Si me quieres, quiéreme entera, de Dulce María Loynaz

Un artículo de Antonio Cruzans

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca, y gris, verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… o no me quieras!

El amor se fundamenta en quererse a sí misma, a sí mismo.

Se equivoca quien piensa poder construir grandes edificios sin sólidos cimientos y armazones resistentes, y el amor es una enorme mansión donde se refugian tantas cosas, tantas cosas…

El amor, que nadie se engañe, no es abandonarse, ni dejarse, ni permitir que te vistan de cadenas, que te decoren con muros, que te defiendan con puertas o te acomoden con leyes… el amor no es posesión ni cosifica a las personas.

El amor no es pertenecer, sino permanecer porque así lo quieres.

Un objeto no tiene aliento, ni ánimo, ni voluntad, un objeto se utiliza, se cambia, se abandona… un objeto es simplemente un vacío incapaz de llenar. El amor precisa de esencias, no de objetos, requiere energía, no laxitud, demanda vida, no siembra muerte.

El amor se condiciona a solo dos pronombres aunque abarque el infinito: el tú y el yo… el TÚ y el YO.

Lo otro no es amor, sino simples falacias esgrimidas por almas errantes que no han aprendido a amar… que no han aprendido a amarse.

Dulce María Loynaz no ruega, no implora, no mendiga amor en este poema. Todo lo contrario. Con su verso delicado, aunque robusto, con su forma directa de exponer el tema, intensa y poco retórica, con sus palabras desnudas, expuestas, a pecho descubierto y sin dobleces ni refugios secretos, exige que se le ame tal cual es, tal como es, y no hay pactos ni concesiones: así, o nada.

La poeta cubana. Premio de Literatura Miguel de Cervantes de 1992, está considerada la máxima exponente del intimismo posmodernista, trabajando siempre, en todos sus diferentes temas, con la misma sencillez de expresión, siendo este, tal vez, el mejor camino para llegar a lo más profundo de las personas que lean sus poemas, por lo que no es extraño que se le considere un mito en aquel rincón del mundo.

Esta sencillez, que podemos comprobar en el poema que nos ocupa, es una herramienta más en sus manos para buscar la poesía pura, esa que no necesita de excesivos oropeles, ni afeites, ni aliños, esa que se sirve así, tal cual, como este pequeño par de versos del Poema LXIII:

¿Y esa luz?
Es tu sombra…

Sus palabras, bien elegidas, pretenden hacernos meditar, reflexionar sobre lo que nos sugieren, y las metáforas utilizadas, como en: “Quiéreme día, / quiéreme noche… / ¡Y madrugada en la ventana abierta!…”, son tan cristalinas como el agua limpia de un arroyo.

Loynaz logró imprimir a su poesía una luz cercana, aunque misteriosa, y musicalidad llena de matices y acordes vitales. Pero, sobre todo, personalidad, fuerza y entereza de mujer que se ama y se respeta.

Entradas creadas 317

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba