Merlo, Fernando

Fernando Merlo nació en Málaga en 1952 y murió en 1981, dejando tras de sí una obra poética breve pero intensa, que lo sitúa como uno de los autores más originales y transgresores de su generación. Su poesía se caracteriza por el uso de recursos vanguardistas, como la tipografía, el collage, el humor negro o la ironía, para expresar una actitud rebelde y desgarrada ante la vida. Sus primeros libros, Al son de mi guitarra y Cartas a Elvira y a Iska (escrito junto a Juan Domínguez), publicados en 1970, reflejan una visión crítica y realista de la sociedad española de la época. Sin embargo, pronto abandonó ese tono para adentrarse en una poesía más personal y experimental, que buscaba romper con las normas establecidas y crear un lenguaje propio. Así lo demuestra su libro Trepanación, editado en 1973 junto a obras del artista plástico José María Báez, que supone el punto culminante de su aventura vanguardista y también el final de su producción poética durante varios años. En 1980, Merlo decidió reunir toda su obra bajo el título de Escatófago, un libro que recoge su trayectoria poética desde sus inicios hasta sus últimos sonetos, A sus venas y Oasis, escritos en 1981 poco antes de morir. Estos dos poemas revelan su condición de poeta yonqui y contracultural, que vivió al límite y que plasmó en sus versos su dolor y su pasión. Escatófago se publicó póstumamente en 1983, con una edición cuidada por José María Báez, e incluyó los dos sonetos finales. Desde entonces, el libro se ha reeditado varias veces (1992 y 2004) y ha sido reconocido como una de las obras más singulares e innovadoras de la llamada “generación del 68”.

Villena, Fernando de

Fernando de Villena, granadino de nacimiento y vocación, es uno de los poetas más prolíficos y reconocidos de la literatura española contemporánea. Su formación como doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Granada y su pertenencia a la Academia de Buenas Letras de Granada le han otorgado un profundo conocimiento de la lengua y la cultura hispánicas, que se refleja en su obra. Su producción literaria abarca más de treinta libros de poesía, así como obras de narrativa y ensayo, que le han valido numerosos galardones, entre ellos el Premio Andalucía de la Crítica, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla y el Premio Internacional de Poesía Generación del 27. Su poesía se inspira en la tradición clásica grecolatina y en la cultura mediterránea, pero también en el Siglo de Oro español, especialmente en la figura de Góngora, a quien ha dedicado varios estudios y homenajes. Entre sus poemarios más destacados se encuentran Pensil de rimas celestes, una recreación del universo gongorino; Soledades tercera y cuarta, una continuación imaginaria de las Soledades de Góngora; El libro de la esfinge, una reflexión sobre el enigma de la existencia; El Mediterráneo, un canto al mar que une civilizaciones; y La cripta de la resurrección, una meditación sobre la muerte y la vida eterna. Fernando de Villena es, sin duda, un poeta que combina erudición y belleza, tradición e innovación, en una voz única e inconfundible.

Grande, Félix

Félix Grande fue uno de los grandes poetas españoles del siglo XX, perteneciente a la Generación del 50, que también destacó como narrador y crítico literario. Su vida estuvo marcada por el amor a la poesía, al flamenco y a su familia. Nació en 1937 en Mérida, una ciudad extremeña con un rico patrimonio histórico, pero se crio en Tomelloso, un pueblo manchego famoso por sus cuevas y sus vinos. Allí conoció la dura realidad del campo, donde su abuelo trabajaba como cabrero, y la violencia de la posguerra, donde su padre ejercía como guardia de asalto. Desde muy joven sintió una gran pasión por el flamenco, llegando a ser un virtuoso de la guitarra y acompañó a grandes figuras del cante como Juanito Valderrama o Antonio Mairena. Sin embargo, su vocación literaria le llevó a abandonar los escenarios y dedicarse por completo a la escritura. Se trasladó a Madrid, donde conoció a la que sería su esposa y compañera de vida, la poeta Francisca Aguirre, hija del pintor Lorenzo Aguirre. Juntos tuvieron una hija, Guadalupe Grande, que también se dedicaría a la poesía. Formaron una familia unida por el arte y el compromiso social. Su obra poética se caracteriza por su lenguaje sencillo y directo, su tono coloquial y su capacidad para expresar sentimientos universales. Algunos de sus libros más destacados son Las piedras del cielo, Biografía, La cabellera de la Shoá o Los versos del varón de piedra. Por ellos recibió importantes galardones como el Premio Adonáis, el Premio Casa de las Américas, el Premio Nacional de Poesía o el Premio Nacional de las Letras Españolas. También cultivó la narrativa, con obras como Mestizo, El libro de los abrazos o La balada del abuelo Palancas, donde reflejó sus experiencias personales y su visión crítica de la realidad española. Además, fue un reconocido flamencólogo y escribió ensayos sobre García Lorca, Paco de Lucía y Camarón de la Isla, entre otros.Félix Grande falleció en Madrid en 2014 a causa de un cáncer de páncreas, dejando un legado literario y humano que lo sitúa entre los grandes escritores españoles contemporáneos. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha sido objeto de numerosos estudios y homenajes.

