Olavo Bilac

Olavo Bilac, nacido el 16 de diciembre de 1865, en Río de Janeiro, y muerto en la misma ciudad el 28 de diciembre de 1918 fue un poeta, cuentista y periodista brasileño, autor de la letra del Himno a la Bandera, y uno de los principales representantes del Movimiento Parnasiano, donde primaba el aspecto formal del poema, buscando palabras raras, rimas ricas y rigidez de las reglas de la composición poética, así mismo, fue miembro fundador de la Academia Brasileña de Letras.

Publicó sus primeros poemas en la Gaceta Académica, en 1883, pero cinco años más tarde publicó su primer libro, Poesías, donde ya demuestra su compromiso con el parnasianismo.

Participó activamente en la política de su país. Republicano y nacionalista, fue perseguido por el gobierno del mariscal Floriano Peixoto, por lo que tuvo que esconderse en Minas Gerais, aunque al poco tiempo fue arrestado en 1893.

En 1907 fue nombrado el “Príncipe de los Poetas Brasileños”. Ejerció varios cargos públicos: oficial de la Secretaría de Interior, inspector escolar y secretario en las Conferencias Panamericanas de Río y Buenos Aires. Fue un ferviente activista a favor de la alfabetización de Brasil.

Los temas más comunes de su poesía, profundamente parnasiana, van desde la mitología grecorromana, pasando por el patriotismo y el amor, hasta el lirismo, donde se preocupa de la muerte o el sentido de la vida.

Seguidamente os ofrecemos un soneto de Bilac titulado Vanidad y cuya traducción se debe a Miguel Rasch-Isla:

Vanidad

Ciego, febril, insomne, con nerviosa porfía,
pule el artista el mármol de la estrofa anhelada:
quiérela palpitante, quiérela emocionada,
quiere infundir al mármol un temblor de agonía.

Triunfa gallardamente de la forma bravía;
lucha, repule, y la obra resplandece acabada:
-“¡Mundo que con mis manos arranqué de la nada!
¡Hija de mi trabajo!-luce a la luz del día.

“Llena de mis angustias y encendida en mi fiebre,
eras la piedra tosca; te di brillo profundo
e iricé tus facetas con esmeros de orfebre.

Puedo esperar, pues vives, una muerte serena”.
E imagina que exhausto rodará al pie del mundo,
y, ¡oh vanidad! sucumbe junto a un grano de arena.

Un artículo de Antonio Cruzans

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