Las flores del mal, de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire creó con Las flores del mal un monumento de la poesía moderna, donde plasmó su visión del mundo, el arte y el amor. Su obra maestra, que abarca casi dos décadas de producción poética, sufrió la censura y el escándalo por su audacia temática y estilística.

El libro se publicó en tres ediciones diferentes: la primera en 1857 con 100 poemas, la segunda en 1861 con 124 y la tercera en 1868 con 151 (ya sin los vetados, pero con algunos más). Baudelaire pensó en llamarlo “Los limbos” o “Las lesbianas”, pero siguiendo el consejo de un amigo optó por Las flores del mal, un título que resume la belleza y el horror que conviven en sus versos. El libro se divide en seis partes: Spleen e Ideal, Cuadros parisinos, El vino, Las flores del mal, Rebelión y La muerte. En ellas, el poeta explora temas como el amor, el arte, la ciudad, el vicio, el sufrimiento, la rebeldía y la muerte. Su estilo se basa en el uso de símbolos, imágenes decadentes, sonetos, alejandrinos, aliteraciones, metáforas, antítesis y paradojas. Su influencia se extendió a generaciones de poetas posteriores como Verlaine, Mallarmé o Rimbaud. También inspiró obras de música, pintura y cine.

Con Las flores del mal Baudelaire abrió nuevos caminos en la literatura, anticipando el simbolismo y el decadentismo. Estos movimientos rompieron con lo clásico y lo romántico y se adentraron en temas, formas y estilos inéditos. Baudelaire expresó la angustia, el hastío, la melancolía y el horror de la vida moderna, pero también buscó la belleza en lo grotesco, lo perverso y lo marginal. Su lenguaje poético fue innovador, lleno de imágenes simbólicas, contrastes, musicalidad, ritmo y rima. Su poesía tiene una gran fuerza expresiva y belleza formal. Baudelaire marcó a muchos poetas posteriores, como Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o Valéry, y se le considera el padre de la poesía moderna. Sin embargo, Baudelaire sufrió la persecución por ofensa a la moral pública y a las buenas costumbres, y tuvo que retirar seis poemas de esta obra por blasfemos, obscenos e inmorales según los censores de la época, que no aceptaban cómo Baudelaire retrataba a las mujeres y al sexo. Y es que Baudelaire exploró temas como el lesbianismo, el sadismo, la prostitución y el erotismo explícito, que chocaban con los valores morales del siglo XIX francés. Además de criticar a la religión, a la burguesía y a la hipocresía social en sus poemas, lo que le valió muchos enemigos y detractores. Baudelaire no logró apelar la sentencia. Los seis poemas censurados no se publicaron en Francia hasta 1949, casi un siglo después de la primera edición de Las flores del mal. Sin embargo, estos poemas circularon clandestinamente en otros países, como Bélgica o Holanda, donde se publicaron ediciones completas de la obra.

La obra de Baudelaire no solo sufrió la censura, sino también su vida personal y profesional. La persecución judicial y el rechazo social que padeció le causaron depresión, ansiedad, problemas económicos y de salud. Su fama de poeta maldito se hizo más fuerte con el tiempo, pero también se le reconoció su genialidad y su influencia en la poesía moderna.

Estos son los poemas que fueron censurados de Las flores del mal:

Las joyas:

Un poema que narra el placer sexual del poeta con una mujer que tiene una joya en el ombligo. El poema tiene imágenes eróticas y alude al sadismo y al fetichismo.

Ella estaba desnuda, y, sabiendo mis gustos,
Sólo había conservado las sonoras alhajas
Cuyas preseas le otorgan el aire vencedor
Que las esclavas moras tienen en días fastos.

Cuando en el aire lanza su sonido burlón
Ese mundo radiante de pedrería y metal
Me sumerge en el éxtasis; yo amo con frenesí
Las Cosas en que se une el sonido a la luz.

Ella estaba tendida y se dejaba amar,
Sonriendo de dicha desde el alto diván
A mi pasión profunda y lenta como el mar
Que ascendía hasta ella como hacia su cantil.

Fijos en mí sus ojos, como en tigre amansado,
Con aire soñador ensayaba posturas
Y el candor añadido a la lubricidad
Nueva gracia agregaba a sus metamorfosis;

Y sus brazos y piernas, sus muslos y sus flancos
Pulidos como el óleo, como el cisne ondulantes,
Pasaban por mis ojos lúcidos y serenos;
Y su vientre y sus senos, racimos de mi viña,

Avanzaban tan cálidos como Ángeles del mal
Para turbar la paz en que mi alma estaba
Y para separarla del peñón de cristal
Donde se había instalado solitaria y tranquila.

