Las nubes, de Blas Muñoz Pizarro

Un artículo de Raúl Molina.

Pasan las nubes sobre el mundo. Van
indiferentes a su bien, ajenas
a su daño. Ligeras, casi inmóviles,
reproducen los sueños desprendidos

del hombre que las mira. Otras veces,
se extienden con sus párpados cerrados,
grises alas de un sueño ya sin sueños,
sobre el silencio oscuro de la vida.

Pasan las nubes bajo el cielo raso
de un cielo azul e inalcanzable. Son
rehenes de la luz, hijas del día.

En ellas contemplamos el destino:
llegar, libres sin serlo, a nuestra noche
en el flujo invisible que nos lleva.

Valencia, 1943. Nace Blas Muñoz Pizarro. Su andadura en esto del mundillo poético comienza pronto: allá por 1971, cuando publica un extenso poema, La danza, dedicado “A aquellos que tuvieron que emigrar. Y a los que se quedaron en la casa vacía, con el hueco de su ausencia entre las manos, viéndolos partir. A todos ellos. Con la voz y la esperanza del padre”. Y es que Blas Muñoz fue un activista político en la clandestinidad. Por ello el epígrafe de este poema es lorquiano: “Y queda el hueco de la danza sobre las últimas cenizas…”. Un poema reivindicativo: el poema de un joven que se inicia. Naufragio de narciso es de 1981: un poema más consolidado; culturalista, sí, quizás en la línea Novísima: las citas que lo abren son de Quevedo y de Jenaro Talens.

Y después, llegó el silencio. Blas Muñoz desapareció. Se desvanece durante veintiséis años. Nadie en el campo poético habla de él. Nadie recuerda lo que publicó en los setenta y ochenta. No hay tiempo para eso: los poetas están tan concentrados en lanzarse dardos entre ellos que son incapaces de ver el bosque. Es una decisión personal: nadie lo obliga a callarse, nadie a hablar.

Pero en 2007 retoma un libro que había abandonado. La mirada de Jano, con el que consigue el Premio de Poesía Paco Mollá, del Ayuntamiento de Petrer. Y entonces, todo se sucede: importantes premios literarios nacionales por libros y poemas, publicaciones, etc. E incluso, la creación dela tertulia “El limonero de Homero”, de la que formaban parte, además del propio Blas Muñoz Pizarro, Joaquín Riñón, José Luis Prieto, Antonio Mayor y Vicente Barberá. Nos han dejado, como legado, los libros El Limonero I, que apareció en 2010 y El Limonero II, en 2011, de lo mejor de la bibliografía valenciana en cuanto a poesía se refiere.

El poema “Las nubes” pertenece a su poemario de 2010 La herida de los días, con el que consiguió el Premio de Poesía Miguel Labordeta. La composición, un soneto en endecasílabos no rimados entre sí, rompe con la concepción tradicional de este tipo de piezas. Y lo hace voluntariamente en varios de los poemas del volumen. El poeta marca que es un soneto: separa convenientemente los dos cuartetos de los dos tercetos y consigue, a través de otros mecanismos como la coherencia temática, la evolución del hecho poetizado y el ritmo, que se sostenga una composición que, en principio, necesita de la rima para funcionar. No es nuevo, para nada. Ya el modernismo lo lanzó a la fama y mucho antes, durante el renacimiento, hubo quien se atrevió a escribir sonetos no rimados, aunque sin que alcanzaran gran popularidad. Sea como sea, un soneto sin rima rompe.

“Las nubes” es un poema que habla del tiempo. Del paso del tiempo, concretamente. Alguien mira el cielo y todo pasa: pero no hay lamento, ni queja ni dolor ni miedo. Sólo pasa y pasa. No hay tristeza: “Pasan las nubes sobre el mundo. Van / indiferentes a su bien, ajenas / a su daño. Ligeras, casi inmóviles, / reproducen los sueños desprendidos / del hombre que las mira”. Las nubes desconocen lo que ocultan. Y desconocen lo que hay debajo. El hombre es el que les da un significado y nosotros, por supuesto, como lectores. Pero, “Otras veces / se extienden como párpados cerrados, / grises alas de un sueño ya sin sueños, / sobre el silencio oscuro de la vida”. La vida, eso que pasa bajo ellas, es un silencio oscuro. Un callar constante, como el silencio del poeta durante más de veinte años. Y ocultan, lo he dicho y lo repito, aquello que permanece inalterado; la esencia; el cielo; también la verdad: “Pasan las nubes bajo el cielo raso / de un cielo azul e inalcanzable”. El cielo es la utopía: aquello que nunca podrá ser tocado, ser habitado, ser conocido. Y ellas, “rehenes de la luz”, indiferentes.

Y el hombre, no atormentado, recordemos, sigue mirando su paso, su vaivén. Como el de un tren en la noche. Y “En ellas contemplamos el destino”. El destino del que siempre hablan los poetas: el destino final y último de todo ser humano. El objetivo es alcanzarlo de una forma y un modo determinado. Este es el legado o, más bien, el consejo de Blas Muñoz Pizarro. Tomemos nota: “llegar, libres sin serlo, a nuestra noche / en el flujo invisible que nos lleva”.

Entradas creadas 321

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba