Brines, Francisco

Francisco Brines fue un poeta español que perteneció al grupo poético de los años 50, junto con otros autores como Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente o Ángel González. Su obra se caracteriza por una profunda reflexión sobre el tiempo, la vida, el amor y la muerte, con un tono elegíaco y una gran sensibilidad lírica. Algunos de sus libros más destacados son Las brasas (1960), Palabras en la oscuridad (1966), El otoño de las rosas (1986) o La última costa (1995). Recibió numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Poesía, el Premio Nacional de las Letras Españolas, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Miguel de Cervantes, que le fue entregado por los reyes de España en su casa de Oliva, poco antes de su fallecimiento el 20 de mayo de 2021.

María Emilia cornejo, la muchacha mala

 “Nací en Lima hace 21 años. Vivo en Lima y cuando salgo siempre vuelvo a ella. Escribo desde temprana edad, con breves y largas interrupciones. A mi estancia en tierras mexicanas debo el haber empezado a escribir más o menos disciplinadamente. Actualmente trabajo y trato de estudiar un poco en la universidad, aunque sé que terminaré siendo siempre autodidacta”.

María Emilia Cornejo,
octubre 1970, 
en su único recital 
Ciudad Universitaria de Lima.

María Emilia Cornejo fue mujer de vida corta y poetisa de un solo libro, pero un alma de desesperación inmensa y soledad de las que alargan el camino. En septiembre de 1972, a la primaveral edad de 23 años, cuando muchas todavía no han levantado el vuelo, ella decidió que su esperanza ya era vieja y paró de andar cortando la senda con una sobredosis de lo que recetan los médicos. Peruana de raíces y corazón, realizó estudios irregulares de Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, allí abrió a unos pocos la vena poética que tenía escondida para la mayoría y desangró sus coágulos de inspiración en un taller de poesía dirigido por Hildebrando Pérez junto con el poeta Marco Martos. Sus primeros frutos aparecieron en 1970, en la revista Gesta y tras su marcha, vieron la luz sus tres retoños más destacados, aunque también los más polémicos, en una revista, que como su vida, sólo duró un relámpago, Eros, dirigida por Isaac Rupay. Cuando murió, estaba casada con Oswaldo Márquez, de quien cogió su seudónimo, María Márquez, ¿o tal vez fuera del apellido de su madre, curiosamente el mismo?… y su semilla para realizar su mayor ilusión: tener un hijo, el cual, tras tres meses de embarazo, se adelantó a su madre en el tránsito a la eternidad y la hundió en la depresión y el desconsuelo.

Dicen que era una mujer tierna, amable y simpática, de conversación amena e inteligente cuando se tenía el privilegio de llegar a ella, pero a su alrededor siempre había un aura como de misterio, silencio y oscuridad que no daba demasiadas esperanzas para la confianza. Sin embargo, con frecuencia la invadía el abatimiento y a veces la angustia marcaba surcos en su joven rostro. Su vacío existencial, tan pregonado por los poetas de esa época, fieles seguidores de la filosofía existencialista de Sartre, era acallado por la voz eufórica del alcohol y el sopor de las fiestas entre “amigos” … eran los años sesenta y el mundo se debatía en una crisis de identidad…

Pero lo que nadie puede rebatir, a pesar de lo que pretendan los voceros de José Rosas Ribeyro y Elqui Burgos, es que ella desnudó la voz femenina, no sólo de Perú, sino de todo el planeta, al presentar sus sentimientos sin más, tal como eran, vírgenes, puros, espontáneos, en una poesía a la que se le dio el calificativo de “erótica”, pero que, en realidad, es simplemente natural, donde los tabúes reivindican su lugar y se excluyen los eufemismos afectados y manidos. Ella, mujer, sobre todo, supero el pudor heredado para encontrar su propia voz y lanzar el grito del ahogo existencial surgido de la guerra contradictoria entre los sentimientos íntimos, las vivencias de los sentidos y la sumisión cultural y despótica al hombre como mujer objeto. Por eso mismo, Cornejo también se atreve a poner sus palabras al servicio de los problemas sociales de su época, que son los de siempre…

Su trabajo poético consta de 31 poemas divididos en cinco secuencias y fueron recopilados por su antiguo profesor, Hildebrando Pérez, y editados por el Movimiento Flora Tristán en un libro póstumo titulado “En la mitad del camino recorrido” que se publicó 16 años después de la muerte de María Emilia Cornejo. Su poesía se divide en dos grandes bloques: el amoroso y el social. El primero se caracteriza por su atmósfera intimista, donde es la mujer la que expresa sus experiencias amorosas y eróticas con un lenguaje directo, sin circunloquios ni tapujos, pero impregnadas del líquido viscoso de la desolación, de la angustia y la contradicción entre la afirmación y la negación de los sentidos del cuerpo. El segundo es más sencillo y en él se hace eco de los deseos de un pueblo siempre oprimido, siempre explotado y nunca libre ni satisfecho. En ambos aparece su forma desenfadada de construir la poesía, sin estructuras ni cadenas constructivas que limiten la palabra que brota directamente del interior.

Los únicos poemas publicados en vida, bajo el seudónimo de María Márquez, aparecieron en una revista titulada Gesta que se editó al concluir el taller de poesía que se realizó en la universidad donde estudiaba y que recopilaba los trabajos de los alumnos asistentes al mismo. Estos cuatro poemas corresponden al bloque social de la autora y no aparecen en su libro, tal vez sean, como dicen algunos críticos, los más sencillos y simplistas de su creación. El primero, “Soy / micaela catary”, es una reivindicación de su identidad como mujer social, como heroína, ya que se alude a Túpac Catari, cuyo nombre real era Julián Apaza, el líder del pueblo aymara que reveló contra las autoridades coloniales españolas y que sacó su nombre de guerra de dos líderes anteriores: Túpac Amaro y los hermanos Catari; así mismo, su esposa se llamaba Bartolina Sisa, heroína nacional de Bolivia, pero nuestra poetisa realiza un juego de palabras y, al igual que el esposo, le da un nombre compuesto: Micaela, por la mujer de Túpac Amaro, y Catari, por los hermanos. Sin embargo, en el segundo poema no habla de líderes y heroínas y sí que alude directamente al concepto pueblo:

mi pueblo no es 
un mapa de veinticuatro colores 
quiero decir 
una selva verde 
una costa blanca 
una sierra ocre; 
y digo 
mi pueblo no es 
un mendigo en su banco de oro 
ni un paraíso perdido; 
mi pueblo 
mi pueblo sufre 
y es gente dividida en colores, 
mendigos y explotadores. 

Los dos últimos están dirigidos a un ser querido, que puede ser una persona o su pueblo mismo, pero no se agrupan en la poesía amorosa porque no tiene el mismo tipo de lenguaje ni de intención: (Eres como un árbol / que da sombra, / que protege) y (Eres el alba / que busco con afán).

Para hablar de los poemas amorosos comenzaremos por el final, la quinta secuencia, donde aparecen, junto al dedicado a su hermana gemela Aida María, los tres más famosos de su creación y los causantes de una polémica que ha generado ríos de tinta en los mentideros intelectuales iberoamericanos y mundiales. Estos tres poemas aparecieron en la revista Eros un año antes de ser editado el libro y son bastante diferentes en concreción y arquitectura al resto de la obra, por lo que se consideraban el fruto de una madurez creadora de la autora. Sin embargo, unos años después, el poeta José Rosas Ribeyro declaró:

«Soy la muchacha mala de la historia», «Como tú lo estableciste» y «Tímida y avergonzada» son el resultado de un trabajo de montaje y construcción que en 1973 hicimos al alimón Elqui Burgos y yo en base a los textos que nos alcanzó Hildebrando Pérez un año después de la muerte de María Emilia Cornejo. En aquel momento, mientras nos pusimos a trabajar sobre los textos originales, no nos podíamos imaginar que los poemas resultantes iban a cobrar la importancia que hoy tienen. Alentados por Hildebrando Pérez, Elqui Burgos y yo utilizamos el mundo desgarrado, angustiado, autodestructivo y muy personal que se percibía en los apuntes desordenados, «dislocados» de María Emilia Cornejo para construir tres poemas que queríamos «redondos». Al margen del taller de poesía de San Marcos, al que yo no asistía, pero Elqui sí, era nuestra forma de recordar, homenajear, a una muchacha que habíamos visto pasar entre nosotros como un pájaro que vuela con las alas quemadas y cuyo suicidio nos había dolido profundamente. Era nuestra manera de luchar contra el olvido, de comulgar con ella más allá de la muerte. Y era también un juego que Elqui y yo asumimos con el espíritu irreverente con que un anónimo poeta peruano había creado poco antes a una supuesta poetisa ecuatoriana.

¿Son ciertas estas declaraciones?… ¿Están enfocadas hacia la destrucción de un mito y el aprovecharse de un éxito por parte de las personas que recopilaron y editaron la obra de la poetisa?… En cualquier caso las ideas son las suyas y ella ya no está para defenderse… La verdad es que en los poemas anteriores la mujer es sumisa, monogámica, resignada:

me encontraste en la mitad de todos mis caminos
y avanzaste lentamente hasta inundar
todos los rincones de mi vida.
ahora,
soy la mujer que sigue
sigilosamente
tus pasos
la que aguarda en cada esquina tu llegada,
soy la mujer incondicional
que nada pide a cambio
la que siempre te recibe
y te abre las piernas sin chistar.
soy la mujer,
tu mujer,
que guarda tus más gratos recuerdos;
la que nunca olvidará tu nombre
soy la mujer que conservará como un tesoro
todos tus orgasmos
tu desesperada forma de amarme.
soy la mujer,
tu mujer,
y te amaré
hasta entregarte toda mi piel.

Lo que contrasta con la mujer rebelde, la que le planta cara al machismo y es capaz de confesar con descaro su adulterio, una voz cortante y segura… Leamos los tres famosos poemas:

SOY LA MUCHACHA MALA DE LA HISTORIA
 
soy
la muchacha mala de la historia,
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.
soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril, 
soy la mujer que lo castró 
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia.
COMO TÚ LO ESTABLECISTE
 
sola,
descubro que mi vida transcurrió perfectamente
como tú lo estableciste.
ahora
cuando la sensación de algo inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulos mis buenas intenciones,
sólo ahora
cuando me siento en la mitad de todos mis caminos
atada a frases hechas
a cosas que se hacen por haberlas aprendido
como se aprende una lección de historia,
puedo pensar
que de nada sirvieron los consejos
ni las interminables conversaciones con tu madre,
y esas largas horas de mi vida
perdidas
en aprendizajes extraños
sobre pesas y medidas,
colores
y
sabores
y
en el vano intento de ir tras el sol
tras el vuelo de los pájaros,
de repente quiero acabar
con mi baño de todas las mañanas,
con el café pasado,
con mi agenda cuidadosamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.
TÍMIDA Y AVERGONZADA
 
tímida y avergonzada
dejé que quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome:
"nunca confíes en los hombres".
Comprendiste mi dolor
y con infinita ternura
cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.

