De magdalenas, sentidos y lenguaje poético, por Raúl Molina

El narrador de Por el camino de Swann, la primera de las novelas que compone la heptalogía de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, recuerda su infancia al comer una magdalena con una taza de té, pues la textura y el aroma de ella le recuerdan a aquella época en la que viajaba con sus padres a casa de su tía Leoncia. Podemos leer esto desde el siguiente punto de vista: la memoria sensorial es la más duradera y fiable, mientras que otros tipos de recuerdos que articulamos alrededor del lenguaje pueden verse afectados por las deficiencias de este para plasmar la realidad. ¿Qué sabor tiene un tomate?, ¿A qué huelen las naranjas? Es complicadísimo lograr describir estas sensaciones, sin embargo, en cuanto percibimos un sabor similar al de un tomate en alguna comida nos damos cuenta, al igual que si olemos algo similar a una naranja. Es una clara prueba de que nuestra memoria sensorial no nos traiciona, mientras que aquella basada en el estudio, por ejemplo, sí lo hace; todos hemos tenido experiencias de este tipo delante de los exámenes: “¡Ojalá pudiera comerme los apuntes entonces!”, me dijo un amigo el día en que le explicaron esto de la magdalena, a lo que yo respondí “No te va a servir de nada, pero si los versificas dándoles un ritmo y/o una rima los podrás aprender mucho más fácil”. Por supuesto, todo quedó en una anécdota, pues al final no versificó sus notas de clase y mucho menos –gracias a Dios- se las comió.

¿Por qué nos es más fácil recordar aquello que guarda un ritmo marcado o que se establece sobre una determinada rima? Muy sencillo, porque nuestra memoria sensorial auditiva capta esas ideas de forma mucho más sencilla, y lo que es más importante, no las olvida con facilidad. Por esta razón surge el lenguaje poético, pues es más sencillo recordar y enseñar la religión, los mitos, las labores agrícolas, la historia de los pueblos…, a través de las estructuras de la poesía. Tendemos a pensar que nuestros antepasados no eran inteligentes y que todo lo que hoy sabemos lo hemos descubierto desde hace unos pocos años, sin embargo, esto es una de las mayores falacias que podemos imaginar. Los pueblos antiguos usaban un lenguaje basado en rimas y ritmos para transmitir los conocimientos de forma oral creando unos primitivos poemas, alguno de los cuales ha llegado hasta nuestros días. Ya los antiguos egipcios, más de dos mil años antes de Cristo, usaban lenguaje escrito en forma de poesía para plasmar cantos de labor y religiosos y unos cinco siglos después los sumerios lo usaron para la creación del primer gran poema épico del que tenemos noticia, La epopeya de Gilgamesh. Los griegos no eran tontos, de ahí que hicieran lo mismo con otros cantos épicos como La Odisea o La Ilíada. También los latinos la usaron para plasmar su mitología y también para informar acerca de las labores agrícolas, como bien hizo Virgilio en Las Geórgicas, como podemos ver en el siguiente fragmento extraído del Canto II:

El paso de las estaciones en el campo

No hay descanso para él hasta que el año abunde
en frutos, crías y haces de espigas, y cubra
los surcos de cosecha, y rompa los graneros. 
Viene el invierno: la aceituna de Sición 
se tritura en las prensas; vuelven los cerdos 
inflados de bellota; las selvas dan madroños; 
frutos varios ofrece el otoño; allá arriba, 
en las rocas, al sol, la vendimia madura.
Entre tanto, sus dulces hijos lo abrazan,
guarda el pudor su casta casa y, llenas 
de leche, cuelgan las ubres de sus vacas; 
sobre el ameno césped se embisten entre sí 
pingües cabritos. Y él celebra los días festivos, 
y, tendido en la hierba, donde arde el fuego 
ritual y sus amigos enguirnaldan las cráteras, 
libando te invoca, Leneo; después propone un juego 
de veloz jabalina a los guardianes del rebaño: 
el blanco será un olmo; y los robustos cuerpos 
muestran su desnudez en la agreste palestra.

Por tanto, vemos como el lenguaje poético se crea con unos fines prácticos: transmitir unos conocimientos básicos de forma oral de unas generaciones a otras en unas épocas en las que la información no se podía almacenar como hoy en día en libros, apuntes…, lo que hacía que fuera necesario un lenguaje que facilitara el aprendizaje. Para ello se basaron en la memoria auditiva, creando el lenguaje poético, que con el paso de los siglos se irá convirtiendo, como podemos ver en la pequeña relación de obras anterior, en un objeto artístico.

