Elegía y catarsis, por Raúl Molina

En las elegías el poeta se lamenta por cualquier cosa perdida, como por ejemplo un amor, un ser querido, la vida, la ilusión, la libertad… Son poesías libres, es decir, no están atadas a la métrica ni a la rima y, además, pueden tener la longitud que el poeta necesite. En definitiva, actualmente consideramos que una poesía es una elegía por su temática, no por su forma.

Para entender en su plenitud estos poemas debemos entender la poesía como catarsis, es decir, como la purificación emocional, mental, corporal etc. del poeta. Este tiene unos fantasmas que lo atormentan, que día tras día  vienen a su mente y, para tratar de librarse y encontrarse en paz con ellos, siente la necesidad de plasmar en una hoja en blanco sus sentimientos hacia aquello que ha perdido, de realizar un poema, que es lo mejor que un poeta puede regalar. De esta forma logra su purificación y purgación sentimental, su catarsis, para así sentirse un poco más a gusto consigo mismo e intentar espantar esos fantasmas que lo atormentan.

Las primeras elegías conservadas fueron escritas por los poetas griegos arcaicos. Estas eran de temática más variada y sí que tenían una forma cerrada regida por el dístico elegíaco, formado por un hexámetro y un pentámetro. Esta forma también fue utilizada por los poetas romanos.

Ya en lengua castellana encontramos numerosos poetas que han realizado elegías entre sus composiciones desde época medieval, por ejemplo nos encontramos en el siglo XV las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique: La obra al completo es una gran elegía formada por 40 coplas en las que se lamenta, como indica el título del poemario, de la muerte de su padre, tratando además temas como el paso del tiempo (Tempus fugit), fugacidad de las glorias de la vida (Ubi sunt?)… Manrique siente la necesidad de escribir unos versos a su padre para espantar a ese fantasma del pasado que lo atormenta. Regalándole estas poesías y plasmando sus sentimientos en el papel realiza su propia catarsis que lo ayudará a sobrellevar la pérdida. Veamos una de las coplas, concretamente la I, en la que se pueden observar los temas que he dicho más arriba:

Recuerde el alma dormida, 
avive el seso e despierte 
contemplando 
cómo se passa la vida, 
cómo se viene la muerte 
tan callando; 

cuán presto se va el plazer, 
cómo, después de acordado, 
da dolor; 
cómo, a nuestro parescer, 
cualquiere tiempo passado 
fue mejor. 

Realicemos ahora un salto temporal hasta el neoclasicismo español, siglos XVIII-XIX. En esta época un importante escritor llamado Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) escribió la famosa Elegía a las musas. Para entenderla debemos saber que las musas a las que se refiere son aquellas que en Grecia eran consideradas como portadoras de inspiración a los artistas para realizar sus creaciones. También debemos saber que esta poesía fue escrita durante los últimos años de su vida en el exilio que vivió en Burdeos. Moratín va a lamentarse del paso del tiempo (tempus fugit), y de cómo durante su vida no ha podido ser constante en su labor literaria por culpa de las Guerras y los viajes alrededor de Europa. La decisión de incluir a las musas en esta elegía es porque también se lamenta de haber perdido la inspiración durante la vejez. Al final del poema, en esos versos que parecen las últimas palabras que una persona pronuncia antes de morir, deja testado que desea que sus cenizas descansen a las orillas del río Garona. De nuevo podemos ver el poema como una catarsis en el que trata de librarse del miedo al paso del tiempo, a su vez, lo atormenta la idea de  no haber escrito más obras, por lo que trata de liberarse de esos fantasmas mediante los versos de esta elegía.

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ELEGÍA A LAS MUSAS

Esta corona, adorno de mi frente, 
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, el canto acabe, 
que filera osado intento repetirle. 
He visto ya cómo la edad ligera, 
apresurando a no volver las horas, 
robó con ellas su vigor al numen. 
Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
filera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras, 
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,  
no indigno sucesor de nombre ilustre, 
dilatarle famoso, a vos file dado
llevar al fin mi atrevimiento. Solo
pudo bastar vuestro amoroso anhelo
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente, 
vano saber, enconos y venganzas 
codicia y ambición la patria mía
abandonaron a civil discordia. 
Yo vi del polvo levantarse audaces
a dominar y perecer tiranos, 
atropellarse efímeras las leyes
y llamarse virtudes los delitos. 
Vi las fraternas armas nuestros muros
bañar en sangre nuestra, combatirse
vencido y vencedor, hijos de España, 
y el trono desplomándose al vendido
ímpetu popular, De las arenas
que el mar sacude en la fenicia Gades
a las que el Tajo lusitano envuelve
en oro y conchas, uno y otro imperio, 
iras, desorden esparciendo y luto, 
comunicarse el fimeral estrago. 
Así cuando en Sicilia el Etna ronco
revienta incendios, su bifronte cima
cubre el Vesubio en humo denso y llamas, 
turba el Averno sus calladas ondas; 
y allá del Tiber en la ribera etrusca
se estremece la cúpula soberbia, 
que da sepulcro al sucesor de Cristo. 
¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro? 
¿Quién dar al verso acordes armonías, 
oyendo resonar grito de muerte? 
Tronó la tempestad; bramó iracundo
el huracán, y arrebató a los campos
sus frutos, su matiz; la rica pompa
destrozó de los árboles sombríos; 
todas huyeron tímidas las aves
del blando nido, en el espanto mudas: 
no más trinos de amor. Así agitaron
los tardos años mi existencia, y pudo
solo en región extraña el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida. 
Breve será, que ya la tumba aguarda
y sus mármoles abre a recibirme; 
ya los voy a ocupar…Si no es eterno
el rigor de los hados, y reservan
a mi patria infeliz mayor ventura, 
dénsela presto, y mi postrer suspiro
será por ella… Prevenid en tanto
flébiles tonos, enlazad coronas
de ciprés fimeral, Musas celestes; 
y donde a las del mar sus aguas mezcla
el Garona opulento, en silencioso
bosque de lauros y menudos mirtos,
ocultad entre flores mis cenizas. 

Vamos a saltar ahora hasta la primera parte del siglo XX. Durante estos años la poesía fue de una gran importancia en España. Tras la generación del 98 llegó la del 14 con Juan Ramón Jiménez a la cabeza, luego la del 27 con Lorca, Aleixandre, Dámaso Alonso… Después llegaría Miguel Hernández, ese “genial epígono” de la generación del 27 que publicaría su primer poemario en 1933. La Elegía a Ramón Sijé, que es el poema que quiero comentar, apareció publicada en 1935 en su poemario Rayo que no cesa. Para entender este poema es necesario saber que hubo una relación de amistad entre Hernández y Sijé. Ambos vivían en Orihuela y estaban apasionados por la literatura. Miguel Hernández comenzó a publicar en la revista de Sijé, pero la amistad se vio truncada por las distantes ideas políticas que tenían. El 24 de diciembre de 1935 murió Ramón Sijé, y Miguel Hernández, atormentado por no estar al lado del que había sido su amigo en sus últimos momentos, decidió dedicarle un poema, una elegía que se ha convertido en una de las obras cumbre de la poesía universal. Con el poema va a tratar de alejar a esos fantasmas que cada día vienen a su cabeza cargados de remordimientos por no haber pasado junto a Sijé muchos más momentos, de ahí que: “Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte”.  Podemos estructurar el poema en tres partes: la primera formada por los seis primeros tercetos en los que se lamenta de la muerte de su amigo y muestra claros signos de dolor. Los cinco tercetos siguientes plasman la rabia que siente el poeta por la pérdida. En los últimos el tono es más relajado, ya que pese a que entiende que nunca más va a volver a estar con él físicamente, sabe que su recuerdo y su alma sí que seguirán a su lado, acompañándolo en todos aquellos sitios en los que alguna vez fueron felices juntos.

ELEGIA A RAMÓN SIJÉ 

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha 
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien 
tanto quería.) 

Yo quiero ser llorando el hortelano 
de la tierra que ocupas y estercolas, 
compañero del alma, tan temprano. 

Alimentando lluvias, caracolas 
Y órganos mi dolor sin instrumento, 
a las desalentadas amapolas 

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
que por doler me duele hasta el aliento. 

Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal te ha derribado. 

No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más tu muerte que mi vida. 

Ando sobre rastrojos de difuntos, 
y sin calor de nadie y sin consuelo 
voy de mi corazón a mis asuntos. 

Temprano levantó la muerte el vuelo, 
temprano madrugó la madrugada, 
temprano estás rodando por el suelo. 

No perdono a la muerte enamorada, 
no perdono a la vida desatenta, 
no perdono a la tierra ni a la nada. 

En mis manos levanto una tormenta 
de piedras, rayos y hachas estridentes 
sedienta de catástrofe y hambrienta 

Quiero escarbar la tierra con los dientes, 
quiero apartar la tierra parte 
a parte a dentelladas secas y calientes. 

Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera 
y desamordazarte y regresarte 

Volverás a mi huerto y a mi higuera: 
por los altos andamios de mis flores 
pajareará tu alma colmenera 

de angelicales ceras y labores. 
Volverás al arrullo de las rejas 
de los enamorados labradores. 

Alegrarás la sombra de mis cejas, 
y tu sangre se irá a cada lado 
disputando tu novia y las abejas. 

Tu corazón, ya terciopelo ajado, 
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado. 

A las aladas almas de las rosas... 
de almendro de nata te requiero, 
que tenemos que hablar de muchas cosas, 

compañero del alma, compañero. 

(10 de enero de 1936) 

La poesía impresa hoy en día no pasa por su mejor momento. Las ventas de poemarios son muy bajas, y poetas con grandes cualidades son completos desconocidos para el lector no especializado. Sin embargo, la  poesía se mantiene viva en las canciones de muchos de los cantautores actuales. Lo que ellos hacen es poesía, pero en lugar de publicarla en poemarios les añaden música y crean canciones que son verdaderas obras de arte. Cada uno de nosotros conoce y ha escuchado a muchos de estos exitosos cantautores, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, María del Mar Bonet, Ana Belén, Víctor Manuel, Paco Ibáñez, Lluis Llach Ismael Serrano… Ellos también han escrito y musicado elegías. Concretamente la que propongo es una de Ismael Serrano titulada “Elegía”, en la que habla sobre la dura vida de Juan José Moreno Cuenca, El Vaquilla, famoso ladrón de esa mitificada generación perdida de la heroína de los años 80. En ella Ismael Serrano toma como modelo al Vaquilla para hablar del implacable destino que determina y marca nuestras vidas desde el momento en el que nacemos (“Antes de nacer ya eras carne de trena”). Serrano trata de trasmitir la idea de que cada uno de nosotros tiene un camino marcado del que no se puede salir. Además, la canción tiene unos tintes sociales, ya que denuncia que las prisiones no son ese modelo de reinserción que nos intentas hacer creer.

CREACIÓN LITERARIA

Todos tenemos nuestros fantasmas y buscamos la forma de liberarnos de ellos de diversas formas, la mía también es la poesía…

Noches a la intemperie,
arrozales sureños, 
viñedos tricolorados. 
Manos curtidas del esparto doblado, 
de la poda en verano. 
Nadie te dio las gracias, 
y ahora yo, 
a modo de catarsis
 te dedico estas líneas. 
Sé que es poco, 
pero por experiencia te digo
que son los pequeños detalles
los que al final se convierten
en grandes recuerdos. 

Seguro que vosotros también tenéis unos fantasmas que os atormentan, que cada día vienen a vuestra mente. ¿Habéis probado alguna vez a escribir en una hoja en blanco sobre ellos? Os lo recomiendo, puede ayudaros a conseguir espantarlos, o por lo menos puede haceros sentir mejor con vosotros mismos y hacer que sus visitas no sean tan recurrentes. Me gustaría que tratarais de pensar en estos fantasmas e intentar realizar mediante un poema vuestra propia catarsis interior. Seguro que os sentís mucho mejor después de hacerlo.

¡Ahora os toca a vosotros!

Hernández, Miguel

Miguel Hernández: el poeta del pueblo y de la guerra

Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo español que se destacó por la profundidad y la autenticidad de sus versos, reflejo de su compromiso social y político. Considerado como un «genial epígono» de la generación del 27, Miguel Hernández también se vinculó a la Escuela de Vallecas, un movimiento artístico que buscaba expresar la realidad del pueblo y de la naturaleza.

De familia humilde, Miguel Hernández tuvo que abandonar muy pronto la escuela para ponerse a trabajar como pastor de cabras. Sin embargo, desarrolló su capacidad para la poesía gracias a ser un gran lector de poesía clásica española, especialmente de Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz. En su pueblo natal, Orihuela, formó parte de una tertulia literaria donde conoció a Ramón Sijé, con quien estableció una gran amistad que le inspiraría uno de sus poemas más famosos: Elegía a Ramón Sijé.

En la década de 1930 viajó a Madrid y colaboró en distintas publicaciones literarias, estableciendo relación con los poetas de la época, como Vicente Aleixandre, Pablo Neruda o Federico García Lorca. A su vuelta a Orihuela redactó Perito en lunas (1933), su primer libro de poemas, donde se refleja la influencia de los autores que leyó en su infancia y los que conoció en su viaje a Madrid. Ya establecido en Madrid, trabajó como redactor en el diccionario taurino El Cossío y en las Misiones pedagógicas de Alejandro Casona. Escribió en estos años los poemarios El silbo vulnerado (1934), Imagen de tu huella (1934) y el más conocido: El rayo que no cesa (1936), donde muestra su pasión amorosa por Josefina Manresa, con quien se casaría en 1937.

La Guerra Civil española marcó un punto de inflexión en la vida y la obra de Miguel Hernández. Se alistó en el bando republicano y participó activamente en el frente y en la retaguardia. Durante la guerra compuso Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1938), dos libros de poesía que se conocieron como «poesía de guerra», donde expresa su solidaridad con el pueblo y su denuncia contra el fascismo. También viajó a la Unión Soviética como delegado del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura.

Al terminar la guerra intentó salir del país, pero fue detenido en la frontera con Portugal. Condenado a pena de muerte, se le conmutó por la de treinta años, pero no llegó a cumplirla porque murió de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante. Durante su cautiverio escribió Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), una obra desgarradora donde expresa su dolor por la pérdida de su primer hijo, Manuel Ramón, y por la separación de su esposa y su segundo hijo, Manuel Miguel.

Miguel Hernández fue un poeta que supo plasmar con maestría y sensibilidad las vivencias del pueblo, el amor, la guerra y la muerte. Su poesía es un testimonio valioso y emotivo de una época convulsa y trágica de la historia española. Su voz no se apagó con su muerte, sino que se ha mantenido viva y vigente a través del tiempo, gracias al reconocimiento y al homenaje de otros poetas, músicos y artistas que han difundido su obra.

Los temas principales de la poesía de Miguel Hernández son:

  • La pena: es el sufrimiento existencial, la convicción de su destino trágico. Se vincula a otros temas como el amor, la ausencia y la muerte.
  • El amor: ligado a la pasión y al erotismo. Se relaciona, por una parte, con el dolor ante el sino adverso, y, por otra, con la culminación de la unión conyugal y la maternidad.
  • El odio: la acechanza entre los hombres, surgida de la tragedia marcada por las guerras, de la crueldad del ser humano convertido en fiera. Ante esto, el poeta opone amor, solidaridad y esperanza.
  • La naturaleza: en sus inicios era el tema principal como se ve reflejado en Perito en lunas. Después pasó a ser el motivo poético que le permite expresar su compromiso social con los trabajadores como podemos observar en Viento del pueblo. Por último y como se refleja en Cancionero y romancero de ausencias la naturaleza es el encuentro de los hombres ante la adversidad.
  • La vida y la muerte: el mundo poético de Hernández se define, como él mismo dijo, como el del amor y la muerte, junto a la vida. Vida y muerte se aúnan en dos sentidos: el existencialista (el hombre es un ser nacido para morir) y la muerte como semilla (es el concepto de la eternidad). Así, tras el canto entusiasta a la vida de sus comienzos, vemos cómo la vida y la muerte se abrazan en los poemas últimos del Cancionero.
Fuentes:
Dámaso Alonso: «Miguel Hernández: genial epígono», Revista Hispánica Moderna (1949).
A. Sánchez Vidal: «Miguel Hernández: Escuela Poética Vallecas», Revista Anthropos (1985).
Mis Apuntes: Miguel Hernández: temas de su poesía.
Mitos y símbolos en la poesía de Miguel Hernández.