Y creí ver unidos en un nuevo diseño
-Tanto hacía su talle resaltar a la pelvis-
Las caderas de Antíope al busto de un efebo,
¡Soberbio era el afeite sobre su oscura tez!

-Y habiéndose la lámpara resignado a morir
Como tan sólo el fuego iluminaba el cuarto,
Cada vez que exhalaba un destello flamígero
Inundaba de sangre su piel color del ámbar.

El Leteo:

Un poema que invoca al río del olvido de la mitología griega, donde el poeta desea sumergirse con su amada para escapar del dolor y la angustia de la vida. El poema fue considerado blasfemo por su rechazo a la religión y a la salvación.

Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crin;

Sepultar mi cabeza dolorida
En tu falda colmada de perfume
Y respirar, como una ajada flor,
El relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mis sollozos apagados,
Sólo preciso tu profundo lecho;
El poderoso olvido habita entre tus labios
Y fluye de tus besos el Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
Como un predestinado seguiré;
Condenado inocente, mártir dócil
Cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor, apuraré
El nepente y la cicuta amada,
del pezón delicioso que corona este seno
el cual nunca contuvo un corazón.

A la que es demasiado alegre:

Un poema que retrata a una mujer alegre y despreocupada, que el poeta desprecia por su frivolidad y su ignorancia. El poema fue censurado por su tono sarcástico y ofensivo hacia la mujer.

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.

Mujeres condenadas:

Un poema que describe a dos mujeres lesbianas que se besan y se acarician, mientras el poeta las observa con fascinación y horror. El poema fue censurado por su temática homosexual y su lenguaje explícito.

Como bestias inmóviles tumbadas en la arena,
Vuelven sus ojos hacia el marino horizonte,
Y sus pies que se buscan y sus manos unidas,
Tienen desmayos dulces y temblores amargos.

Las unas, corazones que aman las confidencias
En el fondo del bosque donde el arroyo canta,
Deletrean el amor de su pubertad tímida
Y marcan en el tronco a los árboles tiernos;

Las otras, como hermanas, andan graves y lentas,
A través de las peñas llenas de apariciones,
Donde vio san Antonio surgir como la lava
Aquellas tentaciones con los senos desnudos;

Y las hay, que a la luz de goteantes resinas,
En el hueco ya mudo de los antros paganos,
Te llaman en auxilio de su aulladora fiebre.
¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes!

Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios,
Que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas,
Mezclan en las umbrías y solitarias noches,
La espuma del placer al llanto del suplicio.

Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires,
De toda realidad desdeñosos espíritus,
Ansiosas de infinito, devotas, satiresas,
Ya crispadas de gritos, ya deshechas en llanto.

Vosotras, a quien mi alma persiguió en tal infierno,
¡Hermanas mías!, os amo y os tengo compasión,
Por vuestras penas sordas, vuestra insaciable sed
y las urnas de amor que vuestro pecho encierra.

Lesbos:

Un poema dedicado a la isla griega de Lesbos, donde vivió la poetisa Safo, famosa por sus versos de amor entre mujeres. El poema celebra la belleza y el erotismo de las lesbianas, pero también expresa su condena social y moral.

Madre de los latinos y los griegos deleites,
Lesbos, donde los besos, lánguidos o incendiados,
Cálidos como soles, frescos como sandías,
Son ornato de noches y de días gloriosos;
Madre de los latinos y los griegos deleites;

Lesbos, donde los besos son como esas cascadas
Que, sin miedo, se lanzan a simas profundísimas
y corren sollozantes, con gritos sofocados,
borrascosos y ocultos, profundos y hormigueantes;
Lesbos, donde los besos son como esas cascadas.

Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,
Donde nunca ha quedado un suspiro sin eco,
A Pafos semejante los astros te proclaman
¡Y de Safo celosa Venus puede sentirse!
Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,

Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,
Que hacen que en sus espejos, oh infecundo placer,
Las niñas de sus propios cuerpos enamoradas
Palpen los frutos gráciles de sus núbiles cuerpos;
Lesbos, tierra de noches lánguidas y abrasadas,

Deja al viejo Platón fruncir su ceño austero;
De los besos innúmeros obtienes tu perdón,
Reina del dulce imperio, noble y amante tierra,
Inagotable siempre en tus refinamientos,
Deja al viejo Platón fruncir su ceño austero.