 Ahora que sabemos de dónde viene el lenguaje poético y por qué se crea, vamos a pasar a hablar de él. En primer lugar, y saltando a la poesía en lengua española, podemos afirmar la existencia de un lenguaje poético canónico creado a partir de la ruptura con el lenguaje natural y que persigue una voluntad de estilo. Pese a la gran tradición poética en lengua española que tenemos asimilada, nos es bastante complicado definirlo con precisión –podemos dar ideas, como que es rimado, con metros regulares…-, sin embargo, gracias a aquella tradición nos es sencillo identificarlo del resto de lenguajes y distinguirlo de otras variantes que de él se han hecho a lo largo del tiempo. Demos ahora la voz a los poetas para ejemplificar este hecho, creando una línea que vaya de la poesía medieval española hasta nuestros días:

SIGLO XV
Serranilla V: Menga de Manzanares
 (Íñigo López Mendoza, Marqués de Santillana) 

Por todos estos pinares 
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.

    Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso, 
e dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".

    Respondióme con ufana:
"Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.

    Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".

    Desque vi que non podía, 
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía 
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía, 
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.
SIGLO XVI
Soneto XIII 
(Garcilaso de la Vega)

A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado!, ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
SIGLO XVII
Desconfianza de sus versos 
(Lope de Vega)

Los que en sonoro verso y dulce rima
hacéis conceto de escuchar poeta
versificante en forma de estafeta,
que a toda dirección número imprima,

oíd de un caos la materia prima
no culta como cifras de receta,
que en lengua pura, fácil, limpia y neta,
yo invento, Amor escribe, el tiempo lima.

Estas, en fin, reliquias de la llama
dulce que me abrasó, si de provecho
no fueren a la venta, ni a la fama,

sea mi dicha tal, que, a su despecho,
me traiga en el cartón quien me desama
que basta por laurel su hermoso pecho.
SIGLO XVIII
A la muerte de Filis 
(José de Cadalso)

Mientras vivió la dulce prenda mía,   
 Amor, sonoros versos me inspiraste;   
 obedecí la ley que me dictaste,   
 y sus fuerzas me dio la poesía.   
 
 Mas, ay, que desde aquel aciago día  
 que me privó del bien que tú admiraste,   
 al punto sin imperio en mí te hallaste,   
 y hallé falta de ardor a mi Talía.   
 
 Pues no borra su ley la Parca dura   
 (a quien el mismo Jove no resiste),   
 olvido el Pindo y dejo la hermosura.   
 
 Y tú también de tu ambición desiste,   
 y junto a Filis tengan sepultura   
 tu flecha inútil y mi lira triste. 
PRIMERA PARTE DEL SIGLO XIX
La despedida
(Leandro Fernández de Moratín) 

Nací de honesta madre: diome el Cielo   
 fácil ingenio en gracias, afluente:   
 dirigir supo el ánimo inocente   
 a la virtud, el paternal desvelo.   
 
 Con sabido estudio, infatigable anhelo,  
 pude adquirir coronas a mi frente:   
 la corva escena resonó en frecuente   
 aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.   

 Dócil, veraz: de muchos ofendido,   
 de ninguno ofensor, las Musas bellas  
 mi pasión fueron, el honor mi guía.   
 
 Pero si así las leyes atropellas,   
 si para ti los méritos han sido   
 culpas; adiós, ingrata patria mía. 
SEGUNDA PARTE DEL SIGLO XIX
En su cárcel de espinos y rosas
 (Rosalía de Castro) 

En su cárcel de espinos y rosas
Cantan y juegan mis pobres niños,
Hermosos seres, desde la cuna
Por la desgracia ya perseguidos.

 En su cárcel se duermen soñando
Cuan bello es el mundo cruel que no vieron,
Cuan ancha la tierra, cuan hondos los mares,
Cuan grande el espacio, qué breve su huerto.

 Y le envidian las alas al pájaro
Que traspone las cumbres y valles,
Y le dicen: — ¿Qué has visto allá lejos,
Golondrina que cruzas los aires?—

 Y despiertan soñando, y dormidos
  Soñando se quedan,
Que ya son la nube flotante que pasa,
O ya son el ave ligera que vuela,
Tan lejos, tan lejos del nido, cual ellos
De su cárcel ir lejos quisieran.
 —¡Todos parten! —exclaman—. ¡Tan sólo,
Tan sólo nosotros nos quedamos siempre!
¿Por qué quedar, madre, por qué no llevarnos
Donde hay otro cielo, otro aire, otras gentes? —

 Yo, en tanto, bañados en llanto mis ojos,
Los miro en silencio, pensando: —En la tierra,
¿Adonde llevaros, mis pobres cautivos,
Que no hayan de ataros las mismas cadenas?
Del hombre, enemigo del hombre, no puede
Libraros, mis ángeles, la egida materna.
SIGLO XX
Me dijo un alba de la primavera
 (Antonio Machado)

Me dijo un alba de la primavera:
—Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
  Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aun mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
  Respondí a la mañana:
—Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños,
ni sé si está mi corazón florido.
  Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas;
mí corazón, tus lirios.
SIGLO XXI
De oro fino es este río
(Ignacio Pagés Larruy)

De oro fino es este río
y de plata el verde árbol,
tintineante luz de luna
deja este sol en los álamos.
Del chopo cuelgan estrellas
y su alma es como de mármol.

