El haiku es la principal expresión poética propiamente japonesa, ya al margen de la influencia cultural china del principio de su historia o de las nuevas tendencias occidentales de la actualidad; su tono bucólico es apropiado para las descripciones de la naturaleza o el paisaje, aunque es un gran vehículo expresivo del sentimiento y las sensaciones.
La poesía, al igual que el resto de las artes japonesas, se nutre de la estrecha relación del pensamiento japonés entre la creación y la intuición filosófica como método de expresar la realidad, en la que, como enseña la rama de la doctrina budista denominada zen, mayoritaria en este país, todo, incluso el objeto más insignificante y humilde, tiene un significado y un alma sagrada y en cada tarea, en cada trabajo, estudio, creación o actividad, se hallan insertadas misteriosas fuerzas invisibles, los kami, representaciones abstractas y etéreas, presentes en todos los actos cotidianos de la vida y favorecedores de los mismos, que representan lo divino y, cuyo conjunto, forma la religión nacional llamada sinto, siendo una de las máximas de ella la armonía con la Naturaleza y la búsqueda de la sustancia de las cosas, por lo cual, el principal elemento de su arte en general: pintura, arquitectura, poesía, música, jardinería o, incluso, la ceremonia del té, es el vacío, la paz interior, por lo que esta búsqueda, que veremos bien reflejada en los haikus, se caracteriza por su simplicidad de formas, de austeridad y pobreza en los elementos empleados en la creación artística.
El haiku debe tener como temática la transformación de un instante en algo místico, por ello la naturaleza es tan importante, porque de ella sacamos las impresiones que nos manifiestan lo divino y la expresión de los sentimientos más profundos. De ahí su sencillez, porque la sencillez es belleza, la sencillez está más cerca de lo eterno, pero el ser humano necesita mucha preparación y destreza para comprenderla y llegar a percibirla, y no digamos en dominarla sin caer en la nada, cegado como está por las magnas manifestaciones de la ostentación y lo superfluo, así pues, el haiku debe resultar breve, tan solo 17 sílabas repartidas en tres versos, sin rima, de 5 – 7 – 5, aunque esto puede ser flexible si el número de sílabas no excede ni alcanza en una cantidad elevada a la norma, hay que tener en cuenta que los japoneses utilizan la unidad fónica denominada mora, que es más breve que la sílabas.
Este camino nadie ya lo recorre, salvo el crepúsculo. Matsuo Basho (1644-1694)
El haiku suele poseer una palabra o expresión que haga referencia a la época del año a la que se refiere el poema, es decir, un kigo. Aunque no es una norma obligada. Algunas veces puede estar muy claro:
El Año Nuevo: clarea y los gorriones cuentan sus cuentos. Hattori Ransetsu
Pero en otras no tanto, por ejemplo, en el siguiente el kigo es la palabra “crisantemo”, porque está flor aparece al principio del otoño:
No hablan palabra el anfitrión, el huésped y el crisantemo. Oshima Ryota
El haiku habla de la vida cotidiana y describe escenas de la naturaleza, quedando el “yo” al margen, puesto que el actor no nos habla de sí mismo, sino del acto, de aquello que ocurre a su alrededor, evitando utilizar el verbo “ser”, y de esta forma, mediante la expresión de una inquietud, reconocemos también al poeta y las impresiones que le causan a su persona y las emociones que siente:
Y de repente una hoja tardía vuela del árbol. Pedro José Merlos Navarro
Por último, el haiku debe tener un lenguaje sencillo y natural, sin recargos ni adornos de ningún tipo, pues no se busca la belleza en las palabras, sino que se pretende que las palabras puedan expresar la belleza que vemos o percibimos:
Primer amor. Se arrima al farol, cara con cara. Taigi (179 – 1771