
Gutierre de Cetina (Sevilla, 1520 – Puebla de los Ángeles, México, 1554), figura destacada del Siglo de Oro, fue un poeta y soldado español del Renacimiento. Nacido en una familia noble, acomodada y bastante numerosa (compuesta por cinco hermanas y cuatro hermanos). Se educó en Sevilla hasta 1536 y, tras una breve estancia en Valladolid, se alistó como soldado al servicio del emperador Carlos V, en nombre de quien participó en campañas militares en Italia, Alemania y el norte de África, incluyendo la Jornada de Argel (1541).
Durante su estancia en Italia (1538-1548), entró en contacto con la lírica petrarquista, influenciado por poetas como Francesco Petrarca, Luigi Tansillo, Ludovico Ariosto y Pietro Bembo, así como por los españoles Ausiàs March y Garcilaso de la Vega. Allí, bajo el seudónimo de Vandalio, dedicó numerosos poemas a Laura Gonzaga, una condesa que inspiró su famoso madrigal “Ojos claros, serenos”. Hacia 1546, viajó a México acompañando a su tío Gonzalo López, procurador general de Nueva España, regresando a España en 1548 y volviendo a México en 1554 donde, según se dijo, murió apuñalado en Puebla por Hernando de Nava, un rival celoso, bajo la ventana de Leonor de Osma, de quien se había enamorado. Aunque no hay certeza absoluta sobre su muerte, se estima que ocurrió alrededor de 1554.
Cetina fue un poeta cortesano, frecuentando figuras como el príncipe de Ascoli, Diego Hurtado de Mendoza y Baltasar de Alcázar. Su vida combinó las armas y las letras, un ideal renacentista, y su obra refleja una sensibilidad refinada y una profunda influencia italiana.
La producción literaria de Cetina es principalmente poética, aunque también escribió obras en prosa y teatro, estas últimas perdidas. Su obra se enmarca en el petrarquismo, siguiendo a Juan Boscán y Garcilaso de la Vega. Su producción incluye cinco madrigales (poema lírico de versos heptasílabos y endecasílabos que exalta el amor idealizado), entre los que destaca “Ojos claros, serenos” dedicado, como ya he comentado más arriba, a Laura Gonzaga; diecisiete epístolas, en tercetos, de carácter autobiográfico y moral, dirigidas a amigos como Diego Hurtado de Mendoza; canciones, estancias, sextinas, odas, obras en prosa y teatro (estas totalmente perdidas), y, como no, sonetos, más de 240, de los que hablaremos seguidamente. En general, su poesía, recopilada en gran parte por Joaquín Hazañas y La Rúa en 1895, destaca por su musicalidad, precisión lingüística y mezcla de poesía popular y cortesana. Cetina es considerado uno de los poetas más destacados del petrarquismo español, después de Garcilaso, y el primero en llevar estas formas a América, influyendo en el cancionero novohispano “Flores de Baria Poesía” (1577).

Los sonetos de Gutierre de Cetina son un pilar de su obra, caracterizados por su perfección técnica, musicalidad y exploración de temas amorosos dentro del marco petrarquista. Cetina utiliza el soneto petrarquista clásico (dos cuartetos y dos tercetos, con rima ABBA ABBA CDE CDE o variantes). Su dominio de la métrica endecasílaba y la rima consonante crea un ritmo fluido y melódico. Ejemplo: En el soneto “Dichoso desear, dichosa pena”, Cetina construye una sola exclamación en catorce versos, usando anáforas (“dichoso/a”) para enfatizar la paradoja del amor como fuente de gozo y sufrimiento. La estructura refuerza la intensidad emocional, con un tono exaltado que anticipa recursos barrocos:
¡Dichoso desear, dichosa pena,
dichosa fe, dichoso pensamiento,
dichosa tal pasión y tal tormento,
dichosa sujeción de tal cadena;
dichosa fantasía, en gloria llena,
dichoso aquel que siente lo que siento,
dichoso el obstinado sufrimiento,
dichoso mal que tanto bien ordena;
dichoso el tiempo que de vos escribo,
dichoso aquel dolor que de vos viene,
dichosa aquella fe que a vos me tira;
dichoso quien por vos vive cual vivo,
dichoso quien por vos tal ansia tiene,
felice el alma quien por vos suspira!
Sus temas preferidos son: El amor idealizado y neoplatonismo, pues sus sonetos reflejan el amor cortés, con la amada como figura idealizada (Laura Gonzaga, Dórida, Amarílida). En “Como la simplecilla mariposa”, compara al amante con una mariposa atraída por la luz, simbolizando el deseo ardiente y autodestructivo:
Como la simplecilla mariposa
a torno de la luz de una candela
de pura enamorada se desvela,
ni se sabe partir, ni llegar osa;
vase, vuelve, anda, torna y no reposa,
y de amor y temor junto arde y hiela,
tanto que al fin las alas con que vuela
se abrasan con la vida trabajosa.