Las noches de primavera,
en las que sueño los sábados,
tienen inscrita una letra
y un ritmo joven marcado.

Los valses cantan al sol,
que muere y padece airado
la mirada de aquel joven
bajo el álamo abrazado.
Y el girasol se encapucha
cuando queda sin amado.

Los gladiolos que son sangre
nacen siendo como un canto
y son el signo visible
de un amor apasionado,
que cantó en noches de luna
bajo este sol de los álamos. 

Por supuesto, vemos importantes diferencias entre ellos a causa de las modas imperantes durante cada época, sin embargo, hay algo que subyace a todos, esa cadencia lingüística canónica que todos identificamos con el lenguaje poético tradicional.

Sin embargo, a partir del siglo XX van a surgir diferentes formas de ruptura con este lenguaje. En primer lugar, el inicio de la vanguardia durante el primer tercio de siglo XX es clave, pues gran parte de su poética se va a basar en la ruptura del lenguaje poético a través de procedimientos diversos como el oscurecimiento de las formas, la experimentación con estas, experimentación con el lenguaje…, en algo que podemos llamar la subversión lingüística y formal de la vanguardia.

Todo ello llevará a la creación de verdaderas obras rupturistas de poesía visual, como los caligramas, que llevan al extremo la experimentación formal con el lenguaje poético. Por ejemplo, podemos fijarnos en el siguiente de Vicente Huidobro titulado “Camino paralelo”:

También hay otra línea experimental que circula por caminos más cercanos a la experimentación lingüística que a la formal, pero que también se separa del lenguaje más tradicional a través de procedimientos sintácticos –orden oracional, experimentación con la puntuación…-, de oscurecimiento del verso, utilización de imágenes irracionales… Cultivadores de este tipo de poesía fueron gran parte de los miembros de la Generación del 27 –llamada así porque se reunieron ese año para conmemorar el 300 aniversario de la muerte de Luis de Góngora, lo cual no es de extrañar, pues es bien sabido del oscurantismo de su poesía basado juegos de palabras, paronomasias, hipérbatos…- a la que perteneció Federico García Lorca, cuya obra Poeta en Nueva York es una de las más características:

Nacimiento de Cristo

Un pastor pide teta por la nieve que ondula
blancos perros tendidos entre linternas sordas.
El Cristito de barro se ha partido los dedos
en los tilos eternos de la madera rota. 

¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos!
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro.
Los vientres del demonio resuenan por los valles
golpes y resonancias de carne de molusco. 

Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes
coronadas por vivos hormigueros del alba.
La luna tiene un sueño de grandes abanicos
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua. 

El niño llora y mira con un tres en la frente,
San José ve en el heno tres espinas de bronce.
Los pañales exhalan un rumor de desierto
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces. 

La nieve de Manhattan empuja los anuncios
y lleva gracia pura por las falsas ojivas.
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma
van detrás de Lutero por las altas esquinas. 

Gran parte de la poesía actual española sienta sus bases en toda esa poesía experimental de vanguardia. Buenos ejemplos de ello son parte de los comprometidos poetas de la conciencia, entre los que podemos destacar a los del colectivo Unión de Escritores del País Valenciano como Enrique Falcón, Antonio Méndez Rubio o Carlos Durá, así como muchos otros que residen fuera de Valencia como por ejemplo Olvido García Vallés o Ildefonso Rodríguez, al que pertenece el siguiente poema:

Dos eneros

Hizo cuentas dijo
en voz alta los años de sus muertos
era la última noche: las doce uvas

pulió y lijó dos cucharas de madera
la grande y la pequeña
ni olor ni sabor

los guisos del tiempo ido
crece la melancolía de los dos eneros
sueños que se olvidan turrones caídos

y una canción de Atahualpa Yupanki
¿cómo son las culebras -imaginables-
las culebras blancas que anidan en la nieve?

Por último, podemos pensar que existe otro tipo de ruptura. Habíamos dicho que el lenguaje poético se basaba en la ruptura con el lenguaje natural –aquel que utilizamos en nuestra comunicación diaria-, partiendo de esta base lo que han pensado gran parte de poetas es que para romper con la tradición tienen que aspirar a acercarse al lenguaje natural en sus obras, creando así una poesía trasparente que tiende a la máxima efectividad comunicativa entre emisor –poeta- y receptor –lector-. De nuevo podemos recurrir a otra rama de la poesía de la conciencia, a la que pertenecen escritores como Jorge Riechmann, Antonio Orihuela o David González, autor de los siguientes versos:

Tinta

Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo.
En la cárcel provincial.
Después de la guerra.
Todas las mañanas
colgaban una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.
En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o dado muerte
mediante garrote vil.
Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre,
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos,
preguntando a gritos
a las otras mujeres
si tu abuelo
se había convertido
en tinta.

Hemos tratado de dar cuenta de los diferentes tipos de lenguaje con los que nos encontramos en la poesía. No es todo tan simple como lo hemos querido plasmar, pues aquí hemos hecho un esquema muy general –y optimista- desde el siglo XX hasta nuestros días en el que es imposible hablar de todas las características específicas. Cada poeta tiene un lenguaje propio y personal, imposible de ser copiado por mucho que otra persona base sus versos en la obra de aquel, eso sí, disfrutemos de la poesía, de todas las variedades que se han dado y que se están dando y saboreémosla para recordarla por lo que nos hace sentir. Solo así se inmortalizará en nuestra memoria y nos traerá en cada nueva lectura todo un conjunto de sensaciones, al igual que el sabor de la magdalena trasportaba al personaje de Proust por una gran red de evocaciones del pasado.

El Rey de Harlem, de Federico García Lorca

“El rey de Harlem” es un poema de Federico García Lorca que denuncia la situación de los negros en Nueva York. Es un símbolo de la resistencia y la dignidad de los oprimidos frente a la brutalidad y el racismo de la sociedad blanca. Lorca crea imágenes sorprendentes y expresivas con un lenguaje rico y poderoso que mezcla lo surrealista, lo expresionista y lo popular.

Con una cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.

Fuego de siempre dormía en los pedernales,
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.

Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.

Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.

Es preciso cruzar los puentes
y llegar al rubor negro
para que el perfume de pulmón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente piña.

Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente
a todos los amigos de la manzana y de la arena,
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna,
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.

Aquella noche el rey de Harlem con una durísima cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.

Negros, Negros, Negros, Negros.

La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de cáncer.

Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo,
cielos yertos, en declive, donde las colonias de planetas
rueden por las playas con los objetos abandonados.

Sangre que mira lenta con el rabo del ojo,
hecha de espartos exprimidos, néctares de subterráneos.
Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella
y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana.

Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes,
para quemar la clorofila de las mujeres rubias,
para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.

Hay que huir,
huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos,
porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.

*

Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.

Un viento sur de madera, oblicuo en el negro fango,
escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros;
un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos
y una pila de Volta con avispas ahogadas.

El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo,
el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.

*

A la izquierda, a la derecha, por el sur y por el norte,
se levanta el muro impasible
para el topo, la aguja del agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad el gran sol del centro
hechos una piña zumbadora.

El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa,
el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,
el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.

Negros, Negros, Negros, Negros.

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula
palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces,
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas
y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.

¡Ay, Harlem, disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor,
me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.

Este poema forma parte del libro Poeta en Nueva York, publicado en 1940 y refleja las impresiones del autor sobre la vida de los afroamericanos en el barrio de Harlem, en la ciudad de Nueva York, durante su estancia allí entre 1929 y 1930. En él combina elementos surrealistas, simbólicos y sociales, para crear una visión crítica y expresiva de la realidad de la opresión, la violencia y la marginación que sufrían los negros en Estados Unidos.

El poema se divide en cuatro partes, cada una con un tono y un tema diferente. La primera parte presenta al personaje del rey de Harlem, un hombre que con una cuchara arranca los ojos a los cocodrilos y golpea el trasero de los monos, como una forma de rebelarse contra la naturaleza y la civilización que lo han excluido. La segunda describe el ambiente nocturno de Harlem, donde las muchachas americanas llevan niños y monedas en el vientre, y los muchachos se desmayan en la cruz del desperezo. La tercera se centra en la sangre de los negros, que no tiene puertas en su noche boca arriba, y que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo. Y la cuarta parte repite el gesto del rey de Harlem con la cuchara, y muestra el llanto confundido de los negros entre paraguas y soles de oro, mientras el viento empaña espejos y quiebra las venas de los bailarines.

Esta obra es un ejemplo de la capacidad poética de Lorca para crear imágenes impactantes, originales y cargadas de significado. También es una muestra de su compromiso social y humano con las causas de los oprimidos y los marginados, que se refleja, en este caso, mediante su solidaridad con los negros de Harlem. El poema es una denuncia de la injusticia y la discriminación racial que existía en Estados Unidos, pero también una celebración de la belleza y la fuerza de la cultura afroamericana.

