A la inmensa mayoría, de Blas de Otero

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre 
aquel que amó, vivió, murió por dentro 
y un buen día bajó a la calle: entonces 
comprendió: y rompió todos sus versos. 

Así es, así fue. Salió una noche 
echando espuma por los ojos, ebrio 
de amor, huyendo sin saber adónde: 
a donde el aire no apestase a muerto. 

Tiendas de paz, brizados pabellones, 
eran sus brazos, como llama al viento; 
olas de sangre contra el pecho, enormes 
olas de odio, ved, por todo el cuerpo. 

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces 
en vuelo horizontal cruzan el cielo; 
horribles peces de metal recorren 
las espaldas del mar, de puerto a puerto. 

Yo doy todos mis versos por un hombre 
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, 
mi última voluntad.  Bilbao, a once 
de abril, cincuenta y tantos.
                                     Blas de Otero

Pese a que “A la inmensa mayoría” aparece en el poemario Pido la paz y la palabra de 1955, debemos retroceder unos cuantos años para poder entender el significado de sus versos: Tras ese gran paréntesis que supuso culturalmente la Guerra Civil aparecen dos grandes vertientes poéticas, en palabras de Dámaso Alonso, la poesía arraigada y la poesía desarraigada.

Los poetas arraigados, agrupados en torno a las revistas Garcilaso y Escorial, tenían una ideología conservadora cercana a los presupuestos de Falange, lo que los lleva a crear una serie de obras poéticas en las que bien se alaban las bases del Régimen o bien tratan temas tradicionales (amor, religión…) alejándose de la realidad histórica del momento. Autores de esta corriente son Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero etc., casi todos ellos pertenecientes a la alta sociedad conservadora, pero que con el paso del tiempo fueron cambiando su percepción sobre el gobierno para pasar a una actitud crítica con él en sus obras más maduras.

Por otra parte, los poetas desarraigados, agrupados en torno a Espadaña se van a caracterizar por una voz lírica cuyas principales preocupaciones son el existencialismo, lo religioso, la preocupación por el hombre y la disconformidad con la realidad, que se unen para iniciar brevemente una corriente de protesta. Sus principales cultivadores son Eugenio G. de Nora o Victoriano Crémer, aunque las obras más importantes de esta corriente sean para la crítica especializada Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre.

Adheridos a esta última corriente van a iniciar su andadura literaria otros muchos artistas que posteriormente variarán su credo poético. En sus inicios, poetas como Blas de Otero o Gabriel Celaya crean obras de claro carácter existencialista, basadas en el caso del primero en el fracasado intento de diálogo entre un ‘yo’ que es el poeta y un ‘tú’ que es Dios, como podemos ver en Ángel fieramente humano, Redoble de conciencia y Ancia (un recopilatorio que aúna los dos poemarios anteriores junto a una treintena de poemas nuevos). El hecho del fracaso del diálogo con la divinidad, unido a la mala situación social que está pasando España durante los años 50 hace que estos poetas decidan dejar de tratar problemas personales para pasar a conversar a través de los versos con la sociedad. De esta forma la poesía da un claro paso hacia el “nosotros” gracias a que el escritor se da cuenta de que forma parte de un todo que es una sociedad fundamentada en unos valores y principios que no comparte y considera retrógrados, lo que hace que tenga la necesidad de querer cambiarla a través de la mejor arma que puede ofrecer, la poesía. Todo ello va a llevar a la simplificación del lenguaje poético que va a tratar de llegar “A la inmensa mayoría”. Esta conciencia poética aparece en Gabriel Celaya en 1952 con Lo demás es silencio y en Blas de Otero en 1955 con Pido la paz y la palabra, iniciándose una vertiente poética que se desarrollará durante los próximos años y que se conoce con el nombre de poesía social.

En esta corriente podemos incluir este poema que supone el punto de inflexión, pues como veremos posteriormente de forma más detallada, lo que se plasma en estos versos es el paso a la comprensión de que la poesía debe acercarse al pueblo para tratar de cambiar la sociedad y conseguir la paz entre los hombres, es decir, es un poema que hace la función de bisagra o puente entre las dos concepciones poéticas que tuvo Blas de Otero durante su vida literaria.

