Tiempo de orugas y rosas.

Perfecto meridiano de tantos Deseos. Junio por el medio del año, y en su cofre, un solsticio de verano, la noche más corta y el día más largo.

Junio seductor, y en ti meridiano la noche mágica de San Juan, la noche de los cuatro elementos príncipes de la creación: Agua, Fuego, Tierra y Aire. Noche mágica entre cábalas, oraciones, conjuros, hechizos, supersticiones, profecías y Deseos.

Mientras los sueños han despertado deslizándose por el tobogán de un arco iris colgado en el cielo, como olvidada una de esas largas tardes en las primeras tormentas de recién llegado verano.

Todo eso es Junio, ecuador del calendario, y su día más largo como los deseos.

La vida es empujada por el tiempo, hacia el final del principio… atrás quedará todo lo vivido, los sentimientos, los pensamientos y los sueños, y en el nuevo principio tras el final, sólo el alma renacerá para cruzar el umbral de la eterna existencia de un nuevo plano sideral o astral.
Sólo habrá un pensamiento, un solo sentimiento y un solo sueño: el amor… energía única y vital, para reintegrase devuelta a la armonía y a la eterna luz, y al retorno de una nueva alma…
Mirarte a los ojos y besar tus labios 
es lo que quiero,
mirarte, besarte, cada mañana cuando despierto.

Que tu aliento calme la sed que por ti tengo,
y beber de la fuente de tus deseos,
mirarte, besarte, cada mañana cuando despierto.

Pensarás que estoy más lejos de lo que creen
tus pensamientos… pero estoy más cerca
de lo que tu corazón desea,
mirarte, besarte, cada mañana cuando despierto.
Cuando los sentidos y sentimientos quedan ingrávidos entre quimeras y de extrañas metáforas, y no hay palabras capaces de formar oración alguna para expresar lo que uno necesita, crece en el interior la desazón de ver que a veces la vida parece volverse rara, girando a rumbos extraños, mas la pena se agrava, pues no tiene sentido alguno saber, que como las rosas, los ángeles también mueren…
En la noche que cautiva la inspiración de los poetas, músicos, trovadores, madrigales, enamorados y soñadores, es la noche que cautiva a los que desean lo ajeno, a los que desafían el honor en busca del lance, los que rondan por las rejas en busca del beso robado y del escarceo furtivo, de las almas muertas y de las almas vivas; es la noche la que cautiva al lobo, a la luna llena, a las mareas del mar, y a la fuga intrépida y desordenada de estrellas, a los enigmas, quimeras y encrucijadas; es la noche la que cautiva al hombre, ante la gran obra de Dios; es la noche la que cautiva al misterio y a la cautela, al anonimato, al recogimiento y a la meditación, al amor desenfrenado, y al adiós inesperado.
Por todo eso y más me cautiva la noche.
LA ORUGA Y LA ROSA

Cierta mañana entre finales de marzo y los primeros días de abril, comenzaba a nacer el día, los primeros y emergentes rayos del sol iban apartando las últimas sombras de la noche, y posicionando las de la nueva mañana, pintando con su luz el color de un bello día primaveral, el estallido de vida era patente, el trasiego de las madrugadoras aves, camino de sus quehaceres de subsistencia, los inquietantes chorros de una fuente, formando bellos destellos de plata, suben y bajan, hasta estrellar su algarabía en el fondo de la pileta de la fuente, formando mágicas ondas que se esparcen sobre el espejo del agua remansada.
Junto a la fuente y sobre un pequeño montante, un grupo de hermosas y vistosas flores, exhiben con orgullo sus formas y colores, regalando a la brisa mañanera sus perfumes. Entre este grupo sobresalía una hermosísima y esbelta rosa de un intenso color rojo, sobre sus aterciopelados pétalos habían fijas unas gotas de rocío, era como si la rosa estuviera adornada de bellas y cristalinas perlas, que aún hacían más bella y atractiva su belleza, sobre una de las ramas que nacen en su tallo y con la mirada fija en la hermosura de la rosa, una oruga contemplaba extasiada el hermoso sueño que tenía ante ella.
Con voz trémula y respetuosa se dirigió a la rosa:
- Buenos días tengas hermosa rosa. Eres muy bella y te admiro casi hasta tener envidia de tu belleza, sin duda que eres la reina de las flores.
Sorprendida la hermosa flor, respondió al trémulo gusano:
- No me azares, soy como todas las flores, pues nacemos para dar belleza a la vida y disfrute a todos los humanos y llevar inspiración a los poetas, pintores y artistas… Además, todos somos hermosos en nuestra forma y aspecto.
La oruga, rápida, respondió a la rosa:
- ¡Todos no! ¿Tú me has visto con este aspecto monstruoso? Todo el resto de las flores de por aquí me desprecian e incitan a las aves para que intenten quitarme del medio… Por eso vine hasta aquí, pues llevo varios días aferrado a la rama de tu tallo y nunca me has dicho jamás nada sobre mi aspecto.
La rosa invitó a la oruga a que escalara hasta sus pétalos y obsequiarle con su suavidad y perfume.
- Algún día, y no a de tardar mucho, todos los que ahora te desprecian, te admirarán, incluso te envidiarán, tenlo por seguro.
La oruga no entendía nada de aquella especie de profecía que la rosa le había contado.
Durante un tiempo siguió la amistad de la bella rosa y la fea oruga.
Un día, al amanecer, la rosa observó que su inquilina de tallo había desaparecido, y en el interior de su corola saltó un pálpito de emoción y esperanza.
La primavera y los días iban corriendo en su cotidiano calendario aproximándose hacia las puertas del verano. Y cierto día, cuando la aurora comenzaba a enviar la mañana para preparar el nuevo día, la rosa despertó antes que le alcanzaran los primeros rayos del sol, pues un extraño aleteo hizo abrir su hermosa corola, y sobre sus pétalos yacía una hermosa y bella mariposa monarca, de los más bellos y variados colores y dibujos. El perfume de la rosa aumentó de frescor e intensidad; la recién llegada se dirigió a la rosa:
- Buenos días, querida rosa, ¿sabes quién soy?
A lo que la rosa respondió con alegría:
- Mi inquilina la oruga.
- ¿Cómo me has conocido tras este cambio?
- Porque todos, a lo largo de nuestra efímera vida, sufrimos cambios que el gran Creador, dueño y señor del destino, siempre nos los guarda para que cuando alguien nos desprecie por nuestro aspecto o forma nos abramos para demostrar que siempre, en nuestro interior, nace y vive un ser hermoso, capaz de demostrar que al final existe la gran recompensa que esperar vale la pena.
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