Aunque estoy convencido de que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera. (…) Hay una grieta en todo, así es como entra la luz. (Leonard Cohen)
Cuando el Jurado del Premio Príncipe de Asturias decidió conceder el galardón 2011 correspondiente a las Letras a un personaje como Leonard Cohen, mi padre, un buen clarinetista de la banda de mi pueblo, como único horizonte musical, y un gran trabajador del campo y la granja, como todo compendio cultural, exclamó al notificarlo por el Telediario: “I aquest qui collons és?” … Aunque lo mismo habría dicho si el premiado hubiera sido el mismísimo Beethoven…. ¡En fin!… Pero como yo estoy segura de que mis seguidores en “El volumen de una sombra” son gente más puesta que mi santo progenitor y con un recorrido bastante más amplio en las autopistas del saber, no tendré muchos problemas al presentar a este novelista, poeta y cantante, aunque no showman, si tenemos que hacer justicia a la verdad, canadiense que ha tenido la virtud de hacer música con la poesía o, quizá, poesía con la música.
El caso es que nuestro amigo nació, el 21 de septiembre de 1934, en el seno de una familia judía, de ascendencia lituana, bastante creyente, dicen que descendientes de los Kohanim (que vienen directamente de Aarón, hermano de Moisés, de ahí su apellido “Cohen”), en la localidad de Westmount, en las afueras de Montreal donde, durante su infancia, recibió una esmerada y tradicional educación en un colegio hebraico en el que, curiosamente, aprendió guitarra y fue influenciado por la música country-folk, formando, con sólo quince años, un grupo musical country and western llamado Buckskin Boys. Posteriormente dejó el nido y voló hasta la Universidad McGill de Montreal y de allí a la famosilla Universidad de Columbia en Nueva York, donde unos cuantos años antes había estado su ídolo Federico García Lorca, y luego se dio el gustazo de alzar vuelos más altos y largos residiendo durante algunos periodos en Grecia y Cuba…, en cuyas riberas de aguas turquesa escribió sus mejores libros de poemas y alguna que otra novela… como La caja de especias de la tierra (1961) o Flores para Hitler (1964), que causaron un verdadero impacto entre el público.
Pero no vamos a profundizar en su biografía porque este apartado lleva por título “La letra y la música”, sino en aquella faceta de su creación que realmente nos interesa y, a pesar de que desde sus inicios ya había puesto música a sus poemas, aunque no fue a partir de 1967 cuando realmente no se lo planteó como algo real y decidió cantarlos en público, y no obstante el hecho de que su creación sea bastante extensa y variada, como el tema de este mes gira sobre la “derrota” y se me acusa repetidas veces de no ceñirme a ellos, a los temas, me refiero, hoy voy a comentar cuatro canciones de Cohen con las que nadie podrá recriminarme que me haya ido por las ramas u otros derroteros porque hablar de derrotas, hablan.
En su primer álbum, el cual tuvo un éxito inesperado, “The songs of Leonard Cohen”, de 1968, aparece una canción con nombre de mujer, Suzanne, la cual está dedicada a Suzanne Verdal, la esposa bella e inocente de un amigo íntimo, el escultor Armand Vaillancourt, de la que estaba enamorado, pero de una forma un tanto mística, casi religiosa: la visitaba con frecuencia y pasaban las tardes bebiendo té con trozos de naranja bajo las luces de las velas, reflexionando sobre sus vidas, sus pensamientos y todo aquello que les rodeaba o les interesaba, así mismo, paseaban por las playas de Montreal o junto al río St Lawrence y jamás dejó de ser una relación platónica. Con posterioridad, sus vidas llevaron caminos bastantes diferentes, pues mientras él se convertía en una estrella reconocida mundialmente, ella, coreógrafa y bailarina profesional, sufrió una serie de desgracias que le llevaron a desarrollar su arte de la danza por las calles con el fin de conseguir alguna limosna para alimentar a sus tres hijos y al monstruo de sus adicciones que le fueron degradando física y moralmente, hasta tal extremo que, según contó la misma Suzanne, un día estaba mendigando en una plaza del puerto viejo de Montreal cuando se dio cuenta que el mismísimo Cohen estaba paseando por allí, ella se acercó a saludarlo y él fingió no reconocerla… y es que el éxito enturbia la memoria…
Suzanne te lleva a su lugar cerca del río. Tú puedes oír los barcos bajar mientras pasas la noche junto a ella y sabes que está medio loca, pero es por eso por lo que quieres estar allí, y ella te ofrece su té y naranjas que llega de un camino desde China. Y justo cuando quieres decirle que no tienes amor para darle, entonces ella te lleva sobre su larga ola Y deja que el río responda que tú siempre has sido su amante. Y quieres viajar con ella y deseas viajar a ciegas Y sabes que ella confiará en ti para que toques su cuerpo perfecto con tu mente. Y Jesús era un marinero cuando caminó sobre el agua y pasó mucho tiempo mirando desde su solitaria torre de madera, y cuando se supo con certeza que sólo los hombres ahogados podían verlo, dijo que todos los hombres serían marineros hasta que el mar los liberase, pero él mismo estaba roto mucho antes de que el cielo se abriese. Abandonado, casi humano él se hundió bajo tu sabiduría como una roca. Y quieres viajar con él y desea viajar a ciegas y piensas que puedes confiar en él porque él ha tocado tu cuerpo perfecto con su mente. Ahora Suzanne toma tu mano y te conduce hasta el río ella viste harapos y plumas del ejército de salvación, y el sol se derrama como la miel sobre nuestra señora del puerto y ella te muestra dónde buscar entre la basura y las flores. Hay héroes en las algas, hay niños en la mañana, ellos se están inclinando por amor y se apoyarán así para siempre. mientras Suzanne sostiene el espejo. Y quieres viajar con ella y deseas viajar a ciegas. y sabes que puedes confiar en ella porque ella ha tocado tu cuerpo perfecto con su mente.
