Las canciones revolucionarias y de protesta más influyentes en la historia.

Si buscamos la canción revolucionaria por excelencia en la historia mundial, el título indiscutible recae en “La Marseillaise” (originalmente Chant de guerre pour l’Armée du Rhin), compuesta en 1792 por Claude Joseph Rouget de Lisle en Estrasburgo, Francia.

Su nacimiento tuvo lugar en el fragor de la Revolución Francesa (1789–1799) y fue escrita la noche del 25 al 26 de abril de 1792, tras la declaración de guerra de Francia a Austria, por lo que su letra incendiaria llama a la lucha contra la tiranía:

“¡A las armas, ciudadanos! / Formad vuestros batallones / ¡Marchemos, marchemos! / ¡Que una sangre impura / Empape nuestros surcos!”

Siendo adoptada por los voluntarios marselleses que marcharon a París, de ahí su nombre, pero pronto se convirtió en símbolo global de la lucha por la libertad e himno nacional de Francia desde 1795 (con interrupciones). Así mismo, inspiró revoluciones en todo el mundo: 1848: Primavera de los Pueblos en Europa. 1917: Revolucionarios rusos la cantaron antes de la Internacional. 1968: Estudiantes en París y México la entonaron. 1989: Manifestantes en Tiananmén (China) la cantaron en francés. Llegando a estar prohibida por regímenes autoritarios como el de Napoleón III, el Gobierno de Vichy o las dictaduras latinoamericanas.

Su impacto cultural ha sido inigualable, ya que ha sido citada en literatura (Los miserables de Victor Hugo), cine (Casablanca, 1942), y el arte. Versionada en docenas de idiomas y usada en eventos deportivos (Juegos Olímpicos, Mundiales) como sinónimo de Francia.

Otras canciones revolucionarias bastante notables son:

“The Internationale”, escrita por Eugène Pottier en 1871 y apropiadas por los movimientos socialistas y comunistas, llegando a ser, en su momento, los himnos de la URSS y la China maoísta, pero su impacto social fue más ideológico que espontáneamente revolucionario.

“Bella Ciao” surgió en la resistencia partisana italiana durante la Segunda Guerra Mundial (1943–45) como un icono antifascista global, aunque algo tardío y más inscrita en un ámbito regional.

Si La Marseillaise es la canción revolucionaria (bélica, incendiaria, nacida para derrocar tiranos con sangre), “We Shall Overcome” es la canción de protesta por antonomasia: pacífica, espiritual, universal y transformadora. Surgida en el sur de EE.UU. en el siglo XX, se convirtió en el himno global de la resistencia no violenta.

De origen humilde tuvo, sin embargo, un impacto titánico. Con raíces en el espiritual afroamericano del siglo XIX (“I’ll Overcome Someday”, 1901, de Charles Tindley), se convirtió en la primera versión de protesta en 1945, como himno de la huelga de trabajadores tabacaleros en Charleston (Carolina del Sur), liderada por Lucille Simmons, pero pronto se popularizó gracias a las adaptaciones de Pete Seeger, quien la versionó en 1948; Guy Carawan, que la lleva al Highlander Folk School (Tennessee), centro de formación de activistas, o Joan Baez, quien en 1963 la canta ante 250.000 personas en la Marcha sobre Washington (donde habló Martin Luther King).

Su letra, simple, repetitiva, cantable en cualquier idioma, es un mantra de resistencia que transforma el dolor en esperanza colectiva, llegando a derribar muros sin armas, por ejemplo: El Movimiento por los derechos civiles de los Estados Unidos en la década de1960 (Selma, Montgomery). Como himno de los católicos en Derry (Irlanda del Norte), quienes la cantaron contra el apartheid británico en 1968. El sindicato polaco Solidarność la entonó en astilleros de Gdansk en la década de 1980. En la Revolución de Terciopelo de Praga (Checoslovaquia) en 1989. Los estudiantes la cantaron en inglés y chino en la plaza de Tiananmén , Pekín (China) en 1989. Por la liberación de Mandela, cantada en funerales y manifestaciones en Sudáfrica en 1990. Utilizada por los manifestantes de la Primavera Árabe durante las revueltas que tuvieron lugar en Tahrir (Egipto) y Túnez en 2011. Durante el Movimiento de los Paraguas, llevado a cabo contra el gobierno Chino en Hong Kong en 2014. O en los Black Lives Matter que se desarrollaron en Estados Unidos, Europa y Australia en 2020

“We shall overcome, we shall overcome…
Someday…
Deep in my heart, I do believe…
We shall overcome someday.”

Otras canciones de protesta icónicas son:

“Blowin’ in the Wind” de Bob Dylan (1962), muy utilizada en los Estados Unidos como protesta conta la Guerra de Vietnam y como reivindicación de los derechos civiles.

“Imagine” de John Lennon (1971), cuya letra de utopía ha sido muy entonada para pedir la paz mundial.

“A Change Is Gonna Come” de Sam Cooke (1964), como protesta contra la discriminación racial en los Estados Unidos.

“Strange Fruit” de Billie Holiday (1939), también contra discriminación racial y, más concretamente, contra los linchamientos en el Sur.

“Redemption Song” de Bob Marley (1980), por la liberación mental y contra el colonialismo.

“Killing in the Name” de Rage Against the Machine (1992), una canción antisistema y alentadora de la rebellion juvenil.

Sin embargo, “We Shall Overcome” es considerada la número uno de las canciones protesta porque no es violenta, pero sí ha demostrado ser invencible y capaz de desarmar al opresor. Así mismo, es universal y adaptable ya que se canta en iglesias, plazas, cárceles, estadios. Y es un puente entre razas, religiones y continentes. Por todo ello se ha convertido en un legado vivo pues sigue sonando en protestas climáticas, feministas y prodemocracia.

“We Shall Overcome” no grita, susurra esperanza y el mundo la escucha, mientras que La Marseillaise llama a la guerra, esta canción gana la paz. Es la voz del oprimido que se niega a callar, y la prueba de que una melodía puede cambiar la historia.

“We are not afraid… today…”
Y mañana, también.

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