Atahualpa Yupanqui: El camino como destino.

“El primer deber del hombre es definirse. Ubicarse como testigo y actor de un viejo pleito entre la mentira y la verdad. Y exponer, testimoniar. Para llegar a esto debemos despojarnos de miserias interiores. Tenemos que barrer el patio del fondo».

Cuando me hablan de esperanza, no sé por qué, siempre me llega el recuerdo de algún poema, de algún verso, aunque sea suelto y perdido, tal vez porque la poesía se fabrique de la materia con que construimos la ilusión y el consuelo, la espera y el aliento, el anhelo y el sosiego, o tal vez porque en esencia ella misma es promesa… Y muchos son los y las poetas que se me acercan desde el limbo de la memoria para traerme sus palabras cargadas de magia… y es difícil decidir. Sin embargo, rebuscando entre los pliegues de la evocación descubrí la imagen criolla, seria e introvertida, de un hombre que amó a su guitarra tanto como a su tierra y a la libertad tanto como a la justicia, me refiero a Héctor Roberto Chavero Haram, cuyo nombre seguramente no os dirá mucho, porque es mucho más conocido por su seudónimo quechua: Atahualpa Yupanqui, “el que viene de lejanas tierras para decir algo”.

EL ARRIERO

En las arenas bailan los remolinos,
el sol juega en el brillo del pedregal,
y prendido a la magia de los caminos,
el arriero va, el arriero va.

Es bandera de niebla su poncho al viento,
lo saludan las flautas del pajonal,
y animando la tropa par esos cerros,
el arriero va, el arriero va.

Las penas y las vaquitas
se van par la misma senda.
Las penas son de nosotros,
las vaquitas son ajenas.

Un degüello de soles muestra la tarde,
se han dormido las luces del pedregal,
y animando la tropa, dale que dale,
el arriero va, el arriero va.

Amalaya la noche traiga un recuerdo
que haga menos peso mi soledad.
Como sombra en la sombra por esos cerros,
el arriero va, el arriero va.

Nació este cantautor argentino un 31 de enero de 1908 en el pampero Campo de la Cruz, en el Partido de Pergamino, al norte de Buenos Aires, donde se embebió del paisaje, la tierra y el cielo de su patria:  «Los días de mi infancia transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en revelación. Nací en un medio rural y crecí frente a un horizonte de balidos y relinchos. Era un mundo de sonidos dulces y bárbaros a la vez. Pialadas, vuelcos, potros chúcaros, yerras, ijares sangrantes, espuelas crueles, risas abiertas, comentarios de duelos, carreras, domas, supersticiones». Hijo de un gaucho reconvertido a funcionario del ferrocarril, desde muy pequeño aprendió, además de a domar caballos, a tocar la guitarra, su amiga inseparable: «Este instrumento se hizo presente en mi vida desde las primeras horas de mi nacimiento. Con guitarra alcanzaba el sueño…»  Y le sacaba lamentos en las noches junto a unos hombres rudos, pero amistosos y nobles con quien les unía un vínculo de sangre y de quienes aprendió todo lo milagroso, recóndito y misterioso que tuviera su música.Cuando con nueve años se trasladan a Tucumán, descubrió otro paisaje, otros misterios y otros hombres que le enseñaron nuevas melodías: «En el reino de las zambas más lindas de la tierra».

Y descubrió que el hombre sólo traduce lo que la tierra le dicta. Con 13 años comenzó a utilizar el nombre del último emperador Inca, Atahualpa, en sus primeros poemas aparecidos en el periódico escolar. Más tarde le añadiría Yupanqui. Tras la muerte de su padre se cargó con la responsabilidad de mantener la familia y comienza su peregrinaje por los mil y un oficios de su vida: tenista, boxeador, periodista, maestro de escuela, tipógrafo, cronista, músico, observador de lo divino y lo humano… A los 19 años compuso “Camino del Indio», que el pueblo convertiría en un himno para la raza de aquellas gentes tan castigadas:

CAMINO DEL INDIO

Caminito del indio:
Sendero colla
sembrao de piedras.
Caminito del indio
que junta el valle con las estrellas.

Caminito que anduvo
de sur a norte
mi raza vieja;
antes que en la montaña
la pachamama se ensombreciera.

Cantando en el cerro,
llorando en el río,
se agranda en la noche
la pena del indio.

El sol y la luna
y este canto mío
besaron tus piedras,
camino del indio.

En la noche serrana
llora la quena su honda nostalgia
y el caminito sabe
quién es la chola,
que el indio llama.

Se levanta en el cerro
la voz doliente de la baguala
y el camino lamenta
ser el culpable
de la distancia.

Cantando en el cerro,
llorando en el río,
se agranda en la noche
la pena del indio.

El sol y la luna
y este canto mío
besaron tus piedras,
camino del indio.

Y comenzó el camino acompañado simplemente de su guitarra, sus versos y su voz, en busca de la canción del pueblo de la cual quería beber la verdad de su patria. Y sus pasos le llevaron hasta la capital, Buenos Aires, donde trabajó de todo lo que pudo para acallar su pobreza y matar el hambre y de ella dijo en su largo poema “El payador perseguido”: “Buenos Aires, ciudad gringa, / me tuvo muy apretao. / Tuitos se me hacían a un lao / como cuerpo a la jeringa…” En este poema él mismo nos relata su vida en la jerga popular de aquellas tierras argentinas y de aquellas gentes cuyas parcas palabras parecían brotar más del polvo que de sus gargantas:

EL PAYADOR PERSEGUIDO

Con permiso via a dentrar / aunque no soy convidao, / pero en mi pago, un asao / no es de naides y es de todos. / Yo via cantar a mi modo / después que haiga churrasquiao.

No tengo Dios pa pedir / cuartiada en esta ocasión, / ni puedo pedir perdón / si entuavía no hei faltao; / veré cuando haiga acabao; / pero ésa es otra cuestión.

Yo sé que muchos dirán / que peco de atrevimiento / si largo mi pensamiento / pa'l rumbo que ya elegí, / pero siempre hei sido ansí; / galopiador contra el viento.

Eso lo llevo en la sangre / dende mi tatarabuelo. / Gente de pata en el suelo, / fueron mis antepasaos; / criollos de cuatro provincias / y con indios misturaos.

Mi agüelo fue carretero, / mi tata fue domador; / nunca se buscó un dotor / pues curaban con yuyos, / o escuchando los murmullos / de un estilo de mi flor.

Como buen rancho paisano / nunca faltó una encordada, / de ésas que parecen nada / pero que son sonadoras. / Según el canto y la hora / quedaba el alma sobada.

Mi tata era sabedor / por lo mucho que ha rodao. / Y después que había cantao / destemplaba cuarta y prima, / y le echaba un poncho encima / "pa que no hable demasiado..."

La sangre tiene razones / que hacen engordar las venas / pena sobre pena y penas / hacen que uno pegue el grito. / La arena es un puñadito / pero hay montañas de arena.

No sé si mi canto es lindo / o si será medio triste; / nunca fui zorzal, ni existe / plumaje más ordinario. / Yo soy pájaro corsario / que no conoce el alpiste.

Vuelo porque no me arrastro, / que el arrastrarse es la ruina; / anido en árbol de espinas / lo mesmo que en cordillera / sin escuchar las zonceras / del que vuela a lo gallina.

No me arrimo así nomás / a los jardines floridos. / Sin querer vivo advertido / pa' no pisar el palito. / Hay pájaros que solitos / se entrampan por presumidos.

Aunque mucho he padecido / no me engrilla la prudencia. / Es una falsa experiencia / vivir temblándole a todo. / Cada cual tiene su modo; / la rebelión es mi cencia.

Pobre nací y pobre vivo / por eso soy delicao. / Estoy con los de mi lao / cinchando tuitos parejos / pa' hacer nuevo lo que es viejo / y verlo al mundo cambiao.

Yo soy de los del montón, / no soy flor de invernadero. / Soy como el trébol pampero, / crezco si hacer barullo. / Me apreto contra los yuyos / y así lo aguanto al pampero.

Acostumbrao a las sierras / yo nunca me sé marear, / y si me siento alabar / me voy yendo despacito. / Pero aquel que es compadrito / paga pa' hacerse nombrar.

Si alguien me dice señor, / agradezco el homenaje; / más, soy gaucho entre el gauchaje/ y soy nada entre los sabios. / Y son pa' mí los agravios / que le hacen al paisanaje.

La vanidá es yuyo malo / que envenena toda huerta. / Es preciso estar alerta / manejando el azadón / pero no falta el varón / que la riegue hasta en su puerta.

El trabajo es cosa buena / es lo mejor de la vida / pero la vida es perdida / trabajando en campo ajeno. / Uno trabaja de trueno / y es para otro la llovida.

Trabajé en una cantera / de piedritas de afilar. / Cuarenta sabían pagar / por cada piedra pulida, / y era a seis pesos vendidas / en eso del negociar.

Apenas el sol salía / ya estaba a los martillazos, / y entre dos a los abrazos / con los tamaños piegrones, / y por esos moldejones / las manos hechas pedazos.

Otra vez fui panadero / y hachero en un quebrachal; / he cargao bloques de sal / y también he pelao cañas, / y un puñado de otras hazañas / pa' mi bien o pa' mi mal.

Buscando de desasnarme / fui pinche d escribanía; / la letra chiquita hacía / pa' no malgastar sellao, / y era también apretao / el sueldo que recibía.

Cansao de tantas miserias / me largué pal Tucumán. / Lapacho, aliso, arrayán, / y hacha con los algarrobos. / ¡Uno cincuenta! Era robo / pa' que uno tenga ese afán.

Sin estar fijo en un lao / a toda labor le hacía, / y ansí sucedió que un día / que andaba de benteveo / me topé con un arreo / que dende Salta venía.

Me picó ganas de andar / y apalabré al capataz, / Y ansí, de golpe nomás / el hombre me preguntó: / -¿Tiene mula? -Cómo no / -le dije-. Y hambre, de más.

A la semana de aquello / repechaba cordilleras, / faldas, cuestas y laderas / siempre pal lao del poniente, / bebiendo agua de vertiente / y aguantando las soleras.

Tal vez otro habrá rodao / tanto como he rodao yo, / y le juro, creameló, / que he visto tanta pobreza, / que yo pensé con tristeza: / Dios por aquí no pasó.

Se nos despeñó una vaca / causa de la cerrazón, / y nos pilló la oración /cuereando y haciendo asao; /dende ese día, cuñao / se me gastó mi facón.

Me sacudí las escarchas / cuando bajé de los Andes, /y anduve en estancias grandes / cuidando unos parejeros; / trompeta, tapa y sombrero, / pero pa' los peones, de ande.

La peonada, al descampao, / el patrón, en Güenos Aires. / Nosotros, el cuello al aire / con las caronas mojadas, / y la hacienda de invernada / más relumbrona que un fraile.

El estanciero tenía / también sus cañaverales, / y en los tiempos otoñales / juntábamos los andrajos, / y nos íbamos p'abajo / dejando los pedregales.

Allí nos amontonaban / en lote con otros criollos, / cada cual buscaba un hoyo / ande quinchar su guarida, / y pasábamos la vida / rigoriaos y sin apoyo.

Faltar, no faltaba nada: / vino, café y alpargatas. / Si habré revoliao las patas / en gatos y chacareras. / Recién la cosa era fiera / al dir a cobrar las latas.

¡Qué vida más despareja! / Todo es ruindad y patraña; / pelar caña es una hazaña / del que nació pal rigor. / Allá había un solo dulzor / y estaba adentro e' la caña.

Era un consuelo pal pobre / andar jediendo a vinacho. / Hombres grandes y muchachos / como malditos en vida, / esclavos de la bebida / se la pasaban borrachos.

¡Tristes domingos del surco / los que yo he visto y vivido! / Desparramaos y dormidos / en la arena amanecían, / y lo mejor soñarían / con la muerte o el olvido...

Riojanos y santiagueños, / salteños y tucumanos, / con el machete en la mano / volteaban cañas maduras, / pasando las amarguras / y aguantando como hermanos.

¡Rancho techao con maloja, / vivienda del pelador! / En medio de ese rigor / no faltaba una vihuela, / con que el pobre se consuela / cantando coplas del amor.

Yo también, que desde chango / unido al canto crecí, / más de un barato pedí / y pa' los piones cantaba. / ¡Lo que a ellos les pasaba / también me pasaba a mí!

Cuando yo aprendí a cantar / armaba con pocos rollos. / Y en la orilla de un arroyo / bajo las ramas de un sauce, / crecí mirando en el cauce / mis sueños de pobre criollo.

Cuando sentí una alegría; / cuando un dolor me golpió; / cuando una duda mordió / mi corazón de paisano, / desde el fondo de los llanos / vino un canto y me curó... / En esos tiempos pasaban / cosas que no pasan ya. / Cada cual tenía un cantar / o copla de anochecida. / Formas curar la herida / que sangra en el trajinar.

Algunos cantaban bien. / Otros, pobres, más o menos... / Mas no eran cantos ajenos, / aunque marca no tenían. / Y todos se entretenían / guitarreando hasta el desvelo.

Por áhi se allegaba un máistro, / de esos puebleros letraos; / juntaba tropa e versiaos / que iban después a un libraco, / y el hombre forraba el saco /con lo que otros han pensao.

Los piones formaban versos / con sus antiguos dolores. / Después viene los señores / con un cuaderno en la mano, / copian el canto paisano / y presumen de escritores.

El criollo cuida su flete, / su guitarra y su mujer; / siente que enfrenta un deber / cada vez que da la mano, / y aunque pa' todo es baquiano / sólo el canto ha de perder.

¡Coplas que lo acompañaron / en las quebradas desiertas, / aromas de flores muertas / y de patriadas vividas, / fueron la luz encendida / para sus noches despiertas!...

Se aflije si se le pierde / un bozal, un maneador, / pero no siente furor / si al escucharle una trova, / viene un pueblero y le roba / su mejor canto de amor.

De seguro, si uno piensa / le halla el nudo a la madeja, / porque la copla más vieja, / cómo la ráiz de la vida, / tiene el alma por guarida, / que es ande anidan las quejas.

Por eso el hombre al cantar / con emoción verdadera, / echa su pena p'ajuera / pa que la lleven los vientos, / y ansí, siquiera un momento / se alivia su embichadera.

No es que no ame su trova / ni que desprecee su canto. / Es como cuando un quebranto / en la noche de los llanos / hace aflojar al paisano / y el viento le lleva el llanto.

En asuntos del cantar, / la vida nos va enseñando / que sólo se va volando / la copla que es livianita. / Siempre caza palomitas / cualquiera que anda cazando...

Pero si el canto es protesta / contra la ley del patrón, / se arrastra de peón a peón / en un profundo murmullo, / y marcha al ras de los yuyos / como chasque en un malón.

Se pueden perder mil trovas / ande se canten quereres, / versos de dichas, placeres, / carreras y diversiones; / suspiros de corazones / y líricos padeceres.

¡Pero si la copla cuenta / del paisanaje la historia, / ande el peón vueltea la noria / de las miserias sufridas, / ésa, se queda prendida / como abrojo en la memoria!

Lo que nos hizo dichoso / tal vez se pueda olvidar; / los años en su pasar / mudarán los pensamientos. / Pero angustias y tormentos / son marcas que han de durar...

Estas cosas que yo pienso / no salen por ocurrencia. / Para formar mi esperencia / yo masco antes de tragar. / Ha sido largo el rodar / de ande saqué la advertencia.

