
Marvell fue un poeta inglés del que el 31 de marzo de 2021 se cumplieron cuatrocientos años de su nacimiento en Winestead-in-Holderness, Yorkshire. Marvell tal vez no fuera un poeta importante por derecho propio, pero podría ser considerado principalmente como una fascinante figura de transición, pues su trabajo, profundamente influenciado por John Donne y la escuela metafísica, comparte, así mismo, la elegancia formal y la suavidad de Ben Jonson. Además, fue protegido y discípulo de John Milton y escribió una considerable cantidad de poesía dedicada a las cuestiones políticas contemporáneas y una sátira en verso similar a la de John Dryden.
A su amada recatada Si hubiera mundo y tiempo para rato, No habría delito, dueña, en tu recato. Pensaríamos en qué sitio hermoso Transcurrir nuestro largo día amoroso; Tú junto al indio Ganges quizá sea Viendo rubíes; yo ante la marea Del Humber con mi queja. Os amaría Mucho antes del Diluvio todavía; Y vos, si os place, me opondríais píos Hasta la conversión de los judíos. De mi amor vegetal el crecimiento Sería mayor que imperios y más lento. Cien años se me irían en loar Tus ojos y tu frente contemplar; Doscientos adorando cada pecho, Mas para el resto treinta mil, sospecho; Una era al menos para cada parte Para al final tu corazón mostrarte. Pues merecéis vos, dama, tal estado Y yo por menos nunca habría amado. …..Pero oigo a mis espaldas siempre encima Que en carro alado el tiempo se aproxima; Y ante nosotros más allá mirad: Desiertos de la vasta eternidad. Ya no se encontrará más tu hermosura Ni mi canto se oirá en tu sepultura De mármol; probará la gusanada Esa virginidad tan bien guardada; Polvo será vuestra honra antojadiza Y mi lujuria acabará en ceniza. La tumba es una linda, íntima plaza, Pero creo que allí nadie se abraza. …..Por eso en tanto el joven color rosa Cual rocío sobre tu piel se posa, Y transpira tu espíritu espontáneo Por cada poro con fuego instantáneo, Gocemos mientras seamos aún capaces; Y, pasionales como aves rapaces, Devoremos mejor el tiempo aprisa Que decaer en su poder que agrisa. Nuestra fuerza y dulzura toda entera Enrollémosla en forma de una esfera; Tricemos goces con lucha reñida Por las puertas de hierro de la vida. Así, aunque no podamos hacer nuestro Sol parar, sí lo haremos correr diestro.
Un artículo de Antonio Cruzans