Federico García Lorca utiliza en obra diversas figuras literarias para crear un lenguaje poético rico, original y expresivo. Algunas de las figuras que destacan en el poema son:

La metáfora: Consiste en identificar un término real con otro imaginario que guarda alguna relación de semejanza. Por ejemplo, en el verso “Fuego de siempre dormía en los pedernales”, el fuego se asocia con la vida y la energía, y los pedernales con la naturaleza y la tradición. Otra metáfora es “tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro”, donde la sangre representa la identidad y el sufrimiento de los negros, y el eclipse oscuro simboliza la opresión y la injusticia que padecen.

La personificación: Radica en atribuir cualidades humanas a seres inanimados o irracionales. Por ejemplo, en el verso “Las rosas huían por los filos de las últimas curvas del aire”, las rosas se presentan como seres vivos que huyen del ambiente hostil de la ciudad. Otra personificación es “el viento empañaba espejos y quebraba las venas de los bailarines”, donde el viento actúa como un agente destructivo que borra la imagen y la vitalidad de los negros.

La hipérbole: Se fundamenta en exagerar la realidad para causar un efecto de intensidad o sorpresa. Por ejemplo, en el verso “Con una cuchara arrancaba los ojos a los cocodrilos y golpeaba el trasero de los monos”, se exalta la fuerza y la rebeldía del rey de Harlem, que desafía a los animales más feroces y burlones con un simple utensilio. Otra hipérbole es “Es la sangre que viene, que vendrá por los tejados y azoteas, por todas partes”, donde se anticipa una catástrofe social provocada por la violencia racial.

La aliteración: Es repetir uno o varios sonidos para crear un efecto sonoro o rítmico. Por ejemplo, en el verso “Negros, Negros, Negros, Negros”, se repite el sonido /n/ para enfatizar la presencia y la voz de los negros. Otra aliteración es “para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos”, donde se repite el sonido /m/ para sugerir el lamento y el desconsuelo de los negros.

Este poema tiene varias influencias que se pueden apreciar en su forma y en su fondo. Algunas de ellas son:

El surrealismo, un movimiento artístico y literario que surgió en Francia en la década de 1920 y que buscaba expresar el mundo del subconsciente, la imaginación y los sueños, mediante imágenes irracionales, absurdas y simbólicas. Lorca se inspiró en autores surrealistas como André Breton, Paul Éluard o Luis Buñuel, y utilizó la técnica de la escritura automática, que consiste en escribir sin censura ni control racional, dejando fluir el pensamiento libremente. Así, el poema está lleno de metáforas sorprendentes, contrastes violentos y asociaciones inesperadas, que crean un efecto de extrañeza y de crítica a la realidad.

La cultura afroamericana, especialmente de la música, el baile, la religión y la literatura de los negros de Harlem, un barrio de Nueva York donde Lorca vivió durante su estancia en Estados Unidos entre 1929 y 1930. Lorca se sintió atraído por la belleza, la fuerza y la vitalidad de los negros, y también por su situación de opresión, discriminación y marginación social. Lorca denunció la injusticia racial y se solidarizó con la lucha de los negros por su libertad y su dignidad. El poema es un homenaje al rey de Harlem, un personaje ficticio que representa al líder espiritual y político de los negros, que se rebela contra la naturaleza y la civilización que lo han excluido.

La poesía estadounidense, especialmente de Walt Whitman, un poeta que Lorca admiraba por su estilo innovador, su visión democrática y su celebración de la vida. Lorca adoptó algunas características de la poesía whitmaniana, como el verso libre o el verso blanco, que no tiene rima ni medida fija, el uso de enumeraciones y paralelismos, el tono profético y exaltado, y el recurso a los signos de puntuación para marcar el ritmo y la entonación. Lorca también se inspiró en otros autores estadounidenses como Edgar Allan Poe o Herman Melville, a los que aludió en algunos versos del poema.

Lorca decidió escribir sobre la cultura afroamericana por varias razones. Una de ellas fue su interés personal por la música, el baile, la religión y la literatura de los negros, que conoció durante su estancia en Nueva York y en Cuba. Lorca se sintió atraído por la belleza, la fuerza y la vitalidad de los negros, y también por su situación de opresión, discriminación y marginación social. Lorca denunció la injusticia racial y se solidarizó con la lucha de los negros por su libertad y su dignidad. Otra razón fue su búsqueda de una nueva estética poética, que rompiera con las formas tradicionales de la poesía española y que se inspirara en el surrealismo, el jazz, el blues y el folklore afroamericano. Lorca creó un lenguaje poético propio, rico en metáforas, símbolos, contrastes y musicalidad, que reflejaba su visión crítica y expresiva de la realidad. Una tercera razón fue su identificación con el mundo gitano, que también había sido una fuente de inspiración para él en obras anteriores. Lorca vio en los negros una similitud con los gitanos, tanto por su cultura como por su marginalidad. Lorca se consideraba a sí mismo un gitano andaluz, y sentía una afinidad espiritual con los negros americanos.