Tú obtienes el perdón del eterno martirio
Sin cesar infligido a las almas intrépidas,
que aleja de nosotros la sonrisa radiante
Vagamente entrevista al borde de otro espacio.
¡Tú obtienes el perdón del eterno martirio!

¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez
Y condenar tu frente que arrugaron las penas,
Si sus áureas balanzas no han pesado el diluvio
De llanto que a los mares tus arroyos vertieron?
¿Cuál, Lesbos, de los Dioses, osará ser tu juez?

¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?
Honor del Archipiélago, vírgenes de alma noble,
Como no importa cuál, es regio vuestro culto,
¡Y se reirá el amor del Cielo y del Infierno!
¿Qué quieren de nosotros leyes justas o injustas?

Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra
Para cantar lo oculto de sus floridas vírgenes,
Y fui desde la infancia admitido al misterio
De sofocadas risas y de llantos sombríos;
Pues Lesbos, entre todos, me ha elegido en la tierra.

Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato
Como vigía de ojo seguro y penetrante,
Que acecha noche y día brick, tartana o fragata,
Cuyas lejanas formas en el azul titilan;
Y desde entonces velo en la cumbre del Léucato,

Para saber si el mar es indulgente y bueno,
Y en medio de los ayes que en la roca resuenan,
Un día devolverá hacia Lesbos, que olvida,
El cadáver amado de Safo, que partiera
¡Para saber si el mar es indulgente y bueno!

De Safo, la viril, que fue amante y poeta,
¡Más hermosa que Venus en su triste blancor!
—El azul se somete al negro que salpica
El tenebroso círculo que el dolor dibujó
¡De Safo, la viril, que fue amante y poeta!

—Más hermosa que Venus presentándose al mundo
Y mostrando el tesoro de su serenidad
Y el destello radiante de su juventud rubia,
Sobre el viejo Océano, prendado de su hija;
¡Más hermosa que Venus presentándose al mundo!

—De Safo que murió el día de su blasfemia,
Cuando insultando el rito y el culto establecidos,
Entregó como pasto supremo su belleza
A un bruto cuyo orgullo castigó la impiedad
De aquella que murió el día de su blasfemia.

Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua,
Y a pesar de las honras que los mundos le rinden,
Cada noche se embriaga con la voz turbulenta
Que alzan hacia los cielos sus desiertas riberas
¡Y desde entonces Lesbos se lamenta sin tregua!

La metamorfosis del vampiro:

Un poema que narra la transformación de una mujer en un vampiro, que muerde al poeta y le chupa la sangre. El poema fue censurado por su violencia y su simbolismo sexual.

La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»

Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.

La censura de Las flores del mal marcó un antes y un después en la vida y la obra de Baudelaire. Por un lado, Baudelaire se vio humillado, frustrado y acosado por la justicia y la crítica, lo que le pasó factura a su salud mental y física. Por otro lado, tuvo problemas para publicar sus obras posteriores, ya que muchos editores temían las consecuencias de las autoridades y el público. Algunas de las obras que Baudelaire publicó después de la censura fueron: Los paraísos artificiales (1860): Un ensayo sobre el opio y el vino, dos sustancias que el poeta consumía para escapar del dolor y el aburrimiento, inspirándose en sus propias experiencias y en las de otros autores como De Quincey o Poe. El spleen de París (1869): Una colección de poemas en prosa que pintan la vida urbana, el hastío, la soledad y la angustia del hombre moderno. Baudelaire creó un nuevo género poético, que influyó en autores como Rimbaud, Mallarmé o Proust. Mi corazón al desnudo (1897): Un conjunto de notas autobiográficas que revelan el pensamiento íntimo y crítico de Baudelaire sobre el arte, la sociedad, la religión y su propia vida. Baudelaire dejó este texto inacabado y se publicó póstumamente. Estas obras muestran cómo Baudelaire evolucionó como poeta y como persona, y cómo buscó la belleza y el sentido en un mundo hostil y decadente. Baudelaire no se rindió a su visión poética ni a su libertad de expresión, sino que las adaptó a las circunstancias y a los nuevos medios literarios. Baudelaire fue un poeta maldito, pero también un poeta genial.

