De magdalenas, sentidos y lenguaje poético, por Raúl Molina

El narrador de Por el camino de Swann, la primera de las novelas que compone la heptalogía de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, recuerda su infancia al comer una magdalena con una taza de té, pues la textura y el aroma de ella le recuerdan a aquella época en la que viajaba con sus padres a casa de su tía Leoncia. Podemos leer esto desde el siguiente punto de vista: la memoria sensorial es la más duradera y fiable, mientras que otros tipos de recuerdos que articulamos alrededor del lenguaje pueden verse afectados por las deficiencias de este para plasmar la realidad. ¿Qué sabor tiene un tomate?, ¿A qué huelen las naranjas? Es complicadísimo lograr describir estas sensaciones, sin embargo, en cuanto percibimos un sabor similar al de un tomate en alguna comida nos damos cuenta, al igual que si olemos algo similar a una naranja. Es una clara prueba de que nuestra memoria sensorial no nos traiciona, mientras que aquella basada en el estudio, por ejemplo, sí lo hace; todos hemos tenido experiencias de este tipo delante de los exámenes: “¡Ojalá pudiera comerme los apuntes entonces!”, me dijo un amigo el día en que le explicaron esto de la magdalena, a lo que yo respondí “No te va a servir de nada, pero si los versificas dándoles un ritmo y/o una rima los podrás aprender mucho más fácil”. Por supuesto, todo quedó en una anécdota, pues al final no versificó sus notas de clase y mucho menos –gracias a Dios- se las comió.

¿Por qué nos es más fácil recordar aquello que guarda un ritmo marcado o que se establece sobre una determinada rima? Muy sencillo, porque nuestra memoria sensorial auditiva capta esas ideas de forma mucho más sencilla, y lo que es más importante, no las olvida con facilidad. Por esta razón surge el lenguaje poético, pues es más sencillo recordar y enseñar la religión, los mitos, las labores agrícolas, la historia de los pueblos…, a través de las estructuras de la poesía. Tendemos a pensar que nuestros antepasados no eran inteligentes y que todo lo que hoy sabemos lo hemos descubierto desde hace unos pocos años, sin embargo, esto es una de las mayores falacias que podemos imaginar. Los pueblos antiguos usaban un lenguaje basado en rimas y ritmos para transmitir los conocimientos de forma oral creando unos primitivos poemas, alguno de los cuales ha llegado hasta nuestros días. Ya los antiguos egipcios, más de dos mil años antes de Cristo, usaban lenguaje escrito en forma de poesía para plasmar cantos de labor y religiosos y unos cinco siglos después los sumerios lo usaron para la creación del primer gran poema épico del que tenemos noticia, La epopeya de Gilgamesh. Los griegos no eran tontos, de ahí que hicieran lo mismo con otros cantos épicos como La Odisea o La Ilíada. También los latinos la usaron para plasmar su mitología y también para informar acerca de las labores agrícolas, como bien hizo Virgilio en Las Geórgicas, como podemos ver en el siguiente fragmento extraído del Canto II:

El paso de las estaciones en el campo

No hay descanso para él hasta que el año abunde
en frutos, crías y haces de espigas, y cubra
los surcos de cosecha, y rompa los graneros. 
Viene el invierno: la aceituna de Sición 
se tritura en las prensas; vuelven los cerdos 
inflados de bellota; las selvas dan madroños; 
frutos varios ofrece el otoño; allá arriba, 
en las rocas, al sol, la vendimia madura.
Entre tanto, sus dulces hijos lo abrazan,
guarda el pudor su casta casa y, llenas 
de leche, cuelgan las ubres de sus vacas; 
sobre el ameno césped se embisten entre sí 
pingües cabritos. Y él celebra los días festivos, 
y, tendido en la hierba, donde arde el fuego 
ritual y sus amigos enguirnaldan las cráteras, 
libando te invoca, Leneo; después propone un juego 
de veloz jabalina a los guardianes del rebaño: 
el blanco será un olmo; y los robustos cuerpos 
muestran su desnudez en la agreste palestra.