Si uno pulsa la guitarra / pa cantar cosas de amor, / de potros, de domador, / de la sierra y las estrellas, / dicen: ¡Qué cosa más bella! / ¡Si canta que es un primor!

Pero si uno, como Fierro, / por áhi se larga opinando, / el pobre se va acercando / con las orejas alertas, / y el rico vicha la puerta /y se aleja reculando.

Debe trazar bien su melga / quien se tenga por cantor, /porque sólo el impostor / se acomoda en toda huella. / Que elija una sola estrella / quien quiera ser sembrador...

En el trance de elegir / que mire el hombre p'adentro, / ande se hacen los encuentros / de pensares y sentires. / Después... que tire ande tire, / con la concencia por centro.

Hay diferentes montones, / unos grandes y otros chicos. / Si va pa'l montón del rico / el pobre que piensa poco / detrás de los equívocos /se vienen los perjuricos.

Yo vengo de muy abajo, / y muy arriba no estoy. / Al pobre mi canto doy / y así lo paso contento, / porque estoy en mi elemento / y áhi valgo por lo que soy.

Si alguna vuelta he cantao / ante panzudos patrones / he picaneao las razones / profundas del pobrerío. / Yo no traiciono a los míos /por palmas ni patacones.

Aunque canto en todo rumbo / tengo un rumbo preferido. / Siempre canté estremecido / las penas del paisanaje, / la explotación y el ultraje / de mis hermanos queridos.

Pa que cambiaran las cosas / busqué rumbo y me perdí; / al tiempo, cuenta me dí / y agarré por buen camino. / ¡Antes que nada, argentino; / y a mi bandera seguí...!

Yo soy del norte y del sur, / del llano y del litoral; / y nadie lo tome a mal / si hay mil gramos en el kilo. / Ande quiera estoy tranquilo / pero ensillao, soy bagual.

El cantor debe ser libre / pa desarrollar su cencia. / Sin buscar la conveniencia / ni alistarse con padrinos. / De esos oscuros caminos / yo ya tengo la experiencia.

Yo canto, por ser antiguos / cantos que ya son eternos; / y hasta parecen modernos / por lo que en ellos vichamos. / Con el canto nos tapamos / para entibiar los inviernos...

Yo no canto a los tiranos / ni por den del patrón. / El pillo y el trapalón / que se arreglen por su lado / con payadores comprados / y cantores de salón.

Por la fuerza de mi canto / conozco celda y penal. / Con fiereza sin igual / más de una vez fui golpito, / y al calabozo tirao / como tarro al basural.

Se puede matar a un hombre, / pueden su rancho quemar. / Su guitarra destrozar. / ¡Pero el ideal de la vida, / esa es leñita prendida / que naides ha de apagar!

Los malos se van alzando / todo lo que hallan por áhi; / como granitos de máiz / siembran los peores ejemplos, / y se viene abajo el templo / de la decencia del país.

Detrás del ruido del oro / van los maulas como hacienda; / no hay flojo que no se venda / por una sucia moneda; / más, siempre en mi tierra queda / gauchaje que la defienda.

Cantor que cante a los pobres / ni muerto se ha de callar. / Pues ande vaya a para / el canto de ese cristiano, / no ha de faltar el paisano / que lo haga resucitar.

Hoy que ha salido un poquito /de sol pal trabajador. / No falta más de un cantor / que lo cante libremente. / Pero sabe mucha gente / que primero canté yo.

El estanciero presume / de gauchismo y arrogancia. / Él cree que es extravagancia / que su peón viva mejor. / Más, no sabe ese señor / que por su peón tiene estancia.

Aquel que tenga sus reales / hace muy bien en cuidarlos; / pero si quiere aumentarlos / que la ley no se haga el sordo. / En todo puchero gordo / los choclos se vuelve marlos.

Una vuelta, sin trabajo, / andaba por Tucumán, / y en una fonda, ande van / cantores de madrugada, / me acerqué pa la payada / que siempre ha sido mi afán.

Aunque extrañando la monta / me le apilé a un instrumento. / Y al cabo de algún momento / le di puerta a una baguala, / con una coplita rala / de esas que llevan los vientos.

Fuera tal vez la guitarra. / ¡Tan lindo como sonaba! /Mi corazón remontaba / tristezas de los caminos, / y lo maldije al destino / que tantas penas me daba.

Un hombre se me acercó / y me dijo: -¿Qué hace acá? / Viaje pa la gran ciudad / que allá lo van a entender; / ahi tendrá fama, placer / y plata pa regalar.

¡Para que lo habré escuchao! / ¡Si era la voz del Mandinga! / Buenos Aires, ciudá gringa, / me tuvo muy apretao. / Tuitos se hacían a un lao / como cuerpo a la jeringa.

Y eso que no vine pobre / pues traiba alpargatas nuevas. / Las viejas... pa cuando llueva / en la alforja las metí; / un pantalón color gris / y un saco tirando a leva.

Saltando de radio en radio / anduve, figuresé. / Cuatro meses me pasé / en partidas malogradas; / nadie aseguraba nada, / y sin plata me quedé.

Vendí mis lindas alforjas. / Mi guitarra, ¡la vendí! / En mi pobreza, ay de mí, / me hubiera gustao guardarla. / ¡Tanto que me ha costao comprarla! / Pero, en fin... todo perdí.

