Vicente Gaos

El 27 de marzo de 1919 se cumplió un siglo del nacimiento de Vicente Gaos, poeta español. Nació Vicente en Valencia, en el seno de una familia de artistas e intelectuales, cuyas influencias tendrían mucho que ver en sus logros posteriores como poeta, crítico y ensayista.

Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid y se doctoró en la Nacional de México, ejerciendo como profesor de Literatura Española en diversas universidades europeas y norteamericanas.

Sus poemarios más reconocidos son: Arcángel de mi noche (1944), Sobre la tierra (1945), Luz desde el sueño (1947), Profecía del recuerdo (1956), Concierto en mí y en vosotros (1965), Un montón de sombras (1975) y Última Thule (1980). Así mismo, entre sus estudios publicados podemos destacar La poética de Campoamor (1955), Poesía y técnica poética (1955) y Temas y problemas de literatura española (1960). Y de los muchos premios recibidos subrayaremos el Adonais de 1943, el Ágora de 1963 o el Nacional de Poesía, en forma póstuma, en 1980.

Su biblioteca personal, con más de cinco mil volúmenes, fue donada por su hija a la Biblioteca Valenciana en 2017.

Leamos un poema de Vicente Gaos:

No, corazón, no te hundas

No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.
La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora
supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes todo.
Y aún tendrás que deberle muchas cosas hasta que mueras,
y la muerte misma es un deber que tienes hacia la vida.
Agradece al tiempo que, mucho más sabio que tú, no apresure tus
horas de dolor ni se demore en tus momentos de dicha,
sino que te los mida con la misma igualdad, con la misma ecuanimidad
generosa.
Agradece al sol que siga saliendo puntualmente, ajeno por completo a
ponerse
al compás febril de tu pulso.
Te quejas. Dices que sufres.
Dices que no puedes más.
Aún volverás a sufrir, y a amar, y a sufrir de nuevo,
y a gozar otra vez y otra y otra.
Sólo morirás una vez, eso es lo único que no podrá repetirse,
pero la vida es una continua repetición.
Te ha de dar todavía muchas ocasiones de equivocarte,
y tú has de llegar aún a acertar con el buen momento,
que el mundo te ha de volver a brindar como te lo ha brindado
ya tantas veces.
¿Dices que estás solo?
No es mirándote al espejo como encontrarás compañía.
Coge el primer objeto que esté a tu alcance,
un vaso, una flor o simplemente el periódico.
Acarícialos, acarícialos.
Levanta la vista, tiéndela alrededor tuyo.
Sí, es verdad que no puedes ver los ojos que tú amas tanto.
Por hermosos que sean no podrán compararse nunca con las estrellas
(a pesar de los poetas románticos).
Habla, habla, pero no contigo.
Déjate de soliloquios y silogismos y sentimentales monólogos.
Habla con el cartero, con el conductor del tranvía
(aunque esté prohibido);
habla con el niño que está jugando en la acera,
vete a beber unas copas con el primer borracho de la esquina.
¿Creías que el mundo termina donde tú acabas?
Tú eres ya no fin, pero ni siquiera comienzo de ninguna cosa.
No eres comienzo ni de ti mismo.
¿Recuerdas a tu madre?
No la compadezcas: ya murió, ya vivió, ya sufrió y gozó todo aquello
que le tocó en suerte.
Tú tienes todavía la de vivir, la de seguir vivo.
No tengas ninguna prisa en morirte.
No te esfuerces en buscar lo único que posees seguro.

Un artículo de Antonio Cruzans

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