Centrándonos en el poema, lo primero que podemos apuntar es que formalmente está compuesto por 5 cuartetos endecasílabos con rima asonante ABAB, con excepción del último verso del poema que es un heptasílabo libre. Incluso podemos observar como la propia firma del autor rima con los versos impares del poema.

Pasando al contenido, vemos como el primer cuarteto se plasma la muerte de la concepción poética que el sujeto lírico había cultivado en sus primeros años. Para ello muestra la imagen de un sujeto que baja a la calle y se da cuenta de la injusta y cruda realidad, pasando directamente a tener la necesidad de romper todo lo dicho anteriormente para crear una nueva poesía.

El sujeto viaja por la ciudad huyendo errante del mundo que lo rodea hacia algún lugar “donde el aire no apestase a muerto”: El sujeto lírico considera que la sociedad que lo rodea está muerta, ya que acepta sin plantearse ningún tipo de crítica aquello que le viene dado desde el gobierno dictatorial. Tras comprender esta cruda realidad va a tratar de cambiar al pueblo a través de la poesía.

En la tercera estrofa propone que pese a que un profundo odio lo golpea (“olas de sangre por todo el pecho”) no va a utilizar ningún tipo de violencia, ya que “Tiendas de paz […] eran sus brazos”. Por tanto, se muestra como una persona con mucha más moral, ética y sentido de común que el violento estado que todavía en 1955, 16 años después de acabada la Guerra continúa con condenas a muerte y represión.

En la cuarta estrofa, que comienza con “¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay!”, hay una primera llamada a la sociedad para que se acerquen al sujeto lírico y ayuden a combatir con las armas pacíficas como la poesía y la palabra a esos “ángeles atroces” y “horribles peces de metal”, es decir, que se postulen todos juntos contra la guerra, representada por los aviones y barcos.

En el último cuarteto aparece definitivamente la voluntad que reivindica el sujeto poético a través de estos versos, que no es otra que conseguir a través de la poesía la paz entre los hombres: “Yo doy todos mis versos por un hombre / en paz.”. Aparentemente es una simple afirmación, pero va mucho más allá de lo que podemos pensar en un primer momento, pues no solo se postula contra la situación de la sociedad en la España de los años 50, sino que su canto se vuelve en cierta manera universal y pasa a incluir a todos los hombres. Por tanto, la paz que desea alcanzar el poeta es extensible a todos los seres humanos, y no solo es una paz con el resto de los hombres, sino que también se refiere a la paz interior, pues para estar en paz con el resto e necesario estar en paz con uno mismo en primer lugar.

Me parece de mucha importancia el hecho de que el poema se encuentre firmado, es en este momento cuando el sujeto lírico que ha hablado durante toda la composición se identifica con Blas de Otero. De esta forma se unen bajo un mismo nombre el sujeto del enunciado, de la enunciación y el escritor de la composición, dejando patente que lo dicho en estos versos no queda solo como un mero hecho literario, sino que también pasa a ser un elemento de la ideología del poeta, que a partir de este momento cambiará su concepción de la realidad y la poesía adaptándose al modelo propuesto en esta composición.

De esta forma la poesía se vuelve realista, se acerca al pueblo y trata de colaborar para cambiar la sociedad y conseguir la paz entre los hombres. Por supuesto, estos autores se enfrentaron a la censura y al Régimen, lo que los lleva en algunas ocasiones al exilio y a publicar sus obras en Francia.

Este intento de cambiar la sociedad a través de los versos fracasa, lo cual es lógico. Debemos entender que la poesía tan solo era, y es, leída por unos pocos miles de personas en España, lo cual no puede hacer que la sociedad se despierte del letargo de la aceptación del poder y que el pueblo baje a la calle a cambiar la situación del mundo en el que vive. Estos poetas, al igual que los poetas actuales, tan solo son leídos por intelectuales en gran parte relacionados con el mundo poético que forman una pequeña burbuja que representa un ínfimo porcentaje de la sociedad y que por sí solos no pueden cambiar nada más allá de ese pequeño mundo poético.

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