IX
 
Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida duro y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y así ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.
Soneto VII
 
No pierda más quien ha tanto perdido,
bástate, amor, lo que ha por mí pasado;
válgame agora jamás haber probado
a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido
de mis mojadas ropas y adornado,
como acontece a quien ha ya escapado
libre de la tormenta en que se vido.

Yo había jurado nunca más meterme,
a poder mío y mi consentimiento,
en otro tal peligro, como vano.

Mas del que viene no podré valerme;
y en esto no voy contra el juramento;
que ni es como los otros ni en mi mano.
Soneto XIV
 
Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo
sabe que ha de doblarse el mal que siente,

y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo,
aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento
que en su daño os me pide, yo querría
quitalle este mortal mantenimiento.

Mas pídemelo y llora cada día
tanto, que cuanto quiere le consiento,
olvidando su suerte y aun la mía.

Pero, seguramente, el soneto más conocido de Garcilaso de la Vega es probablemente el Soneto XXIII, donde expresa su amor por Isabel Freyre y en el que describe la belleza de la mujer comparándola con una rosa y una azucena y advierte que el tiempo la marchitará. El poema tiene influencia italiana, especialmente de Petrarca, aunque refleja con toda claridad el Carpe diem de Horacio. Este poema se escribió después de 1532.

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

El Marqués de Santillana

Antes del Marqués de Santillana no se tiene referencia alguna de que alguien compusiera sonetos en lengua castellana, por lo que se puede asegurar que Íñigo López de Mendoza, nacido en Carrión de los Condes, Palencia, en 1398 y fallecido en su palacio de Guadalajara el 25 de marzo de 1458, fue el primer poeta en hacer el esfuerzo de adaptar la nueva versificación de endecasílabos surgida en Italia a la métrica propia del castellano tan dada a octosílabos, cuadernas vías y romances.

El Marqués de Santillana era hijo de una de las familias más poderosas de la nobleza castellana, el Almirante Diego Hurtado de Mendoza y doña Leonor de la Vega, mujer muy rica e inteligente, pero fue educado por su tío, el arcediano Gutierre, al morir su padre cuando él tenía cinco años de edad; más adelante estuvo al servicio de Fernando de Antequera, quien llegaría a ser rey de Aragón, pero volvió a Castilla para participar en la guerra contra Álvaro de Luna a la llegada al trono de Juan II de Castilla, y consiguiendo el título de manos del rey Juan II de Castilla, quien le daría el título de Marqués de Santillana por su participación fiel en la batalla de Olmedo. Fue padre de diez hijos: siete varones y tres hembras, siendo los más conocidos su primogénito, Diego Hurtado de Mendoza, Duque del Infantado, y el quinto, que sería el Cardenal Mendoza, a quien se le llegó a denominar como “el tercer rey de España” en tiempo de los Reyes Católicos.

El Marqués era un hombre de guerras y letras, a la moda del caballero letrado del siglo XV, que compaginó sus constantes lides,  intestinas, a veces, o de reconquista, en otras, con la esgrima depurada de sus versos, consiguiendo en ambas, sino la gloria de los héroes, sí el reconocimiento de los firmes y valientes, pues si en una se enfrentó incluso a reyes, en la otra tuvo que medírselas con la intransigencia de la tradición al pretender innovar la poesía patria con sus “ 42 sonetos fechos al itálico modo”, aunque también recreara su imaginación con versos más cercanos como las “Serranillas”, “Canciones” o “Proverbios”.

Estos sonetos no solamente representan el primer trabajo en serio y elaborado de las formas renacentistas en España, sino incluso el primer conjunto de poemas de este estilo confeccionado fuera de Italia, por lo cual Íñigo López de Mendoza se convierte en una de las mayores figuras del prerrenacimiento castellano, ya que sus trabajos se desarrollaron a caballo entre los últimos estertores de lo medieval y los primeros balbuceos del renacimiento en la Península Ibérica.

Las temáticas de sus sonetos se dividen en tres grupos: amorosa, religiosa y sobre el paso del tiempo, algo bastante común entre los escritores del momento.

En la temática amorosa descubriremos pronto que está bastante influenciada por la moda provenzal, como en el ejemplo siguiente donde él se compara con una fortaleza sitiada por el amor al que quiere resistir, pero no puede y ve sus dfensas derruidas, pues ni David, ni Sansón, ni Hércules, ni Salomón lograron vencerle:

- IV –

Sitio de amor con grand artillería 
me veo en torno e poder inmenso, 
e jamás cesan de noche e de día, 
nin el ánimo mío está suspenso 

de sus combates con tanta porfía 
que ya me sobra, maguer me defenso. 
Pues, ¿qué farás?, ¡o triste vida mía!, 
ca non lo alcanzo por mucho que pienso. 

