Las hojas secas se prenden rápido.
Y arden rápido; de inmediato
pasan de algo a nada.

La escritora norteamericana Louise Glück, nacida en Nueva York el 22 de abril de 1943, ganadora de Premio Nobel de Literatura 2020, del Premio Tranströmer 2020, de la Medalla Nacional de Humanidades 2015, Poeta Laureada de Estados Unidos 2003-2004 y Premio Pulitzer de Poesía 1993 por su poemario “The Wild Iris” (El Iris Salvaje), es una poeta de distancias cortas, de pequeños detalles, de elevación de la existencia individual a un ámbito universal.
Aunque, como siempre, os propondremos un poema, “Burning Leaves” (Quemando hojas), realmente vamos a hablar de un libro completo: “A Village Life” (Una vida de pueblo), publicado en 2009. Una colección perfectamente elaborada en cuyos poemas se muestra el plácido transcurrir de la vida en una pequeña ciudad de granjeros y campesinos, y donde todos los pequeños detalles de la existencia tienen esa trascendencia elemental de las cosas importantes que nos muestran la resistencia de los humanos al implacable paso del tiempo de la cual, tarde o temprano, se resienten. De aquí la importancia de las etapas universales de la vida: infancia, adolescencia, edad adulta, vejez y muerte, las cuales, a pesar de su universalidad, son experimentadas por cada persona de manera diferente.
El poema elegido; “Burning Leaves” (Quemando hojas), es uno de los más cortos del poemario y aparece hacia el final del mismo, siendo el tercero con el mismo título:
BURNING LEAVES
The dead leaves catch fire quickly.
And they burn quickly, in not time at all,
they change from something to nothing.
Midday. The sky is cold, blue;
under the fire, there’s gray earth.
How fast it all goes, how fast the smoke clears.
And where the pile of leaves was,
an emptiness that suddenly seems vast.
Across the road, a boy’s watching.
He stays a long time, watching the leaves burn.
Maybe this i show you’ll know the earth is dead-
it will ignite.

QUEMANDO HOJAS
Las hojas secas se prenden rápido.
Y arden rápido; de inmediato
pasan de algo a nada.
Mediodía. El cielo es frío, azul;
bajo el fuego hay tierra gris.
Cuán rápido se va todo, cuán rápido se despeja el humo.
Y donde había una pila de hojas,
un vacío que aparece vasto de pronto.
Al otro lado del camino, un chico observa.
Se queda un largo rato, viendo arder las hojas.
Quizás así sabrás cuando la tierra esté muerta;
se encenderá.

La mutabilidad y la fugacidad de los seres vivos es un tema importante en este poemario. No solo la edad adulta y la vejez se mueven rápida e inexorablemente hacia la muerte, sino que cada periodo tiene su propia forma de muerte, como el niño que un día, sin más, deja de serlo para convertirse en un adolescente:”Un chico cruza el campo en medio de la oscuridad: / ha tocado a una chica por primera vez, / así que camina a casa hecho un hombre, con apetitos de hombre.” (Abundancia) Y es que los emblemas de la muerte nunca están demasiado lejos de las imágenes de la juventud, como cuando los jóvenes se bañan en el río: “La piedra estaba fría y húmeda, / mármol para cementerios,” (Mediados de verano).
En otros poemas se muestran las difíciles relaciones de la edad adulta, lo que conduce a matrimonios insatisfechos, al engaño, al divorcio, al alcoholismo, a la ira, a la violencia y a la asfixia existencial: “como si la privacidad del matrimonio / fuera una puerta que dos personas cierran juntas / y ninguna pudiera salir por sí misma, ni la esposa ni el esposo, /así que el calor se queda atrapado allí hasta que se sofocan, / como si vivieran en una cabina telefónica”. (Un pasillo). Y es que el amor conyugal también muere, sobre todo cuando un miembro de la pareja pretende modelar al otro a su gusto: “quiere los platos de su madre, pero no los preparo bien. / Cuando lo intento, me enfado. / Él trata de convertirme en una persona que nunca fui”. Y es que las personas se pierden en la búsqueda de una pareja que sea la respuesta a sus vidas. Sin ambargo, también la pérdida de la juventud puede traer algo de paz consigo: “Ahora que es vieja, / los jóvenes no se le acercan, / así que las noches están libres, / al anochecer las calles, que eran tan peligrosas, / se han vuelto tan seguras como la pradera.” (Caminando de noche).
Y llegando al poema propuesto que, como ya os indiqué anteriormente, forma parte de un trío con el mismo título: Quemando hojas, donde Glück trata la mutabilidad inevitable de la vida, y si en el primero compara a un granjero quemando hojas muertas al atardecer con la muerte humana: “la muerte crea espacios para la vida”; en el segundo, las hojas quieren escapar de las llamas, aunque sin ningún éxito; y en el tercero, el que aquí os presentamos, “Las hojas secas se prenden rápido. / Y arden rápido; de inmediato / pasan de algo a nada.” Lo que resulta una metáfora bastante adecuada sobre la brevedad de la vida y la permanencia de la muerte: “Cuán rápido se va todo, cuán rápido se despeja el humo. / Y donde había una pila de hojas, / un vacío que aparece vasto de pronto.” Y todo ello observado por la juventud de un muchacho… En la juventud, “tu cuerpo no escucha. Ahora lo sabe todo.” Es la osadía de la adolescencia. Como las jovencitas que se dejaban robar la ropa en el río: “porque tenían cuerpos nuevos desde el verano pasado, querían exhibirlos.” Pero a medida que se acerca la vejez y la muerte, “ver cómo cambia tu cuerpo es difícil”. El deterioro y la pérdida final del ser físico de uno es un símbolo doloroso de la fugacidad de la vida.
Para Glück, la vida dura solo un día, por lo que la infancia y la juventud están bañadas por la luz del sol brillante, mientras que la edad adulta, la vejez y la muerte están envueltas en un velo de oscuridad cada vez más profunda.
Al entrelazar poemas del mismo título a los largo de esta colección (lo hace también con Murciélago y Lombriz) y a través de su desarrollo de imágenes y temas, Glück pretende indicar que todas las personas están conectadas, únicas pero iguales. Todas las personas somos aldeanos que corremos una carrera contrarreloj en la que el final está asegurado: la muerte. Sin embargo, necesitamos experimentar y apreciar cada átomo de vida mientras se posea.