Azúa, Félix de

Félix de Azúa es mucho más que un escritor español. Es un académico de la lengua, un poeta que se atrevió a romper moldes, un novelista que exploró las facetas más absurdas y humillantes de la condición humana, un ensayista que iluminó las artes y la cultura con su mirada aguda y crítica, un filósofo que cuestionó los dogmas y las certezas, y un profesor que transmitió su pasión por la estética. Su obra abarca diversos géneros y estilos, pero siempre con una voz propia, original y provocadora. Su andadura literaria comenzó con la poesía, en la que se inscribió dentro de la llamada generación de los novísimos, un grupo de jóvenes poetas que renovaron el panorama poético español en los años sesenta y setenta. Sus versos son fríos y herméticos, cargados de símbolos y alusiones culturales, que expresan una visión desolada y nihilista del mundo. Algunas de sus obras poéticas más destacadas son Cepo para nutria (1968), El velo en el rostro de Agamenón (1970), Lengua de cal (1978) y Farra (2009). Pero Félix de Azúa no se conformó con ser solo poeta. También se adentró en el mundo de la narrativa, donde demostró su maestría para crear personajes e historias que reflejan la complejidad, la ironía y el sarcasmo de la realidad contemporánea. Sus novelas son una mezcla de humor, crítica social, reflexión filosófica y experimentación formal. Entre ellas sobresalen Historia de un idiota contada por él mismo (1986), Diario de un hombre humillado (1987), Cambio de bandera (1991) y Autobiografía sin vida (2010). Además, Félix de Azúa es un reconocido ensayista, que ha abordado temas tan variados como el arte, la política, la religión, la ética o la educación. Sus ensayos son eruditos pero accesibles, rigurosos pero amenos, lúcidos pero polémicos. Algunos ejemplos son Diccionario de las artes (2002), La invención de Caín (2011) y La pasión domesticada (2016). Félix de Azúa también ha ejercido una notable influencia en el ámbito periodístico y cultural, como colaborador habitual de los diarios El País y El Periódico de Catalunya, donde ha escrito artículos sobre temas de actualidad con su estilo mordaz e irreverente. Félix de Azúa es, en definitiva, uno de los escritores más relevantes e interesantes del panorama literario español actual. Su obra es una invitación a pensar, a sentir, a reír y a sorprenderse.

¡Viva el vino y las mujeres!, por Raúl Molina

Anacreonte nació en el siglo VI a.C. en Teos, actualmente Sigacik, en Turquía. Poeta de profesión, realizó composiciones cortas y graciosas para amenizar banquetes de príncipes, formadas por estrofas melodiosas y musicales y cuya temática gira en torno a los goces de la buena mesa (vino) y el amor. Todo ello está rodeado de un halo temporal, que advierte sobre la fugacidad de la vida, haciendo un llamamiento al placer y al disfrute del momento presente sin distraerse en pensamientos sobre el pasado o el futuro.

¡Por los dioses!, ¡Déjame beber!
¡Beber sin interrupción! Quiero
Enloquecer.
¡Toma tú las armas, yo bebo…!
Muchacho, tráeme la copa.
Si he de yacer por tierra,
Es mejor que sea embriagado
Que no muerto.

La filosofía hedonista se deja entrever no tan solo en los poemas de temática puramente festiva como el anterior, sino también en las composiciones amorosas, que en muchos casos están cargadas de tintes eróticos. Para entenderlas es necesario saber que el amor en la Antigua Grecia no solo era de tipo heterosexual, sino que las relaciones homosexuales entre hombres estaban totalmente permitidas, e incluso las relaciones “pederásticas” entre un joven (eromenos, 15-18 años) y un adulto (erastes) que no pertenecieran a la misma familia eran consideradas tradicionalmente de formación educativa y moral.  Mientras Afrodita era la diosa del amor heterosexual, Eros era el patrón del amor entre hombres:

Oh, muchacho
Que tienes una mirada virgen
Te estoy buscando
Y tú no me hacer caso.
Y es que no eres consciente
De que eres el auriga de mi alma.

Trae agua, trae vino.
¡Oh, muchacho, tráeme guirnaldas!
¡Que sea pronto, que estoy
Luchando ya contra Eros!

Esteban Manuel de Villegas (1589-1669) será el primer poeta en rescatar este tipo de composiciones en Las Eróticas, cuya primera parte está formada por poemas de versos heptasílabos y temática amoroso-festiva, que marcarán el inicio de la anacreóntica en la poesía española y serán el modelo para los posteriores recuperadores del género. Un claro ejemplo es su breve poema “De la lira”, en el que plasma su intención de dejar de cantar a los grandes héroes mitológicos (Cadmo, Atridas y Alcides), para pasar a realizar una poesía amorosa: “ya de amor solo / solo canta mi lira”.

Quiero cantar de Cadmo,
quiero cantar de Atridas:
mas ¡ay! que de amor solo
sólo canta mi lira.
Renuevo el instrumento,
las cuerdas mudo aprisa;
pero si yo de Alcides,
ella de amor suspira.
Pues, héroes valientes,
quedaos desde este día,
porque ya de amor solo
sólo canta mi lira.

Vamos a saltar ahora hasta el siglo XVIII. Si durante el Renacimiento (s. XVI aprox.) y parte del Barroco se van a tratar de imitar los modelos clásicos (latinos y griegos) en cualquier rama del arte, en el siglo XVIII, durante el auge de la Ilustración se va a volver la vista de nuevo a esos mismos modelos, dando como consecuencia un tipo de arte que ha recibido el nombre de neoclásico (nuevo clasicismo) y que se extenderá durante parte del siglo XIX hasta la llegada del Romanticismo.  Entre 1771 y 1773 se crea la Tertulia de la Fonda de San Sebastián, donde importantes intelectuales españoles debatirán sobre “teatro, toros, amores y versos”, y de forma voluntaria marcarán un nuevo devenir en la poesía gracias a la lectura y comentarios de obras de poetas españoles  e italianos, estos últimos cultivadores de anacreónticas, composiciones que se van a convertir en excelentes manifestaciones de la aspiración dieciochesca al hedonismo (placer, liberación y felicidad humana) gracias a que serán rescatadas por parte de los tres poetas participantes en la Tertulia: José Cadalso, Nicolás Fernández de Moratín y Tomás de Iriarte.

