Tatamkulu Afrika, poeta, escritor y activista sudafricano nacido el 7 de diciembre de 1920 en As Sallum, Egipto, de padre árabe y madre turca, como Mahamed Faud Nasif. La familia se trasladó a Sudáfrica en 1923, donde sus padres murieron a causa de la gripe asiática quedando huérfano a la edad de dos años. Se hicieron cargo de él unos familiares hasta que fue entregado a una familia metodista que lo rebautizó con el nombre de John Charlton, quienes le revelaron su condición de hijo adoptivo cuando cumplió los dieciocho años. Para entonces ya había publicado su novela Broken Earth.
Durante la Segunda Guerra Mundial se ofreció como voluntario al ejército sudafricano, siendo hecho prisionero en Tobruk. Al finalizar la guerra, se marchó a vivir a Namibia, donde fue acogido por una familia afrikáans, quienes de nuevo le cambiaron el nombre por el de Jouza Joubert. Allí realizó diversos trabajos: minero, camarero, dependiente de tienda, asistentes de auditores y batería de jazz.
En 1964 se convirtió al Islam, volviendo a cambiar de nombre, en este caso Ismail Joubert, y se trasladó al tristemente conocido como el Distrito Seis, tras cuya destrucción a manos de los defensores del apartheid, Joubert se unió a una organización musulmana militante conocida como Al Jihaad, de la que pasó a formar parte del uMkhonto weSizwe (MK), el brazo armado del Congreso Nacional Africano (ANC), donde le dieron el nombre de Tatamkhulu Afrika (Abuelo África), siendo arrestado en 1987 a causa de sus actividades políticas acusado de terrorismo y se le prohibió escribir, una orden que incumplió usando su nuevo nombre.
Tatamkhulu Africa publicó ocho volúmenes de poesía y cuatro obras en prosa desde 1990, ganando diversos premios y donando gran parte de sus ingresos a un centro islámico en Guguletu y a una guardería. El 23 de diciembre de 2002, Tatamkhulu Afrika falleció tras ser atropellado por un coche.
Seguidamente les proponemos la lectura de un poema de Tatamkhulu Afrika titulado “Recordando”, cuya traducción es nuestra, por cuyos errores nos disculpamos de antemano:
Recordando Ahora estoy mirando hacia atrás: ¿se cerrará el círculo? ¿Por qué la ciudad esta mañana se parece tanto a esa otra ciudad, sus líneas impuestas sobre sus líneas: el mismo lento movimiento de las olas, la misma neblina de polvo, los mismos edificios derrumbados que se hunden en el mar salado, el mismo malestar triste e imparable? Al lado de este jardín me detengo, sus dalias secadas al sol, las capuchinas esterilizadas, una palmera solitaria inclinada hacia Siwa, suplicando su humedad, tan poca y tan amarga como la orina en la arena. Nada muere: todo lo que yo pensaba muerto se levanta de nuevo: la casita donde por primera vez me dieron una bofetada, donde me quitaron la punta de la virilidad como lo exige la religión, la arena roja se deslizó hacia el Mediterráneo azul, el olor a incienso en el viento khamsin, tanto recordado, tantas lámparas viejas encendidas nuevamente, lámpara cuyas mechas pensé que se habían carbonizado hace mucho tiempo, - y desde la noche más allá de su luz flota un rostro inclinado sobre el mío – su dulzura es refulgencia, su fragancia es de flores.
Un artículo de Antonio Cruzans