Poeta en Nueva York de Federico García Lorca es una obra que tuvo una recepción muy variada por parte de la crítica y el público, tanto en España como en el extranjero. Algunos aspectos que influyeron en la recepción fueron:

El contexto histórico y político: El libro se publicó por primera vez en 1940, cuatro años después de la muerte de Lorca y en plena guerra mundial. En España, el régimen franquista censuró y prohibió la obra, por considerarla subversiva, antipatriótica y contraria a los valores católicos. En otros países, como México, Argentina o Estados Unidos, el libro tuvo una mejor acogida, pero también se vio afectado por la situación bélica y la escasez de papel. Además, el libro se publicó sin las fotografías que Lorca había previsto incluir, lo que alteró su concepción original.

El cambio estético y temático: El libro supuso una ruptura con la poesía anterior de Lorca, que había alcanzado un gran éxito con Romancero gitano o Poema del cante jondo. Poeta en Nueva York era una obra más compleja, innovadora y vanguardista, que utilizaba el surrealismo, el verso libre y las imágenes irracionales para expresar su visión crítica de la realidad. Abordaba temas como la injusticia social, la discriminación racial, la deshumanización de la ciudad, la angustia existencial o el deseo erótico. Estos temas no eran habituales ni bien vistos en la poesía española de la época, y provocaron el desconcierto y el rechazo de algunos lectores y críticos.

El reconocimiento póstumo: Con el paso del tiempo, Poeta en Nueva York fue ganando prestigio y admiración, tanto dentro como fuera de España. Se reconoció su valor literario, su originalidad, su universalidad y su actualidad. Se publicaron numerosas ediciones, traducciones, estudios y comentarios sobre el libro. Se recuperaron las fotografías que Lorca había seleccionado para ilustrar el libro. Se le dedicaron homenajes, exposiciones, documentales y adaptaciones musicales. Se le consideró una de las obras maestras de la poesía española del siglo XX y una de las más influyentes en la poesía hispanoamericana.

La estancia de Lorca en Nueva York fue una experiencia decisiva para su obra poética, ya que le permitió ampliar sus horizontes creativos, experimentar con nuevas formas de expresión y denunciar las injusticias sociales que observaba en la ciudad. Según algunos expertos, Poeta en Nueva York es el libro más original, innovador y vanguardista de Lorca, y uno de los más importantes de la poesía española del siglo XX. Algunas de las características que reflejan la influencia de Nueva York en la obra de Lorca son:

El uso del surrealismo como método para crear imágenes sorprendentes, irracionales y simbólicas, que revelan el subconsciente del poeta y su visión crítica de la realidad. Lorca se inspiró en el movimiento surrealista francés, especialmente en André Breton y Paul Éluard, y también en el cineasta Luis Buñuel, con quien había colaborado en el guion de la película Un perro andaluz. El surrealismo le permitió expresar su angustia, su soledad, su deseo y su rebeldía ante el mundo moderno.

El contraste entre la naturaleza y la civilización, entre lo humano y lo mecánico, entre lo vivo y lo muerto. Lorca se sintió abrumado por la magnitud de los rascacielos, el ritmo frenético de la vida urbana, el consumismo, el materialismo y la violencia que dominaban la ciudad. Frente a ello, buscó refugio en la naturaleza, en los elementos primordiales como el agua, el fuego, la tierra y el aire, y en los seres marginados como los negros, los indios, los niños o los animales. Lorca denunció la deshumanización de la sociedad moderna y la alienación del individuo.

La incorporación de elementos culturales e históricos de Estados Unidos, especialmente relacionados con la situación de los afroamericanos. Lorca se interesó por la música, el baile, la religión y la literatura de los negros, y se solidarizó con su lucha por la libertad y la dignidad. Lorca también aludió a acontecimientos históricos como la guerra civil americana, el crack del 29 o el asesinato de Lincoln. Lorca mostró una visión crítica y comprometida con las causas sociales y humanas.

La ruptura con las formas tradicionales de la poesía española y la búsqueda de una nueva estética. Lorca abandonó el uso del verso regular y de las rimas consonantes o asonantes, y optó por el verso libre o el verso blanco. También renunció a las referencias culturales o literarias españolas, y se inspiró en autores como Walt Whitman o Edgar Allan Poe. Lorca creó un lenguaje poético propio, rico en metáforas, símbolos, contrastes y musicalidad. En conclusión, podemos decir que Nueva York fue una fuente de inspiración para Lorca, pero también un desafío y una provocación. Lorca supo transformar su experiencia personal en una obra universal, que refleja las contradicciones, los conflictos y las esperanzas del ser humano en el siglo XX.