Por tanto, vemos como el lenguaje poético se crea con unos fines prácticos: transmitir unos conocimientos básicos de forma oral de unas generaciones a otras en unas épocas en las que la información no se podía almacenar como hoy en día en libros, apuntes…, lo que hacía que fuera necesario un lenguaje que facilitara el aprendizaje. Para ello se basaron en la memoria auditiva, creando el lenguaje poético, que con el paso de los siglos se irá convirtiendo, como podemos ver en la pequeña relación de obras anterior, en un objeto artístico.

 Ahora que sabemos de dónde viene el lenguaje poético y por qué se crea, vamos a pasar a hablar de él. En primer lugar, y saltando a la poesía en lengua española, podemos afirmar la existencia de un lenguaje poético canónico creado a partir de la ruptura con el lenguaje natural y que persigue una voluntad de estilo. Pese a la gran tradición poética en lengua española que tenemos asimilada, nos es bastante complicado definirlo con precisión –podemos dar ideas, como que es rimado, con metros regulares…-, sin embargo, gracias a aquella tradición nos es sencillo identificarlo del resto de lenguajes y distinguirlo de otras variantes que de él se han hecho a lo largo del tiempo. Demos ahora la voz a los poetas para ejemplificar este hecho, creando una línea que vaya de la poesía medieval española hasta nuestros días:

SIGLO XV
Serranilla V: Menga de Manzanares
 (Íñigo López Mendoza, Marqués de Santillana) 

Por todos estos pinares 
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.

    Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso, 
e dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".

    Respondióme con ufana:
"Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.

    Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".

    Desque vi que non podía, 
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía 
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía, 
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.
SIGLO XVI
Soneto XIII 
(Garcilaso de la Vega)

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado!, ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
SIGLO XVII
Desconfianza de sus versos 
(Lope de Vega)

Los que en sonoro verso y dulce rima
hacéis conceto de escuchar poeta
versificante en forma de estafeta,
que a toda dirección número imprima,

oíd de un caos la materia prima
no culta como cifras de receta,
que en lengua pura, fácil, limpia y neta,
yo invento, Amor escribe, el tiempo lima.

Estas, en fin, reliquias de la llama
dulce que me abrasó, si de provecho
no fueren a la venta, ni a la fama,

sea mi dicha tal, que, a su despecho,
me traiga en el cartón quien me desama
que basta por laurel su hermoso pecho.
SIGLO XVIII
A la muerte de Filis 
(José de Cadalso)

Mientras vivió la dulce prenda mía,   
 Amor, sonoros versos me inspiraste;   
 obedecí la ley que me dictaste,   
 y sus fuerzas me dio la poesía.   
 
 Mas, ay, que desde aquel aciago día  
 que me privó del bien que tú admiraste,   
 al punto sin imperio en mí te hallaste,   
 y hallé falta de ardor a mi Talía.   
 
 Pues no borra su ley la Parca dura   
 (a quien el mismo Jove no resiste),   
 olvido el Pindo y dejo la hermosura.   
 
 Y tú también de tu ambición desiste,   
 y junto a Filis tengan sepultura   
 tu flecha inútil y mi lira triste. 
PRIMERA PARTE DEL SIGLO XIX
La despedida
(Leandro Fernández de Moratín) 

Nací de honesta madre: diome el Cielo   
 fácil ingenio en gracias, afluente:   
 dirigir supo el ánimo inocente   
 a la virtud, el paternal desvelo.   
 
 Con sabido estudio, infatigable anhelo,  
 pude adquirir coronas a mi frente:   
 la corva escena resonó en frecuente   
 aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.   

 Dócil, veraz: de muchos ofendido,   
 de ninguno ofensor, las Musas bellas  
 mi pasión fueron, el honor mi guía.   
 