José Cadalso (1741-1782) ha sido considerado como el primer romántico de la literatura española por su obra Noches lúgubres, escrita en 1771 pero publicada en 1789. Sin embargo, esto no nos va a interesar mucho ahora, sino que lo que verdaderamente es importante para lo que estamos tratando aquí son sus poemas, sobre todo aquellos en los que deja constancia de la influencia de las anacreónticas leídas y comentadas en la Tertulia de la Fonda de San Sebastián. En estas composiciones de nuevo van a aparecer los temas amorosos y festivos, estos últimos relacionados con el vino (Baco es el dios del vino; las referencias mitológicas son constantes tanto en los poetas del Clasicismo como en los neoclasicistas), aunque es cierto que concretamente en este poema se centra mucho más en la liberación y felicidad relacionada con lo puramente festivo.

Pues Baco me ha nombrado 
virrey de dos provincias, 
que de todo su imperio 
son las que más estima; 
pues ya siguen las leyes 
que mis labios les dicta 
de Jerez los majuelos, 
de Málaga las viñas, 
cobremos los tributos 
de las uvas más ricas,  
y mis alegres sienes 
con pámpanos se ciñan; 
y salgan en mi obsequio 
las cubas más antiguas; 
y que vengan bien llenas  
y vuelvan bien vacías. 
Canten mis alabanzas 
al son de las botijas, 
de jarros y toneles, 
con sus voces festivas,  
zagales y zagalas 
de toda Andalucía, 
y cuantos asistieron 
a la última vendimia. 
Digan «¡Viva el virrey!» 
que Baco les envía; 
y si acaso a su canto 
faltasen las letrillas, 
lo ya dicho cien veces 
otras ciento repitan;  
y toquen las botellas, 
y suenen las botijas. 
Y si logro dormirme 
entre parras sombrías, 
bebiendo y escuchando  
tan dulce melodía, 
¿qué me importa que mueran, 
con pobreza o riqueza, 
con susto o alegría, 
cuantos otros virreyes  
la fortuna destina, 
los unos a la Europa, 
los otros a las Indias?

Cadalso viaja a Salamanca en 1773, y allí toma contacto con unos poetas de la segunda generación de ilustrados, influyendo en ellos y haciendo que estos se conviertan con el paso de los años en los principales cultivadores del género anacreóntico en España. Muy probablemente, es Meléndez Valdés (1754-1817) el alumno más aventajado de Cadalso y el que conseguirá llevar a este género a altas cotas de popularidad. En 1820 aparecen publicadas las Odas anacreónticas un poemario formado por 15 anacreónticas. De ellas he seleccionado “A Dorila”, poema en el que se plasma un tema universal de la poesía, la fugacidad del momento presente. En esta anacreóntica, al igual que en muchas otras, aparece el tópico del  tempus fugit, amén del cual el yo poético se pregunta para qué sirven los “años de nuestra frágil vida”, contestándose en el verso siguiente: “Para juegos y bailes / y cantares y risas”. En definitiva, de nuevo el epicureísmo.

¡Cómo se van las horas,    
y tras ellas los días,   
y los floridos años   
de nuestra frágil vida!   

La vejez luego viene,   
del amor enemiga,   
y entre fúnebres sombras   
la muerte se avecina,   

que, escuálida y temblando,   
fea, informe, amarilla,  
nos aterra, y apaga    
nuestros fuegos y dichas.    

El cuerpo se entorpece,    
los ayes nos fatigan,   
nos huyen los placeres    
y deja la alegría.   

Si esto, pues, nos aguarda,    
¿para qué, mi Dorila,   
son los floridos años    
de nuestra frágil vida?  

Para juegos y bailes   
y cantares y risas   
nos los dieron los cielos,    
las Gracias los destinan.   

Ven, ¡ay!, ¿qué te detienes?  
Ven, ven, paloma mía,    
debajo de estas parras   
do lene el viento aspira;   

y entre brindis süaves    
y mimosas delicias  
de la niñez gocemos,   
pues vuela tan aprisa. 

Valdés irá un paso más allá con las anacreónticas, escribiendo Los besos de amor, poemario en el que va a plasmar de forma explícita los sobreentendidos y las alusiones del tema amoroso, convirtiendo las anacreónticas en poesías eróticas, traspasando la galantería de Anacreonte y quedándose cerca de la poesía pornográfica, de la que tan solo la fina línea del lenguaje figurado las separa. Con una lectura del siguiente poema os daréis cuenta de que Valdés va un paso más allá:

Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,

cuando a mi ardiente boca
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,

y yo por alentarla
corro con mano inquieta
de su nevado vientre
las partes más secretas,

y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,

ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela,

entonces, ¡ay!, si alguno
contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias
en que el amor me anega.