Aunque cuesta creer que un pensamiento varonil haya podido sugerir estos sentimientos, incluso las imágenes, a no ser, como dice el crítico Paolo de Lima, que se haya introducido el nuevo elemento del travestismo textual… No voy a ser yo quien lo descubra, por lo tanto, leamos y comparemos otros poemas anteriores de la autora:

hubiéramos querido tener en nuestras manos
la eternidad de nuestras vidas
pero sólo nos era permitido
ocupar el cuarto por tres horas.
la vieja cama rechinó hiriendo nuestros oídos,
para entonces ya nada importaba.
con las precauciones del caso
cara - a - cara
intentamos recuperar nuestro destino
y nos amamos desesperadamente.
yo
todavía conservo
una mata de tu pelo entre mis piernas.
envueltos en las sábanas de tu cama, esa cama tuya
cargada de pesares
descubrimos las mil formas del amor;
mis senos como palomas alimentaron tus angustias
y tus pasos se perdían locos en la llanura de mi vientre,
¡oh! fauno enamorado
cabalgabas sobre mí desesperadamente.
tus labios tomaron posesión de mi sexo
y una lluvia de estrellas bañó nuestros cuerpos
y tu semen vino a mí curando todas mis penas.
al final fumamos y nos quejamos del viejo colchón de paja
limpiamos nuestros sexos
hurgamos en viejos poemas la definición de lo nuestro
volvimos a fumar
y las cuatro paredes de tu cuarto se hicieron evidentes
tan claras y evidentes.
yo te dije adiós y tú prometiste llamarme.
después de un lento aprendizaje
puede reconocer sin equivocarme
las formas de tu cuerpo,
besar tiernamente tus mejillas
y saber con exactitud
las dimensiones de tu falo.
ahora, cada encuentro se convierte
en el hecho cotidiano de besarse
meternos en la cama y repetir
los movimientos del amor.
tu cuerpo se estremece a cada orgasmo,
yo te pido más
y en la necesidad de recuperarte
mis labios exploran tu pubis,
para entonces
cansado y sudoroso.
mis senos abrigan tu sueño.

Saquen ustedes sus propias conclusiones… Pero todavía en el año 2008, José Rosas Ribeyro sigue empeñado en destrozar el mito en una entrevista concedida a Francisco Izquierdo Quea, quien había intentado antes, sin fortuna, sacar alguna declaración a Elqui Burgos; aquí acompaño un fragmento de la entrevista:

 «A tu juicio, ¿Cornejo fue o no poeta?»: «No. Ella era una chica que empezaba a escribir. En sus cuadernos y en hojas sueltas apuntaba cosas acerca de sus malestares existenciales, su vida conyugal, su compromiso social de estudiante católica. La cuestión es simple: sin esos tres poemas ella no existiría hoy como poeta reconocida».

«Eso suena muy categórico…»: «A María Emilia le faltó tiempo para escribir. Quizá hubiera llegado a ser una poeta interesante. Sin embargo, los textos que escribió, los que quedaron tal como ella los hizo, son por lo general poemas sociales bastante mediocres, ingenuos. Las cosas que decía las decía sin tener una verdadera conciencia de estar haciendo poesía». 

«¿María Emilia Cornejo es José Rosas y Elqui Burgos?»: «En parte sí. Digamos que vamos a medias, 50 y 50. María Emilia dijo en el fondo lo que sentía, lo que pensaba. Todo eso lo escribió en muchas hojas de sus cuadernos. Ya luego nosotros compusimos los tres poemas que todos conocen».

En el fondo, María Emilia Cornejo, era una joven torturada por sus depresiones, su desamparo, su vacío, que aparecen a lo largo de toda su obra, pero, sobre todo, en esos poemas existenciales donde no habla de amor sino de soledad:

siempre supe que te encontraría
en alguna vieja calle de Lima.
desde entonces
preparo cuidadosamente nuestro encuentro.
debí seguir tus consejos,
no leer más a Kafka
ni frecuentar esos cafés
que tú sí frecuentas;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.
la soledad abrumadora de mis días
se acrecienta en mis oídos
hasta hacerlos estallar,
ya nadie respeta mis decisiones;
soy la hija extravagante y loca
que hay que rescatar.
entonces
cada palabra mía se convierte
en un grito desgarrador
sin eco y sin respuesta.
he vuelto al camino de la soledad
al camino de la transparencia y la limpieza
he vuelto a los lugares inéditos
donde miedos milenarios pugnan por salir.
he vuelto
yo lo sé,
a la angustia de una noche que se acaba,
al poema terminado,
al silencio,
a mi vida.
de día
mi cuarto es primavera
de flores y rosas
y
cuando llega la noche
es aquel viejo reloj
cansado y sin horas
que espera,
y simplemente espera
al tiempo
que viene en mi contra.
es sólo el tiempo
que viene en mi contra
y no me deja morir
porque
ya no
ya no le temo a la muerte
pues
sentado junto a ella
hoy
ya no tengo
la culpa
de
sentirme sola.

Cuando murió, Cornejo estaba trabajando en su libro, el cual quedó inconcluso…

En la presentación del libro “En la mitad del camino recorrido”, Mariela Sala dejó esta semblanza de la poetisa:

“En ella, vida y obra fueron una, y su muerte, por lo mismo, fue un acto poético mediante el cual permanecerá siempre entre nosotras como la adolescente, la contestataria, la que se atrevió a develar una verdad y lo hizo, para decirlo con sus propias palabras, “como una piedra que cae” y que deja para siempre sus ondas en el agua”.

Bejarano, Francisco

El poeta y escritor español Francisco Bejarano nació en Jerez de la Frontera en 1945. Su poesía se caracteriza por la musicalidad del verso, el equilibrio entre la belleza poética y la emoción, y los temas de la desilusión del amor, el paso del tiempo y el ensalzamiento de lo infantil. Ha publicado varios libros de poesía, entre los que destacan Transparencia indebida (1977), Las tardes (1988), que recibió el Premio de la Crítica Española, y Un juego peligroso (2011). También ha escrito ensayos, como Manual del escritor y del lector modernos (2000), y libros sobre la cultura y la historia de Jerez, como El Jerez de los bodegueros (2004). Es codirector de la revista literaria Fin de siglo y director de la revista Contemporáneos, además de colaborar como columnista en diversos periódicos de la provincia de Cádiz. Es académico de número de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras de Jerez. Su obra ha sido traducida al francés, italiano, inglés y alemán. Su poesía gira alrededor de varios temas entre los que destacan: La desilusión del amor, donde expresa su dolor, su nostalgia y su desengaño por el amor perdido o no correspondido. El paso del tiempo, reflexionando sobre el transcurrir de la vida, la fugacidad de la felicidad, el envejecimiento y la muerte. El ensalzamiento de lo infantil, recuperando la mirada inocente y lúdica de la infancia, el juego, la fantasía y la ilusión.

La poesía como ficción

Anxiety (1984) de Edward Munch

Cuando nos acercamos a un poema lírico y tratamos de averiguar, con las dificultades que ello conlleva y suponiendo que se pueda averiguar, qué quiere decirnos el poeta con esos versos siempre tratamos de dar una explicación basada en la ideología que sabemos que tiene el autor, en los acontecimientos biográficos que rodean la creación, en los hechos históricos que se suceden durante la época en la que se prolonga la escritura… Es decir, siempre que tratamos de dar una explicación lo hacemos recurriendo a datos extralingüísticos que no están presentes en el poema en sí, sino que más bien rodean al mismo y a su creación. No estoy diciendo que ello sea un error, yo mismo lo he hecho en la gran mayoría, o mejor dicho todos los artículos que he escrito aquí. Ni siquiera pienso que esté mal, pues es cierto que muchas veces llegaremos a buen puerto a través de este tipo de análisis. Eso sí, el hecho de pensar que todos los poemas son expresiones del estado de ánimo del poeta no induce a error en muchas ocasiones.

La utilización de esos datos extralingüísticos nos lleva a dar interpretaciones relacionadas directamente con la realidad circundante al autor de la composición, o lo que es lo mismo, en ningún momento pensamos, ni por casualidad, que es probable que lo que se nos dice en esos versos sea una mera creación ficticia que nada tenga que ver con la vida del autor, sino que tan solo es su imaginación la que ha creado todo lo que se plasma en el poema.

Abordemos este tema desde otro ángulo probablemente más cercano para la gran mayoría de lectores y de esta forma podrá ser mejor entendido. Imaginemos una obra narrativa cualquiera, me da igual que sea El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una obra realista de Galdós o Blasco Ibáñez, una novela rusa del siglo XIX, el Ulises de Joyce, las novelas fantásticas de Tolkien, los cuentos de los hermanos Grimm… Siempre que abordamos la lectura de ellas lo hacemos pensando de antemano que nos encontramos ante una ficción narrativa creada por un escritor en su imaginación, pese a que puede o no tener una base real, unos personajes en parte reales o unos escenarios pertenecientes a este mundo. Siempre, siempre, abordamos la lectura como la introducción dentro de un mundo más o menos ficticio: más ficticio cuando lo contado se aleje mucho de la realidad y menos ficticio cuando se cuenta algo más cercano. Por ejemplo, una obra de Vicente Blasco Ibáñez como La barraca sería considerada por sus lectores contemporáneos como una historia poco ficticia, pues se muestra un mundo muy similar al que los rodea en su día a día, con unos personajes descritos de forma similar a sus vecinos ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que de antemano y con toda la razón se enfrentan, nos enfrentamos, a la lectura de las obras narrativas como puras ficciones. Por supuesto, ello no quita que a través de esas historias ficticias se denuncien o cuenten situaciones del mundo actual o pasado, por ejemplo, como ocurre con todas las novelas que actualmente se publican en torno a episodios de la Guerra Civil. Pero ¿a que no tomamos esas historias como ciertas y reales sino como ficciones creadas por el escritor a partir de unos datos reales? Ahí es donde quiero ir a parar.