 Pero si así las leyes atropellas,   
 si para ti los méritos han sido   
 culpas; adiós, ingrata patria mía. 
SEGUNDA PARTE DEL SIGLO XIX
En su cárcel de espinos y rosas
 (Rosalía de Castro) 

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

 En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

 Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

 Y despiertan soñando, y dormidos
  Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.
 —¡Todos parten! —exclaman—. ¡Tan sólo,
Tan sólo nosotros nos quedamos siempre!
¿Por qué quedar, madre, por qué no llevarnos
Donde hay otro cielo, otro aire, otras gentes? —

 Yo, en tanto, bañados en llanto mis ojos,
Los miro en silencio, pensando: —En la tierra,
¿Adonde llevaros, mis pobres cautivos,
Que no hayan de ataros las mismas cadenas?
Del hombre, enemigo del hombre, no puede
Libraros, mis ángeles, la egida materna.
SIGLO XX
Me dijo un alba de la primavera
 (Antonio Machado)

Me dijo un alba de la primavera:
—Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
  Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aun mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
  Respondí a la mañana:
—Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños,
ni sé si está mi corazón florido.
  Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas;
mí corazón, tus lirios.
SIGLO XXI
De oro fino es este río
(Ignacio Pagés Larruy)

De oro fino es este río
y de plata el verde árbol,
tintineante luz de luna
deja este sol en los álamos.
Del chopo cuelgan estrellas
y su alma es como de mármol.

Las noches de primavera,
en las que sueño los sábados,
tienen inscrita una letra
y un ritmo joven marcado.

Los valses cantan al sol,
que muere y padece airado
la mirada de aquel joven
bajo el álamo abrazado.
Y el girasol se encapucha
cuando queda sin amado.

Los gladiolos que son sangre
nacen siendo como un canto
y son el signo visible
de un amor apasionado,
que cantó en noches de luna
bajo este sol de los álamos. 

Por supuesto, vemos importantes diferencias entre ellos a causa de las modas imperantes durante cada época, sin embargo, hay algo que subyace a todos, esa cadencia lingüística canónica que todos identificamos con el lenguaje poético tradicional.

Sin embargo, a partir del siglo XX van a surgir diferentes formas de ruptura con este lenguaje. En primer lugar, el inicio de la vanguardia durante el primer tercio de siglo XX es clave, pues gran parte de su poética se va a basar en la ruptura del lenguaje poético a través de procedimientos diversos como el oscurecimiento de las formas, la experimentación con estas, experimentación con el lenguaje…, en algo que podemos llamar la subversión lingüística y formal de la vanguardia.

Todo ello llevará a la creación de verdaderas obras rupturistas de poesía visual, como los caligramas, que llevan al extremo la experimentación formal con el lenguaje poético. Por ejemplo, podemos fijarnos en el siguiente de Vicente Huidobro titulado “Camino paralelo”:

También hay otra línea experimental que circula por caminos más cercanos a la experimentación lingüística que a la formal, pero que también se separa del lenguaje más tradicional a través de procedimientos sintácticos –orden oracional, experimentación con la puntuación…-, de oscurecimiento del verso, utilización de imágenes irracionales… Cultivadores de este tipo de poesía fueron gran parte de los miembros de la Generación del 27 –llamada así porque se reunieron ese año para conmemorar el 300 aniversario de la muerte de Luis de Góngora, lo cual no es de extrañar, pues es bien sabido del oscurantismo de su poesía basado juegos de palabras, paronomasias, hipérbatos…- a la que perteneció Federico García Lorca, cuya obra Poeta en Nueva York es una de las más características:

Nacimiento de Cristo

Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota. 

¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco. 

Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua. 

El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces. 

La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas. 