Por último, y para romper este tono serio que uso cuando hablo de poesía quería traeros una anacreóntica pasodoblesca del siglo XX, sin metáfora alguna, directa, como tantas otras canciones de su autor, un carro no era más que un carro y los toros y las minifaldas no eran más que toros y minifaldas, quizás ahí esté la base de su éxito en la España en los años 60 y 70. Por supuesto, solo podía ser Manolo Escobar, patrio cantante de las “glorias de España”, que a propósito o no, me inclino más a lo segundo, compuso una anacreóntica un tanto peculiar titulada “Mujeres y vino”, ahí va eso:

CREACIÓN LITERARIA

Qué os parece coger uno de los temas de la poesía anacreóntica (fugacidad de la vida, goce del presente, lo festivo, el vino o cualquier tipo de alcohol…) y hacer un poema alrededor de él. Por supuesto, prefiero que toméis como modelo a los poetas del XVIII y no tanto a Manolo Escobar, aunque si alguien se ve poseído por el espíritu del pasodoble y nos deleita con uno también será recibido con los brazos abiertos. ¿Os animáis?

Benítez Reyes, Felipe

Felipe Benítez Reyes es un poeta, novelista y ensayista español nacido en Rota, Cádiz, el 25 de febrero de 1960. Es considerado uno de los escritores más destacados de su generación. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla y posteriormente se trasladó a Madrid, donde trabajó como profesor de literatura en la Universidad Autónoma. Además, ha colaborado en diversos medios de comunicación, como el diario ABC.

En su obra poética, Felipe Benítez Reyes se caracteriza por su estilo lírico y reflexivo, en el que aborda temas como el amor, la soledad, la muerte y la existencia humana. Sus poemas se destacan por su musicalidad y su cuidado lenguaje. Entre sus obras más destacadas se encuentran “Vidas improbables” (1995), “El equipaje abierto” (1996), “El novio del mundo” (1997), “El azar y viceversa” (2001) y “El pensamiento extranjero” (2016).

Además de su labor como poeta, Benítez Reyes ha incursionado en la narrativa con novelas como “Mercado de espejismos” (1995) y “El abrecartas” (2007), que le han valido reconocimientos y premios literarios. En 1999, recibió el Premio Nacional de Poesía por su obra “Vidas improbables”. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha sido objeto de estudio y análisis por parte de la crítica literaria.

En resumen, Felipe Benítez Reyes es un destacado poeta y escritor español cuya obra se caracteriza por su estilo lírico y reflexivo. Su contribución a la literatura española ha sido reconocida con numerosos premios y su obra continúa siendo valorada y estudiada en la actualidad.

García Lorca, Federico

Federico García Lorca, nacido en el pueblo granadino de Fuente Vaqueros el 5 de junio de 1898, fue un genio de las letras españolas del siglo XX. Su talento se manifestó en diversos géneros literarios y artísticos, como la poesía, el teatro, la prosa y la música. Fue uno de los máximos exponentes de la generación del 27, un grupo de escritores que renovó la literatura española con su creatividad y su compromiso con la realidad social y cultural de su época. Entre sus obras más célebres se encuentran Romancero gitano, una colección de poemas que refleja el mundo y la cultura gitana con un lenguaje simbólico y musical; Poeta en Nueva York, un libro de versos que denuncia la deshumanización de la gran ciudad y expresa el dolor y la angustia del poeta ante la injusticia y la violencia; Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, tres dramas que retratan la tragedia de la vida rural española, marcada por el honor, la represión y el destino; y Diván del Tamarit, un conjunto de poemas inspirados en la poesía árabe clásica, que abordan temas como el amor, la muerte y el tiempo. El estilo de García Lorca se caracteriza por la combinación de elementos tradicionales y vanguardistas, la expresión de los sentimientos y las pasiones humanas, el uso de símbolos e imágenes sugerentes y la musicalidad y el ritmo de sus versos. Su vida estuvo marcada por su sensibilidad artística, su compromiso social y político, su homosexualidad y su trágica muerte a manos de los sublevados durante la guerra civil española. Fue fusilado en Víznar, Granada, el 18 o 19 de agosto de 1936, sin que se haya podido esclarecer el lugar exacto ni las circunstancias de su asesinato. Su legado ha sido reconocido y admirado por numerosos escritores, artistas e intelectuales de todo el mundo.

Nora, Eugenio G. de

Eugenio García de Nora, escritor comprometido y existencialista, nació en un pequeño pueblo leonés llamado Zacos, el 13 de noviembre de 1923, y murió en Madrid, el 2 de mayo de 2018, dejando tras de sí una huella imborrable en la literatura española. Se licenció y doctoró en Filología románica, y ejerció como profesor de Literatura española en la Universidad de Berna, Suiza, durante cuatro décadas (1949-1989). Allí difundió la cultura española entre los estudiantes suizos, y mantuvo contacto con otros escritores exiliados.

Su vocación poética se manifestó desde muy joven, cuando fundó junto con sus amigos Antonio González de Lama y Victoriano Crémer la revista Espadaña en 1944. Esta publicación se convirtió en un referente de la poesía comprometida, que denunciaba la situación social y política de la España de la posguerra, y se oponía al clasicismo y al garcilasismo que predominaban entre otros poetas. Su talento literario fue reconocido con varios premios, como el Adonáis de Poesía en 1947, el Boscán en 1953 y el Castilla y León de las Letras en 2001.

Su obra poética abarca varios libros, entre los que destacan Cantos al destino (1945), Pueblo cautivo (1946), Amor prometido (1946), Contemplación del tiempo (1948), Siempre (1953) y España, pasión de vida (1953). Este último es considerado su obra maestra, en la que expresa su amor por su tierra natal, su indignación por el sufrimiento del pueblo español y su esperanza por un futuro mejor. En sus versos se percibe la influencia del paisaje castellano y la historia de España. Después de este libro, entró en una etapa de silencio creativo, que rompió en 1975 con la publicación de una antología de su obra poética titulada Poesía (1939-1964), que incluía el nuevo poemario Angulares. Su última obra fue Canción (1939-2002), publicada en 2004.

