Henry Vaughan

El 17 de abril de 1622 nació el poeta galés Henry Vaughan, hermano gemelo del clérigo, filósofo y alquimista Thomas Vaughan. Henry Vaughan es uno de los principales poetas religiosos del siglo XVII, junto con John Donne y George Herbert. Como corresponde a los hijos de un caballero menor, los hermanos realizaron sus primeros estudios con un tutor y posteriormente fueron enviados a Oxford, donde Henry permaneció hasta 1640, cuando partió hacia Londres con la intención de estudiar Derecho, sin embargo, lo que hizo con mayor empeño fue dedicarse a la poesía, leyendo los escritos de Ben Jonson y Thomas Randolph. Al estallar la primera guerra civil en 1642, Vaughan volvió a Gales trabajando como secretario del presidente del Tribunal Supremo hasta 1645. También por ese tiempo cortejó a Catherine Wise con quien contrajo matrimonio y a quien le dedicó diversos poemas de amor. Pero cuando se declaró la segunda guerra civil, dejó el trabajo y se enroló en el ejército realista. En 1650 editó la primera parte de Silex Scintillans donde se describe su dolor espiritual y su posterior conversión religiosa, una exposición de su maduración como hombre y como poeta, el encuentro de su propia voz acuciado por la urgencia del momento tras la derrota de su partido religioso y político. Vaughan defendía los valores de la simplicidad y la piedad rural. Aparte de esta obra, Vaughan escribió Poemas, editado en 1651; El Monte de los Olivos y Flores Solitudinis en 1654; su última obra fue Thalia Rediviva.  Vaughan falleció el 28 de abril de 1695.

EL RETIRO.

Felices aquellos primeros días, ¡cuando
Despuntaba en mi angelical infancia!
Antes de entender este lugar
Escogido para mi segunda carrera,
O de enseñar a mi alma que debería imaginar
Pero un pensamiento blanco, celestial;
Cuando aún no había caminado más allá
De una milla o dos de mi primer amor,
Y mirando hacia atrás (en ese corto espacio)
Podría ver un atisbo de su rostro brillante;
Cuando en una nube dorada o una flor
Mi alma que mira, moraría una hora,
Y en aquellas glorias más endebles ver
Algunas sombras de la eternidad;
Antes de que enseñé mi lengua para herir
Mi conciencia con un sonido pecaminoso,
O tener el arte negro de dispensar,
Un pecado distinto para todos los sentidos,
Pero sentir a través de todo este vestido carnal
Brotes brillantes de la eternidad.

¡Oh, cuánto duró el viaje de vuelta,
Y pisar de nuevo el sendero antiguo!
Que pueda una vez más llegar a ese plano,
Cuando primero dejé mi tren glorioso,
A partir de ahí el espíritu ilustrado ve
Esa ciudad con sombra de las palmeras.
Pero, ¡ah! mi alma al permanecer demasiado
Está embriagada, y se tambalea en su camino.
Algunos hombres dan un paso hacia adelante en señal de un amor,
Pero por pasos hacia atrás me movería;
Y cuando este polvo cae a la urna,
En ese estado vine, y volveré.

Un artículo de Antonio Cruzans

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