La corpórea fuerza de Sansón, 
nin de David el grand amor divino, 
el seso nin saber de Salamón, 

nin Hércules se falla tanto digno 
que resistir podiesen tal prisión; 
así que a defensar me fallo indigno.

Pero a veces el amor es una prisión, aunque el cautivo no se lamenta de ser prisionero de ella porque su dicha está en ser esclavo de la belleza de la amada:

- VIII –

¡O dulce esguarde, vida e honor mía, 
segunda Elena, templo de beldad, 
so cuya mano, mando e señoría 
es el arbitrio mío e voluntad!

Yo soy tu prisionero, e sin porfía 
fueste señora de mi libertad; 
e non te pienses fuiga tu valía 
nin me desplega tal captividad.

Verdad sea que Amor gasta e dirruye
las mis entrañas con fuego amoroso, 
e la mi pena jamás diminuye;

nin punto fuelgo nin soy en reposo,
mas vivo alegre con quien me destruye;
siento que muero e non soy quejoso.

Un claro ejemplo de la estética erótico-amorosa provenzal lo tenemos en los cabellos rubios, “color de oro”, y la figura de ella, “forma divina”:

- IX –

Non es el rayo de Febo luciente,
nin los filos de Arabia más fermosos
que los vuestros cabellos luminosos,
nin gema de topaza tan fulgente.

Eran ligados de un verdor placiente
e flores de jazmín que los ornaba,
e su perfecta belleza mostraba
cual viva flama o estrella d'Oriente.

Loó mi lengua, maguer sea indigna,
aquel buen punto que primero vi
la vuestra imagen e forma divina,

tal como perla e claro rubí,
e vuestra vista társica e benigna,
a cuyo esguarde e merced me di.

El paso del tiempo es un tema muy recurrente en todas las diferentes épocas poéticas ya que es algo que obsesiona bastante al ser humano al enfrentarse con su mortalidad y darse cuenta de que todo es efímero, perecedero y nada permanece. En el siguiente poema habla de que hasta la roca más dura cede ante la insistencia del agua, de que ninguna guerra dura eternamente, ni el bien ni el mal permanecen, y por lo tanto, le dice a su amada, que por mucho que resista, llegará el día en que cederá:

- VI –

El agua blanda en la peña dura 
faze por curso de tiempo señal, 
a la rueda rodante la ventura 
transmuda e troca el genio humanal. 

Paces he visto apres gran rotura 
atarde dura bien nin faze mal, 
mas la mi pena jamás ha folgura 
nin punto cesa mi largor mortal. 

Por ventura dirás, ídola mía, 
que a ti non place de mi perdimiento, 
antes repruebas mi loca porfía. 

Di, ¿qué faremos del ordenamiento 
de amor, que priva toda señoría 
e rige e manda nuestro entendimiento?

Otra consecuencia del paso del tiempo es la muerte y con ella el olvido, pero aquellas personas en cuya vida alcanzaron la gloria con sus hechos, no morirán nunca porque siempre estarán vivas en el recuerdo de las gentes. Así lo vemos en este soneto dedicado al rey de Aragón del cual el Marqués fue ayudante durante un tiempo:

- XIII –

Calla la pluma e luce la espada
en vuestra mano, rey muy virtüoso;
vuestra excelencia non es memorada
e Calíope fuelga e ha reposo.

Yo plango e lloro non ser comendada
vuestra eminencia e nombre famoso,
e redarguyo la mente pesada
de los vivientes, non poco enojoso;

porque non cantan los vuestros loores
e fortaleza de memoria digna,
a quien se humilian los grandes señores,

a quien la Italia soberbia se inclina.
Dejen el carro los emperadores
a la vuestra virtud cuasi divina.

Y este es uno de los sonetos de tema religioso, más bien hagiográfico o de alabanza a Santa Clara, una monja italiana, nacida en Asís en 1194 y que fue la fundadora de la orden de las clarisas:

- XXXIV –

Clara por nombre, por obra e virtud
luna de Asís, fija d'Ortulana,
de santas donas enxiemplo e salud,
entre las veudas una e soberana;

principio de alto bien, e juventud
perseverante, e fuente do mana
pobreza humilde, e closo alamud,
del seráfico sol muy digna hermana.