Además de poeta, Eugenio G. de Nora fue también un estudioso de la novela española de posguerra, sobre la que escribió un análisis en tres volúmenes titulado La novela española contemporánea (1958-62), basado en los principios del realismo social. Su poesía se caracteriza por un tono elegíaco y a veces escéptico, que revela una visión existencialista del mundo. Abordó temas como el amor, la muerte, el paso del tiempo y el afán de trascendencia del ser humano, además del compromiso social. Fue uno de los poetas más representativos de la llamada poesía desarraigada, según la clasificación de Dámaso Alonso.

Cecilia y sus espejismos

Seguramente, para aquellas personas que hoy disfrutan de su pletórica juventud, el nombre de Cecilia no les dirá mucho, o prácticamente nada, aunque algunas de sus composiciones continúen estando tan frescas como cuando fueron creadas y ciertas versiones de ellas alcancen algún que otro éxito en la actualidad, interpretadas por otras voces, sin embargo, esta mujer, que realmente se llamaba Evangelina Sobredo Galanes, ocupó un lugar predominante en la música española de la década de los setenta y sus letras fueron coreadas por los jóvenes seguidores de aquella época, con idéntica entrega como los fans de hoy lo hacen con sus estrellas mucho más modernas.

Cecilia, nombre adoptado de la canción de Simón & Garfunkel que por aquellos tiempos hacía furor, nació en el seno de una familia acomodada e influyente en la localidad de El Pardo, Madrid, un 11 de octubre de 1948. Hija de un diplomático, ella y sus siete hermanos recibieron una educación esmerada y cosmopolita, pues vivieron en diversos países como Reino Unido, Estados Unidos, Portugal, Argelia o Jordania, por lo que dominaba el inglés igual que el español, defendiéndose bien en otros idiomas, y era conocedora de diversas culturas, lo que le dio ese carácter abierto, libre y rebelde que caracterizaría su obra posterior.

Dicen que una monja norteamericana, profesora de la muchacha en sus años Yankees, fue la impulsora de su carrera musical, no lo podemos asegurar, pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es el disgusto que les dio a sus atildados progenitores cuando les informó sobre su decisión de dejar los estudios de Derecho, más acorde a su posición social, para dedicarse al mundo de la farándula… Eso que salimos ganando el resto…

Pero los sobresaltos para una familia tan apegada al régimen del momento no acababan nada más que a empezar, pues la niña les salió contestataria y le dio por escribir canciones con unas letras de bastante calidad poética y muy por encima de lo que en aquellos momentos se hacía en este país de fiesta y pandereta y, no contenta con ello, las rellenó de una carga existencialista y de protesta que no encajaban en nada con lo que su estirpe representaba.

Allá por el año 1970 grabó su primer disco sencillo que, para quienes no los hayan conocido, eran unos pequeños discos de vinilo con sólo dos canciones, una, la que se deseaba lanzar a la fama, por la cara “A”, y otra por la cara “B”, las cuales estaban grabadas a 45 revoluciones por minuto; luego había, entre otros, los LP o larga duración, que podían durar hasta 45 minutos por cada cara y donde se grababan sobre veinte canciones, dependiendo de la duración, a 33 revoluciones. Bueno, pues lo dicho, allá por el año 1970 grabó su primer sencillo junto con Nacho Saez de Tejada, quien luego formaría parte del grupo “Nuestro Pequeño Mundo”, y Julio Seijas, quien se agruparía con “La Compañía”, titulado Expresión y que contenía dos canciones cantadas en inglés: Try catch the sun y Have you ever had a blue day?, las cuales, la verdad, casi nadie recuerda.

Un año después apareció su primer sencillo en solitario, que tampoco tuvo un éxito muy importante, pero que supuso una declaración de lo que iba a ser su estilo, el cual quedaría patente en su primer LP, grabado en 1972, titulado Cecilia y donde entre otras canciones, tanto en español como en inglés, aparecía su primer gran éxito Dama, dama que, curiosamente, apareció como cara “B” del sencillo por miedo a la censura del régimen franquista, y que trataba del espejismo que suponía las apariencias de una mujer, rica, creyente, culta y amante esposa quién, sin embargo, se dejaba llevar por los instintos y engañaba a su marido con un “vividor”. Con ella quería hacer una crítica de la hipocresía de esa burguesía dominante que defendía unas ideas y practicaba otras muy distintas y a la cual ella conocía bien pues se había movido siempre entre sus componentes. Esta canción fue considerada una provocación que no le granjeó muchas amistades entre unos, pero sí sinceras simpatías entre otros:

Puntual cumplidora 
del tercer mandamiento, 
algún desliz inconexo, 
buena madre y esposa 
de educación religiosa.

Y si no fuera por miedo, 
sería la novia en la boda, 
el niño en el bautizo, 
el muerto en el entierro, 
con tal de dejar sello.

Dama, dama, de alta cuna, 
de baja cama, 
señora de su señor, 
amante de un vividor. 

Dama, dama, que hace 
lo que le viene en gana, 
esposa de un señor, 
mujer por un vividor.

Ardiente admiradora 
de un novelista decadente, 
ser pensante y escribiente, 
de algún versal autora, 
aunque ya no estén de moda.

Conversadora brillante 
de cóctel de siete a nueve, 
hoy nieva, mañana llueve, 
quizás pasado truene, 
envuelta en seda y pieles.

Dama, dama… (etc).

Devoradora de esquelas, 
partos y demás dolores, 
emisora de rumores, 
asidua en los sepelios 
de muy negros lutos ellos.