¡Vihuela, dónde andarás, / qué manos te están tocando. / Noches eternas pensando / siquiera como consuelo, / que sea un canto de este suelo / lo que te están arrancando...!

Cuando el máiz está en barbecho / luce un color brillantón; / las hebras, como un nailón / presumen con sus lindezas. / Pero agachan la cabeza / si las agarra el carbón.

Igual me pasaba a mí / en aquellos tiempos idos; / joven, fuerte, presumido, / y cuando se acabó el queso, / volví en un triste regreso / poblada l'alma de olvidos.

Cosas de la juventud... / ¡Malhaya, ¡dónde andarás...! / Aura que estoy bataraz / de tanto cambiar el pelo, / recuerdo aquellos desvelos / pero no miro p'atrás.

Me volví pal Tucumán / nuevamente a padecer. / Y en eso de andar y ver / se pasaron muchos años / entre penas, desengaños, / esperanzas y placer.

Más, no jue tiempo perdido, / asegún lo vi después. / Porque supe bien como es / la vida de los paisanos. / De todos me sentí hermano / del derecho y del revés.

Siempre recuerdo los tiempos / en que iedras o pasé, / los cerros que atravesé / buscando lo que no hallaba, / y hasta a veces me quedaba / por esos campos de a pie.

La vida me fue enseñando / lo que vale una guitarra; / por ella anduve en las farras / tal vez hecho un estropicio, / y casi me agarró el vicio / con sus invisibles garras.

Menos mal que adentro llevo / lo que la tierra me dio. / -Patria, raza o que sé yo-, / pero que me iba salvando, / y así, seguí caminando / por los caminos de Dios.

La cosa estaba en pensar / que al pulsar el instrumento, / hay que dar con sentimiento / toda la fuerza campera. / Pero nadie larga afuera / si no tiene nada adentro...

La guitarra es palo hueco, / y pa tocar algo bueno, / el hombre debe estar lleno / de claridades internas. / ¡Pa sembrar coplas eternas / la vida es un buen terreno...!

Si el rezar brinda consuelos / al que consuelo precisa, / igual que cristiano en misa / o matrero en medio 'el monte, / yo rezo en los horizontes / cuando la tarde agoniza.

Queda callada la pampa / cuando se ausenta la luz. / El chajá y el avestruz / van buscando la espesura, / y se agranda en la llanura / la soledad del ombú.

Entonces, igual que un poncho / a uno lo envuelve la tierra. / Desde el llano hasta la sierra / se va una sombra extendiendo, / y el alma va comprendiendo / las cosas que el mundo encierra.

Ahí está el justo momento / de pensar en el destino. / Si el hombre es un peregrino, / o busca amor y querencia, / o si cumple la sentencia / de morir en los caminos.

En el Norte vide cosas / que ya nunca he de olvidar. / Yo vide gauchos peliar / con facones caroneros / o con machetes cañeros / que el verlos hacía temblar.

Rara vez mata el paisano / porque ese instinto no tiene; / el duelo criollo se aviene / por no recular ni un tranco. / Hace saber que no es manco / y en el peliar se entretiene.

No hay serrano sanguinario / ni coya conversador; / el más capaz domador / jamás cuenta sus hazañas, / y no les tienta la caña / porque el "morao" es mejor.

Cada pago se aficiona / a una forma de peliar, / y aquel que quiera guapear / antes tendrá que advertir / que para saber salir / hay que aprender a dentrar.

Se agarran a puñetazos / igual que en cualesquier parte; / pero es una cencia aprte / usar los modos del pago. / Ahí se pone fiero el trago / como dijo don Narvarte.

Cordobés, pa la pegrada. / Riojano, pal rebecaso. / Chileno, pal caballaso. / Salteño, con daga en mano. / Y es un rey el tucumano / pa peliar a cabezasos.

Siempre el criollo ha de peliar / de noche y medio machao. / Es una pena, cuñao, / que a veces por una tuna / se nublen noches de luna / y cielitos estrellaos.

Una canción sale fácil / cuando uno quiere cantar. / Cuestión de ver y pensar / sobre las cosas del mundo. / Si el río es ancho y profundo / cruzo el que sabe nadar.

Que otros canten alegrías / si es que alegres han vivido. / Que yo también he sabido / dormirme en esos engaños. / Pero han sido más los años / de porrazos recibidos.

Nadie podrá señalarme / que canto por amargao. / Si he pasao lo que he pasao / quiero servir de advertencia. / El rodar no será cencia / pero tampoco es pecao.

Yo he caminao por el mundo / he cruzao tierras y mares, / sin fronteras que me pare / y en cualesquiera guarida, / yo he cantao, tierra querida / tus dichas y tus pesares.

A veces, caiban al canto / como vacaje a la aguada / para escuchar mis versadas / hombres de todos los vientos, / trenzando sus sentimientos / al compás de la encordada.

Pobre de aquel que no sabe / del canto las hermosuras. / La vida, la más oscura, / la que tiene más quebrantos, / hallará siempre en el canto / consuelo pa su tristura.

Dicen que no tiene canto / los ríos que son profundos. / Más yo aprendí en este mundo / que el que tiene más hondura, / canta mejor por ser hondo, / y hace mil de su amargura.