Volvamos a la poesía. ¿Por qué abordamos la lectura de poemas líricos pensando siempre que se están contando los sentimientos y/o emociones de un yo lírico que normalmente identificamos con el escritor?, es decir, ¿Por qué pensamos que ese yo poético que aparece en los versos es el poeta?, ¿Por qué no leemos lírica pensando que no existe relación entre ellos? Se puede crear una obra lírica que plasme emociones y sentimientos en un yo poético que no tienen nada que ver con las emociones y sentimientos que tiene el autor, es decir, podemos crear poesía lírica ficticia, al igual que creamos obras narrativas ficticias. Por supuesto que el autor dejará algunos rasgos de su personalidad en los versos, al igual que los novelistas, dramaturgos o cuentistas los dejan en las historias que viven sus personajes. Eso es inevitable, pues todavía nadie ha creado un solo texto totalmente objetivo, ya que siempre aparecen las huellas del autor en uno u otro sentido.

Por tanto, pensar que el yo poético es siempre el poeta es tan descabellado como pensar que Tolkien es Légolas, Frodo o Gandalf, que Cervantes es Don Quijote y que Bram Stoker es el mismísimo Conde Drácula. Sin embargo, tampoco debemos estar en la postura del extremo contrario y pensar que nunca hay coincidencia entre ellos.

Teniendo claro lo dicho hasta este punto, considero que lo más conveniente es presentar una serie de ejemplos. Para empezar, me gustaría proponer un poema titulado “Albada” de Jaime Gil de Biedma, uno de los mayores representantes de la poesía española de la llamada Generación del 50, formada por aquellos poetas que nacieron poco antes de la Guerra Civil y cuya infancia se desarrolla en esta y los primeros años del franquismo. Su poesía bebe directamente de los poetas sociales, aunque su ideología literaria se aleja bastante de la denuncia social en sí:

ALBADA

Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
              llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
              y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
               Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros -cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
               después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
               que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
               en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
                desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
                 hecho al amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarte cara a cara,
                 en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
                 y no por el placer 

Relacionemos este poema con lo dicho anteriormente. Nuestra intuición lírica nos lleva a pensar que el protagonista del poema, el yo lírico que cuenta el mágico despertar al lado de la persona “que anoche me gustaba / tanto desnudo”, es el propio poeta, es decir, Jaime Gil de Biedma. Mi pregunta es: ¿Por qué debe ser él y no puede ser un personaje creado para ser protagonista de una historia ficticia? Pienso que no tenemos por qué pensar que el escritor y el yo lírico comparten identidad, ya que, pese a que en este caso puede ser así, también puede no serlo y en manos del lector las mismas pruebas existen para probar que sea Gil de Biedma como para probar que no lo es. Por tanto, las mismas razones tenemos para leerlo en clave ficticia como hacerlo pensando que es el poeta. Aunque nuestra intuición lírica nos lleve a hacerlo de esta última forma ¿por qué no contradecir a nuestra intuición?

Quiero proponer ahora un poema de un autor de la misma Generación, Ángel González, cuyo título es “Cumpleaños”:

CUMPLEAÑOS

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en el aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.

De nuevo la doble vía de interpretación. En esta reflexión sobre el paso del tiempo que toma como pretexto para crearse el cumpleaños del yo lírico cabría preguntarse si las preocupaciones de este eran también del propio Ángel González o tan solo fueron una mera invención del poeta, que tuvo la idea de plasmar por escrito el miedo de un yo lírico a envejecer. De nuevo tenemos las mismas pruebas para probar una y otra cosa, por tanto, de nuevo podemos leerlo como ficción o como plasmación de los sentimientos del poeta.

Crucemos el Charco hasta Chile para leer al Premio Cervantes de Literatura, Nicanor Parra:

CARTAS A UNA DESCONOCIDA

Cuando pasen los años, cuando pasen 
los años y el aire haya cavado un foso 
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años 
y yo sólo sea un hombre que amó, 
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios, 
un pobre hombre cansado de andar por los jardines, 
¿dónde estarás tú? ¡Dónde 
estarás, oh, hija de mis besos!

En este breve poema epistolar, si atendemos a su título, el yo lírico se cuestiona dónde estará su amada cuando pasen los años y “el aire haya cavado un foso / entre tu alma y la mía”. Ese “ser que se detuvo un instante frente a tus labios”, puede no ser Nicanor Parra, como podemos pensar si le hacemos caso a nuestra intuición poética (¡maldita engatusadora ¡). Comparemos: el yo lírico tiene las mismas posibilidades de ser Nicanor Parra que Vladimir Nabokov de ser Humbert Humbert, protagonista de Lolita.

Mantengámonos en América Latina, pero viajemos al primer tercio de siglo XX para proponer un poema de uno de los más grandes literatos peruanos, César Vallejo:

EL POETA A SU AMADA 

Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte.  Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

Demos un paso más en esta teoría. En este poema el título relaciona de forma directa a poeta y yo lírico: “El poeta a su amada”, ¿Es esto suficiente como para afirmar que esta correspondencia es perfecta? No, rotundamente. En literatura existe la autoficción, un procedimiento que provoca que autor, narrador y protagonista compartan la misma identidad, como por ejemplo ocurre en Soldados de Salamina de Javier Cercas, sin embargo, estas obras no cuentan historias reales de sus autores. La propia palabra lo dice: autoficción, es decir, ficción propia, de y sobre uno mismo. En este sentido, muchos narradores introducen elementos autobiográficos en sus obras que hacen que compartan parte de su identidad con el protagonista y narrador de la novela, sin embargo, la gran mayoría de sucesos que se narran poco o nada tienen que ver con lo que realmente ha sucedido, lo que provoca una enorme cantidad de juegos entre ficción y realidad. Este mismo juego puede estar proponiendo Vallejo con el título haciendo creer que él mismo, el poeta, es el protagonista de lo contado a una amada que también existe o existió. ¿Por qué no pensar esto? Al fin y al cabo, ya sabéis que: las mismas posibilidades tenemos de afirmar esto que de decir que lo narrado es la expresión de una vivencia y unos sentimientos del poeta.

Aguirre, Francisca

La poeta y escritora española Francisca Aguirre Benito nació en Alicante el 27 de octubre de 1930 y falleció en Madrid el 13 de abril de 2019). En 2018, recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas. Hija de una familia de artistas, se formó de manera autodidacta, aprendiendo de sus padres en la infancia y leyendo incansablemente en su adolescencia. Al finalizar la Guerra Civil, tuvo que irse exiliada a Francia con su familia, pero su padre, el pintor Lorenzo Aguirre, fue condenado a muerte por la dictadura franquista y ejecutado a garrote vil en 1942. Ya de regreso a España, en la década de los 50 comenzó a frecuentar las tertulias del Ateneo de Madrid y el Café Gijón, donde se relacionó con escritores y poetas como Luis Rosales, Gerardo Diego, Miguel Delibes, Antonio Buero Vallejo, entre otros. Conociendo en esas reuniones al que sería su esposo a partir de 1963, el poeta Félix Grande. La obra poética de Francisca Aguirre se caracteriza por la denuncia social y política, la reivindicación feminista y la defensa de los derechos humanos. Su primer poemario Ítaca (1972) recibió el premio Leopoldo Panero. Otros títulos destacados son: Los trescientos escalones (1981), La herida absurda (1995), Historia de una anatomía (2001) o Quédate con nosotros (2011).

The rose, de Amanda McBroom

Pido disculpas si me he dejado llevar por el sentimentalismo… y no me refiero al hecho de aprovechar la situación temporal como una afectación fácil y trasnochada, no, esto no tiene nada que ver con febrero y menos con San Valentín, pero sí con el otro artículo que colgué hace unos pocos días, el dedicado a Janis Joplin… Sí, me he dejado llevar, pero no lo he querido evitar…

“La Rosa” (The Rose) es una canción escrita por la cantautora norteamericana Amanda McBroom, hija del actor David Bruce, que se hizo famosa por ser el tema principal de la película del mismo nombre y cuyo argumento está basado en la vida de Janis Joplin, por lo tanto, trata de la historia de una auto-destructiva estrella del rock de los años sesenta, a la cual interpretó la actriz y cantante Bette Midler. El film, en un principio, iba a titularse “La Perla” (The Pearl), como el último disco de la malograda artista, pero su familia se negó y no permitió a los productores que utilizasen los derechos de su historia. La película fue nominada para cuatro Óscar y la canción fue un gran éxito en la década de los ochenta. Esta es la única relación que tiene con Janis Joplin, aunque curiosamente, todavía hay mucha gente que le adjudica la autoría de la misma a ella, sin embargo, Janis murió en 1970, siete años antes de que la canción fuera compuesta.

La misma autora, Amanda McBroom, explicó como se generó este tema:

“La gente a menudo me pregunta qué me inspiró a escribir La Rosa. Esta es la historia: 

Yo estaba conduciendo por la autopista una tarde, en algún momento en 1977. 

Estaba escuchando una canción en la radio, se trataba de "Magdalena" de Danny O'Keefe, cantada por Leo Sayer. Me gustó de inmediato. Mi frase favorita fue "Tu amor es como una navaja de afeitar. Mi corazón es una cicatriz." Yo pensé, "Oh, me encanta esa letra." 

A medida que continuaba por el camino me vino la idea. No estoy de acuerdo con ese sentimiento. No creo que el amor sea como una navaja de afeitar. (Yo era más joven entonces.) ¿Cómo es, pues, el amor? De repente, fue como si alguien hubiera abierto una ventana en la parte superior de mi cabeza. Las palabras comenzaron a llegar. Tuve que seguir recitándolas mientras conducía cada vez más rápido hacia mi casa, y las repetía y las repetía para no olvidarlas. Llegué al camino de entrada, corrí hacia la casa, dejándola pasar desconcertados perros, gatos y maridos, y me senté en el piano. Diez minutos más tarde, “La rosa” estaba allí. 

Llamé a mi esposo, George, y se la interpreté, como siempre lo hacía con mis nuevas canciones. Él escuchó y tranquilamente me dijo: "Simplemente has escrito algo modélico." Yo protesté y dije que nadie más que mis amigos lo oirían jamás. (Esto fue mucho antes de que yo hubiera registrado nada). Él dijo: "Recuerda mis palabras, algo va a pasar con esta canción." 

Un año más tarde, un gran compositor joven llamado Michele Brourman, que se convirtió en mi principal colaborador musical y mi mejor amigo, dijo: "Escucha. Están acabando una película que se va a llamar "La Rosa". Buscan una canción con ese título. ¿Quieres presentar esto a ellos?" Yo nunca había pensado realmente en presentar esta canción a nadie. No me consideraba una escritora de canciones en aquel momento. Así que le dije: "Claro." Originalmente, la película había sido llamada “La Perla”, que era el apodo de Janis Joplin. Pero su familia negó el permiso para usar ese nombre. Por suerte para mí. "La Perla" es mucho más difícil de rimar. 