Gran parte de la poesía actual española sienta sus bases en toda esa poesía experimental de vanguardia. Buenos ejemplos de ello son parte de los comprometidos poetas de la conciencia, entre los que podemos destacar a los del colectivo Unión de Escritores del País Valenciano como Enrique Falcón, Antonio Méndez Rubio o Carlos Durá, así como muchos otros que residen fuera de Valencia como por ejemplo Olvido García Vallés o Ildefonso Rodríguez, al que pertenece el siguiente poema:

Dos eneros

Hizo cuentas dijo
en voz alta los años de sus muertos
era la última noche: las doce uvas

pulió y lijó dos cucharas de madera
la grande y la pequeña
ni olor ni sabor

los guisos del tiempo ido
crece la melancolía de los dos eneros
sueños que se olvidan turrones caídos

y una canción de Atahualpa Yupanki
¿cómo son las culebras -imaginables-
las culebras blancas que anidan en la nieve?

Por último, podemos pensar que existe otro tipo de ruptura. Habíamos dicho que el lenguaje poético se basaba en la ruptura con el lenguaje natural –aquel que utilizamos en nuestra comunicación diaria-, partiendo de esta base lo que han pensado gran parte de poetas es que para romper con la tradición tienen que aspirar a acercarse al lenguaje natural en sus obras, creando así una poesía trasparente que tiende a la máxima efectividad comunicativa entre emisor –poeta- y receptor –lector-. De nuevo podemos recurrir a otra rama de la poesía de la conciencia, a la que pertenecen escritores como Jorge Riechmann, Antonio Orihuela o David González, autor de los siguientes versos:

Tinta

Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo.
En la cárcel provincial.
Después de la guerra.
Todas las mañanas
colgaban una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.
En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o dado muerte
mediante garrote vil.
Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre,
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos,
preguntando a gritos
a las otras mujeres
si tu abuelo
se había convertido
en tinta.

Hemos tratado de dar cuenta de los diferentes tipos de lenguaje con los que nos encontramos en la poesía. No es todo tan simple como lo hemos querido plasmar, pues aquí hemos hecho un esquema muy general –y optimista- desde el siglo XX hasta nuestros días en el que es imposible hablar de todas las características específicas. Cada poeta tiene un lenguaje propio y personal, imposible de ser copiado por mucho que otra persona base sus versos en la obra de aquel, eso sí, disfrutemos de la poesía, de todas las variedades que se han dado y que se están dando y saboreémosla para recordarla por lo que nos hace sentir. Solo así se inmortalizará en nuestra memoria y nos traerá en cada nueva lectura todo un conjunto de sensaciones, al igual que el sabor de la magdalena trasportaba al personaje de Proust por una gran red de evocaciones del pasado.

El Marqués de Santillana

Antes del Marqués de Santillana no se tiene referencia alguna de que alguien compusiera sonetos en lengua castellana, por lo que se puede asegurar que Íñigo López de Mendoza, nacido en Carrión de los Condes, Palencia, en 1398 y fallecido en su palacio de Guadalajara el 25 de marzo de 1458, fue el primer poeta en hacer el esfuerzo de adaptar la nueva versificación de endecasílabos surgida en Italia a la métrica propia del castellano tan dada a octosílabos, cuadernas vías y romances.

El Marqués de Santillana era hijo de una de las familias más poderosas de la nobleza castellana, el Almirante Diego Hurtado de Mendoza y doña Leonor de la Vega, mujer muy rica e inteligente, pero fue educado por su tío, el arcediano Gutierre, al morir su padre cuando él tenía cinco años de edad; más adelante estuvo al servicio de Fernando de Antequera, quien llegaría a ser rey de Aragón, pero volvió a Castilla para participar en la guerra contra Álvaro de Luna a la llegada al trono de Juan II de Castilla, y consiguiendo el título de manos del rey Juan II de Castilla, quien le daría el título de Marqués de Santillana por su participación fiel en la batalla de Olmedo. Fue padre de diez hijos: siete varones y tres hembras, siendo los más conocidos su primogénito, Diego Hurtado de Mendoza, Duque del Infantado, y el quinto, que sería el Cardenal Mendoza, a quien se le llegó a denominar como “el tercer rey de España” en tiempo de los Reyes Católicos.

El Marqués era un hombre de guerras y letras, a la moda del caballero letrado del siglo XV, que compaginó sus constantes lides,  intestinas, a veces, o de reconquista, en otras, con la esgrima depurada de sus versos, consiguiendo en ambas, sino la gloria de los héroes, sí el reconocimiento de los firmes y valientes, pues si en una se enfrentó incluso a reyes, en la otra tuvo que medírselas con la intransigencia de la tradición al pretender innovar la poesía patria con sus “ 42 sonetos fechos al itálico modo”, aunque también recreara su imaginación con versos más cercanos como las “Serranillas”, “Canciones” o “Proverbios”.

Estos sonetos no solamente representan el primer trabajo en serio y elaborado de las formas renacentistas en España, sino incluso el primer conjunto de poemas de este estilo confeccionado fuera de Italia, por lo cual Íñigo López de Mendoza se convierte en una de las mayores figuras del prerrenacimiento castellano, ya que sus trabajos se desarrollaron a caballo entre los últimos estertores de lo medieval y los primeros balbuceos del renacimiento en la Península Ibérica.

Las temáticas de sus sonetos se dividen en tres grupos: amorosa, religiosa y sobre el paso del tiempo, algo bastante común entre los escritores del momento.

En la temática amorosa descubriremos pronto que está bastante influenciada por la moda provenzal, como en el ejemplo siguiente donde él se compara con una fortaleza sitiada por el amor al que quiere resistir, pero no puede y ve sus dfensas derruidas, pues ni David, ni Sansón, ni Hércules, ni Salomón lograron vencerle:

- IV –

Sitio de amor con grand artillería 
me veo en torno e poder inmenso, 
e jamás cesan de noche e de día, 
nin el ánimo mío está suspenso 

de sus combates con tanta porfía 
que ya me sobra, maguer me defenso. 
Pues, ¿qué farás?, ¡o triste vida mía!, 
ca non lo alcanzo por mucho que pienso. 

La corpórea fuerza de Sansón, 
nin de David el grand amor divino, 
el seso nin saber de Salamón, 

nin Hércules se falla tanto digno 
que resistir podiesen tal prisión; 
así que a defensar me fallo indigno.

Pero a veces el amor es una prisión, aunque el cautivo no se lamenta de ser prisionero de ella porque su dicha está en ser esclavo de la belleza de la amada:

- VIII –

¡O dulce esguarde, vida e honor mía, 
segunda Elena, templo de beldad, 
so cuya mano, mando e señoría 
es el arbitrio mío e voluntad!

Yo soy tu prisionero, e sin porfía 
fueste señora de mi libertad; 
e non te pienses fuiga tu valía 
nin me desplega tal captividad.

Verdad sea que Amor gasta e dirruye
las mis entrañas con fuego amoroso, 
e la mi pena jamás diminuye;

nin punto fuelgo nin soy en reposo,
mas vivo alegre con quien me destruye;
siento que muero e non soy quejoso.

Un claro ejemplo de la estética erótico-amorosa provenzal lo tenemos en los cabellos rubios, “color de oro”, y la figura de ella, “forma divina”:

- IX –

Non es el rayo de Febo luciente,
nin los filos de Arabia más fermosos
que los vuestros cabellos luminosos,
nin gema de topaza tan fulgente.

Eran ligados de un verdor placiente
e flores de jazmín que los ornaba,
e su perfecta belleza mostraba
cual viva flama o estrella d'Oriente.

Loó mi lengua, maguer sea indigna,
aquel buen punto que primero vi
la vuestra imagen e forma divina,

tal como perla e claro rubí,
e vuestra vista társica e benigna,
a cuyo esguarde e merced me di.