Tú, virgen, triunfas del triunfo triunfante
e glorïoso premio de la palma;
así non yerra quien de ti se ampara

e te cuenta del cuento dominante
de los santos, ¡o santa sacra e alma!
Pues ora pro me, beata Clara.

El Marqués de Santillana admiraba a Dante y Petrarca y todos sus sonetos siguen con fidelidad las pautas creadas por aquellos, tanto en la adopción del verso endecasílabo como en la temática y el resto de la métrica.

Sin embargo, su propósito modernizador no tuvo la repercusión que él esperaba, pues a pesar de sus intentos de adaptar el endecasílabo al modo de versificar español, no dieron resultado ya que la moda poética de la Península iba por otros derroteros y él no consiguió ajustar a la perfección el metro toscano al habla castellana, por lo que simplemente aplicó la forma estrófica incurriendo en bastantes fallos con el resto. Y es que el influjo del verso de arte mayor castellano, con su ritmo inflexible, le impedía adaptar el endecasílabo con sus acentos en la sexta y décima silabas.

Y para finalizar hemos dejado un soneto bastante reflexivo donde Íñigo López de Mendoza se da cuenta de la belleza que le rodea y de lo desagradecido que es él, siempre quejándose, cansado de todo y esclavo de sus caprichos:

- I –

Cuando yo veo la gentil criatura
qu'el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura,
el punto e hora que tanta belleza

me demostraron, e su fermosura,
ca sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
e plango e quéjome de su crueza.

Ca non fue tanta la del mal Tereo,
nin fizo la de Aquila e de Potino,
falsos ministros de ti, Ptolomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
e la mi loca fiebre, pues que veo
e me fallo cansado e peregrino.

Figura di amore, por Ancrugon

Con esta serie pretendo iniciar un idilio, tal vez un ligero galanteo, aunque producto de mi profundo enamoramiento de una de las formas poéticas más conmovedoras y sutiles, a la que considero casi perfecta por su brevedad, su armonía, su musicalidad… me refiero a ese poema que se compone de catorce versos organizados en dos cuartetos y dos tercetos de versos endecasílabos, normalmente, donde se presenta el tema en la primera estrofa,  se desarrolla en la segunda, se reflexiona en la tercera y se concluye en la cuarta… ya sabéis… hablo, ni más ni menos, del soneto, algo que nos dejó perfectamente definido el divino Lope en aquel poema que decía:

Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto,
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto,
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y aún parece que entré con pie derecho
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo y aun sospecho
que voy los trece versos acabando:
contad si son catorce y está hecho.

Pero fue alumbrada esta hermosa ave de la palabra en las lejanas tierras acariciadas por las tibias aguas del Mediterráneo de la isla de Sicilia, cuando corrían los inicios del siglo XIII, donde Giacomo da Lentini, a quien Dante Alighieri se refiere como Il Notario cuando lo introduce en su Parnaso de poetas dentro de su Divina Comedia,  (Canto XXIV Purgatorio, 56), como uno de los mejores vates surgidos de aquellas latitudes italianas, lo compuso por primera vez sobre la tierra con su característica combinación de versos.

Se dice que Giacomo escribió hasta veintidós sonetos, en versos endecasílabos y con una estructura de cuartetos y tercetos rimada de la siguiente forma: ABAB-ABAB-CDE-CDE, y siguiendo la moda del amor cortes típica de la lírica provenzal, como podemos comprobar en el siguiente ejemplo:

Donna, voxtri sembianti mi mostraro 
isperanza d’amore e benevolenza 
e dio sovr’ogni gioia lo n’ho caro 
lo vostro amore, e far vostra piagenza; 

or vi mostrate irata, dunqu’è raro 
senza ch’io pecchi darmi penitenza, 
e fatt’avete de la penna caro, 
como nocchier c’ha falsa canoscenza. 

Disconoscenza ben mi par che sia 
la conoscenza che non ha fermeze, 
che si rimuta per ogni volire; 

dunque non siete voi in vostra balia, 
né in altrui c’aia ferma prodeze, 
e non avrete bon final gioire.

Esta nueva estructura recorrió con rapidez los caminos poéticos de toda Italia llegando fresca, jovial y vertiginosa  a los campos y ciudades de la Toscana donde, Guittone d’Arezzo (1235-1294) compuso hasta doscientos cincuenta y uno en los que introdujo una variante consistente en la rima abrazada (ABBA) dentro de los cuartetos, aunque en la mayoría siguió utilizando la estructura de Giacomo da Lentini, con temas tanto de amor como políticos:

Lo nom’ al vero fatt’ ha parentado:
le vacche par che t’abbian abracciato,
over che t’han le streg’ amaliato,
tanto da lunga se’ partit’ o’ vado.