El sábado arte y ensayo, 
el domingo en los caballos 
en los palcos del real, 
los tés de caridad 
jugando a remediar. Es una…

Dama, dama… (etc.).

En el mismo álbum podemos disfrutar de otra canción donde aparece un tema recurrente en la creación de Cecilia: la mujer amante, utilizada, abandonada y sola ante un mundo de sentimientos confusos y encontrados, me refiero a Señor y dueño, la canción preferida de la autora, según sus propias palabras.  En estas letras se describe ese espejismo tan común: el de considerar a la persona que amas mucho mejor de lo que quizá sea en la realidad, la idealización de la persona querida, la ofuscación de nuestra razón rodeada de la niebla del deseo:

Eres como la arena 
que se escapa entre mis dedos, 
te tengo y no te tengo, 
eres casi como un sueño.

Señor y dueño 
de mi alma 
y de mi cuerpo.

Eres como la noche que 
se funde con mi tarde 
y te vas sin un alarde, 
eres mi ensueño.

Señor y dueño 
de mi alma 
y de mi cuerpo.

Eres como la barca 
que en mi puerto atraca 
y al nacer la mañana te marchas, 
eres mi empeño.

Señor y dueño 
de mi alma 
y de mi cuerpo.

Eres como la niebla 
que me envuelve en tu deseo 
me confunde en su misterio, 
yo fui tu leño.

Señor y dueño 
de mi alma 
y de mi cuerpo.

Su segundo LP apareció en 1973 con el título, no demasiado original, para que vamos a engañarnos, de Cecilia 2. La provocación aparece ya en la portada donde una fotografía de Ontañon la mostraba simulando estar embarazada. En esta colección Cecilia nos habla de sus temores, de sus decepciones y nos abre los rincones más íntimos para expresarse de una forma clara y con pocas esperanzas sobre esos temas que le preocupan: la muerte, la soledad, los sueños incumplidos e incluso, sobre España…

El primer espejismo lo encontraremos en una canción bien escrita, con reminiscencias machadianas y que cualquier poeta tendría en bien firmar, Andar, que, quizá, sea la de contenido más positivo de todas. En ella, se busca el horizonte que cada persona quiere encontrar, aunque no dé con el rumbo y se limite a vagar sin orientación ni destino:

Aunque el camino sea estrecho, 
el polvo se pegue al cuerpo, 
aunque los vientos me arrastren, 
sigo mis sendas sin lastre. 

Andar como un vagabundo, 
sin rumbo fijo, sin meta, 
a vueltas de veleta, 
al soplo del viento al azar, 
el caso es andar, 
el caso es andar.

No me pertenece el paisaje, 
voy sin equipaje por la noche larga, 
quiero ser peregrino por los caminos de España, 
quiero ser peregrino por los caminos de España.

No me propongo destino, 
no quito puestos a nadie, 
porque mi puesto es el aire, 
como el olor del buen vino.

Sabiendo que nunca es tarde, 
mi pie siempre en el estribo, 
y cada paso que piso, 
un paso menos que dar, 
el caso es andar, 
el caso es andar.

No me pertenece el paisaje, 
voy sin equipaje por la noche larga, 
quiero ser peregrino por los caminos de España, 
quiero ser peregrino por los caminos de España.

No dejo rastro ni huella, 
por no ser ni soy recuerdo, 
yo paso haciendo silencio 
sin ser esclavo del tiempo.

Por límite el horizonte 
y por frontera la mar, 
por no tener ni tengo norte 
y no sé lo que es llegar, 
el caso es andar, 
el caso es andar.

No me pertenece el paisaje, 
voy sin equipaje por la noche larga, 
quiero ser peregrino por los caminos de España, 
quiero ser peregrino por los caminos de España.

Perteneciente al mismo álbum nos dejó Canción de amor, cuyo título parece una ironía pues más bien habla de todo lo contrario, reapareciendo el tema de la mujer enamorada que espera…

Espero tu paso en mi escalera, 
de siete a nueve, detrás de mi puerta, 
tu paso firme peldaño a peldaño, 
a veces deprisa, a veces despacio.

Quiero tu sombra junto a mi sombra, 
tu peso tibio sobre mi almohada, 
decir en silencio, decir sin palabras, 
tu boca dulce, mi boca amarga.

He visto llegar el alba, 
he visto nacer el sol 
en esta penumbra larga 
de mi habitación.

Siento tu mano sobre mi cara, 
palmo a palmo sobre mi piel, 
entre mi pelo deshilachado, 
desde mis ojos hasta mis pies.

Tuve tu cuerpo junto a mi cuerpo, 
mi cuerpo incierto, el tuyo fugaz. 
Quise llevarte en mis pobres venas, 
tenerte en mi sangre cuando te vas.

He visto llegar el alba,… (etc.)

Pero el tema más polémico y que le causó más preocupaciones fue Un millón de sueños…, puesto que la censura española consideraba que era un alegato contra la Guerra Civil Española y el TOP (Tribunal de Orden Público franquista) consideró que airear esa cifra, de muertos, que curiosamente coincidía con la utilizada por Gironella en su novela editada ese mismo año, era algo peligroso para el régimen, por lo que fue conducida ante la policía y, Cecilia, intentando salir de tal apuro, aseguró que para nada se refería a la guerra española, sino a la Guerra de los Seis Dias de la que fue espectadora vivencial al coincidir con su estancia en Jordania donde su padre era embajador por entonces… Vosotros juzgaréis… Sin embargo, yo pienso que aquí los espejismos se han vuelto fantasmas…

Ahora vivo a costa 
de un millón de muertos, 
(un millón de tumbas, 
un millón de espectros).