Con los tumbos del camino / se entran a torcer las cargas. / Pero es ley que en huella larga / deberán acomodarse. / Y aquel que llega a olvidarse / las ha de pasar amargas.

Amigos, voy a dejar. / Está mi parte cumplida / en la forma preferida / de una milonga pampeana. / Canté de manera llana / ciertas cosas de la vida.

Aura me voy. No sé adónde. / Pa' mí todo rumbo es güeno. / Los campos, con ser ajenos / los cruzo de un galopito. / Guarida no necesito, / yo sé dormir al sereno...

Siempre hay alguna tapera / en la falda de una sierra. / Y mientras siga esta guerra / de injusticias para mí, / yo he de pensar desde allí / canciones para mi tierra.

Y aunque me quiten la vida / o engrillen mi libertad. / ¡Y aunque chamusquen quizá / mi guitarra en los fogones, / han de vivir mis canciones / en l'alma de los demás!

¡No me nuembren, que es pecao, / y no comenten mis trinos! / Yo me voy con mi destino / pa'l lao donde el sol se pierde. / ¡Tal vez alguno se acuerde / que aquí cantó un argentino!

Su destino de caminante le llevó a Entre Ríos en 1931, cuando contaba  tan sólo 23 años. Allí descubrió otra de las diferentes caras de un mismo mundo: «Sin calendario… con la sola brújula del corazón, me topé con un ancho río, con bermejos barrancos gredosos, con restingas bravas y pequeñas barcas azules. Más allá, las islas, los sarandisales, los aromos, refugios de matreros y serpientes, solar de haciendas chúcaras». Esa nueva visión le descubrió su espíritu revolucionario ante tanta injusticia y tanto desprecio del hombre por el hombre. Él no empuñaba pistolas ni puñales, pero su palabra era temida y peligrosa para los intereses de los de siempre, de aquellos que, teniéndolo todo, no quieren perder nada. Tuvo que huir a Uruguay perseguido por la policía a causa de sus ideas, donde se mantuvo con sus poemas y sus canciones por bibliotecas y escuelas y donde conoció a otro poeta universal, Romildo Risso.Dos años después vuelve a tierras de Argentina, de nuevo a Entre Rios: «A contemplar el misterio de los montes emponchados de niebla en las mañanas»…

MILONGA DEL PEÓN DE CAMPO

Yo nunca tuve tropilla,
siempre en montao en ajeno.
Tuve un zaino que, de bueno,
ni pisaba la gramilla.
Vivo una vida sencilla,
como es la del pobre pión:
madrugón tras madrugón,
con lluvia, escarcha o pampero,
a veces, me duelen fiero,
los hígados y el riñón.
Soy peón de La Estancia Vieja,
Partido de Magdalena,
y aunque no valga la pena,
anoten, que no son quejas:
un portón lleno de rejas,
y allá, en el fondo, un chalé.
Lo recibirá un valet,
que anda siempre disfrazao,
más no se asuste, cuñao,
y por mí pregúntele.
Ni se le ocurra decir
que viene pa´ visitarme:
diga que viene a cobrarme,
y lo han de dejar pasar.
Allá le van a indicar,
que siga los ucalitos.
Al final, está un ranchito,
que han levantao estas manos.
Esa es su casa, paisano,
¡ahí puede pegar el grito!
Allá le voy a mostrar,
mi mancarrón, mis dos perros,
unas espuelas de fierro,
y un montón de cosas más.
Si es entendido, verá:
un poncho de fina trama,
y el retrato de mi Mama,
que es ande rezo pensando,
mientras lo voy adornando,
con florcitas de retama.
¿Qué puede ofertarle un pión,
que no sean sus pobrezas...?
A veces me entra tristeza,
y otras veces, rebelión.
En más de alguna ocasión,
quisiera hacerme perdiz,
para ver de ser feliz,
en algún pago lejano.
Pero a la verdad, paisano,
¡me gusta el aire de aquí...!

De aquella época data la canción “Paso de los Andes”, la cual está compuesta en el que él llamó estilo “mangruyano”, un instrumental de sólo guitarra, debido a la Agrupación “El Mangruyo” a la que pertenecía. Marcha a Córdoba y comienza a tener sus contactos con personalidades políticas de la izquierda argentina, pero también aprovechó, como siempre, para ir conociendo las personas que habitaban en aquellos valles y en aquellas sierras acompañado por Ruiz Huidobro y Felipe Chocobar:  “Cuarenta días a lomo de mula… con poquito de ropa, algún libro,… un charango… una quena y una guitarra». (…) “…he dormido en chozas donde la miseria abochorna todos los paisajes, en los valles abandonados, atando mi caballo a lazo largo y asegurando la presilla en una espuela, dejándome la bota a medio quitar para así despertarme a medio tirón…». En 1935 se da a conocer al mundo a través de Radio El Mundo, el mismo día de su inauguración, y al año siguiente comienza a grabar con el sello RCA Victor. Se establece en Tucumán: «Tomábamos mate y poníamos un pañuelo a la guitarra bajo las cuerdas. Así podíamos tocar hasta el alba sin molestar a los vecinos. El rasgueo parecía una caja de fósforos; lo hacíamos sin gritar, casi íntimo, cantando el uno para el otro, divirtiéndonos e emocionándonos hasta las lágrimas”.  Comenzó a ganarse la vida por los pueblos con su amigo Ernesto Gómez Molina, con quien recorrían la sierra en un camión donde llevaban un proyector y películas de vaqueros que hacían ver sobre una sábana blanca por 20 centavos, si se colocaban en el lado correcto, o 10 si la veían por el otro. Concluido el film, se subía en la caja e interpretaba para todos los asistentes zambas, chacareras y gatos.