En otras ocasiones Leonard Cohen corre tras la belleza del dolor y la emoción humana como si persiguiera una mariposa, pero rara vez sus poemas resultan deprimentes o amargos, porque casi siempre están impregnados de una fe intensa, tan elevada que casi logra rozar el poder del amor y todo se llena de optimismo, ¿o ironía?, que redime la amargura. Esto ocurre con el siguiente tema elegido, Joan of Arc, donde el autor no encuentra nada que presagie la redención ni la purificación, sino la inutilidad de la muerte por el abrazo del fuego, porque estamos hablando de la figura histórica de Juana de Arco, aquella muchachita francesa de la Edad Media que lideró al ejército de su rey por órdenes directas de Dios, según se dijo, para liberar Francia de los ingleses y que, sin embargo, fue premiada con la hoguera acusada de brujería. Lo curioso es que, en el fondo, se esconde una interpretación optimista, pues ella acepta su sacrificio llena de esperanza porque sabe que está en el camino verdadero, aunque al final se le viera un gesto de dolor y lágrimas en los ojos:
Ahora las llamas seguían a Juana de Arco mientras se acercaba cabalgando a través de la oscuridad; sin luna para mantener su armadura brillante, ni hombre para buscarla a través de esta noche llena de humo. Ella dijo: "Estoy cansada de la guerra, quiero el tipo de trabajo que tenía antes, un vestido de novia o algo blanco para llevar sobre mi apetito hinchado ". "Bueno, me alegro de oírte hablar así, tú sabes que yo te he visto cabalgar todos los días y algo en mí anhela ganar a una heroína fría y solitaria". "¿Y quién eres tú?" habló con severidad a alguien debajo del humo. "Por qué, soy el fuego", respondió, "Y me encanta tu soledad, me encanta tu orgullo." "Entonces el fuego, haz tu cuerpo frío, yo voy a darte el mío para abrazar", diciendo esto ella saltó dentro para ser una, para ser su única novia. Y profundamente en su corazón ardiente él tomó el polvo de Juana de Arco, y muy por encima de los invitados a la boda colgó las cenizas de su vestido de novia. Desde la profundidad de su corazón ardiente tomó el polvo de Juana de Arco, y entonces ella comprendió con claridad: si él era fuego, ¡oh, entonces ella debía ser madera! Yo vi su mueca de dolor, yo la vi llorar, Vi la gloria en sus ojos. Yo anhelo el amor y la luz, Pero ¿debe ser tan cruel y, oh, tan brillante?
La siguiente canción, The Partisan, está basada en el poema La complainte del partidista, de Bernard (Emmanuel d’Astier), quien fue una figura bastante conocida dentro de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial: Tras la invasión del ejército nazi de Hitler, el general Charles De Gaulle exhorta a sus compatriotas a continuar la lucha a través de un discurso transmitido por la BBC, y miles de hombres y mujeres franceses salieron a las colinas, y desafiaron heroicamente la ocupación nazi en el norte y el gobierno títere establecido en Vichy. En el momento en que los aliados habían desembarcado en Normandía, la Resistencia francesa había organizado una fuerza de combate irregular de más de 100.000. Sobre estos hombres y mujeres se escribió mucha literatura y Leonard Cohen utiliza uno de estos poemas para crear esta emocionante canción en la que impera una desesperación tranquila en la voz de un judío francocanadiense casi treinta años después de que el monstruo quisiera devorar su raza.
Cuando cruzaron la frontera fui coaccionado a rendirme, esto no lo podía hacer; tomé mi arma y desaparecí. He cambiado mi nombre con frecuencia, he perdido a mi esposa e hijos, pero tengo muchos amigos, y algunos de ellos están conmigo. Una anciana nos dio cobijo, nos mantuvo escondidos en el desván, entonces llegaron los soldados; ella murió sin un susurro. Había tres de nosotros esta mañana, yo soy el único de esta noche, pero tengo que seguir adelante; las fronteras son mi prisión. Oh, el viento, el viento está soplando, a través de las tumbas el viento está soplando, la libertad pronto llegará; entonces saldremos de las sombras. Los alemanes estaban en mi casa, me dijeron, " entrégate, pero no puedo hacerlo. He retomado mi arma. He cambiado de nombre un centenar de veces, he perdido mujer e hijos, pero tengo muchos amigos. Tengo toda Francia Un anciano en un desván nos esconde por la noche. Los alemanes lo capturaron. Murió sin dolor Oh, el viento, el viento está soplando, a través de las tumbas el viento está soplando, la libertad pronto llegará; entonces saldremos de las sombras.
Y con la última canción, The Future, Leonard nos vomita todas sus frustraciones, todas las miserias propias y ajenas, todas esas pompas de jabón que quedaron en nada, y nos plantea un futuro inmisericorde, apocalíptico donde se vislumbra la derrota del hombre. Esta canción apareció en el álbum del mismo título editado en 1992 y posteriormente se aisló del mundo en un templo budista donde intentó encontrarse a sí mismo.
Devuélveme mi noche rota, mi habitación de espejos, mi vida secreta; esto es muy solitario, no queda nadie a quien torturar. Dame control absoluto sobre todos los seres vivos, y acuéstate a mi lado, nena, ¡es una orden! Dame crack y sexo anal, coge el único árbol que queda mételo en el agujero de tu cultura. Devuélveme el Muro de Berlín, dame Stalin y San Pablo. He visto el futuro, hermano: es un crimen. Las cosas van a deslizarse en todas direcciones, no habrá nada, nada que puedas volver a medir. La ventisca del mundo ha cruzado el umbral y ha volcado el orden del alma. Cuando dijeron: “Arrepiéntete”, me pregunto a qué se referían. No tienes la más remota idea de mí, nunca la tendrás, nunca la tuviste. Soy el pequeño judío que escribió la Biblia. He visto las naciones levantarse y caer, he oído sus historias, las he oído todas, pero el amor es el único motor de supervivencia. Aquí tu siervo ha sido ordenado, decidlo claro, decidlo fríamente: Se ha acabado, fin de trayecto. Y ahora que las ruedas del cielo se han detenido, sientes la fusta del diablo. Prepárate para el futuro: es un crimen. El antiguo código occidental saltará en pedazos. De pronto, estallará tu vida privada. Habrá fantasmas, habrá fuegos en la carretera, y el hombre blanco bailando. Verás a tu mujer colgada boja abajo, su vestido cubriéndole el rostro, y todos los miserables poetuchos aparecerán, intentando sonar a Charlie Manson. Devuélveme el Muro de Berlín, dame Stalin y San Pablo, Dame Cristo o dame Hisroshima. Destruye otro feto ahora mismo; no nos gustan los niños. He visto el futuro, nena: es un crimen. Las cosas van a deslizarse en todas direcciones, no habrá nada, nada que puedas volver a medir. La ventisca del mundo ha cruzado el umbral y ha volcado el orden del alma. Cuando dijeron: “Arrepiéntete”, me pregunto a qué se referían.
Y así concluimos con este pequeño, sino homenaje, sí recuerdo a un hombre prolífico y contradictorio cuyo trabajo siempre ha girado sobre tres ejes: el amor, la religión y la libertad. Con su voz peculiar de timbre grave, ha sido una fuente de inspiración que ha influenciado a muchos otros artistas. Una vez hubo un crítico musical, no recuerdo su nombre, que le colgó el sambenito de “el depresivo no químico más poderoso del mundo” a causa del pesimismo de sus canciones y a su forma de interpretarlas y, aunque ciertamente no sea la alegría de la huerta sobre el escenario, pienso que es un poco exagerado, porque en el fondo, en casi todos sus poemas, siempre deja un poquito la puerta entreabierta para el paso de la esperanza.