Rubén Darío (1867-1916) fue un diplomático (una persona que trabaja para un gobierno representándolo en otros países) nicaragüense, aunque no se le conoce mucho por eso, pues en realidad es mundialmente conocido por sus poemas, llegando a ser el máximo representante del modernismo literario de la lengua española.
El modernismo literario era como una moda en la forma de escribir que apareció a finales del siglo XIX surgido de una mezcla de los tres movimientos que estaban en uso por aquellos momentos: romanticismo, simbolismo y parnasianismos, que nos os explicaré en estos momentos para no hacer aburrido este artículo.
Los poetas modernistas eran una especie de rebeldes creativos que cogían de aquí y de allá los elementos que más les gustaba para realizar sus poemas, así mismo, eran bastante refinados, narcisistas y les atraía el mundo aristocrático, sin olvidar que solían ser bastante cultos, cosa que no evitaban dejar claro en sus versos, con gusto elevado por lo exótico, y buscaban constantemente una renovación estética del lenguaje y la métrica de sus poemas, por lo que estos resultaban muy musicales para el oído y bellos en sus contenidos.
Este poema que os propongo leer me parece bastante bonito y muy fácil de entender y en él podréis encontrar, casi sin esforzaros, muchos ejemplos de lo que os he indicado anteriormente. El poema, claro está, es de Rubén Darío y se lo dedica a una niña de verdad hija de otro diplomático amigo suyo: Margarita Debayle que, cuando Darío se lo escribió, tenía 8 años, y el poeta lo hizo porque ella, aprovechando que él estaba en su casa de visita, se le acercó y le pidió que le contase un cuento. Este poema es, por lo tanto, ese cuento en el que Margarita es la princesa protagonista.
¿Lo leemos?:
MARGARITA, ESTÁ LINDA LA MAR…
RUBÉN DARÍO
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.
Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.
Un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.
Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?”
La princesa no mentía,
y así, dijo la verdad:
“Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.”
Y el rey clama: “¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.”
Y dice ella: “No hubo intento:
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.”
Y el papá dice enojado:
“Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.”
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el buen Jesús.
Y así dice: “En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí.”
Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesa está bella,
pues ya tiene el prendedor,
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento
Ya que lejos de mí vas a estar
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.
¿Os ha gustado? Espero que sí. Y ya veis que leer poesía no es tan complicado y suele ser muy reconfortante, sobre todo porque la poesía permite decir cosas muy grandes con pocas palabras. En próximas ocasiones os prometo volver con más poemas tan bonitos como éste.