Presenté la melodía de los productores, quienes la despreciaron. Ellos pensaron que era aburrida y que no tenía que ver nada con el rock and roll. La pusieron en la caja de rechazos. Pero el divino Paul Rothchild, que era el supervisor musical de la película y había sido productor de Janis Joplin, la rescató y les pidió que lo reconsideraran. De nuevo volvieron a decir que no. Así que él se la envió a Bette. A ella le gustó y la introdujo en la película y mi vida cambió para siempre. 

Nunca mas he escrito otra canción tan rápido. Me gusta pensar que yo era la ventana que estaba abierta cuando esos pensamientos necesitaban salir adelante. Estoy eternamente agradecido a Bette ... .. . a Paul Rothchild ... a Bill Kerby, quien escribió el guión ... a mi amigo que la presentó por primera vez por mí ... y al Universo por hablarme en primer lugar y por mostrarme lo que yo realmente creo.

“The Rose”dice así:

Some say love it is a river // that drowns the tender reed. // Some say love it is a razor  // that leaves your soul to bleed. // Some say love it is a hunger,  // an endless aching need. // I say love it is a flower, // and you its only seed. // It’s the heart afraid of breaking // that never learns to dance. // It’s the dream afraid of waking // that never takes the chance. // It’s the one who won’t be taking, // who cannot seem to give. // And the soul afraid of dying // that never learns to live. // When the night has been too lonely // and the road has been too long, // and you think that love is only // for the lucky and the strong, // just remember, in the winter, // just beneath the bitter snow // lies a seed that with the sun’s love // in the spring becomes the rose.

Es una letra de esperanza, la que nunca tuvo Janis, de horizontes y de sueños por realizar… porque el amor, que todo lo arrasa, también es cálido y da vida… sólo hay que saber arriesgarse… Es una canción repleta de paz y sosiego, de la que muchos piensan alejada del estilo de aquella mujer a la que llegó a representar, pero podemos dudarlo, porque Janis todo lo interpretaba desde su alma y con el alma, aunque su espíritu confuso y errante surgiera tal como era en su voz, torturada y atormentada…

Dicen que el amor es como un río
que ahoga a los juncos jóvenes.
Dicen que el amor es como una cuchilla
que deja tu alma sangrando.
Dicen que el amor es como el hambre,
una interminable y dolorosa necesidad.
Yo digo que el amor es como una flor
y tú eres su única semilla.
El corazón que teme romperse,
nunca aprende a bailar.
El sueño que teme despertarse,
nunca aprovecha la oportunidad.
Es aquel que no querrá nadie,
que será incapaz de ofrecerse.
Y el alma temerosa de morir,
nunca aprende a vivir.
Cuando la noche ha sido tan solitaria
y el camino ha sido tan largo,
y tú piensas que el amor es sólo
para los afortunados y los fuertes,
entonces recuerda, que en invierno,
justo debajo de la fría nieve,
yace una semilla que, con el amor del sol,
en primavera se convertirá en la rosa.
 

La primera versión, la que abre el artículo, es la más conocida, la de Bette Midler y fue la oficial de la película y con la que se dio a conocer mundialmente, pero ahora me gustaría que escuchaseis la interpretada por la misma autora, Amanda McBroom, que nos recuerda un poco al estilo country y a la voz de Joan Baez, como podréis comprobar seguidamente:

Tal vez la voz que más se acercará a la personal de Janis Joplin fuera la de Bonnie Tyler, por lo desgarrada, aunque en esta versión está bastante comedida…

Conway Twitty llevó este tema hasta el numero uno de las listas americanas en 1983…

Y para la gente que ama el estilo más pastosillo, también está la versión del grupo irlandés Westlife, para que luego digan que aquella isla sólo saca gente como U2,Van Morrison, The Corrs, The Cranberries, Bob Geldof o Gary Moore, ¡qué va!… disfrútenla…

Espanca, Florbela

Florbela Espanca es una escritora y poeta portuguesa considerada como una de las precursoras del movimiento feminista en Portugal. Nació el 8 de diciembre de 1894 y murió 36 años después justo el mismo día de su cumpleaños. Su poesía trata del amor, el erotismo, la saudade, el sufrimiento, la soledad y la muerte. Su estilo poético no se encuadra en ningún movimiento literario concreto, aunque algunos críticos la han comparado con Rosalía de Castro. Fue una mujer adelantada a su tiempo, que rompió algunas barreras de la sociedad portuguesa de principios del siglo XX al ser, por ejemplo, una de las primeras en asistir al curso secundario en un liceo masculino, en divorciarse dos veces y en casarse con un hombre de otra raza. Su poesía refleja su rebeldía, su sensualidad, su deseo de libertad y su amor por la vida. Aunque no se consideraba feminista ni militaba en ningún movimiento social, Florbela inspiró a muchas mujeres con su ejemplo y su obra. Su poesía es una expresión de la voz femenina que se atreve a decir lo que siente y lo que piensa, sin miedo al juicio ni a la censura. Sus obras más importantes son: Livro de Mágoas (1919): Su primera obra publicada, donde expresa su dolor por la pérdida de su padre y su primer marido. Es una colección de 88 sonetos que reflejan su angustia existencial y su búsqueda de la felicidad. Livro de Sóror Saudade (1923): Su segunda obra publicada, donde adopta el seudónimo de Sóror Saudade, una monja imaginaria que vive en un convento de clausura. Es una obra más madura y refinada que la anterior, donde explora temas como el erotismo, la religión y la soledad. Charneca em Flor (1931): Su obra maestra, publicada póstumamente. Es una colección de 88 sonetos que muestran su evolución poética y personal. En esta obra, Florbela se libera de las convenciones sociales y literarias y expresa su sensualidad, su rebeldía, su deseo de libertad y su amor por la vida.

Nota: La saudade es una palabra portuguesa que no tiene una traducción exacta a otros idiomas. Es un sentimiento complejo y profundo que expresa el anhelo de algo o alguien que se ama y se extraña, pero que quizás no se pueda volver a tener. La saudade implica tristeza, pero también amor, deseo y alegría nostálgicos. Es un bien que se padece y un mal que se disfruta. Es algo diferente de la morriña, que se refiere a la nostalgia de la tierra natal. La saudade es más trascendental y ambigua, y abarca otros temas como el erotismo, la religión, la soledad y la muerte.

El Rey de Harlem, de Federico García Lorca

“El rey de Harlem” es un poema de Federico García Lorca que denuncia la situación de los negros en Nueva York. Es un símbolo de la resistencia y la dignidad de los oprimidos frente a la brutalidad y el racismo de la sociedad blanca. Lorca crea imágenes sorprendentes y expresivas con un lenguaje rico y poderoso que mezcla lo surrealista, lo expresionista y lo popular.

Con una cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.

Fuego de siempre dormía en los pedernales,
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.

Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.

Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.

Es preciso cruzar los puentes
y llegar al rubor negro
para que el perfume de pulmón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente piña.

Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente
a todos los amigos de la manzana y de la arena,
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna,
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.

Aquella noche el rey de Harlem con una durísima cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.

Negros, Negros, Negros, Negros.

La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de cáncer.

Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo,
cielos yertos, en declive, donde las colonias de planetas
rueden por las playas con los objetos abandonados.

Sangre que mira lenta con el rabo del ojo,
hecha de espartos exprimidos, néctares de subterráneos.
Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella
y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana.

Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes,
para quemar la clorofila de las mujeres rubias,
para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.

Hay que huir,
huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos,
porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.

*

Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.

Un viento sur de madera, oblicuo en el negro fango,
escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros;
un viento sur que lleva
colmillos, girasoles, alfabetos
y una pila de Volta con avispas ahogadas.

El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo,
el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.

*

A la izquierda, a la derecha, por el sur y por el norte,
se levanta el muro impasible
para el topo, la aguja del agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad el gran sol del centro
hechos una piña zumbadora.

El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa,
el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,
el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.

Negros, Negros, Negros, Negros.

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula
palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces,
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas
y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.

¡Ay, Harlem, disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor,
me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.

Este poema forma parte del libro Poeta en Nueva York, publicado en 1940 y refleja las impresiones del autor sobre la vida de los afroamericanos en el barrio de Harlem, en la ciudad de Nueva York, durante su estancia allí entre 1929 y 1930. En él combina elementos surrealistas, simbólicos y sociales, para crear una visión crítica y expresiva de la realidad de la opresión, la violencia y la marginación que sufrían los negros en Estados Unidos.

El poema se divide en cuatro partes, cada una con un tono y un tema diferente. La primera parte presenta al personaje del rey de Harlem, un hombre que con una cuchara arranca los ojos a los cocodrilos y golpea el trasero de los monos, como una forma de rebelarse contra la naturaleza y la civilización que lo han excluido. La segunda describe el ambiente nocturno de Harlem, donde las muchachas americanas llevan niños y monedas en el vientre, y los muchachos se desmayan en la cruz del desperezo. La tercera se centra en la sangre de los negros, que no tiene puertas en su noche boca arriba, y que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo. Y la cuarta parte repite el gesto del rey de Harlem con la cuchara, y muestra el llanto confundido de los negros entre paraguas y soles de oro, mientras el viento empaña espejos y quiebra las venas de los bailarines.

Esta obra es un ejemplo de la capacidad poética de Lorca para crear imágenes impactantes, originales y cargadas de significado. También es una muestra de su compromiso social y humano con las causas de los oprimidos y los marginados, que se refleja, en este caso, mediante su solidaridad con los negros de Harlem. El poema es una denuncia de la injusticia y la discriminación racial que existía en Estados Unidos, pero también una celebración de la belleza y la fuerza de la cultura afroamericana.

Federico García Lorca utiliza en obra diversas figuras literarias para crear un lenguaje poético rico, original y expresivo. Algunas de las figuras que destacan en el poema son:

La metáfora: Consiste en identificar un término real con otro imaginario que guarda alguna relación de semejanza. Por ejemplo, en el verso “Fuego de siempre dormía en los pedernales”, el fuego se asocia con la vida y la energía, y los pedernales con la naturaleza y la tradición. Otra metáfora es “tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro”, donde la sangre representa la identidad y el sufrimiento de los negros, y el eclipse oscuro simboliza la opresión y la injusticia que padecen.

La personificación: Radica en atribuir cualidades humanas a seres inanimados o irracionales. Por ejemplo, en el verso “Las rosas huían por los filos de las últimas curvas del aire”, las rosas se presentan como seres vivos que huyen del ambiente hostil de la ciudad. Otra personificación es “el viento empañaba espejos y quebraba las venas de los bailarines”, donde el viento actúa como un agente destructivo que borra la imagen y la vitalidad de los negros.