Zara dirieto m’ha gittato ’l dado:
ciò non serea se l’avesse grappato.
Allegro son, tu Meo che se’ tornato;
se pelegrin fusti, ciò m’è a grado.

Non, credo, nato fusti da Pistoia,
ma da Pistoia fu la tua venuta,
sì tardo movimento far ti sento.

Natura ten’ pur di mulin da vento:
nun loco mostra sempre tua paruta;
chi sol è a sé, non vive senza noia.

Por las mismas fechas vivió uno de los escritores más importantes de aquella época, Guido Guinizzelli (1230-1276), nacido en la ciudad de Bolonia donde estudió leyes siguiendo los pasos de su padre y participó activamente en la vida política siendo nombrado podestá, aunque luego tuvo que huir al perder los gibelinos la guerra contra los güelfos. Su trabajo poético fue bastante innovador definiendo Dante su estilo en la Divina Comedia como el Dolce stil nuovo (Dulce estilo nuevo) que tanta influencia tendría en el Cancionero de Petrarca. Este estilo se basaba en una poesía bastante rigurosa en cuanto a forma y muy conceptual en el contenido, tratando al amor como una experiencia más espiritual y moral que física y utilizando un lenguaje dulce y elevado:

Io voglio del ver la mia donna laudare
ed assemblarli la rosa e lo giglio:
più che stella diana splende e pare,
e ciò ch' è lassù bello a lei somiglio.

Verde river' a lei rasembro e l'âre
tutti color di fior', giano e vermiglio,
oro ed azzurro e ricche gioi per dare:
medesmo Amor per lei rafina meglio.

Passa per via adorna, e sì gentile
ch' abassa orgoglio a cui dona salute,
e fa 'l de nostra fé se non la crede;

e no-lle pò apressare om che sia vile;
ancor ve dirò c'ha maggior virtute:
null'om pò mal pensar fin che la vede

Dentro del Dolce stil nuovo se encuentran los mejores escritores del la segunda mitad del siglo XIII entre los que destacan:

Guido Cavalcanti, natural de Florencia donde nació en 1258 y donde llegó a ser uno de los dirigentes del partido güelfo, aunque estaba casado con la hija del líder gibelino, cosas del amor o ¿de la política?… Su poesía es algo hermética, pero su lírica es intensa y apasionada y fuertemente influenciada por la tendencia galante provenzal en la que la mujer amada aparece idealizada y el amor es complicado y doloroso a causa de la pasión no correspondida. Cavalcanti nos dejó su declaración de principios en el poema Donna me prega, pero también fue un ferviente seguidor del soneto que suele componer en la forma innovadora de Guittone d’Arezzo:

Voi che per li occhi mi passaste 'l core
e destaste la mente che dormia,
guardate a l'angosciosa vita mia,
che sospirando la distrugge Amore.

È vèn tagliando di sì gran valore,
che' deboletti spiriti van via:
riman figura sol en segnoria
e voce alquanta, che parla dolore.

Questa vertù d'amor che m'ha disfatto
da' vostr'occhi gentil'presta si mosse:
un dardo mi gittò dentro dal fianco.

Sì giunse ritto 'l colpo al primo tratto
che l'anima tremando si riscosse
veggendo morto 'l cor nel lato manco.

Cino da Pistoia (1270-1336), nacido en el seno de una familia aristocrática del bando güelfo, estudiante en la universidad de Bolonia, íntimo amigo de Dante Alighieri, quien diría de él que era el mejor poeta amoroso de Italia, y un ferviente defensor del poder civil frente al eclesiástico, fue un poeta puente entre el movimiento del Dolce stil nuovo y el sentimiento personal que veremos en Petrarca, considerándole éste como su maestro:

Tutto mi salva il dolce salutare 
che ven da quella ch'è somma salute, 
in cui le grazie son tutte compiute: 
con lei va Amor che con lei nato pare. 

E fa rinovellar la terra e l'âre 
e rallegrar lo ciel la sua vertute: 
giammai non fuor tai novità vedute 
quali ci face Dio per lei mostrare. 

Quando va fuor adorna, par che 'l mondo 
sia tutto pien di spiriti d'amore, 
sì ch'ogni gentil cor deven giocondo. 