El paso del tiempo es un tema muy recurrente en todas las diferentes épocas poéticas ya que es algo que obsesiona bastante al ser humano al enfrentarse con su mortalidad y darse cuenta de que todo es efímero, perecedero y nada permanece. En el siguiente poema habla de que hasta la roca más dura cede ante la insistencia del agua, de que ninguna guerra dura eternamente, ni el bien ni el mal permanecen, y por lo tanto, le dice a su amada, que por mucho que resista, llegará el día en que cederá:

- VI –

El agua blanda en la peña dura 
faze por curso de tiempo señal, 
a la rueda rodante la ventura 
transmuda e troca el genio humanal. 

Paces he visto apres gran rotura 
atarde dura bien nin faze mal, 
mas la mi pena jamás ha folgura 
nin punto cesa mi largor mortal. 

Por ventura dirás, ídola mía, 
que a ti non place de mi perdimiento, 
antes repruebas mi loca porfía. 

Di, ¿qué faremos del ordenamiento 
de amor, que priva toda señoría 
e rige e manda nuestro entendimiento?

Otra consecuencia del paso del tiempo es la muerte y con ella el olvido, pero aquellas personas en cuya vida alcanzaron la gloria con sus hechos, no morirán nunca porque siempre estarán vivas en el recuerdo de las gentes. Así lo vemos en este soneto dedicado al rey de Aragón del cual el Marqués fue ayudante durante un tiempo:

- XIII –

Calla la pluma e luce la espada
en vuestra mano, rey muy virtüoso;
vuestra excelencia non es memorada
e Calíope fuelga e ha reposo.

Yo plango e lloro non ser comendada
vuestra eminencia e nombre famoso,
e redarguyo la mente pesada
de los vivientes, non poco enojoso;

porque non cantan los vuestros loores
e fortaleza de memoria digna,
a quien se humilian los grandes señores,

a quien la Italia soberbia se inclina.
Dejen el carro los emperadores
a la vuestra virtud cuasi divina.

Y este es uno de los sonetos de tema religioso, más bien hagiográfico o de alabanza a Santa Clara, una monja italiana, nacida en Asís en 1194 y que fue la fundadora de la orden de las clarisas:

- XXXIV –

Clara por nombre, por obra e virtud
luna de Asís, fija d'Ortulana,
de santas donas enxiemplo e salud,
entre las veudas una e soberana;

principio de alto bien, e juventud
perseverante, e fuente do mana
pobreza humilde, e closo alamud,
del seráfico sol muy digna hermana.

Tú, virgen, triunfas del triunfo triunfante
e glorïoso premio de la palma;
así non yerra quien de ti se ampara

e te cuenta del cuento dominante
de los santos, ¡o santa sacra e alma!
Pues ora pro me, beata Clara.

El Marqués de Santillana admiraba a Dante y Petrarca y todos sus sonetos siguen con fidelidad las pautas creadas por aquellos, tanto en la adopción del verso endecasílabo como en la temática y el resto de la métrica.

Sin embargo, su propósito modernizador no tuvo la repercusión que él esperaba, pues a pesar de sus intentos de adaptar el endecasílabo al modo de versificar español, no dieron resultado ya que la moda poética de la Península iba por otros derroteros y él no consiguió ajustar a la perfección el metro toscano al habla castellana, por lo que simplemente aplicó la forma estrófica incurriendo en bastantes fallos con el resto. Y es que el influjo del verso de arte mayor castellano, con su ritmo inflexible, le impedía adaptar el endecasílabo con sus acentos en la sexta y décima silabas.

Y para finalizar hemos dejado un soneto bastante reflexivo donde Íñigo López de Mendoza se da cuenta de la belleza que le rodea y de lo desagradecido que es él, siempre quejándose, cansado de todo y esclavo de sus caprichos:

- I –

Cuando yo veo la gentil criatura
qu'el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura,
el punto e hora que tanta belleza

me demostraron, e su fermosura,
ca sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
e plango e quéjome de su crueza.

Ca non fue tanta la del mal Tereo,
nin fizo la de Aquila e de Potino,
falsos ministros de ti, Ptolomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
e la mi loca fiebre, pues que veo
e me fallo cansado e peregrino.