La hipérbole: Se fundamenta en exagerar la realidad para causar un efecto de intensidad o sorpresa. Por ejemplo, en el verso “Con una cuchara arrancaba los ojos a los cocodrilos y golpeaba el trasero de los monos”, se exalta la fuerza y la rebeldía del rey de Harlem, que desafía a los animales más feroces y burlones con un simple utensilio. Otra hipérbole es “Es la sangre que viene, que vendrá por los tejados y azoteas, por todas partes”, donde se anticipa una catástrofe social provocada por la violencia racial.

La aliteración: Es repetir uno o varios sonidos para crear un efecto sonoro o rítmico. Por ejemplo, en el verso “Negros, Negros, Negros, Negros”, se repite el sonido /n/ para enfatizar la presencia y la voz de los negros. Otra aliteración es “para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos”, donde se repite el sonido /m/ para sugerir el lamento y el desconsuelo de los negros.

Este poema tiene varias influencias que se pueden apreciar en su forma y en su fondo. Algunas de ellas son:

El surrealismo, un movimiento artístico y literario que surgió en Francia en la década de 1920 y que buscaba expresar el mundo del subconsciente, la imaginación y los sueños, mediante imágenes irracionales, absurdas y simbólicas. Lorca se inspiró en autores surrealistas como André Breton, Paul Éluard o Luis Buñuel, y utilizó la técnica de la escritura automática, que consiste en escribir sin censura ni control racional, dejando fluir el pensamiento libremente. Así, el poema está lleno de metáforas sorprendentes, contrastes violentos y asociaciones inesperadas, que crean un efecto de extrañeza y de crítica a la realidad.

La cultura afroamericana, especialmente de la música, el baile, la religión y la literatura de los negros de Harlem, un barrio de Nueva York donde Lorca vivió durante su estancia en Estados Unidos entre 1929 y 1930. Lorca se sintió atraído por la belleza, la fuerza y la vitalidad de los negros, y también por su situación de opresión, discriminación y marginación social. Lorca denunció la injusticia racial y se solidarizó con la lucha de los negros por su libertad y su dignidad. El poema es un homenaje al rey de Harlem, un personaje ficticio que representa al líder espiritual y político de los negros, que se rebela contra la naturaleza y la civilización que lo han excluido.

La poesía estadounidense, especialmente de Walt Whitman, un poeta que Lorca admiraba por su estilo innovador, su visión democrática y su celebración de la vida. Lorca adoptó algunas características de la poesía whitmaniana, como el verso libre o el verso blanco, que no tiene rima ni medida fija, el uso de enumeraciones y paralelismos, el tono profético y exaltado, y el recurso a los signos de puntuación para marcar el ritmo y la entonación. Lorca también se inspiró en otros autores estadounidenses como Edgar Allan Poe o Herman Melville, a los que aludió en algunos versos del poema.

Lorca decidió escribir sobre la cultura afroamericana por varias razones. Una de ellas fue su interés personal por la música, el baile, la religión y la literatura de los negros, que conoció durante su estancia en Nueva York y en Cuba. Lorca se sintió atraído por la belleza, la fuerza y la vitalidad de los negros, y también por su situación de opresión, discriminación y marginación social. Lorca denunció la injusticia racial y se solidarizó con la lucha de los negros por su libertad y su dignidad. Otra razón fue su búsqueda de una nueva estética poética, que rompiera con las formas tradicionales de la poesía española y que se inspirara en el surrealismo, el jazz, el blues y el folklore afroamericano. Lorca creó un lenguaje poético propio, rico en metáforas, símbolos, contrastes y musicalidad, que reflejaba su visión crítica y expresiva de la realidad. Una tercera razón fue su identificación con el mundo gitano, que también había sido una fuente de inspiración para él en obras anteriores. Lorca vio en los negros una similitud con los gitanos, tanto por su cultura como por su marginalidad. Lorca se consideraba a sí mismo un gitano andaluz, y sentía una afinidad espiritual con los negros americanos.

Poeta en Nueva York de Federico García Lorca es una obra que tuvo una recepción muy variada por parte de la crítica y el público, tanto en España como en el extranjero. Algunos aspectos que influyeron en la recepción fueron:

El contexto histórico y político: El libro se publicó por primera vez en 1940, cuatro años después de la muerte de Lorca y en plena guerra mundial. En España, el régimen franquista censuró y prohibió la obra, por considerarla subversiva, antipatriótica y contraria a los valores católicos. En otros países, como México, Argentina o Estados Unidos, el libro tuvo una mejor acogida, pero también se vio afectado por la situación bélica y la escasez de papel. Además, el libro se publicó sin las fotografías que Lorca había previsto incluir, lo que alteró su concepción original.

El cambio estético y temático: El libro supuso una ruptura con la poesía anterior de Lorca, que había alcanzado un gran éxito con Romancero gitano o Poema del cante jondo. Poeta en Nueva York era una obra más compleja, innovadora y vanguardista, que utilizaba el surrealismo, el verso libre y las imágenes irracionales para expresar su visión crítica de la realidad. Abordaba temas como la injusticia social, la discriminación racial, la deshumanización de la ciudad, la angustia existencial o el deseo erótico. Estos temas no eran habituales ni bien vistos en la poesía española de la época, y provocaron el desconcierto y el rechazo de algunos lectores y críticos.

El reconocimiento póstumo: Con el paso del tiempo, Poeta en Nueva York fue ganando prestigio y admiración, tanto dentro como fuera de España. Se reconoció su valor literario, su originalidad, su universalidad y su actualidad. Se publicaron numerosas ediciones, traducciones, estudios y comentarios sobre el libro. Se recuperaron las fotografías que Lorca había seleccionado para ilustrar el libro. Se le dedicaron homenajes, exposiciones, documentales y adaptaciones musicales. Se le consideró una de las obras maestras de la poesía española del siglo XX y una de las más influyentes en la poesía hispanoamericana.

La estancia de Lorca en Nueva York fue una experiencia decisiva para su obra poética, ya que le permitió ampliar sus horizontes creativos, experimentar con nuevas formas de expresión y denunciar las injusticias sociales que observaba en la ciudad. Según algunos expertos, Poeta en Nueva York es el libro más original, innovador y vanguardista de Lorca, y uno de los más importantes de la poesía española del siglo XX. Algunas de las características que reflejan la influencia de Nueva York en la obra de Lorca son:

El uso del surrealismo como método para crear imágenes sorprendentes, irracionales y simbólicas, que revelan el subconsciente del poeta y su visión crítica de la realidad. Lorca se inspiró en el movimiento surrealista francés, especialmente en André Breton y Paul Éluard, y también en el cineasta Luis Buñuel, con quien había colaborado en el guion de la película Un perro andaluz. El surrealismo le permitió expresar su angustia, su soledad, su deseo y su rebeldía ante el mundo moderno.

El contraste entre la naturaleza y la civilización, entre lo humano y lo mecánico, entre lo vivo y lo muerto. Lorca se sintió abrumado por la magnitud de los rascacielos, el ritmo frenético de la vida urbana, el consumismo, el materialismo y la violencia que dominaban la ciudad. Frente a ello, buscó refugio en la naturaleza, en los elementos primordiales como el agua, el fuego, la tierra y el aire, y en los seres marginados como los negros, los indios, los niños o los animales. Lorca denunció la deshumanización de la sociedad moderna y la alienación del individuo.

La incorporación de elementos culturales e históricos de Estados Unidos, especialmente relacionados con la situación de los afroamericanos. Lorca se interesó por la música, el baile, la religión y la literatura de los negros, y se solidarizó con su lucha por la libertad y la dignidad. Lorca también aludió a acontecimientos históricos como la guerra civil americana, el crack del 29 o el asesinato de Lincoln. Lorca mostró una visión crítica y comprometida con las causas sociales y humanas.

La ruptura con las formas tradicionales de la poesía española y la búsqueda de una nueva estética. Lorca abandonó el uso del verso regular y de las rimas consonantes o asonantes, y optó por el verso libre o el verso blanco. También renunció a las referencias culturales o literarias españolas, y se inspiró en autores como Walt Whitman o Edgar Allan Poe. Lorca creó un lenguaje poético propio, rico en metáforas, símbolos, contrastes y musicalidad. En conclusión, podemos decir que Nueva York fue una fuente de inspiración para Lorca, pero también un desafío y una provocación. Lorca supo transformar su experiencia personal en una obra universal, que refleja las contradicciones, los conflictos y las esperanzas del ser humano en el siglo XX.

Las flores del mal, de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire creó con Las flores del mal un monumento de la poesía moderna, donde plasmó su visión del mundo, el arte y el amor. Su obra maestra, que abarca casi dos décadas de producción poética, sufrió la censura y el escándalo por su audacia temática y estilística.

El libro se publicó en tres ediciones diferentes: la primera en 1857 con 100 poemas, la segunda en 1861 con 124 y la tercera en 1868 con 151 (ya sin los vetados, pero con algunos más). Baudelaire pensó en llamarlo “Los limbos” o “Las lesbianas”, pero siguiendo el consejo de un amigo optó por Las flores del mal, un título que resume la belleza y el horror que conviven en sus versos. El libro se divide en seis partes: Spleen e Ideal, Cuadros parisinos, El vino, Las flores del mal, Rebelión y La muerte. En ellas, el poeta explora temas como el amor, el arte, la ciudad, el vicio, el sufrimiento, la rebeldía y la muerte. Su estilo se basa en el uso de símbolos, imágenes decadentes, sonetos, alejandrinos, aliteraciones, metáforas, antítesis y paradojas. Su influencia se extendió a generaciones de poetas posteriores como Verlaine, Mallarmé o Rimbaud. También inspiró obras de música, pintura y cine.

Con Las flores del mal Baudelaire abrió nuevos caminos en la literatura, anticipando el simbolismo y el decadentismo. Estos movimientos rompieron con lo clásico y lo romántico y se adentraron en temas, formas y estilos inéditos. Baudelaire expresó la angustia, el hastío, la melancolía y el horror de la vida moderna, pero también buscó la belleza en lo grotesco, lo perverso y lo marginal. Su lenguaje poético fue innovador, lleno de imágenes simbólicas, contrastes, musicalidad, ritmo y rima. Su poesía tiene una gran fuerza expresiva y belleza formal. Baudelaire marcó a muchos poetas posteriores, como Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o Valéry, y se le considera el padre de la poesía moderna. Sin embargo, Baudelaire sufrió la persecución por ofensa a la moral pública y a las buenas costumbres, y tuvo que retirar seis poemas de esta obra por blasfemos, obscenos e inmorales según los censores de la época, que no aceptaban cómo Baudelaire retrataba a las mujeres y al sexo. Y es que Baudelaire exploró temas como el lesbianismo, el sadismo, la prostitución y el erotismo explícito, que chocaban con los valores morales del siglo XIX francés. Además de criticar a la religión, a la burguesía y a la hipocresía social en sus poemas, lo que le valió muchos enemigos y detractores. Baudelaire no logró apelar la sentencia. Los seis poemas censurados no se publicaron en Francia hasta 1949, casi un siglo después de la primera edición de Las flores del mal. Sin embargo, estos poemas circularon clandestinamente en otros países, como Bélgica o Holanda, donde se publicaron ediciones completas de la obra.

La obra de Baudelaire no solo sufrió la censura, sino también su vida personal y profesional. La persecución judicial y el rechazo social que padeció le causaron depresión, ansiedad, problemas económicos y de salud. Su fama de poeta maldito se hizo más fuerte con el tiempo, pero también se le reconoció su genialidad y su influencia en la poesía moderna.

Estos son los poemas que fueron censurados de Las flores del mal:

Las joyas:

Un poema que narra el placer sexual del poeta con una mujer que tiene una joya en el ombligo. El poema tiene imágenes eróticas y alude al sadismo y al fetichismo.

Ella estaba desnuda, y, sabiendo mis gustos,
Sólo había conservado las sonoras alhajas
Cuyas preseas le otorgan el aire vencedor
Que las esclavas moras tienen en días fastos.

Cuando en el aire lanza su sonido burlón
Ese mundo radiante de pedrería y metal
Me sumerge en el éxtasis; yo amo con frenesí
Las Cosas en que se une el sonido a la luz.

Ella estaba tendida y se dejaba amar,
Sonriendo de dicha desde el alto diván
A mi pasión profunda y lenta como el mar
Que ascendía hasta ella como hacia su cantil.

Fijos en mí sus ojos, como en tigre amansado,
Con aire soñador ensayaba posturas
Y el candor añadido a la lubricidad
Nueva gracia agregaba a sus metamorfosis;

Y sus brazos y piernas, sus muslos y sus flancos
Pulidos como el óleo, como el cisne ondulantes,
Pasaban por mis ojos lúcidos y serenos;
Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña,

Avanzaban tan cálidos como Ángeles del mal
Para turbar la paz en que mi alma estaba
Y para separarla del peñón de cristal
Donde se había instalado solitaria y tranquila.

Y creí ver unidos en un nuevo diseño
-Tanto hacía su talle resaltar a la pelvis-
Las caderas de Antíope al busto de un efebo,
¡Soberbio era el afeite sobre su oscura tez!

-Y habiéndose la lámpara resignado a morir
Como tan sólo el fuego iluminaba el cuarto,
Cada vez que exhalaba un destello flamígero
Inundaba de sangre su piel color del ámbar.

El Leteo:

Un poema que invoca al río del olvido de la mitología griega, donde el poeta desea sumergirse con su amada para escapar del dolor y la angustia de la vida. El poema fue considerado blasfemo por su rechazo a la religión y a la salvación.

Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crin;

Sepultar mi cabeza dolorida
En tu falda colmada de perfume
Y respirar, como una ajada flor,
El relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mis sollozos apagados,
Sólo preciso tu profundo lecho;
El poderoso olvido habita entre tus labios
Y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
Como un predestinado seguiré;
Condenado inocente, mártir dócil
Cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor, apuraré
El nepente y la cicuta amada,
del pezón delicioso que corona este seno
el cual nunca contuvo un corazón.

A la que es demasiado alegre:

Un poema que retrata a una mujer alegre y despreocupada, que el poeta desprecia por su frivolidad y su ignorancia. El poema fue censurado por su tono sarcástico y ofensivo hacia la mujer.

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.

Mujeres condenadas:

Un poema que describe a dos mujeres lesbianas que se besan y se acarician, mientras el poeta las observa con fascinación y horror. El poema fue censurado por su temática homosexual y su lenguaje explícito.

Como bestias inmóviles tumbadas en la arena,
Vuelven sus ojos hacia el marino horizonte,
Y sus pies que se buscan y sus manos unidas,
Tienen desmayos dulces y temblores amargos.

Las unas, corazones que aman las confidencias
En el fondo del bosque donde el arroyo canta,
Deletrean el amor de su pubertad tímida
Y marcan en el tronco a los árboles tiernos;

Las otras, como hermanas, andan graves y lentas,
A través de las peñas llenas de apariciones,
Donde vio san Antonio surgir como la lava
Aquellas tentaciones con los senos desnudos;

Y las hay, que a la luz de goteantes resinas,
En el hueco ya mudo de los antros paganos,
Te llaman en auxilio de su aulladora fiebre.
¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes!

Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios,
Que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas,
Mezclan en las umbrías y solitarias noches,
La espuma del placer al llanto del suplicio.

Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires,
De toda realidad desdeñosos espíritus,
Ansiosas de infinito, devotas, satiresas,
Ya crispadas de gritos, ya deshechas en llanto.

Vosotras, a quien mi alma persiguió en tal infierno,
¡Hermanas mías!, os amo y os tengo compasión,
Por vuestras penas sordas, vuestra insaciable sed
y las urnas de amor que vuestro pecho encierra.

Lesbos:

Un poema dedicado a la isla griega de Lesbos, donde vivió la poetisa Safo, famosa por sus versos de amor entre mujeres. El poema celebra la belleza y el erotismo de las lesbianas, pero también expresa su condena social y moral.

Madre de los latinos y los griegos deleites,
Lesbos, donde los besos, lánguidos o incendiados,
Cálidos como soles, frescos como sandías,
Son ornato de noches y de días gloriosos;
Madre de los latinos y los griegos deleites;

Lesbos, donde los besos son como esas cascadas
Que, sin miedo, se lanzan a simas profundísimas
y corren sollozantes, con gritos sofocados,
borrascosos y ocultos, profundos y hormigueantes;
Lesbos, donde los besos son como esas cascadas.

Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,
Donde nunca ha quedado un suspiro sin eco,
A Pafos semejante los astros te proclaman
¡Y de Safo celosa Venus puede sentirse!
Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,

Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,
Que hacen que en sus espejos, oh infecundo placer,
Las niñas de sus propios cuerpos enamoradas
Palpen los frutos gráciles de sus núbiles cuerpos;
Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,

Deja al viejo Platón fruncir su ceño austero;
De los besos innúmeros obtienes tu perdón,
Reina del dulce imperio, noble y amante tierra,
Inagotable siempre en tus refinamientos,
Deja al viejo Platón fruncir su ceño austero.

Tú obtienes el perdón del eterno martirio
Sin cesar infligido a las almas intrépidas,
que aleja de nosotros la sonrisa radiante
Vagamente entrevista al borde de otro espacio.
¡Tú obtienes el perdón del eterno martirio!

¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez
Y condenar tu frente que arrugaron las penas,
Si sus áureas balanzas no han pesado el diluvio
De llanto que a los mares tus arroyos vertieron?
¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez?

¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?
Honor del Archipiélago, vírgenes de alma noble,
Como no importa cuál, es regio vuestro culto,
¡Y se reirá el amor del Cielo y del Infierno!
¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?

Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra
Para cantar lo oculto de sus floridas vírgenes,
Y fui desde la infancia admitido al misterio
De sofocadas risas y de llantos sombríos;
Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra.

Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato
Como vigía de ojo seguro y penetrante,
Que acecha noche y día brick, tartana o fragata,
Cuyas lejanas formas en el azul titilan;
Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato,

Para saber si el mar es indulgente y bueno,
Y en medio de los ayes que en la roca resuenan,
Un día devolverá hacia Lesbos, que olvida,
El cadáver amado de Safo, que partiera
¡Para saber si el mar es indulgente y bueno!

De Safo, la viril, que fue amante y poeta,
¡Más hermosa que Venus en su triste blancor!
—El azul se somete al negro que salpica
El tenebroso círculo que el dolor dibujó
¡De Safo, la viril, que fue amante y poeta!

—Más hermosa que Venus presentándose al mundo
Y mostrando el tesoro de su serenidad
Y el destello radiante de su juventud rubia,
Sobre el viejo Océano, prendado de su hija;
¡Más hermosa que Venus presentándose al mundo!

—De Safo que murió el día de su blasfemia,
Cuando insultando el rito y el culto establecidos,
Entregó como pasto supremo su belleza
A un bruto cuyo orgullo castigó la impiedad
De aquella que murió el día de su blasfemia.

Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua,
Y a pesar de las honras que los mundos le rinden,
Cada noche se embriaga con la voz turbulenta
Que alzan hacia los cielos sus desiertas riberas
¡Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua!

La metamorfosis del vampiro:

Un poema que narra la transformación de una mujer en un vampiro, que muerde al poeta y le chupa la sangre. El poema fue censurado por su violencia y su simbolismo sexual.

La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»

Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.

La censura de Las flores del mal marcó un antes y un después en la vida y la obra de Baudelaire. Por un lado, Baudelaire se vio humillado, frustrado y acosado por la justicia y la crítica, lo que le pasó factura a su salud mental y física. Por otro lado, tuvo problemas para publicar sus obras posteriores, ya que muchos editores temían las consecuencias de las autoridades y el público. Algunas de las obras que Baudelaire publicó después de la censura fueron: Los paraísos artificiales (1860): Un ensayo sobre el opio y el vino, dos sustancias que el poeta consumía para escapar del dolor y el aburrimiento, inspirándose en sus propias experiencias y en las de otros autores como De Quincey o Poe. El spleen de París (1869): Una colección de poemas en prosa que pintan la vida urbana, el hastío, la soledad y la angustia del hombre moderno. Baudelaire creó un nuevo género poético, que influyó en autores como Rimbaud, Mallarmé o Proust. Mi corazón al desnudo (1897): Un conjunto de notas autobiográficas que revelan el pensamiento íntimo y crítico de Baudelaire sobre el arte, la sociedad, la religión y su propia vida. Baudelaire dejó este texto inacabado y se publicó póstumamente. Estas obras muestran cómo Baudelaire evolucionó como poeta y como persona, y cómo buscó la belleza y el sentido en un mundo hostil y decadente. Baudelaire no se rindió a su visión poética ni a su libertad de expresión, sino que las adaptó a las circunstancias y a los nuevos medios literarios. Baudelaire fue un poeta maldito, pero también un poeta genial.

El título de Las flores del mal es un símbolo ambiguo y paradójico, que refleja la visión poética de Baudelaire. Por un lado, las flores son la belleza, la pureza y la perfección, pero también la fragilidad, la efímera y la decadencia. Por otro lado, el mal es el pecado, el vicio, la corrupción y la muerte, pero también la rebeldía, la libertad y la originalidad. Baudelaire crea una poesía que saca lo bello de lo feo, lo sublime de lo vulgar, lo sagrado de lo profano. Así, las flores del mal son las obras de arte que surgen del dolor, del sufrimiento y del horror de la vida moderna. Baudelaire también se inspiró en el título de una obra anterior de su amigo Théophile Gautier, Las flores del mal (1838), que era una colección de poemas eróticos y satíricos. Baudelaire dedicó su libro a Gautier, a quien admiraba y quería. Baudelaire le rindió homenaje y también desafió a los lectores con un título que sugería una paradoja y una transgresión.

