Lágrimas como palabras.

El gran Dios anda preocupado por una de sus almas de luz que anda entre penas y quebrantos, por ello, no dejéis de mirar al cielo en los anónimos amaneceres, cuando se suplen las ausencias, pues las respuestas están en los primeros rayos de sol.

Calíope, cuyo nombre significa; la que mejor razona agradablemente y la que tiene hermosa voz, era hija de Zeus y Mnemosina, y la primera y principal de las musas, la más poderosa, la más augusta.

Ya en la Teogonía le daban esta preponderancia que siempre conservó y, a veces, parecía quererle disputar a Apolo el papel de director del coro formado con sus ocho hermanas.

De acuerdo con su importancia, pronto comenzó a presidir el género poético más estimado, la épica, aunque luego también se colocó al frente de la oratoria e, incluso, llegó a ser la musa de la ciencia.

Se le considera madre de las Sirenas, de Lino y de Reso, atribuyéndole en algunas leyendas, la participación como árbitro entre Perséfone y Afrodita en su eterna querella por Adonis.

En una pequeña capilla de una cartuja estaba un hermano rezándole a una imagen de Cristo, tan concentrado en inmerso en sus plegarias, que no se percató de que alguien le observaba.

Concluido su momento de meditación, el cartujo se incorporó del reclinatorio y. con lentos pasos, fue atravesando la capilla en penumbras, solo iluminada por las titilantes llamas de los cirios del altar y la débil incidencia de un tenue rayo de luna que se filtraba curioso a través de las vidrieras multicolor donde se representaban escenas de la Pasión de Jesús.

Solo al llegar a la puerta de la capilla descubrió de la figura inmóvil y silenciosa que le observaba.

– ¡Hermano Jorge! No os he oído entrar de tan absorto que estaba en mis meditaciones.

El otro le saludó con una reverencia.

– Hermano Gabriel, desde que llegasteis a la cartuja, ya hace mucho tiempo, os vengo observando que cuando venís a la capilla solo rezáis al Cristo y nunca tenéis ni una plegaria para la Santa Madre.

El hermano dibujó una sonrisa en su rostro:

– Es muy sencillo, mirad, rezando a Cristo le rezo a su Madre, puesto que Jesús es parte de Ella, pues es el Verbo hecho carne de la misma Virgen.

El hermano Jorge puso su mano sobre el hombro de Gabriel y ambos se dirigieron de nuevo hacia el interior de la capilla, justo has el altar donde se veneraba una hermosa imagen de la Virgen:

– Querido hermano Gabriel, si rezáis a la Madre, también lo hacéis a Dios, pues la Madre es parte de Él.

Hubo un silencio roto por el hermano Gabriel quien, mirando al hermano Jorge, le dijo:

– Todos somos parte de Dios.

– Cierto, pero ¿qué queréis decir?

– Entonces recemos por todos y Dios se sentirá igualmente halagado…

No lloréis cuando os quiebre la añoranza o cuando la tristeza os rasgue el alma. No os lamentéis de aquello que está lejano, aunque el amargo vacío anide en vuestra garganta. El instante se supera con la fuerza de la fe indestructible que os hace ver más allá, donde el resto no os puede alcanzar. Cruzad el gran umbral donde la verdad habita y todas las respuestas, si mis palabras os azoran, o las pensáis inmerecidas, las hallaréis en las razones del corazón de aquella persona que por vosotros rompería el muro de las sinrazones, pues nadie atesora tanta soledad como para no encontrar una sonrisa en su camino.

Madre Santa, déjame acercar mi corazón, cada día, a tu luz divina y no dejes nunca de mirarme con tu diáfana mirada que guía mi vida.

Ampárame a cada instante, en los momentos de flaqueza, aquellos en los que mi alma débil quede a la deriva de la oscura penumbra.

Arrúllame en tu regazo materno para aliviar el cansancio de los sufrimientos y fallos humanos.

Madre mía, Madre Bendita de los Desamparados, que esta oración cruce el sendero de las estrellas y mares celestes hasta tu morada, siguiendo la estela del amor dejado por tu Bendita Mirada, Madre Santa.

Peregrina desde Tierra Santa, a los cielos, de los cielos, Madre del Buen Amparo tu gloria fundaste en esta tierra mediterránea.

Vuela tu corazón de madre piadosa y tu luz bondadosa en todas las direcciones que el viento de las devociones lleve paloma de celestial mensaje y amparo a todas las pecadoras almas.

Rosa de los astrales vientos, Santa Madre Bendita de los Desamparados, que no hay un palmo de esta tierra donde tu nombre no sea bendito y deseado.

Por eso, Santísima Madre, peregrina eres de nuestros corazones solitarios, viajera de los tiempos, Madre de la Mirada Complaciente, reparadora en el desamparo, Enséñanos a ser peregrinos por estos angostos caminos de la vida y ayúdanos a dejar en nuestro deambular senderos de amistad, entendimiento y amor.

Corrige nuestro rumbo, Capitana de la Luz, no nos dejes encallar en los arrecifes del descanso negativo, de la terrible oscuridad, para que seamos libres y podamos seguir tu estrella en el alba de nuestras vidas y llegar a buen puerto al anochecer de nuestra travesía.

A ti te lo pedimos, Celeste Peregrina de nuestros corazones solitarios.

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