Ahora vivo a costa 
de un millón de cuerpos, 
(un millón de sombras, 
un millón de sueños).

¡Cuánta tumba! Ya no hay tierra 
para cavar en ella, 
para dejar sin nombre tanto hombre. 
¿Cuántos nombres en la historia 
son dueños de las glorias...? 
¿Cuántos hombres cuestan las victorias...?

Ahora vivo a costa… (etc.)

¡Cuánta sangre se ha perdido! 
¡Cuánto honor herido 
en estas guerras crueles sin laureles! 
¡Cuánta hambre se ha pasado! 
Hambre por cada lado, 
hambre de paz, hambre de hombre honrado.

Ahora vivo a costa… (etc.)

¡Cuántas lágrimas lloradas 
para lavar las llagas! 
¡Para olvidar los muertos con el tiempo! 
¡Cuántos ojos, cuántas caras! 
¡Cuántas vidas cortadas! 
¡Cuántas ilusiones enterradas!

Ahora vivo a costa… (etc,)

El éxito más rotundo lo consiguió con su tercer álbum: Un ramito de violetas, y no sólo por la canción que le da título, la cual está repleta de ternura y amor, donde un hombre enamorado, pero nada hábil para demostrarlo cara a cara, es capaz de mantener vivo el espejismo de su esposa en forma de ilusión y de ganas vivir, creándole la fantasía de un amante anónimo y oculto que le hace sentirse todavía joven y atractiva. Esta canción fue primero un cuento escrito por la misma Evangelina (Cecilia) en su adolescencia, pero que luego convirtió en un tema intemporal y poético:

Era feliz en su matrimonio 
aunque su marido era el mismo demonio, 
tenía el hombre un poco de mal genio 
y ella se quejaba de que nunca fue tierno. 
Desde hace ya más de tres años 
recibe cartas de un extraño, 
cartas llenas de poesía 
que le han devuelto la alegría.

Quién la escribía versos dime quien era 
quién la mandaba flores por primavera, 
quién cada nueve de noviembre, 
como siempre sin tarjeta, 
la mandaba un ramito de violetas.

A veces sueña y se imagina 
cómo será aquel que tanto la estima, 
sería un hombre más fiel de pelo cano, 
sonrisa abierta y ternura en las manos. 
No sabe quién sufre en silencio, 
quién puede ser su amor secreto 
y vive así de día en día 
con la ilusión de ser querida.

Quien la escribía versos dime era… (etc.)

Y cada tarde al volver su esposo 
cansado del trabajo la mira de reojo, 
no dice nada porque lo sabe todo, 
sabe que es feliz, así de cualquier modo, 
porque él es quién le escribe versos, 
él, su amante, su amor secreto, 
y ella que no sabe nada, 
mira a su marido y luego calla.

Quien la escribía versos dime quien era… (etc.)

Pero este álbum es mucho más. Aparte de recordarnos en algunos momentos a Machado, en otros incluso parece evocar algunos ecos becquerianos, pero, sobre todo, nos habla de las cosas comunes y populares de la España tradicional y sobre las cosas de siempre: el cura cargado de pequeños vicios en Don Roque, el montaje pseudo religioso-festivo-folklórico de La primera comunión, el recuerdo de la ciudad española por excelencia en Sevilla, o el tema redundante de la cantautora, el amor perdido, el amor ausente, en Nuestro cuarto o Tu retrato. Pero sobre todo queda ese himno que dedica a su tierra y a la libertad, en un año, 1975, en el que agonizaba un periodo oscuro de la historia de esta tierra tan acostumbrada a oscuridades, pero tan llena de luces y colores… y de esperanzas… Es el espejismo que hemos hecho nuestro, es nuestra marca de raza y nuestra identidad. Así lo dejó de claro Cecilia en Mi querida España:

Mi querida España, 
esta España mía, 
esta España nuestra. 
De tu santa siesta 
ahora te despiertan 
versos de poetas. 
¿Dónde están tus ojos?, 
¿dónde están tus manos?, 
¿dónde tu cabeza? 
Mi querida España, 
esta España mía, 
esta España nuestra.

Mi querida España, 
esta España mía, 
esta España nuestra. 
De las aras quietas, 
de las vendas negras 
sobre carne abierta. 
¿Quién pasó tu hambre?, 
¿quién bebió tu sangre 
cuando estabas seca? 
Mi querida España, 
esta España mía, 
esta España nuestra.

Mi querida España, 
esta España mía, 
esta España nuestra. 
Pueblo de palabra 
y de piel amarga, 
dulce tu promesa. 
Quiero ser tu tierra, 
quiero ser tu hierba 
cuando yo me muera. 
Mi querida España, 
esta España mía, 
esta España nuestra.

Ese mismo año fue seleccionada por Televisión Española para representar a España en el Festival de la OTI (Organización de Televisión Iberoamericana) y ella, a pesar de ser contraria a ese tipo de eventos, aceptó sin mucho entusiasmo y compuso para ello la canción titulada Amor de media noche, trabajo del que nunca se sintió satisfecha, pues consideraba que estaba demasiado recargado de tópicos y lugares comunes de un romanticismo un poco trasnochado, pero realmente nos sirve para comprobar el descubrimiento de la cruda realidad cuando termina una relación sentimental en la que una de las partes, la mujer, en este caso, no ha recibido lo mismo que ha dado y donde de nuevo aparece el tema de la mujer objeto y del hombre que no da amor, simplemente lo usa… volvemos al mismo espejismo…:

Me has mirado como quien mira el mar, 
como un lujo que debes conservar, 
yo no quiero ser tu sombra en un rincón, 
la muñeca que no tiene opinión.