García Lorca, Federico

Federico García Lorca, nacido en el pueblo granadino de Fuente Vaqueros el 5 de junio de 1898, fue un genio de las letras españolas del siglo XX. Su talento se manifestó en diversos géneros literarios y artísticos, como la poesía, el teatro, la prosa y la música. Fue uno de los máximos exponentes de la generación del 27, un grupo de escritores que renovó la literatura española con su creatividad y su compromiso con la realidad social y cultural de su época. Entre sus obras más célebres se encuentran Romancero gitano, una colección de poemas que refleja el mundo y la cultura gitana con un lenguaje simbólico y musical; Poeta en Nueva York, un libro de versos que denuncia la deshumanización de la gran ciudad y expresa el dolor y la angustia del poeta ante la injusticia y la violencia; Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, tres dramas que retratan la tragedia de la vida rural española, marcada por el honor, la represión y el destino; y Diván del Tamarit, un conjunto de poemas inspirados en la poesía árabe clásica, que abordan temas como el amor, la muerte y el tiempo. El estilo de García Lorca se caracteriza por la combinación de elementos tradicionales y vanguardistas, la expresión de los sentimientos y las pasiones humanas, el uso de símbolos e imágenes sugerentes y la musicalidad y el ritmo de sus versos. Su vida estuvo marcada por su sensibilidad artística, su compromiso social y político, su homosexualidad y su trágica muerte a manos de los sublevados durante la guerra civil española. Fue fusilado en Víznar, Granada, el 18 o 19 de agosto de 1936, sin que se haya podido esclarecer el lugar exacto ni las circunstancias de su asesinato. Su legado ha sido reconocido y admirado por numerosos escritores, artistas e intelectuales de todo el mundo.

Gacelas de lorca

Hoy nos visita el embrujo andaluz de uno de los poetas icono de la Generación del 27, Federico García Lorca. La muerte prematura, violenta y gratuita de este gran fabricante de sueños, hizo que su figura, ya importante por su creación literaria, se rodease de una aureola de misticismo libertario que le acompañará a lo largo de la historia.

Sus trabajos se extienden por casi todos los géneros, sin embargo, es en la poesía donde sus raíces penetran más hondamente en la tierra para alimentarse de las sales que le darán el carácter popular que, incluso en los más vanguardistas, impregna cada verso de todos sus poemas. Lorca bebió de su pueblo y Lorca aprendió las nuevas modas, y en Lorca hay una simbiosis que le dan una personalidad propia, no repetida por nadie hasta el momento.

El poemario que vamos a disfrutar es una parte de las dos que componen el “Diván del Tamarit”: Gacelas y Casidas. Este poemario fue comenzado antes de 1931, sin concretar ninguna fecha para su inicio por la sencilla razón de que nadie se pone de acuerdo en ello, y lo concluyó en el año 1935, publicándolo al año siguiente, poco antes de que fuera asesinado.

El título, con sonoridad oriental, viene de la palabra de origen persa “Diván”, que en su origen significaba una habitación donde los escribas hacían sus inventarios, pero que, posteriormente, paso a denominar al mismo libro en el cual asentaban tales datos. Posiblemente, con este último sentido pasaría al árabe clásico, pues en esta lengua tenía el significado de un libro de poemas o cancionero. Por su parte, Tamarit tiene menos relaciones exóticas, en principio, claro, pues simplemente es el nombre de una de las fincas que la familia de Federico poseía en Granada y donde se supone que escribió gran parte de los poemas.

La parte que leeremos está compuesta por doce gacelas de tema amoroso, en general, aunque también aparecen otros temas, como el de la muerte. Una gacela es un poema de la literatura árabe (ghazel o gazal) y consiste en una composición estrófica breve, cuya etimología se relaciona con la idea de piropo o cumplido.

Como ya hemos mencionado, las doce gacelas rondan el tema amoroso, pero enfocado desde diferentes ángulos en cada una de ellas aunque todas engloban lo que es el verdadero ciclo amoroso: búsqueda, encuentro y separación; donde la búsqueda es la ansiedad por el otro, de su cuerpo, se su sensualidad; el encuentro es la entrega, la cual puede estar matizada por diferentes circunstancias, como la fugacidad del tiempo, o el rechazo del otro…, y la separación viene marcada con el dolor, la muerte, la esperanza de renacer, de que vuelva el día.

No pretendemos hacer aquí un análisis detallado de cada una, sino que deseamos que sea el propio lector, o lectora, quien descubra los recovecos, las esquinas, los caminos y atajos, los laberintos y demás vericuetos que se puedan encontrar en ellas y nos los comenten para darle un cuerpo múltiple a este apartado. Ahora, disfrutad con las doce gacelas de Federico García Lorca.