El título de Las flores del mal es un símbolo ambiguo y paradójico, que refleja la visión poética de Baudelaire. Por un lado, las flores son la belleza, la pureza y la perfección, pero también la fragilidad, la efímera y la decadencia. Por otro lado, el mal es el pecado, el vicio, la corrupción y la muerte, pero también la rebeldía, la libertad y la originalidad. Baudelaire crea una poesía que saca lo bello de lo feo, lo sublime de lo vulgar, lo sagrado de lo profano. Así, las flores del mal son las obras de arte que surgen del dolor, del sufrimiento y del horror de la vida moderna. Baudelaire también se inspiró en el título de una obra anterior de su amigo Théophile Gautier, Las flores del mal (1838), que era una colección de poemas eróticos y satíricos. Baudelaire dedicó su libro a Gautier, a quien admiraba y quería. Baudelaire le rindió homenaje y también desafió a los lectores con un título que sugería una paradoja y una transgresión.

Un ejemplo de su poética es el poema Correspondencias, que forma parte de su obra maestra. En este poema, Baudelaire expresa su concepción del arte como una correspondencia entre los sentidos, las ideas y las emociones. Baudelaire utiliza la metáfora de la naturaleza como un templo donde se revelan los misterios del universo a través de signos y símbolos. Baudelaire también recurre a la sinestesia, una figura retórica que consiste en mezclar sensaciones de diferentes sentidos, como el olfato y el oído. Baudelaire crea así una poesía sensorial, mística y musical.

La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.

El libro se divide en seis partes, que reflejan la visión poética de Baudelaire y su búsqueda de la belleza en el mal: Spleen e Ideal: Donde el poeta intenta escapar del mundo con la belleza, el arte, la poesía, el amor y el erotismo. Pero todas estas formas le decepcionan o le frustran, y cae en el spleen, es decir, el aburrimiento, la melancolía y la angustia de la vida moderna. Cuadros parisinos: En el que intenta escapar del mundo con la ciudad de París, donde retrata a los más pobres y marginados, con los que se siente unido. La ciudad no es realista, sino simbólica, como un reflejo de su alma. El vino: Otra forma de escapar del mundo es con la bebida, que le da una ilusión de felicidad, libertad y fuerza. Pero la bebida también tiene efectos negativos, como la embriaguez, la violencia y la locura. Las flores del mal: Aquí el escape se basa en la lujuria, que le ofrece un placer sensual y perverso. El poeta explora temas como el lesbianismo, el sadismo, la prostitución y el erotismo explícito. Pero la lujuria también le acarrea una condena social y moral. Rebelión: El poeta se rebela contra Dios, al que ve injusto y cruel, y se identifica con Satán, al que ve como un padre y un aliado. Por ello desafía al Creador con sus blasfemias y sus maldiciones. La muerte: La última escapatoria: la muerte. El poeta ve en la muerte una liberación del dolor y del mal, una esperanza de paz y de eternidad. Pero la muerte también implica una incertidumbre y un misterio.

Es difícil decidir cuáles son los mejores poemas del libro Las flores del mal de Charles Baudelaire, ya que, además de resultar algo totalmente subjetivo, se trata de una obra maestra de la poesía moderna que abarca una gran variedad de temas, formas y estilos. Sin embargo, podría sugerir algunos poemas que son considerados como los más representativos, influyentes y bellos de la obra:

Elevación:

Un poema que expresa el deseo del poeta de escapar de la realidad terrenal y elevarse hacia las esferas celestiales, donde encuentra la belleza, la armonía y la libertad. Es un poema que muestra la aspiración idealista y mística de Baudelaire, así como su dominio del ritmo y la musicalidad.

Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

Los faros:

Un poema que rinde homenaje a ocho pintores que Baudelaire admiraba: Rubens, Leonardo da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel, Watteau, Goya, Delacroix y Ingres. Cada uno de ellos representa una faceta de la visión artística de Baudelaire, que busca la belleza en lo sublime, lo grotesco, lo sensual y lo misterioso.