Has comprado el silencio de mi voz 
con amor que al fin no es más que amor, 
yo no soy la marioneta de cartón, 
el juguete que baila en tu guiñol.

Adiós amor de medianoche, 
hoy mi voz quiere gritar, 
abre tu puerta y déjame volar, 
volar en libertad.

Quiero romper mis viejos lazos, 
quiero ser mía y nada más, 
quiero dejar lo que me has dado 
y no mirar atrás.

Te regalo las horas que viví 
entre cuatro paredes junto a ti, 
quédate con mis recuerdos, 
yo me voy, aun más lejos 
pues ya lejos estoy.

Adiós amor de medianoche, 
hoy mi voz quiere gritar, 
abre tu puerta y déjame volar, 
volar en libertad.

Con este mismo título, grabó su último LP que, como algo premonitorio, consistía en una recopilación de sus mejores canciones, pues poco después, el 2 de agosto de 1976, volviendo de una de sus actuaciones en Galicia, encontró la muerte en un desafortunado accidente de coche al cruzar la localidad zamorana de Colina de Trasmonte. Junto con ella también falleció el batería de su grupo, Carlos de la Iglesia. Todavía, antes de morir, salió un sencillo con las canciones Tú y yo y Una guerra, y un mes después del suceso, otro con El viaje y Lluvia. Sin embargo, cuando en 1996 surgió a la luz un doble álbum con sus canciones interpretadas por diversos cantantes como Miguel Bosé, Ana Belén, Merche Corico, Julio Iglesias, Manolo Tena y un largo etcétera, apareció una canción inédita de Cecilia, cantada por ella y con sólo una guitarra de acompañamiento, cuyo título, Desde que tú te has ido,  no podía ser más adecuado para recordar a esta mujer que, en sólo seis años, supo ganarse el corazón de los españoles que, como ella, sabían que los espejismos alguna vez se vuelven realidad…

Desde que tú te has ido, 
desde que te has marchado, 
mis manos tienen frío 
por no tener tus manos.

Desde que tú te has ido, 
desde que me has dejado, 
yo sólo soy la sombra 
de aquella que has amado.

Y en mi jardín pequeño 
de sueños y esperanzas, 
hay un rumor a invierno amor, 
sin ti no tengo nada. 
Hay un rumor a invierno amor, 
sin ti no tengo nada.

Desde que tú te has ido, 
desde que me he quedado 
en esta casa nuestra, 
es que me falta algo.

No sé si es el aire,  
no sé si es la luz, 
pero cuando miro, amor, 
sé que me faltas tú. 
Pero cuando miro, amor, 
sé que me faltas tú.

Si de tus labios tiernos 
bebí todo mi canto, 
ahora y en silencio, amor, 
quiero llorar mi llanto. 
Ahora y en silencio, amor, 
quiero llorar mi llanto.

Champourcín, Ernestina de

Ernestina de Champourcín, una voz singular de la poesía española del siglo XX, nació en la ciudad de Vitoria, en el seno de una familia de ideología católica y tradicionalista, el 10 de julio de 1905. Desde niña mostró su afición por la lectura y la escritura, que cultivó en Madrid, adonde se mudó con su familia en 1915. Allí realizó sus estudios en el Colegio del Sagrado Corazón y el Instituto Cardenal Cisneros, pero no pudo acceder a la universidad por la oposición de su padre. Su primer contacto con la poesía fue en francés, idioma que dominaba por su ascendencia francesa, pero pronto adoptó el español como lengua poética, influenciada por Juan Ramón Jiménez, a quien conoció personalmente y con quien mantuvo una estrecha amistad. Su primer libro de poemas, En silencio, se publicó en 1926 y reveló su sensibilidad modernista y vitalista. Dos años después contrajo matrimonio con Juan José Domenchina, poeta y secretario de Manuel Azaña, presidente de la Segunda República Española. Ernestina se integró en el ambiente cultural de la capital y formó parte del Lyceum Club Femenino, una asociación de mujeres que fomentaba la educación, el arte y los derechos femeninos. También se relacionó con otros poetas de la Generación del 27, como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas y Jorge Guillén, y participó en algunas de sus actividades literarias, como las tertulias del Café Pombo o las veladas del Ateneo de Madrid. Su segundo libro de poemas, La voz en el viento, se editó en 1931 y consolidó su estilo personal y su voz lírica. Sin embargo, su carrera poética se vio truncada por el estallido de la Guerra Civil Española en 1936, que la obligó a exiliarse junto con su esposo. Primero se establecieron en Francia y luego en México, donde permanecieron hasta 1972. Durante el exilio, Ernestina sufrió una profunda crisis existencial y espiritual que la llevó a convertirse al Opus Dei en 1940. Este hecho marcó un giro radical en su poesía, que adquirió un tono más religioso y místico. Publicó varios libros de poemas en esta línea, como Cántico inútil (1936), Presencia a oscuras (1952), El nombre que me diste (1959) y Cartas cerradas (1970). En 1972 regresó a España con su esposo y se instaló definitivamente en Madrid. Allí continuó escribiendo hasta su muerte el 27 de marzo de 1999. Su obra poética fue reconocida con diversos premios y homenajes, como el Premio Euskadi de Literatura (1995) o el Premio Nacional de las Letras Españolas (1996). Ernestina de Champourcín fue una poeta singular e innovadora que supo expresar su mundo interior con una voz propia y original.