LOS EJES DE MI CARRETA 

Porque no engraso los ejes
me llaman abandonao,
si a mí me gusta que suenen
pa' que los quiero engrasar.

Es demasiado aburrido
seguir y seguir la huella,
andar y andar los caminos
sin nada que me entretenga

No necesito silencio,
yo no tengo en quien pensar.
Tenia, pero hace tiempo,
ahora ya no tengo más.

Los ejes de mi carreta
nunca los voy a engrasar.

Allá por el año 1949 comenzó su interés por la antropología y viajó, andando, con el profesor Alfred Métraux con la finalidad de estudiar la vida de los chiriguanos de Bolivia. En los años siguientes comienza a publicar sus libros de poemas: “Piedra sola” y “Aires indios”. En 1945 se afilia al Partido Comunista, donde cree encontrar la verdadera democracia que le permitía luchar contra el régimen que gobierna Argentina, pero lo que consiguió fue la prohibición de actuar en el país y el silencio de todas sus obras, además de ser detenido muchas veces por cualquier excusa, e incluso torturado, y fue por entonces cuando compuso el gran poema “El payador perseguido” que ya hemos presentado anteriormente: «Por fuerza de mi canto / conozco celda y penal. / Con fiereza sin igual / más de una vez fui golpeao / y al calabozo tirao / como tarro al basural.”

DUERME, DUERME, NEGRITO

Duerme, duerme, negrito,
que tu mamá está en el campo,
negrito...
Te va a traer
codornices para ti.
Te va a traer
rica fruta para ti.
Te va a traer
carne de cerdo para ti.
Te va a traer
muchas cosas para ti.
Y si el negro no se duerme,
viene el diablo blanco
y ¡zas! Le come la patita,
¡chacapumba!

Duerme, duerme, negrito,
que tu mamá está en el campo,
negrito...
Trabajando,
trabajando duramente,
trabajando sí.
Trabajando y no le pagan,
trabajando sí.
Trabajando y va tosiendo,
trabajando, sí.
Trabajando y va de luto,
trabajando sí.
Para el negrito chiquitito,
trabajando, sí.
Duramente, sí.
Va tosiendo, sí.
Va de luto, sí.
Duramente, sí

Duerme, duerme, negrito,
que tu mama está en el campo,
negrito...

Pero Yupanqui era un hombre libre en todos los sentidos y no toleraba bien las instrucciones ni directivas de los partidos políticos, por lo que, tras seis años de afiliación, finalmente llegó el divorció con el Partido Comunista: “Pa que cambiaran las cosas / busqué rumbo y me perdí; / al tiempo, cuenta me di /y agarré por buen camino. / ¡Antes que nada, argentino, / y a mi bandera seguí! // El cantor debe ser libre / pa desarrollar su cencia, / sin buscar la conveniencia, / ni alistarse con padrinos. / De esos oscuros caminos / yo ya tengo la experiencia.” Es a partir de ese momento cuando surge el verdadero poeta comprometido con el sufrimiento de sus semejantes que se dedica a escribir las mejores canciones protesta que él mismo canta sin miedo alguno, la novela “Cerra Bayo”, la cual daría pie a la película “Horizontes de piedra” y sus viajes por Europa donde, en París, conocería a Paul Eluard quien le presentaría a la cantante Edith Piaf: “Bueno, pasado mañana tengo mi concierto en el Teatro Ateneo. Esta contratada Edith Piaf, que es la sensación de París este año. Parece que ha hecho una carrera meteórica. Cantaba canciones francesas sin pena ni gloria, hasta que la descubrió un empresario inglés y le hizo una gran publicidad. Ahora se ha casado con un millonario y noble francés, tiene palacio y yatch, petit hotel en la Riviere, y es la artista más cara de Francia. Es democrática y tiene 42 años. Yo todavía no la conozco. Los amigos le pidieron que fuera a cantar al Ateneo y aceptó de buen grado. Parece que me oyó una noche en Salle Pleyel porque le dijo a Aragón: Yo sé que cantaré para un artista de verdad».

GUITARRA DÍMELO TÚ

Si yo le pregunto al mundo,
el mundo me ha de engañar,
cada cual cree que no cambia,
y que cambian los demás.

Y paso las madrugadas,
buscando un rayo de luz,
¿por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú.

Se vuelve cruda mentira,
lo que ayer fue tierna verdad,
y hasta la tierra fecunda,
se convierte en arenal.

Y paso las madrugadas,
buscando un rayo de luz,
¿por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú. /

Los hombres son dioses muertos,
de un tiempo ya derrumbao,
ni sus sueños se salvaron,
sólo la sombra ha quedao.

Y yo le pregunto al mundo,
y el mundo me ha de engañar,
cada cual cree que no cambia,
y que cambian los demás.

Y paso las madrugadas,
buscando un rayo de luz,
¿por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú.

