Y aún así me levanto, de Maya Angelou

Un artículo de Raúl Molina

Tú puedes escribirme en la historia 
con tus amargas, torcidas mentiras, 
puedes aventarme al fango 
y aún así, como el polvo… me levanto. 

¿Mi descaro te molesta? 
¿Por qué estás ahí quieto, apesadumbrado? 
Porque camino 
como si fuera dueña de pozos petroleros 
bombeando en la sala de mi casa… 

Como lunas y como soles, 
con la certeza de las mareas, 
como las esperanzas brincando alto, 
así… yo me levanto. 

¿Me quieres ver destrozada? 
cabeza agachada y ojos bajos, 
hombros caídos como lágrimas, 
debilitados por mi llanto desconsolado. 

¿Mi arrogancia te ofende? 
No lo tomes tan a pecho, 
porque yo río como si tuviera minas de oro 
excavándose en el mismo patio de mi casa. 

Puedes dispararme con tus palabras, 
puedes herirme con tus ojos, 
puedes matarme con tu odio, 
y aún así, como el aire, me levanto. 

¿Mi sensualidad te molesta? 
¿Surge como una sorpresa 
que yo baile como si tuviera diamantes 
ahí, donde se encuentran mis muslos? 

De las barracas de vergüenza de la historia 
yo me levanto,
desde el pasado enraizado en dolor 
yo me levanto, 
soy un negro océano, amplio e inquieto, 
manando 
me extiendo, sobre la marea, 
dejando atrás noches de temor, de terror, 
me levanto, 
a un amanecer maravillosamente claro, 
me levanto, 
brindado los regalos legados por mis ancestros. 
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo. 
Me levanto. 
Me levanto. 
Me levanto. 

De Maya Angelou dicen que nació en una familia norteamericana de pasado esclavo. Sus antepasados, llevados desde países de África central hasta Estados Unidos, pasaron duros años trabajando de sol a sol en la recolección de algodón. Y sin embargo, su abuela, Annie Henderson, fue una de esas increíbles excepciones que durante la Gran Depresión consiguió, pese a ser afroamericana, prosperar económicamente. Hija de un matrimonio roto, vivió bajo los abusos sexuales de su padrastro hasta que este fue asesinado, probablemente, por su propia familia. Tras varios traslados a lo largo y ancho de Norteamérica, Maya Angelou comenzó una militancia activa durante los años cincuenta y sesenta en el Movimiento por los Derechos Civiles, junto a Martin Luther King y Malcom X (ambos asesinados por segregacionistas blancos). Durante su adolescencia, trabajó de camarera, de prostituta, de bailarina en clubes nocturnos y de cantante. Per Angelou consiguió superar los escollos y marchó, como periodista, a cubrir los procesos de descolonización de Egipto y Ghana. En 1982 consigue una plaza de profesora en la Universidad de Winstom-Salem, en Carolina del Norte. Sus autobiografías y poemas fueron enormemente celebrados, como una muestra de la resistencia frente a la opresión a la que eran sometidas las personas de raza negra en Estados Unidos, y se convirtió en una de sus principales portavoces.

Aunque su prosa ha sido más estudiada y aclamada que su poesía, algunas de sus composiciones en verso han llegado a ser verdaderos himnos para la comunidad afroamericana. “Y aún así, me levanto” es uno de ellos. Probablemente, su poema más conocido y traducido, más leído y recitado. Un grito ante la insumisión, una bocanada de aire y, a la vez, un alegato a favor de la resistencia: Tú puedes escribirme en la historia /con tus amargas, torcidas mentiras, / puedes aventarme al lodo / y aún así, como el polvo… me levanto”.

Maya Angelou resume en estos versos su militancia y su pensamiento, las creencias por las que luchó durante toda su vida contra xenófobos y homófobos de todos los rincones del mundo. A ellos, les lanza unas preguntas que apuntan directamente a sus carencias que les obligan a refugiarse en ideologías retrógradas: “¿Mi descaro te molesta?/ ¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?/ Porque camino como si fuera dueña de pozos petroleros/ bombeando en la sala de mi casa…”. Y tras cada una de ellas, un grito que es una forma de rebelión: “Como lunas y como soles,/ con la certeza de las mareas, /como las esperanzas brincando alto, / así… yo me levanto”. Su ánimo no decae pese a las trabas a las que es sometida, porque siempre queda la risa y la felicidad frente a las injusticias: ¿Me quieres ver destrozada? / cabeza agachada y ojos bajos, / hombros caídos como lágrimas, / debilitados por mi llanto desconsolado. // ¿Mi arrogancia te ofende? / No lo tomes tan a pecho, / Porque yo río como si tuviera minas de oro / excavándose en el mismo patio de mi casa”. Ese y aún así yo me levanto aparece a lo largo del poema como un leitmotiv que se repite y resuena como un eco que invita a sumarse a la lucha por la igualdad: “Puedes dispararme con tus palabras, / puedes herirme con tus ojos, / puedes matarme con tu odio, / y aún así, como el aire, me levanto. // ¿Mi sensualidad te molesta? / ¿Surge como una sorpresa / que yo baile como si tuviera diamantes / ahí, donde se encuentran mis muslos?”.

Hacia el final, el poema redunda en estos ecos y transita las vergüenzas del pasado y del presente, a la vez que se abre hacia las reivindicaciones que han ido apareciendo a lo largo de los versos anteriores: “De las barracas de vergüenza de la historia / yo me levanto / desde el pasado enraizado en dolor / yo me levanto / soy un negro océano, / amplio e inquieto, / manando / me extiendo, sobre la marea, / dejando atrás noches de temor, de terror, / me levanto, / a un amanecer maravillosamente claro, / me levanto, / brindado los regalos legados por mis ancestros”. Y de nuevo, en los últimos versos, gritan las mismas voces que acaban resonando en nuestros oídos una vez finaliza el poema: “Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo. / Me levanto. / Me levanto. / Me levanto”. Seguimos

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