GACELA 1
GACELA DEL AMOR IMPREVISTO 


Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre,

siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.
GACELA 2
GACELA DE LA TERRIBLE PRESENCIA 


Yo quiero que el agua se quede sin cauce,
yo quiero que el viento se quede sin valles.

Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin flor del oro;

que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra;

que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda.

Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.

Resiste un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.

Pero no ilumines tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.

Déjame en un ansia de oscuros planetas,
pero no me enseñes tu cintura fresca.
GACELA 3
GACELA DEL AMOR DESESPERADO 


La noche no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré,
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas,
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.
GACELA 4
GACELA DEL AMOR QUE NO SE DEJA VER 


Solamente por oír
la campana de la Vela
te puse una corona de verbena.

Granada era una luna
ahogada entre las yedras.

Solamente por oír
la campana de la Vela
desgarré mi jardín de Cartagena.

Granada era una corza
rosa por las veletas.

Solamente por oír
la campana de la Vela
me abrasaba en tu cuerpo
sin saber de quién era.
GACELA 5
GACELA DEL NIÑO MUERTO 


Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta
a conversar con sus amigos.

Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido.

No quedaba en el aire ni una brizna de alondra
cuando yo te encontré por las grutas del vino
No quedaba en la tierra ni una miga de nube
cuando te ahogabas por el río.

Un gigante de agua cayó sobre los montes
y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,
era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.
GACELA 6
GACELA DE LA RAÍZ AMARGA 


Hay una raíz amarga
y un mundo de mil terrazas.
Ni la mano más pequeña
quiebra la puerta del agua.

¿Dónde vas, adónde, dónde?
Hay un cielo de mil ventanas
-batalla de abejas lívidasy
hay una raíz amarga.
Amarga.

Duele en la planta del pie
el interior de la cara,
y duele en el tronco fresco
de noche recién cortada.

¡Amor, enemigo mío,
muerde tu raíz amarga!
GACELA 7
GACELA DEL RECUERDO DEL AMOR 


No te lleves tu recuerdo.
Déjalo solo en mi pecho,
temblor de blanco cerezo
en el martirio de enero.

Me separa de los muertos
un muro de malos sueños.
Doy pena de lirio fresco
para un corazón de yeso.

Toda la noche en el huerto
mis ojos, como dos perros.
Toda la noche, comiendo
los membrillos de veneno.

Algunas veces el viento
es un tulipán de miedo,
es un tulipán enfermo,
la madrugada de invierno.

Un muro de malos sueños
me separa de los muertos.
La niebla cubre en silencio
el valle gris de tu cuerpo.

Por el arco del encuentro
la cicuta está creciendo.
Pero deja tu recuerdo
déjalo sólo en mi pecho.
GACELA 8
GACELA DE LA MUERTE OSCURA 


Quiero dormir el sueño de las manzanas
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.

No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.

Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que haya un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.

Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.

Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.
GACELA 9
GACELA DEL AMOR MARAVILLOSO 


Con todo el yeso
de los malos campos,
eras junco de amor, jazmín mojado.

Con sur y llamas
de los malos cielos,
eres rumor de nieve por mi pecho.

Cielos y campos
anudaban cadenas en mis manos.

Campos y cielos
azotaban las llagas de mi cuerpo.
GACELA 10
GACELA DE LA HUÍDA 


A mi amigo Miguel Pérez Ferrero

Me he perdido muchas veces por el mar
con el oído lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar,
como me pierdo en el corazón de algunos niños.

No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro,
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.

Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.

Como me pierdo en el corazón de algunos niños,
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma.
GACELA 11
GACELA DEL AMOR CON CIEN AÑOS


Suben por la calle
los cuatro galanes,
ay, ay, ay, ay.

Por la calle abajo
van los tres galanes,
ay, ay, ay.

Se ciñen el talle
esos dos galanes,
ay, ay.

¡Cómo vuelve el rostro
un galán y el aire!
Ay.

Por los arrayanes
se pasea nadie.
GACELA 12
GACELA DEL MERCADO MATUTINO 


Por el arco de Elvira
quiero verte pasar,
para saber tu nombre
y ponerme a llorar.

¿Qué luna gris de las nueve
te desangró la mejilla?
¿Quién recoge tu semilla
de llamaradas en la nieve?
¿Qué alfiler de cactus breve
asesina tu cristal?

Por el arco de Elvira
voy a verte pasar,
para beber tus ojos
y ponerme a llorar.

¡Qué voz para mi castigo
levantas por el mercado!
¡Qué clavel enajenado
en los montones de trigo!
¡Qué lejos estoy contigo,
qué cerca cuando te vas!

Por el arco de Elvira
voy a verte pasar,
para sentir tus muslos
y ponerme a llorar.