Un ejemplo de su poética es el poema Correspondencias, que forma parte de su obra maestra. En este poema, Baudelaire expresa su concepción del arte como una correspondencia entre los sentidos, las ideas y las emociones. Baudelaire utiliza la metáfora de la naturaleza como un templo donde se revelan los misterios del universo a través de signos y símbolos. Baudelaire también recurre a la sinestesia, una figura retórica que consiste en mezclar sensaciones de diferentes sentidos, como el olfato y el oído. Baudelaire crea así una poesía sensorial, mística y musical.

La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

El libro se divide en seis partes, que reflejan la visión poética de Baudelaire y su búsqueda de la belleza en el mal: Spleen e Ideal: Donde el poeta intenta escapar del mundo con la belleza, el arte, la poesía, el amor y el erotismo. Pero todas estas formas le decepcionan o le frustran, y cae en el spleen, es decir, el aburrimiento, la melancolía y la angustia de la vida moderna. Cuadros parisinos: En el que intenta escapar del mundo con la ciudad de París, donde retrata a los más pobres y marginados, con los que se siente unido. La ciudad no es realista, sino simbólica, como un reflejo de su alma. El vino: Otra forma de escapar del mundo es con la bebida, que le da una ilusión de felicidad, libertad y fuerza. Pero la bebida también tiene efectos negativos, como la embriaguez, la violencia y la locura. Las flores del mal: Aquí el escape se basa en la lujuria, que le ofrece un placer sensual y perverso. El poeta explora temas como el lesbianismo, el sadismo, la prostitución y el erotismo explícito. Pero la lujuria también le acarrea una condena social y moral. Rebelión: El poeta se rebela contra Dios, al que ve injusto y cruel, y se identifica con Satán, al que ve como un padre y un aliado. Por ello desafía al Creador con sus blasfemias y sus maldiciones. La muerte: La última escapatoria: la muerte. El poeta ve en la muerte una liberación del dolor y del mal, una esperanza de paz y de eternidad. Pero la muerte también implica una incertidumbre y un misterio.

Es difícil decidir cuáles son los mejores poemas del libro Las flores del mal de Charles Baudelaire, ya que, además de resultar algo totalmente subjetivo, se trata de una obra maestra de la poesía moderna que abarca una gran variedad de temas, formas y estilos. Sin embargo, podría sugerir algunos poemas que son considerados como los más representativos, influyentes y bellos de la obra:

Elevación:

Un poema que expresa el deseo del poeta de escapar de la realidad terrenal y elevarse hacia las esferas celestiales, donde encuentra la belleza, la armonía y la libertad. Es un poema que muestra la aspiración idealista y mística de Baudelaire, así como su dominio del ritmo y la musicalidad.

Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

Los faros:

Un poema que rinde homenaje a ocho pintores que Baudelaire admiraba: Rubens, Leonardo da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel, Watteau, Goya, Delacroix y Ingres. Cada uno de ellos representa una faceta de la visión artística de Baudelaire, que busca la belleza en lo sublime, lo grotesco, lo sensual y lo misterioso.

Rubens, río de olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;

Leonardo da Vinci, espejo profundo y sombrío,
Donde los ángeles encantadores, con dulce sonrisa
Toda llena de misterio, aparecen en la sombra
De los ventisqueros y los pinos que cierran su paisaje;

Rembrandt, triste hospital lleno de murmullos,
Y por un gran crucifijo decorado solamente,
Donde la plegaria llorosa se exhala de las inmundicias,
Y de un rayo invernal atravesado bruscamente;

Miguel Ángel, lugar impreciso do vénse los Hércules
Mezclarse a los Cristos, y elevarse muy erguidos
Fantasmas pujantes que en los crepúsculos
Desgarran su sudario estirando sus dedos;

Cóleras de boxeador, impudicias de fauno,
Tú que supiste recoger la belleza de los granujas,
Gran corazón henchido de orgullo, hombre débil y amarillo,
Puget, melancólico emperador de los forzados;

Watteau, este carnaval en el que no pocos corazones ilustres,
Como mariposas, flotan relucientes,
Decoraciones frescas y leves iluminadas por lámparas
Que vierten la locura en este baile vertiginoso;

Goya, pesadilla llena de cosas desconocidas,
Fetos que se hacen cocer en medio de los sabats,
Viejas ante el espejo y niñas todas desnudas,
Para tentar los demonios ajustando bien sus medias;

Delacroix, lago de sangre obsedido por malvados ángeles,
Sombreado por un bosque de pinos siempre verde,
Donde, bajo un cielo triste, fanfarrias extrañas
Pasan, cual un suspiro ahogado de Weber;

¡Estas maldiciones, estas blasfemias, estos lamentos,
Estos éxtasis, estos gritos, estos llantos, estos Te Deum,
Son un eco repetido por mil laberintos;
Es para los corazones mortales un divino opio!

Es un grito repetido por mil centinelas,
¡Una orden transmitida por mil portavoces.
Es un faro encendido sobre mil ciudadelas,
Un clamor de cazadores perdidos en los inmensos bosques!

¡Porque verdaderamente, Señor, el mejor testimonio
Que podencos dar de nuestra dignidad
Es este ardiente sollozo que rueda de edad en edad
Y viene a morir al borde de vuestra eternidad!

Remordimiento póstumo:

Un poema que expresa el arrepentimiento del poeta por no haber amado lo suficiente a una cortesana que ha muerto. El poema cuestiona los valores morales de la época y reivindica el amor libre y sincero. El poema también destaca por su uso de las antítesis y las paradojas.

Cuando en el fondo duermas, mi bella tenebrosa,
de una bóveda en mármol oscuro trabajado,
y ya no tengas más por alcoba y morada
que una llovida cueva y que una huesca fosa;

cuando la tierra oprima tu carne perezosa
y tus flancos que el ocio con encanto a pulido,
ni haya en tu corazón el amor, ni el latido,
ni tus pies puedan ir tras de ninguna cosa,

la tumba, confidente de mi sueño infinito,
en esas noches de las que el sueño está proscrito
-la tumba y el poeta son hermana y hermano-

te dirá: “Cortesana de atractivos inciertos,
¿de qué te vale ahora ignorar a los muertos?”
Como un remordimiento te roerá el gusano.

A una transeúnte:

Un poema que narra el encuentro fugaz entre el poeta y una mujer desconocida en la calle. El poeta queda fascinado por la belleza y el misterio de la mujer, pero no se atreve a seguirla ni a hablarle. El poema refleja la soledad, el deseo y la frustración del hombre moderno en la ciudad.

La calle atronadora aullaba en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina
Una dama pasó, que con gesto fastuoso
Recogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.
De súbito bebí, con crispación de loco.
Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,
El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva belleza
Cuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.
¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado! ¡Oh tú, que lo supiste!

El albatros:

Un poema que compara al poeta con un albatros, un ave marina que vuela con gracia y majestad en el cielo, pero que es torpe e inútil en tierra. El poeta se identifica con el albatros, que es objeto de burla y maltrato por parte de los marineros. El poema simboliza el aislamiento, el sufrimiento y la rebeldía del poeta frente a la sociedad.

Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.

La muerte de los amantes:

Un poema que imagina la muerte como un momento de plenitud y felicidad para los amantes. El poeta desea morir junto a su amada en un lecho perfumado y rodeado de luces. El poema contrasta la muerte con la vida, y muestra una visión romántica y esperanzada del más allá.

Poseeremos lechos colmados de aromas
Y, como sepulcros, divanes hondísimos
E insólitas flores sobre las consolas
Que estallaron, nuestras, en cielos más cálidos.

Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas.

Y, en fin, una tarde rosa y azul místico,
Intercambiaremos un solo relámpago
Igual a un sollozo grávido de adioses.

Y más tarde, un Ángel, entreabriendo puertas
Vendrá a reanimar, fiel y jubiloso,
Los turbios espejos y las muertas llamas.

La poesía de Baudelaire refleja su vida, sus experiencias, sus sentimientos, sus ideas y sus conflictos. Algunos aspectos de su vida que se ven en su obra son: Su amor por su madre y su odio por su padrastro: Baudelaire quería mucho a su madre, Caroline, y se sintió traicionado por ella cuando se casó con el coronel Aupick, a quien Baudelaire aborrecía. Baudelaire expresó su amor maternal y su rencor paterno en poemas como El albatros o El enemigo. Su vida bohemia y libertina: Baudelaire llevó una vida de placeres y de vicios, que le acarrearon problemas económicos, legales y de salud. Baudelaire habló de su consumo de drogas, alcohol, sexo y juegos en sus obras Los paraísos artificiales y Las flores del mal. Su pasión por Jeanne Duval: Baudelaire tuvo una larga y tormentosa relación con Jeanne Duval, una actriz mulata que le inspiró algunos de sus poemas más sensuales y eróticos, la llamaba su Venus negra y le dedicó la sección Las flores del mal. Su admiración por Edgar Allan Poe: Baudelaire fue un gran admirador del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, al que tradujo al francés y al que consideró su alma gemela. Compartía con Poe su visión del arte, su gusto por lo macabro, lo misterioso y lo fantástico, por lo que le dedicó varios ensayos y poemas, como El cuervo o El gato. Su crítica a la sociedad y a la religión: Baudelaire fue un poeta rebelde y maldito, que se enfrentó a la moral y a las convenciones de su época. Criticó a la burguesía, al progreso, a la hipocresía y a la mediocridad, y también cuestionó a Dios, al que acusó de ser injusto y cruel. Baudelaire expresó su rebeldía y su blasfemia en poemas como El vampiro o La muerte de los pobres. Pero también fue importante la influencia de la sociedad que le rodeaba, ya que él fue un observador atento y crítico de la realidad que le tocó vivir. Algunos aspectos de la sociedad francesa del siglo XIX que se ven en su obra son: La revolución industrial y el desarrollo urbano: Baudelaire vio los cambios que trajo la industrialización y el crecimiento de las ciudades, especialmente de París, donde vivió la mayor parte de su vida, pintando en sus poemas el contraste entre la modernidad y la tradición, entre el progreso y la decadencia, entre la multitud y la soledad. Baudelaire acuñó el término modernidad para nombrar la experiencia cambiante y efímera de la vida en la metrópolis urbana y el deber que tiene el arte de capturar esa experiencia. La revolución política y social: Baudelaire vivió en una época convulsa, marcada por las revoluciones de 1830 y 1848, que acabaron con las monarquías absolutas y establecieron regímenes liberales y republicanos. Participó activamente en las revueltas populares, pero también se mostró decepcionado por los resultados y las consecuencias. Criticó a la burguesía, al capitalismo, a la democracia y al nacionalismo, que consideraba formas de hipocresía y de mediocridad. La revolución cultural y artística: Baudelaire formó parte de una generación de artistas e intelectuales que rompieron con las normas y los cánones establecidos por la academia y la crítica. Se rebeló contra el clasicismo y el romanticismo, y buscó nuevas formas de expresión poética, más originales, innovadoras y transgresoras, y fue el precursor del simbolismo y del decadentismo, dos movimientos literarios que influyeron en muchos poetas posteriores. Baudelaire también fue un gran crítico de arte, que defendió a los pintores modernos como Delacroix, Manet o Courbet.