Desde ese concierto, su éxito en Europa fue rotundo, grabando varios larga duración y realizando más de cincuenta conciertos por el viejo continente, incluso en Japón, donde escribe el poema “Hiroshima”:

Como Ave Fénix, de las cenizas renaciendo.
Como una Sinfonía de Beethoven
que alcanza la alegría a través del dolor.
Como un héroe legendario resucitando en cada célula,
organizando el pulso de las arterias,
vigorizando el músculo,
lavando el alma con agua y luz de siglos
hasta recuperarte y consagrarte
al oficio y al libro,
al canto y la esperanza.
Labrador del futuro, gran sembrador del sueño,
Así mi corazón te siente, enamorado,
¡Hiroshima!
Qué noche fue tu noche, kimono desgarrado.
Cuando todo era sol sobre la tierra.
El horror sin fronteras, y la ciudad sin niños,.
Ni pinos en las sierras, ni arrozal en los prados.
Ni un ave, ni una flauta de bambú
contando historias bajo las estrellas.
Todo fue un gran silencio, sin salmo, sin adioses.
Ni lágrima ni salmo.
Sólo un inmenso asombro horrorizado.
¡Hiroshima!
Pero Dios custodiaba tu ternura,
Tu sagrada semilla, tu voz profunda.
Y te recuperaste, y renaciste,
Hasta pintar de nuevo la timidez graciosa del cerezo.
Y las madres pudieron en la tarde
Recomenzar el canto interrumpido.
¡Nem Kororó! ¡Nem Kororó!
Así te siente mi corazón enamorado.
Así te canta mi guitarra Argentina.
Así te digo adiós y en ti me quedo.
¡Hiroshima!

En 1968 visita por primera vez España y la recorre en toda su geografía reconociéndose con sorpresa en cada pueblo y en cada camino: «En cualquier canción que nosotros cantemos, en nuestra manera de dolernos o de esperanzarnos, hay una vieja herencia. En la más gaucha de nuestras coplas anda por ahí un abuelo español dando consejos».

EL ALAZÁN

Era una cinta de fuego,
galopando, galopando.
Crin revuelta en llamaradas,
mi alazán te estoy nombrando.

Trepo las sierras con luna,
cruzó los valles nevando.
Cien caminos anduvimos,
mi alazán te estoy nombrando.

¿Qué oscuro lazo de nieve
te pialó junto al barranco?
¿Cómo fue que no lo viste?
¿Qué estrella andabas buscando?

En el fondo del abismo,
ni una voz para nombrarlo.
Solito se fue muriendo,
mi caballo, mi caballo.

En una horqueta de un tala
hay un morral solitario,
y hay un corral sin relinchos,
mi alazán te estoy nombrando.

Si es como dicen algunos,
que hay cielos pal' buen caballo,
por ahí andará mi flete,
galopando, galopando.

Oscuro lazo de nieve
te pialó junto al barranco.
¿Cómo fue que no lo viste?
¿Qué estrella andabas buscando?

En el fondo del abismo,
ni una voz para nombrarlo.
Solito se fue muriendo,
mi caballo, mi caballo.

Finalmente establece su residencia en Francia, pero volvería de vez en cuando a Argentina, aunque evitó hacerlo durante la dictadura de Videla. En el país galo fue reconocido con la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras y allí mismo, en la ciudad de Nimes, murió Atahualpa un 23 de mayo de 1992, dejándonos la inestimable herencia de cientos de canciones, poemas y algún que otro libro de género diferente, pero sobre todo su sentimiento de libertad y su amor por el prójimo más desfavorecido… y su fe en el camino del que hizo su meta, su vida:  “El primer deber del hombre es definirse. Ubicarse como testigo y actor de un viejo pleito entre la mentira y la verdad. Y exponer, testimoniar. Para llegar a esto debemos despojarnos de miserias interiores. Tenemos que barrer el patio del fondo».

DESTINO DEL CANTO

Nada resulta superior al destino del canto.
Ninguna fuerza abatirá tus sueños,
porque ellos se nutren con su propia luz,
se alimentan de su propia pasión,
renacen cada día para ser.
Si, la tierra señala a sus elegidos.
El alma de la tierra, como una sombra, sigue a los seres indicados
para traducirla en la esperanza, en la pena,
en la soledad.
Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de la tierra,
si comprendes su sombra, te espera
una tremenda responsabilidad.
Puede perseguirte la adversidad,
aquejarte el mal físico,
empobrecerte el medio, desconocerte el mundo,
pueden burlarte y negarte los otros,
pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha,
porque es sólo tuya.
Es de la tierra que te ha señalado.
Y te ha señalado para tu sacrificio, no para tu vanidad.
La luz que alumbra el corazón del artista
es una lámpara milagrosa que el pueblo usa
para encontrar la belleza en el camino,
la soledad, el miedo, el amor y la muerte.
Si tu no crees en tu pueblo, si no amas ni esperas
no alcanzaras a traducirlo nunca.
Escribirás, acaso, tu drama de hombre huraño,
solo sin soledad.
Cantarás tu extravío lejos de la grey, pero tu grito
será un grito solamente tuyo, que nadie podrá entender.
Sí, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final, tendrán su premio: nadie los nombrará,
serán lo "anónimo",
pero ninguna tumba guardará su canto.
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