«Hijos de la bonanza» nos llamaban: los que no conocieron ni la hambruna ni las agudas larvas de estridencia chillando en el oído por las bombas. Y cuando nuestras piernas tan delgadas caían y sangraban porque el parque era de un hormigón armado y frío, se quedaban callados, observando nuestro llanto con un gesto de […]