En conclusión, este libro se trata de una obra maestra de la poesía moderna, que refleja la visión poética de Baudelaire y su búsqueda de la belleza en el mal. Fue un poeta original, innovador y transgresor, que rompió con las normas y los cánones establecidos por la tradición literaria y la sociedad de su época. Expresó en sus versos sus experiencias, sus sentimientos, sus ideas y sus conflictos, creando un lenguaje poético rico en imágenes simbólicas, contrastes, musicalidad, ritmo y rima. E influyó en muchos poetas posteriores, como Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o Valéry, y se le considera el padre de la poesía moderna.

Capítulo III: Boscán y Garcilaso.

Juan Boscán y Garcilaso de la Vega fueron dos poetas españoles del Renacimiento que revolucionaron la poesía castellana al introducir la métrica y el estilo italianos.

Juan Boscán, nacido en Barcelona en 1487, fue un noble, soldado, traductor y humanista que aprendió el griego y el latín con el italiano Lucio Marineo Sículo. Sirvió en la corte de los Reyes Católicos, de Carlos V y del duque de Alba. Fue el primero en escribir sonetos, tercetos y octavas reales en castellano, siguiendo el modelo de Petrarca y otros poetas italianos. Tradujo al español El Cortesano de Baltasar de Castiglione. Fue amigo íntimo de Garcilaso de la Vega, a quien dedicó un soneto tras su muerte. Publicó sus obras póstumamente junto con las de Garcilaso en 1543.

Garcilaso de la Vega, nacido en Toledo en 1501, fue un caballero, diplomático, militar y poeta que participó en varias campañas militares en Italia, Francia y Túnez. Se enamoró de Isabel Freyre, una dama portuguesa de la corte de Catalina de Austria, pero no pudo casarse con ella por razones políticas. Su amor frustrado inspiró muchos de sus poemas, que expresan una delicada sensibilidad y un profundo sentimiento. Escribió églogas, elegías, canciones y sonetos en castellano, siguiendo el ejemplo de Boscán y los poetas italianos. También compuso algunas obras en latín e italiano. Es considerado uno de los mayores poetas líricos de la literatura española.

Juan Boscán y Garcilaso de la Vega fueron más que amigos. Los unía el mismo fervor por la poesía, el mismo servicio al rey y la misma curiosidad por la cultura italiana. Se encontraron en la corte de Carlos V, donde compartieron aventuras como soldados y diplomáticos. Se reconocieron como poetas y se inspiraron en sus obras, trayendo juntos el estilo renacentista a la lengua castellana. Se comunicaron por cartas, sonetos y dedicatorias, demostrando su cariño y su admiración. Cuando Garcilaso falleció en 1536, Boscán le escribió un soneto desgarrador, donde manifestó su pena y su anhelo de volver a verlo en el cielo. Boscán también se ocupó de editar las obras de Garcilaso junto con las suyas propias en 1543, revelando al mundo su talento poético. Su amistad es un modelo de cómo dos personas pueden conectarse por el amor al arte y a la patria.

Soneto CXXIX

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste,

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?,
¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que, si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras:

que o quisieras honrarme con tu lado
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.

Los poemas de ambos amigos estaban dispersos en varias recopilaciones con escaso criterio y poca confianza de verosimilitud, así que, antes de morir en 1542, Juan Boscán le encargó a su esposa, Ana Girón de Rebolledo, que editara sus obras junto con las de su amigo Garcilaso, que había muerto en 1536. Boscán ya había recogido y corregido los poemas de Garcilaso, que circulaban, como ya he mencionado, por copias manuscritas entre sus seguidores. Boscán también había redactado un prólogo en el que contaba su intención de traer la poesía italiana a España y alababa la obra de Garcilaso. Ana Girón de Rebolledo se dirigió al impresor barcelonés Carlos Amorós, que era amigo de la familia Boscán y tenía experiencia en la impresión de libros de poesía. Amorós aceptó el trabajo y se encargó de hacer la edición, que se imprimió el 20 de marzo de 1543 con el título Las obras de Boscán y algunas de Garcilasso de la Vega repartidas en quatro libros: el primero con las obras en verso castellano de Boscán; el segundo, con las obras en verso italiano de Boscán; el tercero, con las obras en verso castellano de Garcilaso; y el cuarto, con las obras en verso latino e italiano de Garcilaso. La edición llevaba también una portada con las marcas del impresor y un colofón con la fecha y el lugar de impresión. Fue un éxito y se vendió pronto. Se hicieron varias reediciones y se extendió por toda España y Europa. Esta edición fue muy relevante para la historia de la literatura española, ya que mostró al público la obra de dos poetas que transformaron la poesía castellana con su estilo elegante, refinado y armonioso, inspirado en los modelos clásicos e italianos y también marcó a otros poetas posteriores, como Fernando de Herrera, Luis de Góngora o Francisco de Quevedo, que admiraron y siguieron el ejemplo de Boscán y Garcilaso.

Boscán se animó a escribir sonetos después de tratar con el embajador veneciano Andrea Navagero, quien le incitó a probar los versos italianos. Aceptó el desafío y se dedicó a experimentar con el endecasílabo y el soneto, adaptándolos al castellano con gran maestría y elegancia. Compuso unos 70 sonetos, en los que abordó temas como el amor, la naturaleza, la amistad, la muerte o la poesía, los cuales se distinguen por su sencillez, su claridad y su armonía. Boscán influyó en su amigo Garcilaso de la Vega, quien también se inició en el soneto gracias a él y escribió unos 40 sonetos, en los que trató temas como el amor, la naturaleza, la amistad, la muerte o la poesía. Sus sonetos se caracterizan por su sencillez, claridad y armonía. Garcilaso se inspiró en su amor platónico por Isabel Freyre, una dama portuguesa de la corte de Catalina de Austria, a quien dedicó muchos de sus poemas.

En conclusión, se puede decir que Boscán y Garcilaso fueron dos poetas que compartieron una misma visión poética, basada en el estilo italiano, pero que supieron darle un toque personal y distintivo. Boscán fue más sobrio y racional, mientras que Garcilaso fue más emotivo e imaginativo. Ambos renovaron la poesía española del siglo XVI, creando una escuela poética conocida como la lírica renacentista o italiana.

Algunos sonetos de Boscán:

Soneto CVIII

Como el triste que a muerte está juzgado,
y de esto es sabidor de cierta ciencia,
y la traga y la toma en paciencia,
poniéndose al morir determinado.

Tras esto dícenle que es perdonado,
y estando así se halla en su presencia
el fuerte secutor de la sentencia
con ánimo y cuchillo aparejado:

así yo, condenado a mi tormento,
de tenelle tragado no me duelo,
pero, después, si el falso pensamiento

me da seguridad de algún consuelo,
volviendo el mal, mi triste sentimiento
queda envuelto en su sangre por el suelo.
Soneto LXXIV

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ello en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos no distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
Soneto LXXXII

Cargado voy de mí doquier que ando,
y cuerpo y alma, todo me es pesado;
sin causa vivo, pues que estó apartado
de do el vivir su causa iba ganando.

Mi seso está sus obras desechando;
no me queda otra renta, ni otro estado,
sino pasar pensando en lo pasado,
y cayo bien en lo que voy pensando.

Tanto es el mal, que mi corazón siente
que sola la memoria de un momento
viene a ser para mí crudo accidente.

¿Cómo puede vivir mi pensamiento
si el pasado placer y el mal presente
tienen siempre ocupado el sentimiento?
Soneto XXIX

Nunca de amor estuve tan contento,
que en su loor mis versos ocupase:
ni a nadie consejé que se engañase
buscando en el amor contentamiento.

Esto siempre juzgó mi entendimiento,
que deste mal todo hombre se guardase;
y así porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.

¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;

mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».

Sonetos de Garcilaso de la Vega

Soneto V
 
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Soneto XIII
 
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.

De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Soneto IX
 
Señora mía, si yo de vos ausente
en esta vida duro y no me muero,
paréceme que ofendo a lo que os quiero,
y al bien de que gozaba en ser presente;

tras éste luego siento otro accidente,
que es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuanto bien bien de vos espero;
y así ando en lo que siento diferente.

En esta diferencia mis sentidos
están, en vuestra ausencia y en porfía,
no sé ya que hacerme en tal tamaño.

Nunca entre sí los veo sino reñidos;
de tal arte pelean noche y día,
que sólo se conciertan en mi daño.
Soneto VII
 
No pierda más quien ha tanto perdido,
bástate, amor, lo que ha por mí pasado;
válgame agora jamás haber probado
a defenderme de lo que has querido.

Tu templo y sus paredes he vestido
de mis mojadas ropas y adornado,
como acontece a quien ha ya escapado
libre de la tormenta en que se vido.

Yo había jurado nunca más meterme,
a poder mío y mi consentimiento,
en otro tal peligro, como vano.

Mas del que viene no podré valerme;
y en esto no voy contra el juramento;
que ni es como los otros ni en mi mano.
Soneto XIV
 
Como la tierna madre, que el doliente
hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo
sabe que ha de doblarse el mal que siente,

y aquel piadoso amor no le consiente
que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo,
aplaca el llanto y dobla el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento
que en su daño os me pide, yo querría
quitalle este mortal mantenimiento.

Mas pídemelo y llora cada día
tanto, que cuanto quiere le consiento,
olvidando su suerte y aun la mía.

Pero, seguramente, el soneto más conocido de Garcilaso de la Vega es probablemente el Soneto XXIII, donde expresa su amor por Isabel Freyre y en el que describe la belleza de la mujer comparándola con una rosa y una azucena y advierte que el tiempo la marchitará. El poema tiene influencia italiana, especialmente de Petrarca, aunque refleja con toda claridad el Carpe diem de Horacio. Este poema se escribió después de 1532.

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.