Así, mísero yo, de enamorado,
a torno de la luz de vuestros ojos
vengo, voy, torno y vuelvo y no me alejo;
mas es tan diferente mi cuidado
que en medio del dolor de mis enojos
ni me acaba el ardor, ni de arder dejo.
También es importante el trato que le da a la naturaleza y simbolismo de la misma, usando Cetina imágenes naturales (ríos, fuego, luz) como en el soneto al río Betis, donde el Guadalquivir es testigo de sus quejas amorosas, siguiendo la tradición de Petrarca y Garcilaso:
De la incierta salud desconfiado,
mirando cómo va turbio y furioso
Betis corriendo al mar, dijo lloroso
Vandalio, del vivir desesperado:
«Recibe, ¡oh caro padre!, este cansado
cuerpo de un hijo tuyo, deseoso
de hallar en tus ondas el reposo
que negó la fortuna a mi cuidado.
Haz, padre, que estos árboles que oyendo
la causa de mi muerte están atentos,
la recuenten después de esta manera:
‘Aquí yace un pastor que amó viviendo;
murió entregado a Amor con pensamientos
tan altos, que aun muriendo, amar espera'».
Pero tampoco podemos olvidarnos de la temática sobre el heroísmo y la épica, ya que, en Algunos sonetos, como los dedicados a los soldados de Castelnovo o al príncipe de Ascoli, combinan el tema amoroso con la exaltación de las virtudes militares, reflejo de su vida como soldado:
A los huesos de los españoles muertos en Castelnuovo
Héroes glorïosos, pues el cielo
os dio más parte que os negó la tierra,
bien es que por trofeo de tanta guerra
se muestren vuestros huesos por el suelo.
Si justo desear, si honesto celo
en valeroso corazón se encierra,
ya me paresce ver, o que se atierra
por vos la Hesperia vuestra, o se alza a vuelo.
No por vengaros, no, que no dejaste
a los vivos gozar de tanta gloria,
que envuelta en vuestra sangre la llevaste;
sino para probar que la memoria
de la dichosa muerte que alcanzaste,
envidiar se debe más que la victoria.
El estilo de Cetina se caracteriza por su musicalidad y elegancia: Fernando de Herrera alabó la “hermosura y gracia” de sus sonetos, aunque señaló una falta de “espíritu y vigor”. Cetina privilegia la suavidad y la ternura, con un lenguaje refinado y preciso. Así mismo, sus sonetos traducen pensamientos amorosos de Petrarca o Ausiàs March en los cuartetos, desarrollando una interpretación personal en los tercetos, lo que aporta originalidad dentro de la imitación. Todo ello supone una anticipación del Barroco.


Luis Barahona de Soto (Lucena, Córdoba, 1547 o 1548 – Archidona, Málaga, 5 de noviembre de 1595) fue un poeta y médico español del Renacimiento, destacado en la segunda fase del Siglo de Oro. Nacido en una familia noble pero empobrecida procedente de Burgos, su linaje hidalgo marcó su identidad, aunque vivió en condiciones modestas. Estudió en Antequera bajo la tutela del humanista y poeta Juan de Vilches, cuya muerte en 1567 lo llevó a trasladarse a Granada. Allí frecuentó la tertulia literaria de Alonso de Granada Venegas, donde conoció a poetas como Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña, Gregorio Silvestre, Pedro de Padilla, Gaspar de Baeza, Juan Latino y Gonzalo Mateo de Berrío. Su amistad con Gregorio Silvestre fue especialmente estrecha, influyendo en su obra juvenil.
Barahona participó en la represión de la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571) contra los moriscos, posiblemente como soldado. Tras la muerte de Silvestre en 1569, se trasladó a Osuna, donde frecuentó la academia literaria de Cristóbal de Sandoval y conoció a poetas como Francisco de Medina, Fernando de Herrera y Gonzalo Argote de Molina. En Sevilla, obtuvo el título de médico en 1571 y ejerció como tal en Archidona desde 1581, donde también fue nombrado regidor. En 1582, se casó con Isabel Sarmiento, con quien tuvo dos hijas que murieron jóvenes; tras enviudar en 1587, se casó nuevamente. Durante su vida, mantuvo correspondencia con otros escritores y tradujo textos clásicos, demostrando su formación humanista. Su biblioteca personal, con 425 volúmenes, incluía obras médicas y literarias, destacando textos de Eurípides y Píndaro en griego.
Barahona murió en 1595 en Archidona, dejando un legado poético que, aunque no publicado en vida salvo Las lágrimas de Angélica (1586), fue reconocido por contemporáneos como Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Vicente Espinel. Cervantes, en Don Quijote (capítulo VI), lo alabó como “uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España”.
La producción literaria de Barahona de Soto se enmarca en la escuela garcilasiana con influencias italianizantes, mostrando un estilo manierista que combina el preciosismo descriptivo de la escuela antequerano-granadina con el énfasis moral de la escuela sevillana. Su obra incluye: Poesía épica, con obras como Primera parte de la Angélica (Granada, 1586), un poema en doce cantos en octavas reales que continúa la historia de Angélica y Medoro del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, la cual, aunque desigual en estructura y con episodios sobrecargados, destaca por sus descripciones y elegancia estilística, siendo elogiada por Cervantes y Lope de Vega; poesía lírica, donde incluye madrigales, sonetos amatorios, sátiras, epístolas, canciones y églogas, y prosa, en la que destaca los Diálogos de la montería (publicados en 1890), una obra cinegética, escrita para el tercer Duque de Osuna, considerada una de las mejores obras de caza en español.

Los sonetos de Barahona de Soto, aunque menos numerosos que los de otros poetas del Siglo de Oro, son representativos de su estilo manierista, con una mezcla de petrarquismo, influencias garcilasianas y un toque de sátira que lo conecta con las corrientes prebarrocas. Barahona utiliza el soneto petrarquista (ABBA ABBA CDE CDE o variantes), con endecasílabos que reflejan su dominio métrico. Sus sonetos son claros y fluidos, con una cadencia que evita el artificio excesivo, en línea con la crítica de Fernando de Herrera al “estilo oscuro”. Un ejemplo lo tenemos con “Esplendores celajes, rigoroso / selvaje, llama…”, una sátira contra el lenguaje poético artificioso, Barahona usa la estructura para burlarse de las exageraciones estilísticas, mostrando ingenio y humor:
Esplendores, celajes, rigoroso,
salvaje, llama, líquido, candores,
vagueza, faz, purpúrea. Cintia, ardores,
otra vez esplendores, caloroso;
ufanía, apacible, numeroso,
luengo, osadía, afán, verdor, errores,
otra y quinientas veces esplendores;
más esplendores, crespo, glorioso;
cercos, ásperos, albos, encrespado;
esparcir, espirar, lustre, fatales,
cambiar, y de esplendor otro poquito;
luces, ebúrneo, nítido, asombrado,
orna, colora, joven, celestiales…
Esto quitado, cierto que es bonito.
Entre sus temas se encuentran los acostumbrados en aquellos tiempos como el amor, el petrarquismo, la naturaleza y la mitología, pero Barahona se distingue por los sonetos satíricos como el mencionado contra un poeta de lenguaje recargado (tradicionalmente asociado a Herrera, aunque esta atribución está desacreditada). Su sátira Contra algunas necedades refleja su ingenio y claridad. Así mismo, influido por la escuela sevillana, sus sonetos tienen un trasfondo moral, como se observa en su Epístola a Gregorio Silvestre, donde alude a su origen noble y su vocación médica.
Barahona maneja un lenguaje preciso y sencillo, evitando el exceso de ornamentación. Su estilo es “correcto e impecable”, con una musicalidad natural que fija las cadencias endecasílabas sin artificio. Sus sonetos combinan la tradición garcilasiana con un preciosismo descriptivo típico de la escuela antequerano-granadina, anticipando elementos del gongorismo. En sonetos como el que critica el lenguaje poético, Barahona muestra un tono irónico que no daña su relación con poetas como Herrera, con quien compartía admiración por Garcilaso.
Los sonetos de Barahona fueron elogiados por su “ingenio y erudición” por contemporáneos como Herrera, Cervantes y Lope de Vega. Sin embargo, su obra lírica, al no publicarse en vida, quedó eclipsada hasta su recuperación por Francisco Rodríguez Marín en 1903. Críticos modernos destacan su habilidad para manejar la métrica y su contribución al manierismo, considerándolo un eslabón hacia el gongorismo.
El cofre de oro fino y margaritas,
con mil preciosas piedras esmaltado,
que al persa rey por guerras fue ganado
del macedón, con muertes infinitas,gran Duque, que sus glorias resucitas
y en ánimo te le has aventajado,
para las altas obras fue guardado
que el singular Homero dejó escritas.Otro más rico es bien que se procure
para éstas del gran Soto, si se mira
el don cual es y a qué señor se ofrece,porque tan docto estilo en honra dure
de España, de quien Grecia ya se admira,
y el príncipe que tanto honor merece.