Rubens, río de olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;

Leonardo da Vinci, espejo profundo y sombrío,
Donde los ángeles encantadores, con dulce sonrisa
Toda llena de misterio, aparecen en la sombra
De los ventisqueros y los pinos que cierran su paisaje;

Rembrandt, triste hospital lleno de murmullos,
Y por un gran crucifijo decorado solamente,
Donde la plegaria llorosa se exhala de las inmundicias,
Y de un rayo invernal atravesado bruscamente;

Miguel Ángel, lugar impreciso do vénse los Hércules
Mezclarse a los Cristos, y elevarse muy erguidos
Fantasmas pujantes que en los crepúsculos
Desgarran su sudario estirando sus dedos;

Cóleras de boxeador, impudicias de fauno,
Tú que supiste recoger la belleza de los granujas,
Gran corazón henchido de orgullo, hombre débil y amarillo,
Puget, melancólico emperador de los forzados;

Watteau, este carnaval en el que no pocos corazones ilustres,
Como mariposas, flotan relucientes,
Decoraciones frescas y leves iluminadas por lámparas
Que vierten la locura en este baile vertiginoso;

Goya, pesadilla llena de cosas desconocidas,
Fetos que se hacen cocer en medio de los sabats,
Viejas ante el espejo y niñas todas desnudas,
Para tentar los demonios ajustando bien sus medias;

Delacroix, lago de sangre obsedido por malvados ángeles,
Sombreado por un bosque de pinos siempre verde,
Donde, bajo un cielo triste, fanfarrias extrañas
Pasan, cual un suspiro ahogado de Weber;

¡Estas maldiciones, estas blasfemias, estos lamentos,
Estos éxtasis, estos gritos, estos llantos, estos Te Deum,
Son un eco repetido por mil laberintos;
Es para los corazones mortales un divino opio!

Es un grito repetido por mil centinelas,
¡Una orden transmitida por mil portavoces.
Es un faro encendido sobre mil ciudadelas,
Un clamor de cazadores perdidos en los inmensos bosques!

¡Porque verdaderamente, Señor, el mejor testimonio
Que podencos dar de nuestra dignidad
Es este ardiente sollozo que rueda de edad en edad
Y viene a morir al borde de vuestra eternidad!

Remordimiento póstumo:

Un poema que expresa el arrepentimiento del poeta por no haber amado lo suficiente a una cortesana que ha muerto. El poema cuestiona los valores morales de la época y reivindica el amor libre y sincero. El poema también destaca por su uso de las antítesis y las paradojas.

Cuando en el fondo duermas, mi bella tenebrosa,
de una bóveda en mármol oscuro trabajado,
y ya no tengas más por alcoba y morada
que una llovida cueva y que una huesca fosa;

cuando la tierra oprima tu carne perezosa
y tus flancos que el ocio con encanto a pulido,
ni haya en tu corazón el amor, ni el latido,
ni tus pies puedan ir tras de ninguna cosa,

la tumba, confidente de mi sueño infinito,
en esas noches de las que el sueño está proscrito
-la tumba y el poeta son hermana y hermano-

te dirá: “Cortesana de atractivos inciertos,
¿de qué te vale ahora ignorar a los muertos?”
Como un remordimiento te roerá el gusano.

A una transeúnte:

Un poema que narra el encuentro fugaz entre el poeta y una mujer desconocida en la calle. El poeta queda fascinado por la belleza y el misterio de la mujer, pero no se atreve a seguirla ni a hablarle. El poema refleja la soledad, el deseo y la frustración del hombre moderno en la ciudad.

La calle atronadora aullaba en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reina
Una dama pasó, que con gesto fastuoso
Recogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.
De súbito bebí, con crispación de loco.
Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,
El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva belleza
Cuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.
¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!
Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,
¡Tú a quien hubiese amado! ¡Oh tú, que lo supiste!

El albatros:

Un poema que compara al poeta con un albatros, un ave marina que vuela con gracia y majestad en el cielo, pero que es torpe e inútil en tierra. El poeta se identifica con el albatros, que es objeto de burla y maltrato por parte de los marineros. El poema simboliza el aislamiento, el sufrimiento y la rebeldía del poeta frente a la sociedad.

Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.

La muerte de los amantes:

Un poema que imagina la muerte como un momento de plenitud y felicidad para los amantes. El poeta desea morir junto a su amada en un lecho perfumado y rodeado de luces. El poema contrasta la muerte con la vida, y muestra una visión romántica y esperanzada del más allá.

Poseeremos lechos colmados de aromas
Y, como sepulcros, divanes hondísimos
E insólitas flores sobre las consolas
Que estallaron, nuestras, en cielos más cálidos.

Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas.

Y, en fin, una tarde rosa y azul místico,
Intercambiaremos un solo relámpago
Igual a un sollozo grávido de adioses.

Y más tarde, un Ángel, entreabriendo puertas
Vendrá a reanimar, fiel y jubiloso,
Los turbios espejos y las muertas llamas.

La poesía de Baudelaire refleja su vida, sus experiencias, sus sentimientos, sus ideas y sus conflictos. Algunos aspectos de su vida que se ven en su obra son: Su amor por su madre y su odio por su padrastro: Baudelaire quería mucho a su madre, Caroline, y se sintió traicionado por ella cuando se casó con el coronel Aupick, a quien Baudelaire aborrecía. Baudelaire expresó su amor maternal y su rencor paterno en poemas como El albatros o El enemigo. Su vida bohemia y libertina: Baudelaire llevó una vida de placeres y de vicios, que le acarrearon problemas económicos, legales y de salud. Baudelaire habló de su consumo de drogas, alcohol, sexo y juegos en sus obras Los paraísos artificiales y Las flores del mal. Su pasión por Jeanne Duval: Baudelaire tuvo una larga y tormentosa relación con Jeanne Duval, una actriz mulata que le inspiró algunos de sus poemas más sensuales y eróticos, la llamaba su Venus negra y le dedicó la sección Las flores del mal. Su admiración por Edgar Allan Poe: Baudelaire fue un gran admirador del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, al que tradujo al francés y al que consideró su alma gemela. Compartía con Poe su visión del arte, su gusto por lo macabro, lo misterioso y lo fantástico, por lo que le dedicó varios ensayos y poemas, como El cuervo o El gato. Su crítica a la sociedad y a la religión: Baudelaire fue un poeta rebelde y maldito, que se enfrentó a la moral y a las convenciones de su época. Criticó a la burguesía, al progreso, a la hipocresía y a la mediocridad, y también cuestionó a Dios, al que acusó de ser injusto y cruel. Baudelaire expresó su rebeldía y su blasfemia en poemas como El vampiro o La muerte de los pobres. Pero también fue importante la influencia de la sociedad que le rodeaba, ya que él fue un observador atento y crítico de la realidad que le tocó vivir. Algunos aspectos de la sociedad francesa del siglo XIX que se ven en su obra son: La revolución industrial y el desarrollo urbano: Baudelaire vio los cambios que trajo la industrialización y el crecimiento de las ciudades, especialmente de París, donde vivió la mayor parte de su vida, pintando en sus poemas el contraste entre la modernidad y la tradición, entre el progreso y la decadencia, entre la multitud y la soledad. Baudelaire acuñó el término modernidad para nombrar la experiencia cambiante y efímera de la vida en la metrópolis urbana y el deber que tiene el arte de capturar esa experiencia. La revolución política y social: Baudelaire vivió en una época convulsa, marcada por las revoluciones de 1830 y 1848, que acabaron con las monarquías absolutas y establecieron regímenes liberales y republicanos. Participó activamente en las revueltas populares, pero también se mostró decepcionado por los resultados y las consecuencias. Criticó a la burguesía, al capitalismo, a la democracia y al nacionalismo, que consideraba formas de hipocresía y de mediocridad. La revolución cultural y artística: Baudelaire formó parte de una generación de artistas e intelectuales que rompieron con las normas y los cánones establecidos por la academia y la crítica. Se rebeló contra el clasicismo y el romanticismo, y buscó nuevas formas de expresión poética, más originales, innovadoras y transgresoras, y fue el precursor del simbolismo y del decadentismo, dos movimientos literarios que influyeron en muchos poetas posteriores. Baudelaire también fue un gran crítico de arte, que defendió a los pintores modernos como Delacroix, Manet o Courbet.

En conclusión, este libro se trata de una obra maestra de la poesía moderna, que refleja la visión poética de Baudelaire y su búsqueda de la belleza en el mal. Fue un poeta original, innovador y transgresor, que rompió con las normas y los cánones establecidos por la tradición literaria y la sociedad de su época. Expresó en sus versos sus experiencias, sus sentimientos, sus ideas y sus conflictos, creando un lenguaje poético rico en imágenes simbólicas, contrastes, musicalidad, ritmo y rima. E influyó en muchos poetas posteriores, como Rimbaud, Verlaine, Mallarmé o Valéry, y se le considera el padre de la poesía moderna.

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