E lo villan domanda: «Ove m'ascondo?»; 
per tema di morir vòl fuggir fòre; 
ch'abassi gli occhi l'omo allor, rispondo.

Dante Alighieri nació en Florencia el 29 de mayo de 1265, muriendo en Rávena el 14 de septiembre de 1321. Mundialmente conocido por su obra la Divina Comedia donde plasma su pensamiento que sería fundamental en la aparición del Renacimiento y por la que se le considera Il Sommo Poeta (El Poeta Supremo) y el padre del idioma italiano, siendo un activo defensor de la unidad italiana tan lejana en aquellos tiempos.

Tras la muerte de su amada Beatriz escribió la Vita nuova, compuesta por 31 sonetos y 42 capítulos en prosa que explican a los primeros dándoles un marco narrativo. Escrito en el estilo del Dolce stil nuovo, el amor platónico es el tema central, sobre todo por su amada Beatriz a la que conoció cuando tenía nueve años y de la que se enamoró en el acto. No volvieron a verse hasta que ella cumplió los dieciocho, pero él mantiene en secreto su amor por ella y deja que esa pasión le alimente la inspiración para poder crear sus más bellos poemas, siendo siempre su musa más allá de la muerte de la amada:

 Donne ch'avete intelletto d'amore,
i' vo' con voi de la mia donna dire,
non perch'io creda sua laude finire,
ma ragionar per isfogar la mente.

Io dico che pensando il suo valore,
Amor sì dolce mi si fa sentire,
che s'io allora non perdessi ardire,
farei parlando innamorar la gente.

E io non vo' parlar sì altamente,
ch'io divenisse per temenza vile;
ma tratterò del suo stato gentile

a rispetto di lei leggeramente,
donne e donzelle amorose, con vui,
ché non è cosa da parlarne altrui. 

Y terminamos este capítulo del nacimiento del soneto con el poeta cuyo nombre es el verdadero paradigma de esta composición, me refiero a Francesco Petrarca, nacido en Arezzo el 20 de julio de 1304 y fallecido en Padua el 19 del mismo mes de 1374. Imbuido en las corrientes humanistas intentó conjugar las enseñanzas de los clásicos con la fe cristiana y luchó también por la unión de Italia, algo que jamás llegaría a ver realizado. Su obra poética se recopiló en su Cancionero compuesto por 317 sonetos, entre otros tipos de poemas como sextinas, baladas o madrigales, dedicados a su idealizada amada Laura. Petrarca compuso sus sonetos en cuartetos y tercetos variados en la rima, rechazando los serventesios, estructura ésta que se haría famosa entre los posteriores poetas castellanos:

 Voi ch'ascoltate in rime sparse il suono 
 di quei sospiri ond'io nudriva 'l core 
 in sul mio primo giovenile errore 
 quand'era in parte altr'uom da quel ch'i' sono, 

 del vario stile in ch'io piango et ragiono 
 fra le vane speranze e 'l van dolore, 
 ove sia chi per prova intenda amore, 
spero trovar pieta, nonche perdono. 

Ma ben veggio or si come al popol tutto 
favola fui gran tempo, onde sovente 
di me medesmo meco mi vergogno; 

et del mio vaneggiar vergogna e 'l frutto, 
e 'l pentersi, e 'l conoscer chiaramente 
che quanto piace al mondo e breve sogno.

El soneto llegaría a tierras hispanas un siglo antes de que fuera universalmente reconocido como la forma más elegante del Renacimiento y lo hizo de la mano de don Íñigo López de Mendoza, más conocido como el Marqués de Santillana, pero esto ya corresponde al siguiente capítulo de nuestra historia, sin embargo me resisto a despedirme sin dejar dos pequeñas joyas surgidas del arte del Fénix de los ingenios y Monstruo de la Naturaleza, como le nombraría  Miguel de Cervantes, y éste no es otro que Don Félix Lope de Vega y Carpio, quizá el autor más prolífico de las letras españolas:

A LA NOCHE

Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

Que vele o duerma, media vida es tuya;
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.
AMOR CON TAN HONESTO PENSAMIENTO

Amor con tan honesto pensamiento
arde en mi pecho, y con tan dulce pena,
que haciendo grave honor de la condena,
para cantar me sirve de instrumento.

No al fuego, al celestial atento,
en alabanza de Amarilis suena
con esta voz, que el curso al agua enfrena,
mueve la selva y enamora el viento.

La luz primera del primero día,
luego que el sol nació, toda la encierra,
círculo ardiente de su lumbre pura,

y así también, cuando tu sol nacía,
todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura.